No soy partidario de los arrepentimientos porque es una manera de no asumir las consecuencias de cada acto cometido o no. De hecho, aunque conciba como errónea una conducta y tenga mis momentos de "martirio", éstos duran relativamente poco.
Sin rehuir la cuestión, podría escribir que me arrepiento de no haber dado un puñetazo cuando era menester, de no haber contestado con las palabras adecuadas a una agresión, de haber eludido una oportunidad por temor al qué pasaría, etc. Visto con perspectiva, desperdicié mucha vida al asumir que era incorrecto estar solo o hacer actividades en soledad. ¡Cuántas cosas no me perdí por ello!
Ahora bien,
, si se medita, lo grave no es lo dejado de hacer, sino haber pretendido hacerme una cancamusa a mí mismo. Tratar de ser "normal"
cuando, evidentemente, no lo soy. Hice demasiado para aparentar, evitando la hipóstasis de mi personalidad. Ese craso error, inevitablemente, me ha traído los mayores sinsabores que uno puede degustar en esta excrecencia mundana.