Hay una película que se tituló en castellano "la vida sin mí", el titulo original My Life Without Me. Es sobre una chica de 23 años que vive con su marido y sus dos pequeñas hijas en un remolque, a las afueras de un suburbio en Vancouver. Su situación se complica cuando el médico le diagnostica cáncer terminal, de manera que le quedan tan sólo tres meses de vida.
Ella decide mantenerlo en secreto, y a partir de este momento elabora una lista con todas esas cosas que ha querido y no ha podido realizar. Dado el profundo amor que tiene hacia sus hijas, se propone encontrarles una nueva madre, así como decir siempre lo que piensa y no restringirse. Al final logrará hacer todo lo que desea y morir en paz.
La historia se desarrolla en una atmósfera melancólica y habla de la forma en que olvidamos nuestros sueños, sobre la renuncia a un modo de vida en apariencia imposible de alcanzar. Independientemente de la emotividad de la historia, se muestra una fuerte revaloración de la vida humana, no sólo como una manera de reivindicar el instante («Vive al máximo, sin importar las consecuencias»), sino de la capacidad de asombro y goce de los pequeños detalles. ¡Cómo olvidar la escena en que Anne se deja mojar por la lluvia para sentir el agua, la humedad, para sentirse viva!
Sin embargo, en esta lista de deseos, Anne anota enamorarse y estar con otro hombre. Y lo consigue sin el menor remordimiento. No es válido renunciar a los valores y principios éticos por el hecho de encontrarse ante una situación extrema. A pesar de esto, la película deja una importante lección, pues muchas veces las personas viven sin ser felices realmente y sólo frente a un acontecimiento difícil revaloran todo. En resumen, por qué esperar a sufrir para comenzar a disfrutar la vida.