Me refugio en un videojuego online, el World of Warcraft. Practicamente me tiro todo el día allí metido. En esos ratos, consigo abstraerme de todo, olvidar tantas y tantas cosas, desconectar de la realidad. Allí no pienso en otra cosa que en el juego. Lo malo es cuando dejo de jugar, que entonces, la joyita que tengo de cabeza, me hace recordar que debería estar buscando trabajo o estudiar o arreglar mi vida.