Lo que voy a relatar ahora no me ha ocurrido en un sólo día, sino en los últimos 15 o así, pero por efectos dramáticos lo resumiré como ocurrido en 24 horas.
Me levanto por la mañana temprano(como siempre) después de una noche más si pegar ojo. ¿El motivo? Pues que entre los ruidos de las motos que pasan deliberadamente a todo gas, los coches con la música a todo volumen(reggaetón), la gente de juerga que pasa a gritos bajo mi ventana y la brigada de limpieza del ayuntamiento con las mangueras a presión a las dos de la mañana apenas he podido pegar ojo cuando la sirena de los bomberos me ha despertado a las tres y media.
Al ir a comprar descubro el motivo de la visita intempestiva de los bomberos: un contenedor de basuras quemado(otro más) por nuestro pirómano particular, y me doy cuenta de lo atrasados que estamos con respecto al resto de Europa; en Francia ya están hartos de quemar coches y aquí aún vamos por contenedores. Nuca dejaremos la cola de Europa.
En el mercado me las veo(como siempre) con las viejas de turno, que intentan en cualquier despiste quitarte el puesto.
Al volver a mi piso me doy cuenta del pestazo a tabaco que suelta el ascensor. Sé quién es, claro, todos lo sabemos: mi vecino de la puerta de enfrente; setentaypico años, con sus camisas azul oscuro en recuerdo de la falange.
Por la tarde salgo para ir a la biblioteca, y en la calle me dedico al deporte favorito de los barceloneses, esquivar mierdas de perro. Es un deporte en decadencia, sin embargo, hace años había muchas más que ahora. Supongo que años de campañas publicitarias a costa del contribuyente sumadas a las multas para los infractores(a saber a qué bolsillos han ido a parar), han dado sus frutos para que las calles no huelan a Purina dog-chow digerida.
Al entrar en el tranvía no me sorprende que de la docena que entran conmigo sólo pagamos tres pardillos. Tampoco me sorprendo cuando al hacer transbordo en el metro un tío se salte el torno en mis narices.
Al llegar a mi parada en el centro siento orgullo al comprobar que Barcelona sigue siendo una ciudad de vanguardias. Y es que una nueva tendencia hace furor: no dejar salir a la gente antes de entrar al vagón. Algún día nos copiarán en NY y el mundo dirá "Barna is cool".
En un paso de cebra, con el semáforo en verde para mi, tengo que esperar que pasen cinco coches antes de que un camionero simpático me deje cruzar. Debe ser extranjero.
En la sala de ordenadores de la biblioteca, después de devolver
Un mundo feliz(fantástico), mientras estoy en mi foro favorito(no es éste), suena un móvil. Nadie protesta, ni siquiera los empleados. Parece que el tío lo desconecta y puedo seguir en mi foro favorito(que sí, que es éste tontos, no lloréis) hasta que... ¡suena el mismo móvil! Perdone caballero, ¿le importaría meterse el teléfono por el culo? Amortiguado entre su intestino grueso y su cerebro no haría tanto ruido.
Al volver a casa, ya tarde, veo a treinta metros de mí, a un grupo de chavales montando jaleo. Cruzo la calle discretamente, y desde el otro lado veo que al cruzarse con el tipo que venía detrás mío le sueltan una colleja de campeonato. El tipo se vuelve, pero en seguida están los demás ahí, riendo y burlándose. El tipo se va, fingiendo que no le importa, que no está humillado. No lo consigue. La próxima vez recuerda que no se puede estar sólo pendiente de las mierdas de perro, también tienes que vigilar las mierdas humanas. Manchan más, huelen peor y no se limpian.
Llego a casa y me prepar mi cena, leo un libro y veo un poco de tele de alta calidad: el último enema de Belén Esteban en directo. ¡Yupi!
No creas que estoy enfadado por todas éstas cosas, como todos, estoy acostumbrado, no me afectan. He desarrolado ésa indiferencia que se confunde con ser cosmopolita, y que nos salva de acabar como Michaes Douglas en
Un día de furia. Por lo que estoy enfadado es porque he recordado que a final de més tengo cita con el psicólogo, y ellos no. Ninguno de ésos maleducados, ********, antisociales con los que nos cruzamos a diario estará en el psicólogo, sólo yo. Me cabrea comprobar que en éste país, si todo el que tuviera problemas mentales fuera a terapia, la consulta del psicólogo tendría una cola el doble de larga que la del paro, y la mitad que la que se forma ante un prostíbulo en oferta de 3x1.
Me cabrea saber que la salud mental es más questión de estadística que de otra cosa. ¿A ti no?
Escribo ésto desde la biblioteca y ... ¿sabéis qué? Está sonando un móvil. ¡Venga señora! ¿Conteste, no se corte! A lo mejor es su madre desde el burdel para decirle que llegará tarde a casa por la oferta de 3x1.