Iba a abrir un post pero como ya existe, lo respeto.
Durante gran parte de mi vida no me he reído de mí, las dificultades que tenía para relacionarme y sentirme a gusto hicieron que construyese alrededor mío una coraza de seriedad, de vivir con una disciplina interna que no me permitía el más mínimo error, cosa que no hizo otra cosa que agravar mi problema...no me podía reír de cualquier cosa que me pasase por graciosa o surrealista que fuese, como si tuviese que ser perfecto! era la autoexigencia llevada al límite, nunca contento con ningún resultado por bueno o razonablemente bueno que fuese. Qué gran error, no me di cuenta que eso me encerraba más dentro mío y me convertía en alguien mustio y quisquilloso, con los demás también por desgracia.
Poco a poco voy saliendo de ese estado propio del que jamás disfrutará con nada ni con nadie que no sea tan “perfecto” como él y la receta fue esa que dice sober, tomarme más a broma...conseguir sacar hierro a las situaciones sacándole la parte cómica que la tiene, la gran mayoría claro...y aunque tarde, ahora recuerdo momentos en que había chicha para reírse y mucho.
Digamos que para mí ha sido una buena manera de relajarme y no darle tanta importancia al orden...todo en su sitio, esas ganas de querer controlarlo todo...no he llegado al momento sublime de la espontaneidad tan a menudo como quisiera, pero cada vez más.
Sé que alguien que hoy está de bajón y sufriendo pensará: sí, estoy hoy para reírme de mí...lo entiendo pero creo que es una buena terapia cuanto menos para darle a las cosas la importancia que realmente tienen. A mí me ha ayudado a ser menos duro conmigo mismo y también reírme más a menudo con los demás.
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