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Antiguo 15-mar-2015  
Resentido 7

Separar negocios y placer, es un error.

¿De qué depende que te cojan para algo? Sea lo que sea, amistad, amor, o vender churros. Pues de considerarte el mejor para ese algo. Como cualquier otra herramienta, mejor es, menos gasto, mayor beneficio.

Para ser realmente amado, debes aspirar a ser "el mejor". la verdad, es que yo espero de los demás, que comiencen desde un principio... con odio hacia la hipocresía enfermiza que me condena. La mayoría de individuos se dicen "la vida nos jode a todos", la mayoría de individuos está convencida de "no ser especial", en algún momento de su vida no fueron capaces, o se compararon con otros en algo y llegaron a la conclusión de "soy un mediocre y lo seré toda la vida". Una persona, no puede ser feliz así, así pienso yo. No puedes ser feliz suponiendo que vives de las sobras de los que son mejores en general que tú, que eres una pieza de recambio de por vida. La mente no se adapta a eso. No profundizaré en ello demasiado. Pero para vivir feliz, debe ser con orgullo y para tratar "a gusto" con los demás, debes considerarte algo así como "insustituible", único: seguro de haberte ganado el valor que posees a ojos de otros. ¿Puedes estar feliz, con una pareja que te sustituiría por cualquiera? ¿con un amigo que no te considera amigo por encima de cualquier otro debido a un motivo? ¿dedicándote a perpetuidad a un empleo en el que sabes que en cualquier momento serás sustituido por otro? en realidad la mayoría de personas más o menos vive así. Yo no puedo, o no quiero. Soy de los del "busca hasta que encuentres algo en lo que realmente destaques, lucha hasta conseguir demostrar tu valía, nadie viene con etiqueta al nacer".

Todos o casi en algún momento de su vida pueden hacer algo realmente "grande", eso pienso. Y el hecho es, que nadie nace aprendido, que nadie busca si está convencido de no ir a encontrar. De pequeño me parecía que en realidad todos debíamos ser inventores, que los empleos son algo necesario que hay que hacer, pero que nunca deberían ser la actividad principal, que cada cual debería dedicarse a crear, o mejorar lo existente, no a ser una pieza... hasta cambiar el servilletero de sitio, es una mejora. La verdad es que solo hay un motivo para que no sea así y casi nadie se plantee realmente como mejorar cosas, eso pienso.

¿Qué es negociar? el valor de conseguir algo, lo mides en función de beneficio y coste. El valor es algo que, piensas tú y es tuyo, no existe algo como "el valor" fuera de quien valora. Aunque existan evidentemente determinadas cosas que todos o casi todos valoramos igual, simplemente nos entendemos, al hablar del valor de algo como ajeno a quien valora, pero en realidad, esto siempre será propio. Lo dicho, tampoco voy a meterme mucho al tema. Cuando negocias, estás tratando con otro ser humano, acerca de "cuanto esfuerzo merece algo". Estás vendiendo, en cierto modo, tu concepción de las cosas, o si no, estás haciendo algo parecido a prostituirte, harás lo que no deseas hacer, un esfuerzo que no consideras necesario, a cambio del esfuerzo del otro.

Casi todo el mundo negocia. Si negocias buscas, como en cualquier actividad humana, trabajar lo menos posible para ganar lo más posible. Ah... pero estamos hablando de personas, de esfuerzos... de cuanto vales tú. Hay una frase, si haces algo gratis, estás vendiéndote a ti mismo. Yo diría, estás "mostrándote", no vendiéndote, si no negocias, no te vendes, en el sentido luminoso de la palabra, no eres un vendido ¿Cuánto vales? depende de para que, de quien te mire. Si negocias, estás negando el valor propio y el ajeno... y por supuesto, estás intentando decir "yo valgo más para ti, que tú para mi", pero no como constante sino como filosofía de vida, intentar, no demostrar que eres valioso u por ello deseen tratar contigo, sino lograr que el otro se vea forzado a admitir, no por llegar a esa conclusión por si mismo, sino por obligación, que estás por encima.

Lleva habiendo esclavitud siglos, sin embargo creo que la tecnología acabará con ella. Los esclavos que lo son durante largo tiempo, los esclavos "plenos" han vivido siempre convencidos de su propia escasez de valor y necesidad de sus amos sin posibilidad de cambio nunca, toda rebelión viene acompañada de ideas de "en realidad el amo no vale más".

Unas personas valen más que otras para distintas cosas, muchas o pocas, esto es innegable. Pero admitir una posición de abajo o de arriba de constante... siento curiosidad ¿en qué te basas para adquirir esa posición? Las personas se adaptan a negociar y se autoconvencen de valer lo que consiguen de otros, o se dicen "yo valgo tanto" y ya ¿y por qué?¿para qué vales? Ni siquiera se ve el valor como valor desde perspectiva de utilidad, se asimila tanto el modus vivendi del negocio, que decir "valgo tanto" es "tengo más poder de negociación que los demás". ¿Poder? Poder de lograr... ¿qué? Sin embargo, los reyes, viven autoenconvencidos, como muchíiiiiiiiisimas personas, de su grandeza, como tantos otros, de su pequeñez. Y sin haberlo comprobado nunca, solo suponiéndolo de antemano.

No es difícil ver, que casi todas las personas, viven en constante pugna por intentar convencer y mostrar a otros, que son peores que los demás. Minando eso que se conoce como "autoestima" (tarde años en entender más o menos a qué se refería la gente con autoestima) o deseando conseguir "poder". Quien ocupa una posición "arriba", tiende a desear que así se queden las cosas. El hombre, no debe ponerse límites, pero debe vivir en la realidad, así funciona el orgullo correctamente. Es decir, debes plantearte metas acorde a lo que consideres que eres capaz de hacer y serás valorado por lo que seas capaz de hacer, pero no está bien, no es "racional" o más bien, "correcto", no intentar lo que consideras imposible actualmente. Una persona sana mentalmente, vive enfrentándose a lo imposible, así se progresa, así salen los inventos, eso hace al hombre hombre. Los que desean demostrarse a si mismos y a los demás, cuanto valen y desean ser tratados en consecuencia, son, somos, más bien escasos. E independientemente de su valor, curiosamente, tratan de subir la autoestima ajena, no joderla. De decir "sigue adelante, demuestra tu valía". ¿Por qué? Una persona tratando de demostrar su valor y llegando a lograrlo, es, pleonasmo, más valiosa que una que se quede sin hacer nada. Nada, nada, me produce más respeto que una persona tratando de dar lo mejor de si.

La pena es que muchas no entienden eso, que hay personas, para las que hagas lo que hagas, nunca comprobarán el verdadero nivel de lo que ellos pueden hacer y lo que tú puedes hacer, que viven aplastando a cualquiera que intente sobresalir, o que lo consiga.

No es una cuestión de envidia hacia la capacidad ajena (algo que no es malvado per se, si no está acompañado de odio... es lógico desear poseer lo que otros han logrado y es lógico que sea frustrante que otros lo consigan con menos esfuerzo), es, a veces un miedo enorme a no ser valioso (pues el valor, aunque se mida según como eres ahora, se asigna a como eres de nacimiento), por ejemplo, cuando alguien a pesar de saber no estar en lo cierto, sigue discutiendo, no admite no llevar razón, por miedo a darse cuenta, él u otros, de su poco valor razonando. Y a veces, un sencillo y acojonante impulso de esclavizar, de desear que el otro deje de intentar valer, que se convierta en tu pieza de recambio, que admita no poder llegar a ser feliz nunca.

No es difícil ver a quien está consumido por una ciega búsqueda de demostrar a otros lo poco que valen. No lo que vale él, sino lo poco que valen los demás, intentando que lo dejen todo... o incluso que se suiciden.

Cuando hablas con otra persona criticándola... ¿qué es lo que buscas? Tal vez no lo mires muy racionalmente, siempre que se dice algo, al decirlo, esperas que eso produzca un cambio en la mente y la conducta de quien lo recibe, o no lo dirías. Lo dices... pero ¿cual es la utilidad de decirlo? ¿te atreves a mirarla? Cuando eres hostil... ¿es un medio de defenderte? ¿es un medio de lograr que no se hagan daños, de ayudar a alguien, esperas que ayude? ¿Cuando hablas, deseas demostrar que vales más o deseas algo así como que se "rompan"? ¿deseas mostrar y disfrutas mostrando, o disfrutas con avasallar?

Negociar al final es vender tu mente, que son tus acciones. Y la personalidad entera se puede vender, el valor pasa a perderse fuera de la opinión ajena, entre personas que no conocen otra forma de acceder a lo que quieren.

Desear ayuda y desear compasión son cosas totalmente distintas. No hay nada de malo en decir "necesito tu ayuda, en qué puedo ayudar", es lo más natural del mundo. Todos necesitamos ayuda, casi todo lo que obtienes en tu vida, lo obtienes de otros seres humanos. En realidad, para llevar a cabo casi cualquier cosa medianamente interesante, necesitas a otros que te ayuden.

Pero aun quienes desean compasión, quienes no quieren o pueden ofrecer nada ¿qué sentido tiene mostrarles desprecio? ¿Qué daño hacen? ¿qué aprenderán con eso? Y si es que lo que se trata es de despertar el orgullo de esas personas derrotadas o acostumbradas ¿no es absurdo tomarse tiempo en precisamente a quienes de primeras dicen que no van a hacer nada, que a los que si?

Dejo un par de fragmentos de libros que me gustan

—Yo no sé... A veces pienso que ésta es una ciudad monstruosa. Sobre todo me lo parecerá mañana por la mañana... —Labios abajo, párpados semicaídos.
—A mí me lo pareció en el momento de llegar. Me amedrentaron los rascacielos, ya desde el avión se ven tremendos, severos, como esas estatuas de la Isla de Pascua... Pero ahora me resulta un lugar muy acogedor; si uno no encaja en ninguna parte, ésta es su ciudad... Fíjate a tu alrededor: la mayoría de los que ves comiendo y bebiendo tan felices languidecerían de tristeza y soledad en cualquier otra parte del mundo.
—Bueno, también hay gente feliz en cualquier otra parte del mundo, ¿no?...
—Ya, pero éstos requieren un habitat muy complejo, exactamente como las setas: necesitan un bosque de rascacielos, y un montón de tiendas, y bares de copas, y exposiciones de arte, y aeropuertos internacionales... ¿Ves esa negra tan alta del traje de noche?, parece una modelo de pasarela; mírala.
—Es increíble, sí..., guapísima..., y altísima. —Gesto de extrema esbeltez con una mano.
—¿Te la imaginas en una aldea con boñigas de vaca y un abrevadero en la plaza? Y mira ese señor que le da aritos de cebolla en la boca a su amigo..., ¿lo ubicas en el casino de una cooperativa agrícola, viendo un partido del Racing de Santander, con esos... zapatos?
Suzanne, riendo:
—Bueno, pero a ti sí que te imagino jugando al dominó en una cooperativa agrícola, sobre todo si te pones aquella gorra del otro día.
Imitación de enfado de T:
—Puede que no tenga ascendencia watusi ni lleve zapatos amarillos, pero soy más sophisticated de lo que parezco, que lo sepas...
Suzanne parece estar pensando algo:
—Sí que a ratos das la sensación de tener..., no sé, algún misterio..., un lado oculto. Pero parece el tipo de lado oculto que hace atractivo a un hombre. De todas formas casi todos los de Homicidios que he tratado tenéis algo de eso —pausa para cambiar de expresión—. ¿Puedo preguntarte algo?, no sé si te está permitido hablar de eso, pero prometo reservarme la información.
—OK, dispara.
Otra pausa de ella.
—¿Has trabajado alguna vez como agente encubierto?
—En los últimos diez años, constantemente.
Mirada un poco ladeada.
—Pero ahora no, ¿no?...
T sonríe.
—No, ahora mismo no... ¿Tengo pinta de agente encubierto? Si la tengo es que no soy muy bueno...
—No viene en tu ficha, pero la verdad es que era fácil imaginárselo... ¿Puedo hacerte otra pregunta?
—Venga, dale.
—¿Cómo es que sabes tanto de psicópatas?
—Esa es fácil: porque soy policía, de la Brigada Central de Homicidios, y a menudo tengo que bregar con alguno.
—¿Y por qué Homicidios? Ya sé que ya te lo he preguntado antes, pero tu respuesta me ha parecido..., no sé..., evasiva.
—No era evasiva. La gente que hace daño para obtener beneficio o placer me da miedo, por eso me hice policía.
—Vale, puede que no sea una respuesta evasiva pero sí que es incompleta. También te darán miedo los terremotos, y los incendios, ¿no?... Y no eres bombero, eres policía.
—De niño no fui víctima de ningún incendio.
Pausa. Suzanne:
—¿Puedo deducir lo que parece que debo deducir?
—OK, deduce, pero preferiría no abordar el tema abiertamente.
Otra pausa.
—¿Lo has hecho alguna vez, supongo?
—El qué...
—Abordar el tema abiertamente.
—No. No me conviene.
—Ah.
T suspira porque el «Ah» de Suzanne le suena a una mezcla de discreción e incredulidad, pese a que no lo acompaña ninguna mueca. De modo que cambia de tono para explicarse:
—A pesar de lo que digan los manuales de divulgación psicológica, la confesión no siempre tiene el deseado efecto catártico. Una cosa es hacerse consciente del propio dolor, tener noticia lúcida de él para poder elaborarlo como adulto, y otra cosa muy distinta es hacerlo público. A veces puede ser contraproducente.
—Sin embargo no debe de ser fácil vivir con, no sé..., una especie de... secreto.
—A menudo es la única manera.
—Ah...
Otra vez suena a incredulidad. A T le molesta ese tono:
—Piénsalo bien... Pongamos un ejemplo truculento. A ver... Supon a una joven violada en grupo, salvajemente, una joven vejada y maltratada hasta el extremo más cruel que puedas imaginar, quizá en presencia de sus vecinos o familiares, se dan casos así de horribles en países en guerra, no hay más que leer los periódicos. Bien, ahora dime: ¿podrá esa joven reconstruir su vida en la misma pequeña población en la que todo el mundo conoce los detalles de lo ocurrido?
Suzanne no mueve ni una pestaña.
—Pero esa joven no tiene ninguna culpa de...
—Y qué, no importa, no importa nada en absoluto. Da igual si uno es víctima o verdugo, el caso es que ante la sociedad ha quedado estigmatizado. A veces la única oportunidad que tiene la víctima es abandonar su entorno, empezar de nuevo. Es inconmensurablemente cruel e injusto, pero es así, el mundo es cruel e injusto. Por ejemplo, piensa en Michael Jackson, el cantante.
Suzanne pone cara de extrañeza. Auténtica. T sigue argumentando:
—Se supone que Michael Jackson está majara, ¿no?, eso dice la vox populi: que es un acomplejado, que tiene problemas para aceptar su color de piel, etcétera, etcétera, etcétera...
Suzanne hace gesto de bailar como un robot y asiente.
—Vale, supongamos que sea verdad. ¿Qué hace la gente en consecuencia? Se mofa de él, lo parodian, hacen chistes a su costa, lo escarnian. Si de verdad el pobre tipo tiene problemas para aceptarse a sí mismo, él es la única víctima, ¿no?, él es quien sufre en primera persona y nadie más que él desearía que las cosas fueran de otro modo. ¿No debería despertar la piedad del mundo?, ¿no sería eso lo justo y razonable? Sin embargo no suscita piedad sino que estimula el sadismo.
Suzanne mira hacia alguna parte del techo, como considerando lo que le están diciendo.
—Así es y así ha sido siempre —sigue T, más vehemente de lo que acostumbra—, los adultos no somos tan distintos de los niños, el más débil tiene todas las papeletas para convertirse en blanco de cualquier crueldad, aunque sea inocente. ¿Y sabes por qué?...
—Dímelo tú...,yo no estoy de acuerdo.
—... porque a los verdugos se les tiene miedo. El verdugo es percibido como poderoso y cruel, capaz de venganza. La víctima no, especialmente la víctima más vencida y humillada, ésa aguantará los palos y se hundirá en su dolor y en su soledad. Pero además se desencadena otro mecanismo perverso: lo más tranquilizador para todo el mundo es considerar que la víctima ha merecido la acción del verdugo. «El se lo ha buscado, a mí no me pasará nada malo porque yo no lo merezco». Eso se dice la gente, así conjura el miedo al verdugo y de paso disuelve su propia vergüenza por ser tan cobarde.
—Uf...
—Sí, uf.
—¿De verdad crees que todo el mundo es cruel y cobarde?
—No todo el mundo. Pero siendo moderadamente cruel y cobarde se tienen más posibilidades de sobrevivir, así que los moderadamente crueles y cobardes abundan como una plaga. Y los más extremos en crueldad y cobardía, sobre todo si poseen una inteligencia brillante, pueden llegar a lo más alto.
—No puedo estar de acuerdo. Y creo que tú tampoco lo estás. Si fuera tal como dices estaríamos..., no sé, gobernados por psicópatas.
T se acerca el orujo a los labios y sonríe con media boca.
—Es que estamos gobernados por psicópatas.

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“¿qué quieres de mi?”, era la pregunta que latía en su cerebro como una clave sin descifrar. “Qué quieres de mi?”, gritaba en silencio a las mesas en las que comía, a las salas donde se celebraba una reunión y a sus noches sin sueño. Se lo gritaba a Jim y a aquellos que parecían compartir el secreto de él. “¿Qué quieres de mi?” No lo preguntaba en voz alta porque sabía que nunca conseguiría una respuesta. “¿Qué quieres de mi?”, se decía con la sensación de estar corriendo, aunque sin disponer de espacio por donde escapar.
¿Qué quieres de mi?-Preguntó en voz alta y se vio sentada a la mesa del comedor, mirando a Jim, a su rostro febril y a la mancha de agua que se empezaba a secar sobre el mantel.
No supo cuanto tiempo el silencio había reinado entre ambos y la sobresaltó el sonido de su propia voz al formular esa pregunta que no había tenido intención de hacer. No esperaba que él la comprendiera porque nunca pareció comprender las preguntas más sencillas. Sacudió la cabeza, esforzándose para volver a la realidad.
Con cierto aire de burla, como si se mofara de sus opiniones acerca de él, Jim respondió:
-Amor.
Ella se hundió otra vez en la desesperanza, frente a una respuesta tan simple y tan sin sentido.
-Tú no me amas-añadió acusador. Ella siguió en silencio-.Si me amaras no me harías semejante pregunta.
-Te amé en otros tiempos-respondió Cheryl con tristeza-, pero no por lo que deseabas ser amado. Te amé por tu valor, por tu ambición, por tu inteligencia, pero nada de eso era verdad.
El labio inferior de Jim se adelantó un poco, despectivo.
-¡Qué estúpida idea acerca del amor!-exclamó.
-Jim, ¿por qué razón quieres que te ame?
-¡Qué despreciable actitud de vendedora ordinaria!
Ella no contestó. Lo miraba con los ojos muy abiertos, en silenciosa pregunta.
-¡Ser amado por algo!-exclamo Jim, seguro de estar en lo correcto-.¿De modo que, a tu juicio, el amor es cuestión de matemática, algo que puede cambiarse, pesarse o medirse como un kilo de mantequilla sobre el mostrador de cualquier negocio? No quiero que se me ame por nada. Quiero que se me ame por mi mismo, no por lo que haga, o tenga, o diga, o piense. Por mi mismo, no por mi cuerpo, mi mente, mis palabras, mis obras, ni mis actos.
-Entonces…¿qué eres tú?
-Si me amaras no lo preguntarías.-En su voz sonaba una aguda nota de nerviosismo, como si oscilara peligrosamente entre la cautela y un ciego impulso sin objetivo. –No lo preguntarías. Lo sabrías. Lo sentirías. ¿por qué estás siempre intentando rotularlo y definirlo todo?¿No puedes elevarte sobre esas simples definiciones materialistas? ¿Es que no sientes…simplemente sientes?
-Si, Jim, siento-respondió en voz baja-, pero procuro evitarlo porque…porque lo que siento es miedo.
-¿de mi?-preguntó él, esperanzado.
-No, no exactamente. No es miedo de lo que puedas hacerme, sino de lo que eres.
Jim bajó los parpados con la rapidez de quien cierra de golpe una puerta, pero Cheryl alcanzó a apreciar un increíble destello de terror en sus ojos.
-¡Tú no eres capaz de amar a nadie, eres una barata buscadora de oro!-gritó de pronto en un tono carente de color, pero ansioso de herir-. Si, he dicho buscadora de oro. Existen muchas formas de hacerlo, además de la codicia del dinero y de otras formas peores. Eres una buscadora de oro del espíritu. No te casaste conmigo por mi dinero, pero si por mi inteligencia, mi valentía o cualquier otro valor al que pusiste como precio tu amor.
-¿Quieres…que el amor…no tenga motivos?
-¡El amor es un motivo en si mismo! Está por encima de causas y razones. El amor es ciego, pero tú no serías capaz de sentirlo. Posees el alma mezquina y calculadora de una vendedora que comercia pero que nunca da. El amor es un don libre, incondicional y lleno de grandeza, que transciende y que lo olvida todo. ¿Crees que resulta generoso amar a un hombre por sus virtudes? ¿Qué entregas tú a cambio? Nada. No es más que un acto de fría justicia pensar que no se recibe más que aquello que se ha ganado.
Los ojos de Cheryl estaban ahora sombrios, con la peligrosa intensidad de quien está vislumbrando un objetivo.
-Quieres que sea inmerecido-dijo. No interrogaba, pronunciaba un veredicto.
-¡Oh! ¡No comprendes!
-Si, Jim, comprendo. Eso es lo que deseas, lo que todos desean. No quieres dinero ni beneficios materiales, ni seguridad económica ni ninguna de esas cosas que siempre pides. –Hablaba con tristeza y monotonía, atenta solo en poner en palabras claras aquel tormentoso caos que vibraba en su interior. –Todos vosotros, los predicadores del bienestar, no vais en busca del dinero no ganado. Por el contrario, quereis compensaciones, pero de diferente clase. Dices que soy una buscadora de oro del espíritu del oro porque busco valores. Entonces, vosotros, los predicadores del bienestar… sois meros saqueadores del esspíritu. Quieres un amor no ganado, una admiración si base, una grandeza que no hayas trabajado. Sin la necesidad de nada, sin… la necesidad… de ser…
-¡Cállate!- gritó. ¿Qué crees que estás diciendo?
-No lo sé… respondió Cheryl, cansada, bajando la cabeza como si la forma que había intentado capturar hubiera quedado fuera de su alcance-.No lo sé… No me parece posible…
-Más vale que dejes estos temas que te superan o…
Pero tuvo que detenerse, porque en ese momento entró el mayordomo con la botella de champán que habían ordenado.

Yo no me considero un genio. Ahora, busca más personas que digan estas cosas. Muchas no hay.

Ah... nadie lee estas cosas...
 
Antiguo 16-mar-2015  

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Iniciado por Resentido 7 Ver Mensaje
Separar negocios y placer, es un error.

¿De qué depende que te cojan para algo? Sea lo que sea, amistad, amor, o vender churros. Pues de considerarte el mejor para ese algo. Como cualquier otra herramienta, mejor es, menos gasto, mayor beneficio.

Para ser realmente amado, debes aspirar a ser "el mejor". la verdad, es que yo espero de los demás, que comiencen desde un principio... con odio hacia la hipocresía enfermiza que me condena. La mayoría de individuos se dicen "la vida nos jode a todos", la mayoría de individuos está convencida de "no ser especial", en algún momento de su vida no fueron capaces, o se compararon con otros en algo y llegaron a la conclusión de "soy un mediocre y lo seré toda la vida". Una persona, no puede ser feliz así, así pienso yo. No puedes ser feliz suponiendo que vives de las sobras de los que son mejores en general que tú, que eres una pieza de recambio de por vida. La mente no se adapta a eso. No profundizaré en ello demasiado. Pero para vivir feliz, debe ser con orgullo y para tratar "a gusto" con los demás, debes considerarte algo así como "insustituible", único: seguro de haberte ganado el valor que posees a ojos de otros. ¿Puedes estar feliz, con una pareja que te sustituiría por cualquiera? ¿con un amigo que no te considera amigo por encima de cualquier otro debido a un motivo? ¿dedicándote a perpetuidad a un empleo en el que sabes que en cualquier momento serás sustituido por otro? en realidad la mayoría de personas más o menos vive así. Yo no puedo, o no quiero. Soy de los del "busca hasta que encuentres algo en lo que realmente destaques, lucha hasta conseguir demostrar tu valía, nadie viene con etiqueta al nacer".

Todos o casi en algún momento de su vida pueden hacer algo realmente "grande", eso pienso. Y el hecho es, que nadie nace aprendido, que nadie busca si está convencido de no ir a encontrar. De pequeño me parecía que en realidad todos debíamos ser inventores, que los empleos son algo necesario que hay que hacer, pero que nunca deberían ser la actividad principal, que cada cual debería dedicarse a crear, o mejorar lo existente, no a ser una pieza... hasta cambiar el servilletero de sitio, es una mejora. La verdad es que solo hay un motivo para que no sea así y casi nadie se plantee realmente como mejorar cosas, eso pienso.

¿Qué es negociar? el valor de conseguir algo, lo mides en función de beneficio y coste. El valor es algo que, piensas tú y es tuyo, no existe algo como "el valor" fuera de quien valora. Aunque existan evidentemente determinadas cosas que todos o casi todos valoramos igual, simplemente nos entendemos, al hablar del valor de algo como ajeno a quien valora, pero en realidad, esto siempre será propio. Lo dicho, tampoco voy a meterme mucho al tema. Cuando negocias, estás tratando con otro ser humano, acerca de "cuanto esfuerzo merece algo". Estás vendiendo, en cierto modo, tu concepción de las cosas, o si no, estás haciendo algo parecido a prostituirte, harás lo que no deseas hacer, un esfuerzo que no consideras necesario, a cambio del esfuerzo del otro.

Casi todo el mundo negocia. Si negocias buscas, como en cualquier actividad humana, trabajar lo menos posible para ganar lo más posible. Ah... pero estamos hablando de personas, de esfuerzos... de cuanto vales tú. Hay una frase, si haces algo gratis, estás vendiéndote a ti mismo. Yo diría, estás "mostrándote", no vendiéndote, si no negocias, no te vendes, en el sentido luminoso de la palabra, no eres un vendido ¿Cuánto vales? depende de para que, de quien te mire. Si negocias, estás negando el valor propio y el ajeno... y por supuesto, estás intentando decir "yo valgo más para ti, que tú para mi", pero no como constante sino como filosofía de vida, intentar, no demostrar que eres valioso u por ello deseen tratar contigo, sino lograr que el otro se vea forzado a admitir, no por llegar a esa conclusión por si mismo, sino por obligación, que estás por encima.

Lleva habiendo esclavitud siglos, sin embargo creo que la tecnología acabará con ella. Los esclavos que lo son durante largo tiempo, los esclavos "plenos" han vivido siempre convencidos de su propia escasez de valor y necesidad de sus amos sin posibilidad de cambio nunca, toda rebelión viene acompañada de ideas de "en realidad el amo no vale más".

Unas personas valen más que otras para distintas cosas, muchas o pocas, esto es innegable. Pero admitir una posición de abajo o de arriba de constante... siento curiosidad ¿en qué te basas para adquirir esa posición? Las personas se adaptan a negociar y se autoconvencen de valer lo que consiguen de otros, o se dicen "yo valgo tanto" y ya ¿y por qué?¿para qué vales? Ni siquiera se ve el valor como valor desde perspectiva de utilidad, se asimila tanto el modus vivendi del negocio, que decir "valgo tanto" es "tengo más poder de negociación que los demás". ¿Poder? Poder de lograr... ¿qué? Sin embargo, los reyes, viven autoenconvencidos, como muchíiiiiiiiisimas personas, de su grandeza, como tantos otros, de su pequeñez. Y sin haberlo comprobado nunca, solo suponiéndolo de antemano.

No es difícil ver, que casi todas las personas, viven en constante pugna por intentar convencer y mostrar a otros, que son peores que los demás. Minando eso que se conoce como "autoestima" (tarde años en entender más o menos a qué se refería la gente con autoestima) o deseando conseguir "poder". Quien ocupa una posición "arriba", tiende a desear que así se queden las cosas. El hombre, no debe ponerse límites, pero debe vivir en la realidad, así funciona el orgullo correctamente. Es decir, debes plantearte metas acorde a lo que consideres que eres capaz de hacer y serás valorado por lo que seas capaz de hacer, pero no está bien, no es "racional" o más bien, "correcto", no intentar lo que consideras imposible actualmente. Una persona sana mentalmente, vive enfrentándose a lo imposible, así se progresa, así salen los inventos, eso hace al hombre hombre. Los que desean demostrarse a si mismos y a los demás, cuanto valen y desean ser tratados en consecuencia, son, somos, más bien escasos. E independientemente de su valor, curiosamente, tratan de subir la autoestima ajena, no joderla. De decir "sigue adelante, demuestra tu valía". ¿Por qué? Una persona tratando de demostrar su valor y llegando a lograrlo, es, pleonasmo, más valiosa que una que se quede sin hacer nada. Nada, nada, me produce más respeto que una persona tratando de dar lo mejor de si.

La pena es que muchas no entienden eso, que hay personas, para las que hagas lo que hagas, nunca comprobarán el verdadero nivel de lo que ellos pueden hacer y lo que tú puedes hacer, que viven aplastando a cualquiera que intente sobresalir, o que lo consiga.

No es una cuestión de envidia hacia la capacidad ajena (algo que no es malvado per se, si no está acompañado de odio... es lógico desear poseer lo que otros han logrado y es lógico que sea frustrante que otros lo consigan con menos esfuerzo), es, a veces un miedo enorme a no ser valioso (pues el valor, aunque se mida según como eres ahora, se asigna a como eres de nacimiento), por ejemplo, cuando alguien a pesar de saber no estar en lo cierto, sigue discutiendo, no admite no llevar razón, por miedo a darse cuenta, él u otros, de su poco valor razonando. Y a veces, un sencillo y acojonante impulso de esclavizar, de desear que el otro deje de intentar valer, que se convierta en tu pieza de recambio, que admita no poder llegar a ser feliz nunca.

No es difícil ver a quien está consumido por una ciega búsqueda de demostrar a otros lo poco que valen. No lo que vale él, sino lo poco que valen los demás, intentando que lo dejen todo... o incluso que se suiciden.

Cuando hablas con otra persona criticándola... ¿qué es lo que buscas? Tal vez no lo mires muy racionalmente, siempre que se dice algo, al decirlo, esperas que eso produzca un cambio en la mente y la conducta de quien lo recibe, o no lo dirías. Lo dices... pero ¿cual es la utilidad de decirlo? ¿te atreves a mirarla? Cuando eres hostil... ¿es un medio de defenderte? ¿es un medio de lograr que no se hagan daños, de ayudar a alguien, esperas que ayude? ¿Cuando hablas, deseas demostrar que vales más o deseas algo así como que se "rompan"? ¿deseas mostrar y disfrutas mostrando, o disfrutas con avasallar?

Negociar al final es vender tu mente, que son tus acciones. Y la personalidad entera se puede vender, el valor pasa a perderse fuera de la opinión ajena, entre personas que no conocen otra forma de acceder a lo que quieren.

Desear ayuda y desear compasión son cosas totalmente distintas. No hay nada de malo en decir "necesito tu ayuda, en qué puedo ayudar", es lo más natural del mundo. Todos necesitamos ayuda, casi todo lo que obtienes en tu vida, lo obtienes de otros seres humanos. En realidad, para llevar a cabo casi cualquier cosa medianamente interesante, necesitas a otros que te ayuden.

Pero aun quienes desean compasión, quienes no quieren o pueden ofrecer nada ¿qué sentido tiene mostrarles desprecio? ¿Qué daño hacen? ¿qué aprenderán con eso? Y si es que lo que se trata es de despertar el orgullo de esas personas derrotadas o acostumbradas ¿no es absurdo tomarse tiempo en precisamente a quienes de primeras dicen que no van a hacer nada, que a los que si?

Dejo un par de fragmentos de libros que me gustan

—Yo no sé... A veces pienso que ésta es una ciudad monstruosa. Sobre todo me lo parecerá mañana por la mañana... —Labios abajo, párpados semicaídos.
—A mí me lo pareció en el momento de llegar. Me amedrentaron los rascacielos, ya desde el avión se ven tremendos, severos, como esas estatuas de la Isla de Pascua... Pero ahora me resulta un lugar muy acogedor; si uno no encaja en ninguna parte, ésta es su ciudad... Fíjate a tu alrededor: la mayoría de los que ves comiendo y bebiendo tan felices languidecerían de tristeza y soledad en cualquier otra parte del mundo.
—Bueno, también hay gente feliz en cualquier otra parte del mundo, ¿no?...
—Ya, pero éstos requieren un habitat muy complejo, exactamente como las setas: necesitan un bosque de rascacielos, y un montón de tiendas, y bares de copas, y exposiciones de arte, y aeropuertos internacionales... ¿Ves esa negra tan alta del traje de noche?, parece una modelo de pasarela; mírala.
—Es increíble, sí..., guapísima..., y altísima. —Gesto de extrema esbeltez con una mano.
—¿Te la imaginas en una aldea con boñigas de vaca y un abrevadero en la plaza? Y mira ese señor que le da aritos de cebolla en la boca a su amigo..., ¿lo ubicas en el casino de una cooperativa agrícola, viendo un partido del Racing de Santander, con esos... zapatos?
Suzanne, riendo:
—Bueno, pero a ti sí que te imagino jugando al dominó en una cooperativa agrícola, sobre todo si te pones aquella gorra del otro día.
Imitación de enfado de T:
—Puede que no tenga ascendencia watusi ni lleve zapatos amarillos, pero soy más sophisticated de lo que parezco, que lo sepas...
Suzanne parece estar pensando algo:
—Sí que a ratos das la sensación de tener..., no sé, algún misterio..., un lado oculto. Pero parece el tipo de lado oculto que hace atractivo a un hombre. De todas formas casi todos los de Homicidios que he tratado tenéis algo de eso —pausa para cambiar de expresión—. ¿Puedo preguntarte algo?, no sé si te está permitido hablar de eso, pero prometo reservarme la información.
—OK, dispara.
Otra pausa de ella.
—¿Has trabajado alguna vez como agente encubierto?
—En los últimos diez años, constantemente.
Mirada un poco ladeada.
—Pero ahora no, ¿no?...
T sonríe.
—No, ahora mismo no... ¿Tengo pinta de agente encubierto? Si la tengo es que no soy muy bueno...
—No viene en tu ficha, pero la verdad es que era fácil imaginárselo... ¿Puedo hacerte otra pregunta?
—Venga, dale.
—¿Cómo es que sabes tanto de psicópatas?
—Esa es fácil: porque soy policía, de la Brigada Central de Homicidios, y a menudo tengo que bregar con alguno.
—¿Y por qué Homicidios? Ya sé que ya te lo he preguntado antes, pero tu respuesta me ha parecido..., no sé..., evasiva.
—No era evasiva. La gente que hace daño para obtener beneficio o placer me da miedo, por eso me hice policía.
—Vale, puede que no sea una respuesta evasiva pero sí que es incompleta. También te darán miedo los terremotos, y los incendios, ¿no?... Y no eres bombero, eres policía.
—De niño no fui víctima de ningún incendio.
Pausa. Suzanne:
—¿Puedo deducir lo que parece que debo deducir?
—OK, deduce, pero preferiría no abordar el tema abiertamente.
Otra pausa.
—¿Lo has hecho alguna vez, supongo?
—El qué...
—Abordar el tema abiertamente.
—No. No me conviene.
—Ah.
T suspira porque el «Ah» de Suzanne le suena a una mezcla de discreción e incredulidad, pese a que no lo acompaña ninguna mueca. De modo que cambia de tono para explicarse:
—A pesar de lo que digan los manuales de divulgación psicológica, la confesión no siempre tiene el deseado efecto catártico. Una cosa es hacerse consciente del propio dolor, tener noticia lúcida de él para poder elaborarlo como adulto, y otra cosa muy distinta es hacerlo público. A veces puede ser contraproducente.
—Sin embargo no debe de ser fácil vivir con, no sé..., una especie de... secreto.
—A menudo es la única manera.
—Ah...
Otra vez suena a incredulidad. A T le molesta ese tono:
—Piénsalo bien... Pongamos un ejemplo truculento. A ver... Supon a una joven violada en grupo, salvajemente, una joven vejada y maltratada hasta el extremo más cruel que puedas imaginar, quizá en presencia de sus vecinos o familiares, se dan casos así de horribles en países en guerra, no hay más que leer los periódicos. Bien, ahora dime: ¿podrá esa joven reconstruir su vida en la misma pequeña población en la que todo el mundo conoce los detalles de lo ocurrido?
Suzanne no mueve ni una pestaña.
—Pero esa joven no tiene ninguna culpa de...
—Y qué, no importa, no importa nada en absoluto. Da igual si uno es víctima o verdugo, el caso es que ante la sociedad ha quedado estigmatizado. A veces la única oportunidad que tiene la víctima es abandonar su entorno, empezar de nuevo. Es inconmensurablemente cruel e injusto, pero es así, el mundo es cruel e injusto. Por ejemplo, piensa en Michael Jackson, el cantante.
Suzanne pone cara de extrañeza. Auténtica. T sigue argumentando:
—Se supone que Michael Jackson está majara, ¿no?, eso dice la vox populi: que es un acomplejado, que tiene problemas para aceptar su color de piel, etcétera, etcétera, etcétera...
Suzanne hace gesto de bailar como un robot y asiente.
—Vale, supongamos que sea verdad. ¿Qué hace la gente en consecuencia? Se mofa de él, lo parodian, hacen chistes a su costa, lo escarnian. Si de verdad el pobre tipo tiene problemas para aceptarse a sí mismo, él es la única víctima, ¿no?, él es quien sufre en primera persona y nadie más que él desearía que las cosas fueran de otro modo. ¿No debería despertar la piedad del mundo?, ¿no sería eso lo justo y razonable? Sin embargo no suscita piedad sino que estimula el sadismo.
Suzanne mira hacia alguna parte del techo, como considerando lo que le están diciendo.
—Así es y así ha sido siempre —sigue T, más vehemente de lo que acostumbra—, los adultos no somos tan distintos de los niños, el más débil tiene todas las papeletas para convertirse en blanco de cualquier crueldad, aunque sea inocente. ¿Y sabes por qué?...
—Dímelo tú...,yo no estoy de acuerdo.
—... porque a los verdugos se les tiene miedo. El verdugo es percibido como poderoso y cruel, capaz de venganza. La víctima no, especialmente la víctima más vencida y humillada, ésa aguantará los palos y se hundirá en su dolor y en su soledad. Pero además se desencadena otro mecanismo perverso: lo más tranquilizador para todo el mundo es considerar que la víctima ha merecido la acción del verdugo. «El se lo ha buscado, a mí no me pasará nada malo porque yo no lo merezco». Eso se dice la gente, así conjura el miedo al verdugo y de paso disuelve su propia vergüenza por ser tan cobarde.
—Uf...
—Sí, uf.
—¿De verdad crees que todo el mundo es cruel y cobarde?
—No todo el mundo. Pero siendo moderadamente cruel y cobarde se tienen más posibilidades de sobrevivir, así que los moderadamente crueles y cobardes abundan como una plaga. Y los más extremos en crueldad y cobardía, sobre todo si poseen una inteligencia brillante, pueden llegar a lo más alto.
—No puedo estar de acuerdo. Y creo que tú tampoco lo estás. Si fuera tal como dices estaríamos..., no sé, gobernados por psicópatas.
T se acerca el orujo a los labios y sonríe con media boca.
—Es que estamos gobernados por psicópatas.

----------

“¿qué quieres de mi?”, era la pregunta que latía en su cerebro como una clave sin descifrar. “Qué quieres de mi?”, gritaba en silencio a las mesas en las que comía, a las salas donde se celebraba una reunión y a sus noches sin sueño. Se lo gritaba a Jim y a aquellos que parecían compartir el secreto de él. “¿Qué quieres de mi?” No lo preguntaba en voz alta porque sabía que nunca conseguiría una respuesta. “¿Qué quieres de mi?”, se decía con la sensación de estar corriendo, aunque sin disponer de espacio por donde escapar.
¿Qué quieres de mi?-Preguntó en voz alta y se vio sentada a la mesa del comedor, mirando a Jim, a su rostro febril y a la mancha de agua que se empezaba a secar sobre el mantel.
No supo cuanto tiempo el silencio había reinado entre ambos y la sobresaltó el sonido de su propia voz al formular esa pregunta que no había tenido intención de hacer. No esperaba que él la comprendiera porque nunca pareció comprender las preguntas más sencillas. Sacudió la cabeza, esforzándose para volver a la realidad.
Con cierto aire de burla, como si se mofara de sus opiniones acerca de él, Jim respondió:
-Amor.
Ella se hundió otra vez en la desesperanza, frente a una respuesta tan simple y tan sin sentido.
-Tú no me amas-añadió acusador. Ella siguió en silencio-.Si me amaras no me harías semejante pregunta.
-Te amé en otros tiempos-respondió Cheryl con tristeza-, pero no por lo que deseabas ser amado. Te amé por tu valor, por tu ambición, por tu inteligencia, pero nada de eso era verdad.
El labio inferior de Jim se adelantó un poco, despectivo.
-¡Qué estúpida idea acerca del amor!-exclamó.
-Jim, ¿por qué razón quieres que te ame?
-¡Qué despreciable actitud de vendedora ordinaria!
Ella no contestó. Lo miraba con los ojos muy abiertos, en silenciosa pregunta.
-¡Ser amado por algo!-exclamo Jim, seguro de estar en lo correcto-.¿De modo que, a tu juicio, el amor es cuestión de matemática, algo que puede cambiarse, pesarse o medirse como un kilo de mantequilla sobre el mostrador de cualquier negocio? No quiero que se me ame por nada. Quiero que se me ame por mi mismo, no por lo que haga, o tenga, o diga, o piense. Por mi mismo, no por mi cuerpo, mi mente, mis palabras, mis obras, ni mis actos.
-Entonces…¿qué eres tú?
-Si me amaras no lo preguntarías.-En su voz sonaba una aguda nota de nerviosismo, como si oscilara peligrosamente entre la cautela y un ciego impulso sin objetivo. –No lo preguntarías. Lo sabrías. Lo sentirías. ¿por qué estás siempre intentando rotularlo y definirlo todo?¿No puedes elevarte sobre esas simples definiciones materialistas? ¿Es que no sientes…simplemente sientes?
-Si, Jim, siento-respondió en voz baja-, pero procuro evitarlo porque…porque lo que siento es miedo.
-¿de mi?-preguntó él, esperanzado.
-No, no exactamente. No es miedo de lo que puedas hacerme, sino de lo que eres.
Jim bajó los parpados con la rapidez de quien cierra de golpe una puerta, pero Cheryl alcanzó a apreciar un increíble destello de terror en sus ojos.
-¡Tú no eres capaz de amar a nadie, eres una barata buscadora de oro!-gritó de pronto en un tono carente de color, pero ansioso de herir-. Si, he dicho buscadora de oro. Existen muchas formas de hacerlo, además de la codicia del dinero y de otras formas peores. Eres una buscadora de oro del espíritu. No te casaste conmigo por mi dinero, pero si por mi inteligencia, mi valentía o cualquier otro valor al que pusiste como precio tu amor.
-¿Quieres…que el amor…no tenga motivos?
-¡El amor es un motivo en si mismo! Está por encima de causas y razones. El amor es ciego, pero tú no serías capaz de sentirlo. Posees el alma mezquina y calculadora de una vendedora que comercia pero que nunca da. El amor es un don libre, incondicional y lleno de grandeza, que transciende y que lo olvida todo. ¿Crees que resulta generoso amar a un hombre por sus virtudes? ¿Qué entregas tú a cambio? Nada. No es más que un acto de fría justicia pensar que no se recibe más que aquello que se ha ganado.
Los ojos de Cheryl estaban ahora sombrios, con la peligrosa intensidad de quien está vislumbrando un objetivo.
-Quieres que sea inmerecido-dijo. No interrogaba, pronunciaba un veredicto.
-¡Oh! ¡No comprendes!
-Si, Jim, comprendo. Eso es lo que deseas, lo que todos desean. No quieres dinero ni beneficios materiales, ni seguridad económica ni ninguna de esas cosas que siempre pides. –Hablaba con tristeza y monotonía, atenta solo en poner en palabras claras aquel tormentoso caos que vibraba en su interior. –Todos vosotros, los predicadores del bienestar, no vais en busca del dinero no ganado. Por el contrario, quereis compensaciones, pero de diferente clase. Dices que soy una buscadora de oro del espíritu del oro porque busco valores. Entonces, vosotros, los predicadores del bienestar… sois meros saqueadores del esspíritu. Quieres un amor no ganado, una admiración si base, una grandeza que no hayas trabajado. Sin la necesidad de nada, sin… la necesidad… de ser…
-¡Cállate!- gritó. ¿Qué crees que estás diciendo?
-No lo sé… respondió Cheryl, cansada, bajando la cabeza como si la forma que había intentado capturar hubiera quedado fuera de su alcance-.No lo sé… No me parece posible…
-Más vale que dejes estos temas que te superan o…
Pero tuvo que detenerse, porque en ese momento entró el mayordomo con la botella de champán que habían ordenado.

Yo no me considero un genio. Ahora, busca más personas que digan estas cosas. Muchas no hay.

Ah... nadie lee estas cosas...
Coincido con la cuestión de la autovalia y el otro tema que podríamos llamar "la mercadotecna del amor".

PD: Esa última frase o afirmación tuya me parece, a priori, una especie de petición indirecta de reconocimiento. En fin, ésa es una cuestión frívola y secundaria. Sea como sea, hay una frase que me gusta y que me vino a la mente: "Yo escribo para una inmensa minoría" cómo dijo un escribidor.

PD 2: Es curioso cuando lees en textos, que pueden gustarte o no, ideas o pensamientos que alguna vez pensaste o lo conversaste.

Última edición por nomals; 18-mar-2015 a las 03:16.
 
Antiguo 16-mar-2015  

Cita:
Iniciado por Nexos Ver Mensaje
Es demasiado largo
Quizá tú eres demasiado corto.
 
Respuesta


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