Égloga IV del bucólico autor plutoniano Pajaritus D. Byrdae, que narra, teatralizados, los pleitos esperpénticos de los pastores Menganito y Satiriano, moradores de la Arcadia invicta, los cuales dialogaban plácidamente, colmados de noble pasión amorosa, a la vera de un idílico paisaje primaveral. Y así discurría Menganito aquella mañana luminosa:
-MENGANITO: Oye, oye, Satiriano. Escucha lo que te vengo a decir. ¿No es verdad que la mujer es criatura de singular belleza, un ser casi etéreo y de naturaleza feérica para el que toda loa o cumplimiento se desvanecen por su vacuidad? ¡Contéstame Satiriano, tú que tan sabio eres! ¿No es auténtico que todas de virtud están hechas, que son como diosas vistiendo la piel de humanos, que son la cúspide tornasolada a los ojos de un loco escalador o la luna taumaturga rielando en la pupila un niño?
-SATIRIANO: Natural, mi querido prójimo Menganito. Naturalmente que no, quiero decir. Pero, ¿es que a alguna moza le has echado el ojo? Escucha, lo tuyo es tontuna, no amor. ¿Es que no ves que todo lo que te pasa es sólo un producto de tu desabrida chichonera? Estás que chorreas testosterona y por eso no dejas de pindonguear tontadas.
-MENGANITO: ¡Oh, di lo que quieras, mi buen cognado Satiriano! Sin duda vuesas palabras se deben a que jamás habéis logrado amar a una dama, y un ciego sois si la belleza no hace mella en vos. No es ésta baladí entre las desgracias. ¿Pero es que acaso racionalizas el amor, Satiriano?
-SATIRIANO: ¿Qué dices, ojitos de mochuelo? Claro que racionalizo el Eros bienfamado. A todas las muchachas que me quiero trincar les explico mediante ecuaciones matemáticas por qué deberían entregarme su flor para así derivar en un estado de retroalimentación que nos beneficie a ambos, pero nunca captan la idea… la culpa es del sistema educativo.
-MENGANITO: Cuán nesciente puedes llegar a ser. Yo no hablo del triste concúbito, ¡hablo del glorioso amor sacro!
-SATIRIANO: Que te jodan, Menganito. Vete a pasar la bacinilla a otro pelafustán, que yo no te voy a dar la razón. Los enamorados son todos unos estúpidos, sobre todo los narcisos como tú, que os refociláis tercamente en el propio sentir.
-MENGANITO: ¡Ya no te aguanto, Satiriano! ¡Has ofendido mi orgullo! ¡Saca esos puños!
-SATIRIANO: Venga, venga. No me calientes.
-MENGANITO: ¿Qué pasa? ¿Acaso que tengas sólo medio corazón significa que también tienes la mitad de cojones?
-SATIRIANO: ¡Huy, a por ti que voy! ¡Voy a clavar tus lipasas en una estaca!
Y así comenzó una cruenta batalla épica, a la par que ideológica, que la Muerte observaba de cerca sin el más mínimo sobresalto. Et in Arcadia ego, susurró filosóficamente mientras esbozaba una sonrisa calavérica (no conocía otra). De fondo, una orquesta comienza a interpretar los primeros acordes de una melodía macabra, seguramente compuesta por James Newton Howard o algún otro majadero.
FIN.
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