No me he suicidado por apatía, cobardía o inercia. La frase de Kafka que cita robertCampin lo describe a la perfección. Es una dolorosa paradoja.
No me he suicidado por no encontrar un método adecuado. Si viviera en un país donde fuera fácil conseguir un arma de fuego creo que ya me habría suicidado un montón de veces. Bueno, uno solo se puede suicidar una vez, pero creo que se entiende.
No me he suicidado por el sentimiento de curiosidad. Me explico: algunos libros y películas que quiero leer y ver (aunque luego nunca tengo ganas de ello), algunos pequeños proyectos personales que quiero ver cómo se desarrollan (que, aunque suenen importantes, son las mayores nimiedades que uno se pueda imaginar), algunas cosas que quiero aprender (aunque, de nuevo, nunca tengo ganas de ello), el querer saber cómo le irá a ciertos deportistas en los próximos tiempos (no hace falta decir lo idiota que es querer seguir vivo por esto; de hecho, poco a poco ha dejado de ser un factor en mi decisión).
No me he suicidado por la vaga esperanza de que algún día me caiga del cielo un trabajo ideal para mí (aunque apenas lo busco, y tampoco eso me haría feliz), de que me toque la lotería (aunque nunca juego, y tampoco eso me haría feliz) o de que mágicamente mi cerebro se autorrepare con el tiempo y deje de provocarme tanto sufrimiento (aunque no veo ningún progreso en ese sentido; cuando decido huir hacia delante, confiando en que mis miedos sean infundados, descubro que la realidad es exactamente como me temía y que yo reacciono a ella exactamente como me temía).
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