Yo en medio de la naturaleza siempre me siento de vicio. En paz, feliz... me recarga las pilas. Pero también hay que tener en cuenta que voy en momentos concretos a lo salvaje, no voy cuando hay temporales y vuelvo a mi casita (o al campamento) al caer la noche, cuando estoy cansada o cuando me aburro de oir cantar a los pájaros, así que no tengo que enfrentarme a los peligros reales a los que puede enfrentarte la naturaleza.
Además toda esa paz no significa que no haya fobia social al estar allí, si no que el elemento de tu vida que te da ansiedad no está presente. Es como si tienes miedo a volar y estás en tierra. No tiemblas, pero no porque hayas superado tu miedo. Y sí, son miedos con una razón de ser pero que se nos han ido de las manos, son excesivos, ¿no? Las personas no te van a saltar al cuello como si fueran zombies hambrientos, y aún así nos dan terror.
Lo que sí tengo claro es que se puede vivir sin coger aviones, sin nadar, sin ver el exorcista... pero no se puede vivir sin tener contacto con otras personas. Tanto emocionalmente como en un sentido práctico de tener qué comer y dónde guarecerse del tiempo.