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02-ene-2005
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"La felicidad es como un queso,a todos nos gustaria comerlo entero pero tenemos que conformarnos con una pocion"
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03-ene-2005
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Mea culpa, todo es un enorme malentendido. Es hora de volver a empezar, no deseo que la conversación se estanque indefinidamente, así que os rogaría que olvidaráis todo lo escrito por mi parte hasta la fecha. No propongo deshacer el camino andado, es una medida para dirigir la conversación hacia terrenos menos fanganosos. Pero hay asuntos que conviene aclarar para que nuestra dialéctica no sea estéril. Si queremos sacar algo de provecho de esto, que supongo es el deseo de todos, será mejor abandonar ciertos procedimientos y tener claros los riesgos que corremos.
Es conveniente recordar que nuestra disputa es sólo dialéctica y es así como se debe de considerar, no como algo personal. Ya depende del grado de susceptabilidad de cada uno tomarse una crítica como un ataque personal. Tampoco es desdeñable el hecho de que tratemos de nuestras respectivas filosofías de vida, un asunto delicado. Me comprometo a estar abierto a toda crítica de mis ideas, una postura que recomiendo a todo aquel que quiera llevar la conversación a buen puerto. También acepto el juego que implica el proceso dialéctico y acepto el riesgo que ello conlleva.
Establecido lo mínimo, mi tarea no acaba sino de comenzar.
El afán del hombre por clasificar supone, contrariamente a lo esperado, una traba para el conocimiento, así como cualquier concepto anterior (idea preconcebida, prejuicio) se opone a la comprensión de nuevos conceptos. En definitiva, es difícil tratar de incorporar concepciones nuevas a nuestras estructuras mentales, más aún si estas desordenan nuestra visión del mundo o son opuestas a nuestras verdades más arraigadas (filosofía de vida).
Proseguiré en impersonal. Uno no puede llegar a saber lo importante de cómo decir las cosas hasta que se replantea el acontecer de los hechos tomando la hipótesis de haber utilizado unas palabras en lugar de otras. La vehemencia mal interpretada no es otra cosa que prepotencia; ser categórico puede desembocar en ser intransigente; y el exceso de seguridad en tus palabras puede ser percibido como un signo de pretenciosidad. A partir de ahora seré moderado, ya me han hablado acerca de las ventajas de serlo, y comediré mis palabras. Propósito de enmienda, así debería titular mi mensaje.
No elegí con tino, olvidad aquello de existencialista, las etiquetas sólo sirven para confundir. Ninguno de nosotros sería juiciosamente definido con una sóla palabra por mucho que abarcara ésta. Mi intención es la de detallar al máximo posible lo que conforma mi filosofía, me serviré de muchas fuentes pero no olvidéis que la mía no es atribuible/reducible a ninguna otra.
Uno de mis mayores rasgos es mi visión relativista, lo absoluto no tiene cabida en mi visión. No hay verdades objetivas, absolutas y universales, sino que las cosas son tal y como son percibidas por cada uno de nosotros. El sujeto (la conciencia, el "yo", la mente, o el espíritu) es el punto de partida y el origen de toda reflexión sobre el mundo, aquel que otorga sentido e, incluso, construye o crea la realidad. Es desde la existencia humana desde donde se establece el valor y sentido de todo lo real. Mi visión no consiste en la afirmación de que todo es falso, además de que tal afirmación es una contradicción lógica, consiste en demostrar que la realidad es relativa al individuo.
Soy escéptico en tanto que niego la posibilidad de alcanzar la verdad absoluta, una pura entelequia humana. ¿Y qué es una entelequia?, pues el fin u objetivo de una actividad que la completa y la perfecciona. ¿Y esa definición no guarda parecido con lo que comúnmente se conoce como felicidad? Yo creo que bastante, porque la felicidad es concebida como la meta(fin u objetivo) de toda vida(actividad). Después la felicidad podrá ser entendida de innumerables maneras, tantas como personas crean en ella, por ejemplo la podremos identificar con el amor, o con el placer, pero eso es lo de menos.
Precaución porque ahora viene lo difícil. El hombre es posibilidad abierta, libertad de hacer esto y lo otro. Elección. Ahora bien, en la medida en que el hombre está arrojado al mundo, ha de contar con aquello que le es "dado", las circunstancias que limitan sus posibilidades y su libertad. La autenticidad consiste en no renunciar a la libertad bajo ninguna circunstancia: no dejarse caer entre las cosas como una más de ellas.
La angustia nace de un futuro indefinido, de la falta de esencia, de un horizonte cuajado de posibilidades al que el hombre debe enfrentarse sin ninguna garantía, asumiendo plenamente su libertad de "construirse a sí mismo a cada instante". La náusea definida por Sartre (la cual comparto al 100%) surge de la falta de propósito y finalidad del mundo y de los hombres. Todo está de más, tejiendo el mismo entramado de lo absurdo del mundo. Ningún teleologismo (meta) puede salvarnos porque la idea de finalidad es en sí misma producto de la mala fe, en resumidas cuentas un autoengaño.
Hasta la próxima.
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03-ene-2005
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Próximamente mis palabras se materializarán provenientes desde la dimensión oculta del universo, o en este caso de la web.
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03-ene-2005
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CONFUNDIDO
Por favor, no descuadres nunca más el foro, un poco de consideración para con los demás.
Ya me está tocando la moral.
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03-ene-2005
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Que te pires
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03-ene-2005
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Mea culpa, todo es un enorme malentendido. Es hora de volver a empezar, no deseo que la conversación se estanque indefinidamente, así que os rogaría que olvidaráis todo lo escrito por mi parte hasta la fecha. No propongo deshacer el camino andado, es una medida para dirigir la conversación hacia terrenos menos fanganosos. Pero hay asuntos que conviene aclarar para que nuestra dialéctica no sea estéril. Si queremos sacar algo de provecho de esto, que supongo es el deseo de todos, será mejor abandonar ciertos procedimientos y tener claros los riesgos que corremos.
Es conveniente recordar que nuestra disputa es sólo dialéctica y es así como se debe de considerar, no como algo personal. Ya depende del grado de susceptabilidad de cada uno tomarse una crítica como un ataque personal. Tampoco es desdeñable el hecho de que tratemos de nuestras respectivas filosofías de vida, un asunto delicado. Me comprometo a estar abierto a toda crítica de mis ideas, una postura que recomiendo a todo aquel que quiera llevar la conversación a buen puerto. También acepto el juego que implica el proceso dialéctico y acepto el riesgo que ello conlleva.
Establecido lo mínimo, mi tarea no acaba sino de comenzar.
El afán del hombre por clasificar supone, contrariamente a lo esperado, una traba para el conocimiento, así como cualquier concepto anterior (idea preconcebida, prejuicio) se opone a la comprensión de nuevos conceptos. En definitiva, es difícil tratar de incorporar concepciones nuevas a nuestras estructuras mentales, más aún si estas desordenan nuestra visión del mundo o son opuestas a nuestras verdades más arraigadas (filosofía de vida).
Proseguiré en impersonal. Uno no puede llegar a saber lo importante de cómo decir las cosas hasta que se replantea el acontecer de los hechos tomando la hipótesis de haber utilizado unas palabras en lugar de otras. La vehemencia mal interpretada no es otra cosa que prepotencia; ser categórico puede desembocar en ser intransigente; y el exceso de seguridad en tus palabras puede ser percibido como un signo de pretenciosidad. A partir de ahora seré moderado, ya me han hablado acerca de las ventajas de serlo, y comediré mis palabras. Propósito de enmienda, así debería titular mi mensaje.
No elegí con tino, olvidad aquello de existencialista, las etiquetas sólo sirven para confundir. Ninguno de nosotros sería juiciosamente definido con una sóla palabra por mucho que abarcara ésta. Mi intención es la de detallar al máximo posible lo que conforma mi filosofía, me serviré de muchas fuentes pero no olvidéis que la mía no es atribuible/reducible a ninguna otra.
Uno de mis mayores rasgos es mi visión relativista, lo absoluto no tiene cabida en mi visión. No hay verdades objetivas, absolutas y universales, sino que las cosas son tal y como son percibidas por cada uno de nosotros. El sujeto (la conciencia, el "yo", la mente, o el espíritu) es el punto de partida y el origen de toda reflexión sobre el mundo, aquel que otorga sentido e, incluso, construye o crea la realidad. Es desde la existencia humana desde donde se establece el valor y sentido de todo lo real. Mi visión no consiste en la afirmación de que todo es falso, además de que tal afirmación es una contradicción lógica, consiste en demostrar que la realidad es relativa al sujeto.
Soy escéptico en tanto que niego la posibilidad de alcanzar la verdad absoluta, una pura entelequia humana. ¿Y qué es una entelequia?, pues el fin u objetivo de una actividad que la completa y la perfecciona. ¿Y esa definición no guarda parecido con lo que comúnmente se conoce como felicidad? Yo creo que bastante, porque la felicidad es concebida como la meta(fin u objetivo) de toda vida(actividad). Después la felicidad podrá ser entendida de innumerables maneras, tantas como personas crean en ella, por ejemplo la podremos identificar con el amor, o con el placer, pero eso es lo de menos.
Atención que ahora viene lo difícil. El hombre es posibilidad abierta, libertad de hacer esto y lo otro. Elección. Ahora bien, en la medida en que el hombre está arrojado al mundo, ha de contar con aquello que le es "dado", las circunstancias que limitan sus posibilidades y su libertad. La autenticidad consiste en no renunciar a la libertad bajo ninguna circunstancia: no dejarse caer entre las cosas como una más de ellas.
La angustia nace de un futuro indefinido, de la falta de esencia, de un horizonte cuajado de posibilidades al que el hombre debe enfrentarse sin ninguna garantía, asumiendo plenamente su libertad de "construirse a sí mismo a cada instante". La náusea definida por Sartre (la cual comparto al 100%) surge de la falta de propósito y finalidad del mundo y de los hombres. Todo está de más, tejiendo el mismo entramado de lo absurdo del mundo. Ningún teleologismo (meta) puede salvarnos porque la idea de finalidad es en sí misma producto de la mala fe, en resumidas cuentas un autoengaño.
Nada más que añadir. Hasta la próxima.
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03-ene-2005
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Mea culpa, todo es un enorme malentendido. Es hora de volver a empezar, no deseo que la conversación se estanque indefinidamente, así que os rogaría que olvidaráis todo lo escrito por mi parte hasta la fecha. No propongo deshacer el camino andado, es una medida para dirigir la conversación hacia terrenos menos fanganosos. Pero hay asuntos que conviene aclarar para que nuestra dialéctica no sea estéril. Si queremos sacar algo de provecho de esto, que supongo es el deseo de todos, será mejor abandonar ciertos procedimientos y tener claros los riesgos que corremos.
Es conveniente recordar que nuestra disputa es sólo dialéctica y es así como se debe de considerar, no como algo personal. Ya depende del grado de susceptabilidad de cada uno tomarse una crítica como un ataque personal. Tampoco es desdeñable el hecho de que tratemos de nuestras respectivas filosofías de vida, un asunto delicado. Me comprometo a estar abierto a toda crítica de mis ideas, una postura que recomiendo a todo aquel que quiera llevar la conversación a buen puerto. También acepto el juego que implica el proceso dialéctico y acepto el riesgo que ello conlleva.
Establecido lo mínimo, mi tarea no acaba sino de comenzar.
El afán del hombre por clasificar supone, contrariamente a lo esperado, una traba para el conocimiento, así como cualquier concepto anterior (idea preconcebida, prejuicio) se opone a la comprensión de nuevos conceptos. En definitiva, es difícil tratar de incorporar concepciones nuevas a nuestras estructuras mentales, más aún si estas desordenan nuestra visión del mundo o son opuestas a nuestras verdades más arraigadas (filosofía de vida).
Proseguiré en impersonal. Uno no puede llegar a saber lo importante de cómo decir las cosas hasta que se replantea el acontecer de los hechos tomando la hipótesis de haber utilizado unas palabras en lugar de otras. La vehemencia mal interpretada no es otra cosa que prepotencia; ser categórico puede desembocar en ser intransigente; y el exceso de seguridad en tus palabras puede ser percibido como un signo de pretenciosidad. A partir de ahora seré moderado, ya me han hablado acerca de las ventajas de serlo, y comediré mis palabras. Propósito de enmienda, así debería titular mi mensaje.
No elegí con tino, olvidad aquello de existencialista, las etiquetas sólo sirven para confundir. Ninguno de nosotros sería juiciosamente definido con una sóla palabra por mucho que abarcara ésta. Mi intención es la de detallar al máximo posible lo que conforma mi filosofía, me serviré de muchas fuentes pero no olvidéis que la mía no es atribuible/reducible a ninguna otra.
Uno de mis mayores rasgos es mi visión relativista, lo absoluto no tiene cabida en mi visión. No hay verdades objetivas, absolutas y universales, sino que las cosas son tal y como son percibidas por cada uno de nosotros. El sujeto (la conciencia, el "yo", la mente, o el espíritu) es el punto de partida y el origen de toda reflexión sobre el mundo, aquel que otorga sentido e, incluso, construye o crea la realidad. Es desde la existencia humana desde donde se establece el valor y sentido de todo lo real. Mi visión no consiste en la afirmación de que todo es falso, además de que tal afirmación es una contradicción lógica, consiste en demostrar que la realidad es relativa al individuo.
Soy escéptico en tanto que niego la posibilidad de alcanzar la verdad absoluta, una pura entelequia humana. ¿Y qué es una entelequia?, pues el fin u objetivo de una actividad que la completa y la perfecciona. ¿Y esa definición no guarda parecido con lo que comúnmente se conoce como felicidad? Yo creo que bastante, porque la felicidad es concebida como la meta(fin u objetivo) de toda vida(actividad). Después la felicidad podrá ser entendida de innumerables maneras, tantas como personas crean en ella, por ejemplo la podremos identificar con el amor, o con el placer, pero eso es lo de menos.
Precaución porque ahora viene lo difícil. El hombre es posibilidad abierta, libertad de hacer esto y lo otro. Elección. Ahora bien, en la medida en que el hombre está arrojado al mundo, ha de contar con aquello que le es "dado", las circunstancias que limitan sus posibilidades y su libertad. La autenticidad consiste en no renunciar a la libertad bajo ninguna circunstancia: no dejarse caer entre las cosas como una más de ellas.
La angustia nace de un futuro indefinido, de la falta de esencia, de un horizonte cuajado de posibilidades al que el hombre debe enfrentarse sin ninguna garantía, asumiendo plenamente su libertad de "construirse a sí mismo a cada instante". La náusea definida por Sartre (la cual comparto al 100%) surge de la falta de propósito y finalidad del mundo y de los hombres. Todo está de más, tejiendo el mismo entramado de lo absurdo del mundo. Ningún teleologismo (meta) puede salvarnos porque la idea de finalidad es en sí misma producto de la mala fe, en resumidas cuentas un autoengaño.
Hasta la próxima.
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Mea culpa, todo es un enorme malentendido. Es hora de volver a empezar, no deseo que la conversación se estanque indefinidamente, así que os rogaría que olvidaráis todo lo escrito por mi parte hasta la fecha. No propongo deshacer el camino andado, es una medida para dirigir la conversación hacia terrenos menos fanganosos. Pero hay asuntos que conviene aclarar para que nuestra dialéctica no sea estéril. Si queremos sacar algo de provecho de esto, que supongo es el deseo de todos, será mejor abandonar ciertos procedimientos y tener claros los riesgos que corremos.
Es conveniente recordar que nuestra disputa es sólo dialéctica y es así como se debe de considerar, no como algo personal. Ya depende del grado de susceptabilidad de cada uno tomarse una crítica como un ataque personal. Tampoco es desdeñable el hecho de que tratemos de nuestras respectivas filosofías de vida, un asunto delicado. Me comprometo a estar abierto a toda crítica de mis ideas, una postura que recomiendo a todo aquel que quiera llevar la conversación a buen puerto. También acepto el juego que implica el proceso dialéctico y acepto el riesgo que ello conlleva.
Establecido lo mínimo, mi tarea no acaba sino de comenzar.
El afán del hombre por clasificar supone, contrariamente a lo esperado, una traba para el conocimiento, así como cualquier concepto anterior (idea preconcebida, prejuicio) se opone a la comprensión de nuevos conceptos. En definitiva, es difícil tratar de incorporar concepciones nuevas a nuestras estructuras mentales, más aún si estas desordenan nuestra visión del mundo o son opuestas a nuestras verdades más arraigadas (filosofía de vida).
Proseguiré en impersonal. Uno no puede llegar a saber lo importante de cómo decir las cosas hasta que se replantea el acontecer de los hechos tomando la hipótesis de haber utilizado unas palabras en lugar de otras. La vehemencia mal interpretada no es otra cosa que prepotencia; ser categórico puede desembocar en ser intransigente; y el exceso de seguridad en tus palabras puede ser percibido como un signo de pretenciosidad. A partir de ahora seré moderado, ya me han hablado acerca de las ventajas de serlo, y comediré mis palabras. Propósito de enmienda, así debería titular mi mensaje.
No elegí con tino, olvidad aquello de existencialista, las etiquetas sólo sirven para confundir. Ninguno de nosotros sería juiciosamente definido con una sóla palabra por mucho que abarcara ésta. Mi intención es la de detallar al máximo posible lo que conforma mi filosofía, me serviré de muchas fuentes pero no olvidéis que la mía no es atribuible/reducible a ninguna otra.
Continuación...
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03-ene-2005
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Mea culpa, todo es un enorme malentendido. Es hora de volver a empezar, no deseo que la conversación se estanque indefinidamente, así que os rogaría que olvidaráis todo lo escrito por mi parte hasta la fecha. No propongo deshacer el camino andado, es una medida para dirigir la conversación hacia terrenos menos fanganosos. Pero hay asuntos que conviene aclarar para que nuestra dialéctica no sea estéril. Si queremos sacar algo de provecho de esto, que supongo es el deseo de todos, será mejor abandonar ciertos procedimientos y tener claros los riesgos que corremos.
Es conveniente recordar que nuestra disputa es sólo dialéctica y es así como se debe de considerar, no como algo personal. Ya depende del grado de susceptabilidad de cada uno tomarse una crítica como un ataque personal. Tampoco es desdeñable el hecho de que tratemos de nuestras respectivas filosofías de vida, un asunto delicado. Me comprometo a estar abierto a toda crítica de mis ideas, una postura que recomiendo a todo aquel que quiera llevar la conversación a buen puerto. También acepto el juego que implica el proceso dialéctico y acepto el riesgo que ello conlleva.
Establecido lo mínimo, mi tarea no acaba sino de comenzar.
El afán del hombre por clasificar supone, contrariamente a lo esperado, una traba para el conocimiento, así como cualquier concepto anterior (idea preconcebida, prejuicio) se opone a la comprensión de nuevos conceptos. En definitiva, es difícil tratar de incorporar concepciones nuevas a nuestras estructuras mentales, más aún si estas desordenan nuestra visión del mundo o son opuestas a nuestras verdades más arraigadas (filosofía de vida).
Proseguiré en impersonal. Uno no puede llegar a saber lo importante de cómo decir las cosas hasta que se replantea el acontecer de los hechos tomando la hipótesis de haber utilizado unas palabras en lugar de otras. La vehemencia mal interpretada no es otra cosa que prepotencia; ser categórico puede desembocar en ser intransigente; y el exceso de seguridad en tus palabras puede ser percibido como un signo de pretenciosidad. A partir de ahora seré moderado, ya me han hablado acerca de las ventajas de serlo, y comediré mis palabras. Propósito de enmienda, así debería titular mi mensaje.
No elegí con tino, olvidad aquello de existencialista, las etiquetas sólo sirven para confundir. Ninguno de nosotros sería juiciosamente definido con una sóla palabra por mucho que abarcara ésta. Mi intención es la de detallar al máximo posible lo que conforma mi filosofía, me serviré de muchas fuentes pero no olvidéis que la mía no es atribuible/reducible a ninguna otra.
Uno de mis mayores rasgos es mi visión relativista, lo absoluto no tiene cabida en mi visión. No hay verdades objetivas, absolutas y universales, sino que las cosas son tal y como son percibidas por cada uno de nosotros. El sujeto (la conciencia, el "yo", la mente, o el espíritu) es el punto de partida y el origen de toda reflexión sobre el mundo, aquel que otorga sentido e, incluso, construye o crea la realidad. Es desde la existencia humana desde donde se establece el valor y sentido de todo lo real. Mi visión no consiste en la afirmación de que todo es falso, además de que tal afirmación es una contradicción lógica, consiste en demostrar que la realidad es relativa al individuo.
Soy escéptico en tanto que niego la posibilidad de alcanzar la verdad absoluta, una pura entelequia humana. ¿Y qué es una entelequia?, pues el fin u objetivo de una actividad que la completa y la perfecciona. ¿Y esa definición no guarda parecido con lo que comúnmente se conoce como felicidad? Yo creo que bastante, porque la felicidad es concebida como la meta(fin u objetivo) de toda vida(actividad). Después la felicidad podrá ser entendida de innumerables maneras, tantas como personas crean en ella, por ejemplo la podremos identificar con el amor, o con el placer, pero eso es lo de menos.
Precaución porque ahora viene lo difícil. El hombre es posibilidad abierta, libertad de hacer esto y lo otro. Elección. Ahora bien, en la medida en que el hombre está arrojado al mundo, ha de contar con aquello que le es "dado", las circunstancias que limitan sus posibilidades y su libertad. La autenticidad consiste en no renunciar a la libertad bajo ninguna circunstancia: no dejarse caer entre las cosas como una más de ellas.
La angustia nace de un futuro indefinido, de la falta de esencia, de un horizonte cuajado de posibilidades al que el hombre debe enfrentarse sin ninguna garantía, asumiendo plenamente su libertad de "construirse a sí mismo a cada instante". La náusea definida por Sartre (la cual comparto al 100%) surge de la falta de propósito y finalidad del mundo y de los hombres. Todo está de más, tejiendo el mismo entramado de lo absurdo del mundo. Ningún teleologismo (meta) puede salvarnos porque la idea de finalidad es en sí misma producto de la mala fe, en resumidas cuentas un autoengaño.
Hasta la próxima.
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03-ene-2005
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Por alguna extraña razón me es imposible publicar nada nuevo. He tenido que recurrir a editar para continuar con el tema.
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