"Amigo el ratón del queso" me inculcaron desde muy pequeño. Y no me molesta que haya sido así, al menos a mí la vida me ha demostrado cuán cierto es en realidad. Tal vez hay una sola persona a la que me nace considerar un amigo, pero no la conozco en vida real así que igual existe cierta reserva.
Conocidos por suerte aún me quedan unos pocos del colegio, con los que puedo salir (muy) de vez en cuando y olvidar que hay tantos otros desconocidos a mi alrededor, pero como era de esperarse hemos cambiado desde entonces y las cosas ya no son las mismas. Soy yo quien suele ir detrás de ellos, proponiendo planes y reuniones, tratando de hallar nuevos puntos de convergencia para volver a la semigloria de nuestros años más mozos; pero en general estamos distanciados, no hablamos mucho entre nosotros, y al menos desde mi punto de vista a ellos no parece molestarles. Supongo que mientras ellos han caminado por la vida con bastante más fluidez y elegancia, yo he ido a los trompicones y apenas he llegado a algo tangible en lo que a realización se refiere.
Me he estancado sin más. Me he dedicado a vivir de un pasado que aunque malogrado y mustio, no fue tan frustrado y me dejó algo de sombra para el sofoco imperioso de los años a seguir. Al menos no se han ido del todo como los otros, y por ello no puedo agradecerles lo suficiente.