Antes me daba tanto asco y tanto miedo. En realidad, ni siquiera podía mirarme, así que le tenía pavor a los espejos y siempre los evitaba de todas maneras posibles. Ahora, he aprendido a mirarme al espejo fijamente, porque entendí que no lograré nada si no puedo hacer algo tan importante como eso
Y empieza a gustarme lo que veo, pero claro... hay momentos de debilidad en todo, no encuentro nada atractivo en mí, sobre todo en mi rostro... lleno de cicatrices y granos que no puedo quitar
de los cuales me avergüenzo tanto.