Vamos a situarnos en un domingo cualquiera del verano de 1998 en la cordillera cantábrica, en un pequeño pueblo de 15.000 habitantes.
Una mujer recién entrada en los treinta que debería decir que es un típico domingo de verano como el de cualquier persona, pero no…ningún domingo entra dentro de esos patrones.
No siente tener una vida y ciertamente tiene poco que contar, no mas de una serie de sucesos familiares y algún que otro hecho irrelevante, además de una serie de pensamientos autocríticos, introspectivos e idealistas por lo general.
A veces, casi siempre se encuentra perdida, indecisa, es más, se podría calificar como la eterna indecisa. Desde que era una niña se debatía en su interior una guerra entre lo que quería y lo que debía…no, más bien, entre lo que quería y lo que de verdad quería. Hasta que un día se dio cuenta que de tanto pensar se había olvidado de vivir. Ya no sabía como hacerlo y lo peor hacia ya mucho que no podía, el miedo la tenia contraída, agazapada entre los muros de su casa.
No sabia lo que quería ni como era, sus gustos se habían reducido a cenizas. Poco podía decir de ella excepto que en esos momentos de desvarío y angustia, esa sonrisa aparecía diciéndole lo que ya sabía. Ella tenía las respuestas que le proporcionarían la tranquilidad y el sosiego que tanto necesitaba.
Así que un día tras día dedicaba su tiempo a buscar dichas respuestas en esa parte de ella que a veces parecía dormida.
Hasta que la encontró.
Tumbada en su cama con la mirada fija en la nada, unos espasmos de éxtasis incontrolada empezaron a recorrer sus músculos impidiéndole permanecer acostada. Pero no se movía una fuerza superior la tenia atada. Una lágrima sin control le recorrió la cara y una sonrisa se dibujo en su rostro.
Nadie sabe que paso por su mente, lo único cierto es que descubrió la respuesta que tanto ansiaba. Se levanto y salió a la calle sin temor ni angustia sin la necesidad de esconderse arrastrada por la agonía de sentirse observada y juzgada.
Los días pasaron sin desesperación ni temor, sin ni tan siquiera echar una ojeada atrás, y así sucesivamente los meses y los años. Todo había desaparecido como si no hubiera sido más que una pesadilla.
Acababa de arropar a su hija y tumbada en la cama como antaño, con la mirada perdida esperaba abrirle los brazos, a lo que tanto había deseado, al amor de su vida. El recuerdo del pasado se dibujo en su mente, como esos secretos bajo llave que te perforan el alma, pero no lloro, sonrió, volviendo a sentir ese éxtasis irrefrenable, al descubrir todo lo que había conseguido.
Pero nuevamente no podía moverse. Su esposo apareció en la puerta mirándola entrañablemente, ella quería abrir los brazos, peor no podía, algo se lo impedía. Forcejeo una y otra vez, pero esas cadenas invisibles que aprecian aprisionarla no desistían. El terror se dibujo en su rostro, la respiración cada vez se volvió mas acelerada…hasta que cayo en el suave tacto que la sabana de seda le propinaba.
Cuando despertó, no estaba en su casa…un color verdáceo, triste y apagado rodeaba la estancia y en sus muñecas dos cadenas, la ataban a la cama.
(Esto tiene poco de peli, pero me aburro...hoy no es mi día, el sueño parece no querer darme la bienvenida..)