Madre mía, cómo está el percal de los besuqueos.
Si leemos las respuestas con atención podemos detectar un patrón que se repite, un común leitmotiv que ha estado articulando esta suerte de evento en las vidas de muchos de vosotros; esto es: la decepción. Me faltan dedos de la mano para contar a todos aquellos que os habéis sentido defraudados con vuestras primeras escaramuzas en el sobradamente conocido arte de intercambiar amebas vía oral; y no sólo eso, sino que se distinguen otros factores coadyuvantes al desencanto resultante, como la temprana edad o la falta de apego por vuestro consorte. ¿Qué enseñanza podemos extraer de esto, mis salaces y traumatizados compañeros de foro? ¡Está claro! La falta de puritanismo se paga en las más insondables anfractuosidades de vuestra psique. ¡Las películas de Disney estaban ahí para algo lameruzos! Estaba jodidamente claro: UN BESO DE AMOR VERDADERO, es la solución para todos los problemas (incluso los encantamientos, el prognatismo o las infosuras), pero náh, vosotros a lo vuestro. Y ahora os quejaréis, pedazo de puñeteros. Yo desde los diez años sabía que si besaba a una damisela sin profesarle ninguna clase de sentimiento me vería agostar en los vericuetos de la decepción y la culpabilidad, y gracias a esa iniciativa ahora soy una feliz criatura inocente que jamás la comio toa la boca a una chava.
Y después de esta monserga plagada de palabrotas que os acabo de endilgar (he fingido sabihondez para dotar a mi discurso de ese manido aire ensayístico que tanto triunfa por estos lares... ¿a que me está quedado chulo?
), sólo me queda deciros que sin el menor asomo de duda la decepción es el nefando destino que les espera a unos crápulas como vosotros. Más os valía abrazar el florido tálamo de la castidad y pasar el resto de vuestras vidas como Magdalenas penitentes antes de que vuestra venalidad os ahogue en una marea de desdichas personales y cochambre pecaminosa. Ahí lo dejo.
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