A mí me pasa al contrario que a muchos:
No creo en Dios, pero si creo en la Iglesia y sus representantes. ¿Cómo no creer en ellos, si son omnipresentes? Siempre echando sapos y culebras, y diciendo a los demás como deben vivir...
También creo que la hipocresía se hizo hombre y habitó entre nosotros:
Si, si, la hipocresía, la falsedad sin límites, el odio ruin y farisaico, la caverna levítica, toda la mezquindad y obscenidad imaginables se encarnaron en los mensajeros de Dios en la tierra.
Ahí se pudran. El problema es que probablemente sean como las cucarachas, los mejor adaptados al mundo-vertedero, putrefacto y corrupto, que ellos tanto contribuyen a crear.
Saludos