Disfruto de la lectura de varios pasajes de Así habló Zaratustra mientras agito una copa de coñac que irremediablemente salpica mi camisa victoriana. Con suerte alguna gota de alcohol cae en la chimenea y provoca una explosión mínima y efímera, pero reconfortante al fin y al cabo.
Someterse al imperio de las fechas señaladas (creo que este concepto debería ser una marca registrada) no es la mejor solución. Tu vida puede cambiar completamente un 27 de octubre, un 15 de abril o un 30 de enero, sin que para nadie más sea un día de fiesta. Sin embargo las almas débiles y adocenadas notan que el 31 de diciembre es un día especial, cuando en realidad alguien podría decidir que el año podría acabarse un mes antes o tres meses después.
Almas débiles, dejad las referencias temporales: ahora, ayer, 30 años, 31 de diciembre, 2011, nada de eso significa una mierda. Cambiad vuestra vida si así lo queréis, la solución no es fácil, pero es clara: destruid vuestro mundo en cualquier momento, mirad cómo se reconstruye, emprended y destruid a partes iguales, sentid la vibración de la vida.
Muchos no entienden nada, pocos lo hacen, a esos me dirijo.
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