Uno de los productos más importantes y deseables de la investigación científica es el desarrollo de drogas dirigidas a aliviar las enfermedades. Lo ha sido durante mucho tiempo y se espera que continúe siéndolo, más aún hoy, cuando las nuevas tecnologías pueden contribuir a perfeccionar y tal vez individualizar los tratamientos médicos.
Sin embargo lo que debería ser un proceso claro y limpio hasta que le llegue el alivio al paciente en la forma de una pastilla, se ha convertido en un negocio turbio, pleno de violaciones y abusos, todo por cuenta de la ambición desmedida de la Industria Farmacéutica, IF. (Ver otros escritos de esta bitácora).
La depresión es una enfermedad que puede llevar a quienes la padecen a situaciones muy dolorosas y agotadoras. Para estas personas, un tratamiento basado en fármacos y terapias adecuadas puede ser un alivio. El problema serio se inicia cuando quienes no sufren la enfermedad o pasan por un breve período de tristezas, se convierten en el blanco de los comerciantes de drogas.
Los antidepresivos (Prozac, Zoloft, Paxil, Effexor, Celexa) son un nombre general para drogas diseñadas durante los años 70 y 80 y finalmente colocadas masivamente en el mercado en los años 90, para suplir a los ansiolíticos y sus “efectos adictivos”*. Se las bautizó como SSRIs (por las siglas en inglés) porque inhiben la degradación selectiva del neurotransmisor serotonina, aumentando sus niveles en el cuerpo, bajo el supuesto de que niveles bajos de serotonina son la causa de la depresión.
Hasta el momento no es claro si la disminución en los niveles de serotonina en el cerebro sea la causa de la depresión per se, que sería como situar la causa del dolor de cabeza en la ausencia de aspirina en el torrente sanguíneo. Tampoco está demostrado que exista un “centro de depresión” en el cerebro: el 95% de las serotoninas están en otros lugares de nuestro cuerpo. Elevar los niveles de serotonina puede, peligrosamente, interferir en la función y desempeño de otros químicos naturales como la adrenalina y la dopamina, sustancias que contribuyen a la sensación de bienestar en nuestro organismo.
Y eso precisamente fue lo que sucedió con los antidepresivos. Lanzados al mercado con bombos y platillos, como la panacea para aliviar los problemas del estado de ánimo, sin ningún efecto colateral y sin producir ningún tipo de adicción, rápidamente y ayudados como siempre de campañas publicitarias millonarias y demoledoras, pasaron a ser recetados a montones. Sin embargo venían con los peligros ocultos.
La fabricante de drogas Ely Lilly, desde el inicio de los estudios necesarios para la venta al público de su Prozac, no mostró los efectos secundarios producidos por la droga: pensamientos y actos suicidas el peor, ni los terribles síntomas cuando se suspende: fuertes mareos, ansiedad, pesadillas, náusea, agitación constante y sudoraciones; los efectos inmediatos a la toma de la droga hicieron que muchos pacientes la suspendieran. Muchos de ellos debieron iniciar otro ciclo, con dosis mayores.
David Healy, un gran investigador sobre el tema, siquiatra en ejercicio, ha recetado y trabajado con antidepresivos. Así que tiene toda la autoridad para enjuiciar a la Industria Farmacéutica por lo que él llama manejo más que irresponsable de las drogas. El mismo ha sido testigo en varios juicios contra Lilly y ha evaluado los efectos causados en varios casos de suicidio cometidos bajo los efectos de antidepresivos. Porque al interferir con otras sustancias que actúan en el cerebro los antidepresivos pierden la selectividad que tanto valor les daba y por el contrario, disparan reacciones violentas y sorprendentes. Los protagonistas de las 3 últimas grandes masacres en las escuelas secundarias en Estados Unidos eran adolescentes tratados con antidepresivos.
Healy ha escrito varios libros y cientos de artículos denunciando el problema y lo que ha conseguido ha sido una persecución disfrazada y ha perdido su trabajo en la Universidad de Toronto. Una pequeña muestra del poder de la IF, que para eso gasta 25 mil millones de dólares al año en sólo marketing.
Como la FDA ha tenido algunos conatos de revisión de los protocolos de aprobación de los antidepresivos, la IF se mueve rápidamente hacia otros blancos: Wyeth ataca con su Effexor y Glaxo-Smith-Kline con Paxil para enfriar los calores de la menopausia. Por fortuna no lograron su cometido por los resultados negativos presentados por un estudio independiente de la IF.
Porque el otro problema serio con la IF es que tiene sus tentáculos bien extendidos no sólo para amarrar a los siquiatras a recetar lo que ella necesita sino para controlar la investigación y publicación de artículos relacionados con las drogas; la financiación a cambio de ser del estado viene en su casi totalidad de los fabricantes de las pastillas y el 97% de los artículos favorables a las compañías se publican, contra el 12% con resultados negativos!
En la separata de ciencia del New York Times del 11 de Marzo** pasado, aparece un artículo aterrador. La Industria Farmacéutica, falta de clientes como va a estar en un tiempo a medida que avanzan los estudios serios sobre los efectos tan peligrosos de los antidepresivos, decide que los hindúes están deprimidísimos y muy ansiosos y que en un excitante experimento, médicos de Estados Unidos van a llevar psicoterapia (drogas incluidas) para todos. Para helar la sangre de cualquier persona sensata.
*Hoy se sabe que la adicción provocada por los antidepresivos es mayor y que los efectos producidos cuando se suspende la droga son de lejos peores que los que se dan con los ansiolíticos.
**The New York Times. Science Times. Psychotherapy for All: An Experiment. David Kohn.
(Seguimos la semana que viene)