La mente es un arma mortífera. Salía de marcha con mis amigos de toda la vida, donde el premio mayúsculo era ese: “enrollarse con una chica”. Era algo muy deseado por mí, con 25 años que tenía entonces. En aquella época y con nuestra relativa inocencia, enrollarse consistía en besar los labios de la prójima, de forma prolongada en la noche, y sobarle, a ser posible, algún atributo, inferior o superior. Eso era todo, y ya con eso uno se iba contento a casa, con la sensación de haber “triunfao”.
Yo había experimentado eso dos veces antes, una vez con 18 y otra con 15 años (tonterías de instituto), aunque a esas chicas ya las conocíamos de otras cosas, es decir, no fue un “aquí te pillo”, fue más prolongado, pero sin llegar a ser novias, y eran vírgenes, por supuesto.
Es decir, llevaba una “sequía” de 7 años, desde la última vez, y mi virginidad seguía intacta, con 25 años.
Pero por las cosas del destino y de los astros, una noche que yo no tenía ganas de salir, de verano, el azar hizo que besara los labios de la tercera chica en mi vida. Ella tenía 19, y de besar sabía un rato. De hecho me corregía, me daba lecciones de cómo mover los labios y la lengua. Formaba parte de un grupo de tres chicas que conocimos días antes, pero yo no me podía imaginar tan feliz desenlace. Se me acercó, se me sentó al lado y el resto vino después. La chica además se iba ya a su tierra a la mañana siguiente (se acababa su veraneo) y por lo visto quería “aprovechar el tiempo”.
Estuvimos besándonos solamente, mientras me contaba sus experiencias sexuales (ella no era virgen), y me hablaba de su novio (le apetecía ponerle los cuernos a su novio, porque no le iba bien con él, pero eso a mí me la traía al pairo, yo sólo quería sentir sus labios), y de sus relaciones pasadas. Me enteré de lo del novio por su amiga, no me lo dijo directamente.
Yo aquella noche me sentía en el cielo. Íbamos un poco bebidos, todo hay que decirlo, aunque yo hubiera hecho lo mismo sobriamente. Cuando de madrugada se fue a casa, coincidiendo con la llegada de la lucidez mental, vi a la chica entrando en el coche de su amiga con cara de romper a llorar, como diciendo “¡pero qué he hecho!”. En cambio yo me sentía un latin lover, un gallito ufano y gallardo, que contó con el beneplácito y la popularidad de mis amigos durante varias semanas (qué gilipollez). Pero esa sensación se fue tornando amarga con el paso del tiempo. Esa chica no se me iba de la cabeza, por las siguientes razones:
1- Por mi personalidad dependiente, mis dificultades para encontrar a otra mujer, timidez, etc.
2- Porque físicamente me encantaba, lleva 7 años de sequía y fue algo que no me esperaba, como un regalo del cielo.
3- Porque tenía una sensación agridulce de no haber consumado lo que un tío de 25 años debería haber consumado (follar), y que ella sin embargo ya había experimentado con su tierna edad. (mis amigos y mis hermanos también, y yo soy el mayor). Me obsesionaba saber que ella sabía lo que era hacer el amor y yo no (le hice entender además que yo era un experto, para no quedar como un pardillo). Sufría imaginándomela practicando el sexo en su ciudad, con sus novios, mientras yo me mataba a manuelas pensando en ella, ignorando lo que es el coito y lo que es tocar un seno o un muslo.
4- No saber qué habría pasado si hubiera intentado proponerle sexo, o por lo menos, si hubiera surgido o no de forma natural si se hubiese quedado unos días más de veraneo.
5- Nunca sabré si me utilizó para joder a su novio o si realmente le gustaba, lo cual me llenaba de amargura. Un cierto sentido de culpabilidad sobre cómo estaría el novio me invadió también.
6- Siempre sospeché (antes de enrollarnos) que quien realmente le gustaba era un amigo mío, que fue el que nos presentó y ya lo conocía de antes, que no le hacía caso, aunque nunca pude confirmar nada.
7- Me venían pensamientos horribles de que yo no estaba destinado para los placeres carnales, y los demás sí. ¿Cómo es posible que la chica haya tenido tantas parejas y yo no? ¿En qué contexto los conocía? ¿Qué clase de vida social hay que tener para que eso sea posible? ¿He estado perdiendo el tiempo estos años, que lo único que hacía era matarme a estudiar y apenas salir? Esa chica, además de su rica vida social, le iba muy bien en los estudios ¿cómo es posible?
En fin, todas estas movidas mentales irracionales me atormentaron durante meses, e incluso proyectaba mi vida en la llegada del próximo verano, por si la volvía a ver. Tres meses después de su partida la llamé, como un auténtico psicópata. Ella alucinaba, ponía voz de arrepentida, decía que no me respondía los sms porque no tenía tiempo, etc.
En mi vida personal me convertí en un desastre. No rendía en mis actividades cotidianas, era un pelele humano. No podía concebir cómo una persona puede enrollarse con otra y al día siguiente “si te he visto no me acuerdo”. Aquello tan deseado por mí fue el desencadenante del monstruo que llevo dentro. La paradoja hecha desastre. El mito del “rollo de noche”, me había perjudicado más que cien “sequías”.
No estoy diciendo que los rollos de noche sean malos ni buenos, eso es como todo. Solo concluyo que una cuerda puede servir para escalar montañas o para ahorcarse. Yo pertenezco al segundo grupo. Manolete, si no sabes torear pa que te metes.