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1.-Tiene que haber confianza en que el profesional es un guía, un orientador, alguien que está de tu lado. Si pasado cierto tiempo esa sensación de comodidad y apertura no se ha conseguido, lo mejor es buscarse otro terapeuta. Si esta situación de desconfianza es recurrente, entonces se debería comunicar eso el médico para que esté prevenido y busque cómo solventarlo.
2.-Una actitud crítica que permita buscar soluciones conjuntas ante la situación, su interpretación y posibles salidas. No hay por qué aceptar todo lo que el médico sugiere, aunque por supuesto lo que se rechace debe ser por argumentos consistentes y no impulsada por una actitud irracionalmente rebelde. Hay que ser exigente con el terapeuta. Eso sí: razonablemente y de una manera justa.
3.-La honestidad por delante amigo mío, aunque esa honestidasd puede ser dosificada. Me explico: hay secretos bien guardados a los cuales hay que darles su tiempo para que puedan ser revelados al terapeuta. Generalmente ellos son decisivos para la terapia, pero si resulta muy doloroso en un comienzo, tampoco es como para arrancarse la piel diciéndolos solo por el bien de la terapia. Se puede empezar por tocar temas menos sensibles, ante de llegar a lo peor si es que todavía no se está preparado. Ese momento llega, aunque obviamente la molestia de exponerlo no cese del todo. Pero no pierdan el norte de ser honestos, porque los juegos del gato y el ratón con el médico solo los afecta a ustedes.
4.-Por supuesto la paciencia y la constancia son importantes, así como la participación activa. Los cambios mágicos tipo Aladino no existen.
7.-No preocuparse por cual es la etiqueta que dice que enfermedad se tiene. Eso solo le sirve al médico como una guía para definir estrategias. Al paciente solo le sirve para perderse a veces en una maraña de conocimientos que hasta le hace sentir que con eso está en condiciones de competir con el profesional. Pretender llevar una sesión como si fueran dos académicos discutiendo teorías psicoanalíticas es una pérdida de tiempo y a veces un peligro para la terapia.
6.-Estar comprometidos con el cambio. Muchas personas acuden al terapeuta porque están desesperadas. Lo que quieren es dejar de sufrir, más no cambiar. Quien pretende dejar de sufrir sin hacer concesiones seguirá tropezando con la misma piedra. Es por eso que muchos están demasiado pendiente de la medicación, porque estas adormecen las sensaciones difíciles, pero no dan respuestas a las grandes preguntas, a la final no movilizan nada dentro de la psiquis. La medicación es necesaria para hacer más fácil el proceso, digamos que hacen más sólido el puente que la persona debe cruzar si de verdad quiere pasar del mundo del temor al mundo del autoconocimieno y la autorrealización.
7.-Entender que van a haber reveses durante la terapia. Dudas, depresiones, hostilidad hacia el médico, pero a pesar de todo eso, se debe seguir siempre adelante. Además, hay personas que si las sesiones fueron buenas, creen que siempre deberían salir del consultorio con una sensación clara de liberación. A veces, cuando se tocan aspectos que generan rupturas y desplazamientos psíquicos importantes y positivos, esos efectos se van decantando poco a poco y van manifestándose para bien con el pasar del tiempo.
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