Si se apagan las luces y vuelve la sed, si las tensas cuerdas de mi cabeza y de mi corazón apuntan al alba, creeré al fin en lo que digo.
Exigentes pájaros, que de vuelta, llenan mi casa de luz y de un regreso cansado, están en mis palabras, están en esta música.
Ellas, como el elogio, como la realidad, como el incendio, depositarias de mi otro cadáver, el triste, el humano, han sido comprendidas de pronto.
Por eso sé qué es la felicidad, la resignación o la única condición, que viva, tiene la esperanza.
¿Quién dijo que estabas muerto, aún presentes las estrellas sobre el día?