Pues sí, pero no hay que dejar arrastrase por ello. Lo cuenta muy bien Silfred.
Yo, este invierno salía al mediodía a dar una vuelta, cuando no hay mucha gente. Un día, unas niñas dentro de un coche, me gritaron, en principio, no entendí muy bien qué, luego me dí cuenta: guapo. Sí, guapo. Pero yo seguí andando y empezaron a pitar el coche, todo el mundo se giró en la calle mientras reían, y cambiaron el piropo: feo, más que feo. Y venga pitar y gritar por la ventanilla.
En un semáforo, una de ellas bajó, una de las que más reía y gritaba. Pasó delante de mi con la cabeza baja y se le notaba la incomodidad y vergüenza, y es que ya no tenía el grupo que la protegía.
Era cuestión de no darle importancia al incidente. Pero me costó lo mio volver a salir. La podían haber tomado con cualquiera. Se trataba de reirse.
Realmente, como dice Silfred ¿Quién está más transtornado? A mi no me cabe duda. Ellos.
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