TODO EL MUNDO HA SIDO TÍMIDO ALGUNA VEZ. Pero cuando el temor se instala hasta convertirse en angustia, nace la fobia. La timidez se supera. La fobia social se combate. La psicofarmacología está librando la batalla.
Cuando Gabriel V. escuchó que se había descubierto la píldora contra la timidez respiró aliviado. Se trataba de la paroxetina. Su nombre comercial era el Seroxat. Desde hacía varios años se vendía en las farmacias. Se trata de un antidepresivo, un inhibidor de recaptación de serotonina, sustancia que necesita el sistema nervioso central para mantener su equilibrio.
Ampliamente estudiado, ahora se ha comprobado su eficacia en las fobias sociales. Pero sobre todo, según Jesús Honorato, director del departamento de Farmacología de la Clínica Universitaria de Pamplona, "tiene pocos efectos secundarios y no crea dependencia".
Al fin, pensó Gabriel, acabarían sus sufrimientos. Llevaba 10 años con una angustia infinita. Todo comenzó a los 13, tras una enfermedad que le retuvo en cama. No repitió curso, pero se sintió desbordado. Empezó a sentir temor, angustia a no estar al nivel de los demás, le espantaba el comentario adverso, sentirse observado... Un sentido del ridículo exacerbado. "Creerán que soy idiota, que no entiendo nada". Se bloqueaba y se encerraba en casa.
UN NUDO
Al llegar a la universidad arreció el sufrimiento. Eligió una carrera que le atraía -Económicas-, pero el cambio resultó patético. Se sintió perdido. Y a su padecimiento psicológico se unió el físico: cuando llegaba a clase su corazón se disparaba, sus músculos se tensaban, sudaba, el estómago se le hacía un nudo... Entre clase y clase se refugiaba en los baños. Incapaz de concentrarse, los resultados académicos le desmoralizaban. Se sentía el foco de atención en el aula, la calle... Sólo estaba cómodo en su entorno familiar. Gabriel era un fóbico social.
Para Salvador Cervera, director del departamento de Psiquiatría de la Clínica Universitaria y uno de los autores del libro Fobia Social, es uno de los trastornos menos estudiados y comprendidos. "Incapacita y anula al individuo; el fóbico sufre muchísimo. Tiene un miedo irracional y desmedido a determinadas situaciones, personas o cosas. Entre los norteamericanos es la segunda enfermedad mental. Afecta al menos a una persona de cada 10 en algún momento de su vida, y según la Asociación Americana de Psiquiatría la padece cerca del 13% de la población.
"Pero fobia social y timidez no deben confundirse. El tímido tiene una introversión desmedida; le preocupa el efecto que causa en los demás y su autoestima es baja. Aunque no le incapacita. Puede rendir en el trabajo y en los estudios... Sólo cuando se presenta una situación pública se pone nervioso y empieza a balbucear".
Es lo que le pasa a Diana. Ha cumplido 14 años y estudia 3O de la ESO. Su rendimiento escolar es brillante. Pero no puede levantar la mano en público, responder en voz alta en clase o rectificar. Diana, como la mayoría de los adolescentes, es tímida. Sin embargo, no necesita tratamiento. Superará su timidez con el tiempo.
ADOLESCENCIA
Y es que la preadolescencia y la adolescencia son épocas claves. Se ha demostrado que el 40% de las fobias sociales aparecen antes de los 10 años, y el 95% de los casos antes de los 20. Pero la edad media del inicio es a los 15 años. Se da en los dos sexos. Y aumenta en individuos con un nivel cultural alto, en personas que viven aisladas o en un entorno urbano. Las cifras así lo confirman. Según una encuesta -realizada con alumnos de institutos estadounidenses- hecha por Philip Zimbardo, profesor de la Universidad de Stanford y fundador del Instituto de la Timidez de California, el 73% de los estudiantes sentía timidez ante la posibilidad de dar un charla, el 68% ante grupos numerosos y el 55% ante situaciones nuevas.
La OMS clasifica a las fobias. Y las diferencia. Además de la fobia social, están la agorafobia y las fobias específicas. La agorafobia implica miedo a lugares cerrados de difícil salida en situaciones extremas. Mientras que las fobias específicas suponen un temor exagerado hacia objetos o lugares: el individuo revive recuerdos traumáticos insufribles para él.
"Pero los fóbicos sociales son personas con una gran sensibilidad emocional, autoestima muy baja y gran inseguridad", afirma Cervera.
La angustia les produce un bloqueo intelectual absoluto, lo que repercute en el rendimiento académico, laboral y social. Padecen palpitaciones, temblor, sudor, tensión muscular, sensación de vacío en el estómago, sequedad de boca, frío o calor, cefaleas, rubor, necesidad de micción... "No existe una causa concreta que desencadene la fobia. Es un conjunto de situaciones. Pero, sobre todo, es esa persona de unas determinadas características que se ve forzada a llevar a cabo algo por encima de sus posibilidades y sufre un shock psíquico", dice Cervera.
El problema crece cuando el fóbico se hace adulto, porque la enfermedad suele asociarse a depresiones; trastornos de ansiedad como la obsesión y el pánico; alcoholismo, drogadicción, anorexia o bulimia.
CURACIÓN
María acudió al especialista con 27 años. Padecía una fuerte depresión. Pero la enfermedad se había gestado 10 años antes. Todo empezó cuando atravesó la barrera de COU y decidió estudiar Ciencias de la Información. No pudo superar la tensión. Un mal día abandonó la carrera. Estaba hundida. Su fobia social -no tratada ni superada- le había desencadenado una patología añadida: una grave depresión.
La fobia social tiene un porcentaje de curación de en torno al 80%. Hay quien propugna terapias conductuales de choque (es decir, poner al paciente en situaciones límite). Cervera las rechaza "porque si el mal se detecta precozmente y se combinan el tratamiento farmacológico y el cognitivo-conductual (el conocimiento y modificación de la conducta), la fobia puede superarse en meses. Si no se trata puede durar de 16 a 19 años".
"Lo que urge es estudiar la personalidad del paciente; si tiene alguna sintomatología de tipo depresivo o si se ha convertido en drogodependiente... Se evalúa su estado e introducimos un tratamiento farmacológico con ISRS (inhibidores selectivos de recaptación de serotonina), especialmente la paroxetina. Se ha demostrado que son efectivos y bastante tolerables". Es decir, aumenta la cantidad de neurotransmisores (serotonina) en el espacio interneuronal, lo que reduce la ansiedad y hace desaparecer poco a poco las manifestaciones de tipo depresivo. El paciente comienza a sentirse más seguro y optimista, al tiempo que se aplica el tratamiento cognitivo-conductual.
Es la prueba de fuego. A partir de ese momento, el paciente, con la ayuda del especialista, se pondrá delante de las situaciones temidas. Poco a poco se asomará a ellas; a veces retrocederá, pero sin angustia. Irá comprobando cómo eso que antes le producía pavor ahora no significa nada. Se analizarán las situaciones y se enumerarán las fobias hasta superarlas. Aprenderá a descubrir cómo su angustia le produce reacciones físicas y cómo un cambio en su comportamiento las hace desaparecer.
En resumen: se tratan sobre todo tres aspectos de la personalidad. Lograr que el paciente eleve su autoestima, que tenga seguridad en sí mismo y que no sea tan sensible y podrá -casi- decir adiós a la fobia.
Fuente:El mundo