Compré un perro para que me hiciera compañía. Entonces pensaba que tenía un perro porque no podía tener nada más. Las personas me huían y yo a mi vez huía de ellas, es un sentimiento mutuo que ambas partes respetamos y que yo intenté cambiar hace ya bastante tiempo sin mucho éxito.
Mi perro me comprende y yo le comprendo a él. Convivimos como una buena pareja que ha conseguido llegar a una “entente” cordial. El sabe cuando le necesito y se acerca con su cara grande de mastín, casi humana y permite que le acaricie el lomo y le rasque detrás de las orejas. Me mira con sus ojos húmedos y me deja hacer; cuando advierte que ya estoy mejor se aleja unos pasos y se tumba sobre la moqueta a esperar mi reacción.
Juraría que lee mis sentimientos mejor que yo mismo. Dicen que los animales no tienen alma pero no estoy de acuerdo con una apreciación tan insensata. En el reparto de consciencias a ellos les tocó un retazo, tal vez no la peor parte.
El sabe que no me siento bien, desde hace un tiempo mi salud se resquebraja como un techo viejo a punto de caer sobre cualquier cabeza que se aproxime.
He pensado en regalárselo a alguien que reúna unas mínimas cualidades para comprenderlo y luego dejar que el techo se resquebraje de una vez por todas.
En cuanto la idea me viene a la cabeza él se acerca y me mira muy serio, sino le hago carantoñas saca su enorme lengua e intenta acariciarme. Le consuelo con palabras cariñosas y le rasco largo rato, pero él no se contenta fácilmente. Intuye que no tengo muy claro el futuro de ambos y trata de convencerme.
Mi perro y yo formamos una buena pareja, tal vez no haya sido buena idea pensar en deshacer la unión. Dos que se quieren deben dar el último paso juntos, han establecido un compromiso que nada puede romper.
Una vocecita en la cabeza me dice que moriremos juntos, tal vez se trate de su propia voz humanizada. Es capaz de hacerse ventrílocuo para consolarme. Cada día le trato con más cariño y paso más y más tiempo a su lado. El me mira con sus ojos húmedos y juraría que me sonríe.
¿No creen que somos un poco injustos con los animales?. Acostumbrados a juzgar por la apariencia ya no somos capaces de llegar al fondo de nada.
El se acerca ladrando muy suavemente, sabe que estoy escribiendo. Le miro y sé que le gustaría decir algo para la posteridad, pero aún no ha llegado su hora.
Los perros no tienen futuro, ni escriben la historia... aun no...