Un arduo camino sin duda ha sido,
perdido entre la tempestad hirviente
con el resplandor del lucero en mente
y por las olas furtivas mecido.
Más con valor resiste ser hundido
y la fuerza de un dios corta insolente,
impulsado bravo siempre hacia al frente,
el señor de los mares es vencido.
Manando amenazante del abismo
me advierte con un rugido incesante
os guardo una tumba en el fondo del mismo.
Mi cuerpo se estremece crepitante,
lejos ha quedado ya mi bautismo.
¿Sucumbiré al azul vigilante?