Se tu mismo
LA BEBIDA Y LA FIESTA
La verdad es que la gente empieza a beber cuando
salen de fiesta por primera vez. Hay algunos, muy
pocos, que jamás beben, pero si no lo hacen lo
hacen por cuestiones bastante raras.
Una cosa es beberte un cubata de vez en cuando y
otra, que al estilo monje de clausura digas que NO
siempre y jamás pruebes un poco de alcohol.
Tampoco hay que llegar a los extremos.
Pero ahora vamos a la cuestión: “¿Por qué la gente
sale de fiesta?”
La gente sale de fiesta porque le gusta sentirse
importante y es así de simple. Recuerdo que lo
primero que sentí al salir de fiesta fue que todos me
saludaban, no se metían conmigo (pues sufría
bullying en aquella época – Bullying es acoso
escolar) y los que me mareaban en clase allí m e
saludaban.
Se quedaban alucinados con que yo saliera de fiesta
y el que lo hacía quedaba cómo muy popular y cómo
que tenía muchos amigos. La verdad es que salir de
fiesta a los 15 años era una auténtica revolución.
Uno pasa de ser un don nadie, a creerse el más
popular y una especie de mafioso, ahí con las luces
apagadas y todo lo demás.
En el caso de las chicas, a parte de esta sensación
obtienen la sensación de que los chicos babeen por
ellas constantemente y ellas así se suben el ego
muy, pero que muy arriba.
¿Quién no querrá salir de fiesta con estos
incentivos?
Seguramente el primer bar/discoteca o pub que s e
ideó con éxito cumplía los requisitos para atraer
masivamente, sobretodo, a jóvenes, dado que estos
son los principales consumidores de fiesta.
Por jóvenes me refiero desde los 15 a los 24 años.
Así que alguien pensó: “¿Cómo hacer que la gente
se divierta y desinhiba de la presión social?”
probablemente vieron el tiró que tenía esto al darse
cuenta que entre semana la gente no es como es,
sino que se comporta como los demás quieren verla,
y en cambio, cuando están de fiesta son personas
completamente diferentes.
Las máscaras sociales
La gente se comporta de una forma totalmente
distinta a como es con los demás.
Yo me di cuenta de esto muy temprano. Incluso
cuando están de fiesta hay muchas personas
que se reprimen mucho, qué no se muestran tal
como son y que para hacerlo tienen que beber
alcohol.
Por desgracia yo era uno de esos alcohólicos de fin
de semana. Entre semana no me gustaba la vida
que llevaba, ni mis amigos, ni lo que hacía, ni nada.
Así que esperaba ansioso el fin de semana para
beber y emborracharme como un cosaco. Esto lo
hice desde los 15 a los 19.
Incluso hubo temporadas que salía de jueves a
sábado y los tres días, al despertarme por la
mañana, no recordaba nada de la noche anterio r.
Esto me pasó hasta 1 mes seguido, 3 días por
semana.
Eso era porque estaba harto de seguir normas
que yo no quería, harto de amigos estúpidos que
no eran ni amigos.
Harto de estar en un ambiente represivo que no me
ilusionaba y harto de todo.
En cada época de los 15 a los 19 años tuve
problemas diferentes, pero el resultado era el
mismo: Siempre esperaba los fines de semana para
emborracharme y beber como un cosaco.
La primera vez que a los 19 decidí no salir un
sábado noche todo el mundo se quedó
alucinado. “¿No sales?” “¡Increíble!”.
Fue por esa edad cuando me di cuenta que si m e
desinhibía entre semana, no me hacía falta
esperar al fin de semana. Y por desinhibirme no
me refiero a hacer el cafre por la calle o
emborracharme entre semana, sino que tenía que
ser yo mismo, sin importar lo que digan los
demás.
Empecé a leer sobre lo que realmente me gustaba,
faltaba a clases por placer, se que aprobaría y
faltaba porque prefería dormir o hacer otras cosas.
Vestía como quería, ya no iba tan repeinado y súper
arreglado para causar buena impresión, si me
apetecía ir con ojeras y sin lavarme la cara lo hacía y
todo para entrenarme para que la opinión de los
demás dejara de importarme.
Sin embargo, es obvio, que siempre ando saltando
baches, pero el cambio más grande fue cuando dejé
de beber definitivamente, ahí es cuando por fin me
libré de mi carga emocional. Luché contra aquello
que tanto me había hecho infeliz una y otra y otra
vez.
Lo primero que hice fue irme de mi pueblo, un
pueblo que en ese momento me impedía progresar.
No es que fuera un pueblo malo, tienen cosas muy
buenas, pero simplemente yo no encajaba allí en
ese momento, no era mi lugar y tenía muy claro cuál
era mi lugar: Madrid capital.
Así que un buen día dije: “Me voy a vivir a Madrid
Capital”. Todos se opusieron pero yo sabía lo que
quería, así que en septiembre me fuí y desde
entonces he vuelto contadas veces a mi pueblo.
Me fui para ser yo mismo
Uno de los grandes problemas de vivir en el sitio
dónde te has criado de pequeño es que estás
acostumbrado a tener mucha vergüenza social y te
reprimes mucho por lo que pensarán los demás.
Una buena forma de empezar a ser tú mismo sin
importar lo que digan los demás, es ir a vivirte lejos
de dónde siempre has vivido, sin nadie que te
conozca y sin nadie dónde su opinión cuenta al
100%.
No porque sea así, sino porque desde pequeños nos
hemos acostumbrado a pensar que la opinión del
que está al lado cuenta al 100%, cuando no cuenta
ni el 0,0000000000000000001% ya que el único que
vive tu vida y siente lo que tú sientes eres tú y nadie
más que tú..
Empezar en un lugar nuevo, conlleva una vida nueva
y con ello una personalidad más liberadora,
atrayente y feliz. Yo lo sabía, por eso me fui a vivir a
Madrid capital.
Aunque no es necesario que tú te vayas a vivir fuera
para desinhibirte, yo lo hice porque es lo que quería
y lo que me hacía feliz en ese momento. Y me fui a
Madrid porque tengo una enfermedad llamada:
Fibrosis Quística, donde la mortalidad habitual está
en 25 años (Aunque las estadísticas dicen que llega
a los 30 conozco pocos enfermos que superen esa
edad).
No puedo irme fuera de España porque el resto de
los países, normalmente entienden la vida de una
persona como un “lujo” mientras que en España se
entiende como un derecho y la sanidad la pagamos
con los impuestos de todos.
Sino, me hubiera ido a vivir directamente a Nueva
York.
En Madrid empecé a quedar con gente por internet
que buscaba lo mismo que yo: “poder controlar su
vida amorosa y sus relaciones sociales”.
Desde entonces he quedado con unas 200
personas. Me hace mucha gracia todo esto porque
me veo a mí con 15 años chateando por chat y
sintiendo auténtico pánico de quedar con otra
persona desconocida.
Un pánico terrible, y al cabo de 5 anños me ves a mí
quedando con hasta 200 desconocidos y sin
vergüenza alguna.
A los 15 años pensaba que lo de quedar por internet
era muy friki y una vergüenza total si la gente se
enteraba. A los 20 ya me daba igual lo que opinase
o dejase de opinar la gente. No me importaba
absolutamente nada.
Y todo porque me entrené a mi mismo para que la
opinión de los demás no me importara. ¿Cómo lo
hice?
Cómo me dejó de importar
la opinión de los demás
Más o menos te lo he explicado, pero te lo resumiré
a continuación para que veas la ideas generales:
Me cambié de sitio para vivir, porque eso no
me hacía feliz y me fui a unos 500km de dónde
vivía.
Cambié de amigos completamente.
Me adentré en el mundo de internet e hice
amigos de internet, porque eso es lo que yo
realmente quería. Aunque seguí haciendo
muchos amigos fuera de internet.
Empecé a salir hasta 4 días por semana a
iniciar conversaciones con desconocidos,
junto con otras personas que hacían lo mismo
que yo.
Busqué un trabajo de tele-operador para
obligarme a hablar más.
Estas son algunas de las cosas que hice, ¿Y sabes
qué? Desde ese día no he vuelto a beber, excepto
contadísimas veces.
(No es que bebiera todas las semanas pero en mi
adolescencia necesitaba beber cuando salía de
fiesta porque sino no estaba bien conmigo mismo)
Es increíble lo que puede hacer un buen camino a
seguir y cómo te puede cambiar la vida.
Por la calle y en mi vida cotidiana constantemente
veo personas que siguen siendo esclavas de lo que
piensa la gente. Se visten con sus mejores galas, se
compran un chalet en la playa y todo un conjunto de
cosas que solo tiene un objetivo: “impresionar a los
demás”. (aunque eso no significa que todo el mundo
que vista bien lo haga para impresionar a los demás
ni lo mismo con lo del chalet en la playa...)
Pero cuando uno mira para sí mismo se da cuenta
que aparentando no se es realmente feliz porque
no haces lo que quieres sino lo que quieren los
demás.
Intentan impresionar constantemente a los demás, y
por lo tanto, esta inhibición que sufre la gente tiene
que salir por algún lado, en el caso de muchos, con
el alcohol, saliendo de fiesta y pudiendo ser ellos
mismos por 4 horas, pero el precio es caro:
“La infelicidad entre semana y beber toneladas
de alcohol los fines de semana”.
El resto de personas, están amargadas, con mala
leche, no dejan de cotillear o no paran de meterse
en la vida de los demás diciendo a los otros que
pueden o no pueden hacer.
Cuando miro a esas personas pienso que estaría
bien que fueran ellos mismos siempre, el mundo
sería más bonito y no tan falso, pero no, la gente
prefiere seguir así.
No será hasta que se hagan viejos que se darán
cuenta de cuanta vida han desperdiciado
intentando gustar a los demás en vez de intentar
gustarse a sí mismos.
A mí pocas veces en persona me verás cabreado o
triste, pues siempre tengo una sonrisa en mi cara.
¿Por qué? Porque siempre hago lo que quiero sin
mirar ni un 1% lo que creen los demás de mí.
¿Quieres liberarte de la esclavitud de impresionar a
los demás?
Es obvio que la carga no se puede liberar al 100%,
pero si en un 90% o 95%. La cuestión es fácil y
empieza por conocer a muchas personas, desde 0, a
interactuar y aprender a ser social.
A darte cuenta que una persona es un voto, solo un
voto de los 7000 millones de personas que hay y
que por lo tanto lo que una persona piense de ti es
irrelevante.
La gente además piensa más para si misma que
para los demás y toman poca importancia a la vida
de los demás, a menos que sea para cotillear de un
conocido o envidiar.
La gente anda ocupada en estar esplendida o tener
un coche perfecto para impresionar a los demás, y
no se dan cuenta que el resto de personas hacen lo
mismo.