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ernestho55 29-may-2007 23:57

Los mitos de la inmigración
 
LOS MITOS DE LA INMIGRACIÓN

Los españoles también hemos sido emigrantes

Dicen que las mentiras más grandes son las verdades a medias, y eso ocurre con esta afirmación. Es verdad que los españoles han emigrado, principalmente a Latinoamérica y, tras la Segunda Guerra Mundial, a otros países de Europa. Pero hay diferencias substanciales con los actuales flujos inmigratorios con destino a España:

1º) Los españoles, en su mayoría, emigraban de acuerdo a la ley, tanto española como del país de destino. No cruzaban clandestinamente las fronteras, burlando a las autoridades. Los servicios consulares en colaboración con el ministerio de trabajo cooperaban, en la medida de sus posibilidades, con el país de acogida con vistas a regular el trabajo de los españoles, y éstos, también en su gran mayoría, no pasaban a engrosar las filas de la economía sumergida, sino que desempeñaban trabajos debidamente dados de alta en la seguridad social, cotizando y pagando los correspondientes impuestos. Sin embargo, la inmigración masiva que padece España está compuesta en buena parte por inmigrantes sin papeles, que burlan los controles fronterizos de las autoridades españolas, incrementan las filas de la economía sumergida, que no paga impuestos, al tiempo que los gobiernos de sus países de origen se desentienden de ellos y apenas cooperan con las autoridades españolas, ya sea para regular el trabajo de sus ciudadanos, para impedir la actuación en su territorio de las mal llamadas “mafias de la inmigración” que atentan contra los legítimos derechos de España, o para la repatriación de los indocumentados.

2º) Los países a los que se dirigían los españoles necesitaban mano de obra, ya fuera en América, continente con múltiples posibilidades, o en la Europa de la posguerra, que había visto reducida su población masculina e iniciaba las políticas de reconstrucción. Sin embargo, España es el país de la CEE con mayor índice de paro, y resulta absurdo pretender traer mano de obra extranjera mientras un 15% de la población activa se encuentra en situación de desempleo.

3º) Las diferencias culturales y sociológicas de los emigrantes españoles y de la población de acogida no tienen comparación con los de buena parte de la población inmigrante que llega a España, y por tanto los problemas de asimilación eran bastante menores. Los españoles que emigraban a Francia, Suiza o Alemania compartían con la población de dichos países unos mismos valores socioculturales procedentes de su historia común y de su identidad religiosa cristiana. Nada de esto sucede con la inmigración procedente de China, del magreb, del área subsahariana ...

Los inmigrantes desempeñan trabajos que los españoles no quieren realizar

Quien esto afirma viene a decir que los españoles somos muy finos y se nos caen los anillos trabajando como peones agrícolas o de la construcción, empleadas del hogar, personal de limpieza, ayudantes de bar y de cocina, y en general, trabajos de baja remuneración. Lo cierto es que todo trabajo, mientras sea honrado, es digno, lo cual se olvida fácilmente en una sociedad eminentemente capitalista que alienta lo material y lo superficial. En cualquier caso, la realidad es que los españoles quieren trabajar de acuerdo a las conquistas sociales de los últimos decenios, es decir, llevando a cabo una jornada laboral adecuada, en unas condiciones laborales adecuadas y por un salario adecuado. En el caso de una empleada del hogar, deseará la jornada laboral que marca el convenio, en las condiciones que marca el convenio y por el salario que marca el convenio. Pero siempre habrá una inmigrante que esté dispuesta a hacer más horas, por menos dinero y sin alta en seguridad social, de ahí que pocas españolas estarán dispuestas a renunciar a los derechos laborales que tanto tiempo y esfuerzo han costado al pueblo español y adaptarse a las pretensiones más humildes de la población inmigrante. En el campo no faltan españoles dispuestos a realizar las tareas agrícolas, pero siempre habrá inmigrantes que aceptarán jornadas de diez horas, seis días a la semana, por menos dinero, sin seguro agrario y en invernaderos insalubres y desprotegidos frente a los pesticidas. Y así podemos seguir con el resto de trabajos. Y aún cuando se cumpla a rajatabla la normativa laboral, siempre habrá inmigrantes de sobra para cubrir esos puestos, de forma que al sobrar la mano de obra los empresarios no necesitan incentivar a los trabajadores aumentando los salarios y por consiguiente elevando su poder adquisitivo. Los salarios bajos permiten que los de siempre tengan más beneficios que nunca. Los perjudicados son, una vez más, los españoles que componen la clase trabajadora, es decir, la mayoría de la población.

Los inmigrantes aportan riqueza al conjunto del Estado

Esta es una visión muy simplista que se basa únicamente en las cotizaciones a la seguridad social y el gasto sanitario y en pensiones que ocasionan los inmigrantes. Aún cuando es prematuro extraer resultados concluyentes, y dada la presión gubernamental y empresarial por incrementar el número de inmigrantes, es difícil dar credibilidad a estos datos, pues es sabido que primero se decide qué se quiere demostrar y a continuación se aportan los datos estadísticos que refuerzan esa tesis y se ocultan aquéllos que la debilitan, podemos aceptar en principio que es posible que hoy por hoy los inmigrantes aporten a la Seguridad Social más dinero que el gasto que producen en materia de sanidad y pensiones, pero resulta imperativo hacer las siguientes matizaciones:

1º) La población inmigrante es todavía eminentemente joven y por tanto razonablemente sana. Habrá que esperar dentro de unos años un fuerte incremento en sus necesidades sanitarias y en materia de pensiones. Podemos decir que sus cotizaciones representan para el pueblo español pan para hoy y hambre para mañana. Pero ya que hablamos del gasto sanitario, digamos toda la verdad, puesto que también es necesario mencionar la tristemente conocida alta tasa de portadores del virus VIH en África, así como el hecho de que una parte importante de mujeres inmigrantes se dedica a la prostitución, con el correspondiente riesgo para la salud pública.

2º) Los inmigrantes no sólo ocasionan gastos con cargo a la seguridad social, también hay que incrementar la dotación del ministerio de Trabajo y de Interior para atender a sus necesidades y regular su estancia (ya hay un secretario de Estado para la Inmigración, y no sería sorprendente que en un futuro cercano se cree un ministerio para tal fin). Dada la fuerte natalidad de los inmigrantes y ya que hay que proceder a la escolarización de sus hijos, es necesario resaltar que muchos de éstos precisan, ya sea por dificultades idiomáticas o de integración, de planes pedagógicos especiales que requieren de una parte no despreciable del presupuesto educativo. Muchos de los inmigrantes, documentados o no, tienen problemas de adaptación o viven en bolsas de marginalidad, por lo que consumen buena parte de los recursos del ministerio de Asuntos Sociales y de los departamentos asistenciales de comunidades y ayuntamientos, así como de ONGs de subvención estatal. Los extranjeros, con o sin papeles, protagonizan el 30% de los crímenes cometidos en España [El País, 6 de Agosto de 2000], y representan buena parte de la población reclusa española. Asimismo, y en lo que respecta a la lucha contra la inmigración ilegal, ésta supone un coste colosal (crecientes dotaciones policiales, costosísimas vallas fronterizas en Ceuta y Melilla, helicópteros, patrulleras, gastos de expulsión...).

3º) Buena parte del dinero que obtienen los inmigrantes es enviado a sus países de origen para el mantenimiento de sus familias. Nadie se ha molestado en evaluar el dinero que por este motivo sale de España. Muchas veces se nos informa de las precarias condiciones de vida de los inmigrantes, como el hecho de que muchos viven hacinados o en infraviviendas pese a contar con un trabajo digno, y se nos quiere vender como ejemplo del racismo de los españoles el que estas personas no encuentren a nadie que les quiera alquilar un piso. Esto es cierto sin duda en algunos casos, pero es igualmente cierto que en otros casos el motivo viene dado por el deseo del inmigrante de gastar lo mínimo para poder enviar la mayor cantidad posible de dinero a sus familias.

4º) Por último, no cabe hablar sólo de la riqueza que aportan, también es menester dar a conocer aquélla que impiden crear. Su masiva incorporación a la fuerza laboral posibilita el crecimiento cero de los salarios; al no crecer el poder adquisitivo de los trabajadores, tampoco crece el consumo interior, lo que perjudica a todas las empresas que no se dedican a la exportación (es decir, la mayoría de las empresas, en especial el pequeño comercio). Por desgracia, muchos de los inmigrantes, aún con papeles, engrosan las filas de la economía sumergida, que no pagan impuestos y por consiguiente su aportación a la riqueza del conjunto de los españoles es harto discutible. Mientras exista una alta tasa de paro en España, es evidente que la inmigración extranjera dificulta la resolución de este problema, por lo que el Estado deberá seguir destinando una fuerte dotación presupuestaria para satisfacer las prestaciones por desempleo, dotación que podría ser empleada en educación, sanidad, infraestructuras ...

Los inmigrantes son necesarios dada la baja natalidad española

Aquí se evidencia la mala fe de los apóstoles de la inmigración. Desde el inicio de la transición se ha venido ridiculizando la política de natalidad alentada por el régimen franquista, a la que se ha achacado como la causante de innumerables males, desde el aumento del paro al crecimiento de los índices de delincuencia y drogadicción de los ochenta. Ahora resulta que la carencia de una política de natalidad pone en peligro las pensiones del futuro. Lo que antes era malo ahora es bueno, y los mismos que antes vituperaban con sorna la política que fomentaba la existencia de familias numerosas, afirman hoy su necesidad de forma solemne y sin rubor alguno. Como quiera que a los españoles se nos ha inculcado en el último cuarto de siglo que ya no están los tiempos para tener muchos hijos (como si durante la época de nuestros padres y abuelos los panes venían llovidos del cielo), y que eso es síntoma de un atraso cultural alentado por la Iglesia para perpetuar a la mujer en su rol de madre y mantenerla aprisionada en el hogar, ahora resulta difícil dar un giro de 180 grados, por lo que afortunadamente y para salvación nuestra ahí tenemos a los inmigrantes, que carentes de complejos mantienen una alta tasa de natalidad. En definitiva, parece que de lo que se trata es de que nazcan pocos niños de españoles y muchos niños de inmigrantes, de forma que España pierda algún día su razón de ser y pueda fusionarse dócilmente a otras “ex_naciones”.

Si el problema es que nacen pocos niños, lo lógico es que el Estado fomente e incentive las familias numerosas, pero lo cierto es que esa política es prácticamente inexistente. Los partidos políticos en el poder, fieles a los intereses de las multinacionales, lejos de apostar por una política de natalidad preconizan una política inmigratoria, y para ello meten miedo a la población afirmando que hacen falta más cotizantes para poder garantizar el mantenimiento de las pensiones. Si hacen falta más cotizantes, podrían empezar por buscar empleo al 15% de la población activa en paro, pero en cualquier caso, si las cotizaciones no bastan para pagar las pensiones, no hay ninguna ley que prohiba destinar alguna partida presupuestaria para reforzar las prestaciones sociales de nuestros mayores. Parece que existe un principio universal por el cual es imprescindible que la seguridad social se sostenga por sí misma, pero lo cierto es que este principio no se aplica prácticamente a ninguna otra rama del Estado (no hay nadie que sufrague la pretensión de que la educación se autofinancie, o la seguridad ciudadana, o la política de defensa ..., sin embargo, por algún motivo esotérico incomprensible para el común de los mortales, resulta imprescindible que la seguridad social no sea deficitaria). Pero es que además se omite el hecho de que la alta tasa de nacimientos entre los inmigrantes sólo se produce durante la primera generación, tal como sucede en los países que nos “aventajan” en materia de experiencia inmigratoria (Francia, Reino Unido, Holanda ...), sus hijos, una vez adoptan nuestras “costumbres”, pasan a tener un bajo índice de natalidad, lo cual les va de maravilla a los políticos mundialistas, puesto que les permite mantener la política inmigratoria de forma indefinida.

El rechazo a la inmigración alienta el racismo y la xenofobia

Este es el último recurso de los grupos de presión que pretenden imponernos su política inmigratoria. Si alguien no queda convencido con los clichés habituales en materia de extranjería (los inmigrantes desempeñan los trabajos que nosotros no queremos, aportan riqueza, garantizan nuestras pensiones y nos recuerdan que nosotros también fuimos emigrantes), debe guardarse para sí su opinión puesto que cualquier duda sobre las bondades de la inmigración puede alentar sentimientos de rechazo, y eso está muy feo. En definitiva, si no estás de acuerdo, te callas. Este es un chantaje moral claramente inmoral (valga la redundancia) que no podemos aceptar, y que además, parte de una premisa falsa consistente en hacernos sentir culpables de un problema del que somos ajenos, y que nos impide identificar a los auténticos culpables: los inmigrantes ilegales (que no los refugiados políticos) que han despreciado las leyes de nuestro país para promocionarse económicamente; los políticos españoles que con su dejadez y aquiescencia han fomentado la actual situación; los gobiernos de los países de origen, que consienten políticas de exclusión social y corrupción, y que posibilitan la existencia de una minoría que sustenta el poder y acapara para sí los recursos de la nación al tiempo que crea una ingente bolsa de pobreza, y por último, un sistema económico mundial que prima la riqueza de las multinacionales en detrimento de la riqueza de las naciones.

Denunciar la demencial y tiránica política inmigratoria no alienta “el racismo y la xenofobia” (una prueba de la machacona propaganda financiada por los círculos del poder es la ridícula unión de “racismo” y “xenofobia”; prácticamente nadie sabría decir cuál es la diferencia entre las dos palabras, y obviamente, nadie conoce a nadie que se califique de racista, pero no de xenófobo, o viceversa), sino que es un derecho soberano del pueblo español. Tengamos presente que la inmigración en cualquier caso no supone un fin en sí mismo, sino un medio para lograr un determinado fin. El sistema democrático español nos permite discutir o discrepar las decisiones políticas, y al igual que podemos alabar o criticar las medidas fiscalizadoras o educativas, nada nos impide hacer lo mismo con las relativas a inmigración. No permitamos que se nos imponga una visión monolítica que por otra parte no responde a los legítimos intereses del pueblo español. Recordemos a quien haga falta que existe una tímida ley de extranjería –que ya sabemos que a pesar de su moderación apenas se cumple- aprobada por el parlamento, es decir, por la mayoría de la representación soberana del pueblo español. Defender las leyes, en especial las emanadas del parlamento, no puede convertirse en motivo de vergüenza. Exijamos por tanto que se cumpla la ley, en especial, que se destinen los fondos necesarios para la protección de nuestras fronteras y para financiar la expulsión de los extranjeros que pretenden burlar nuestra soberanía, que no es otra que la emanada de la voluntad mayoritaria del pueblo español expresada libremente en las urnas. La libertad que ampara a los defensores de abrir las fronteras es la misma que permite a los ciudadanos afirmar la necesidad de protegerlas. Aquéllos que desean regularizar a todos los ilegales tienen la posibilidad de lograrlo votando a los partidos que sustentan dicha petición, y no les debería resultar difícil puesto que cuentan con el apoyo de la banca (“El BBVA estima que la economía precisa 300.000 inmigrantes al año”, El País, 30 de Junio del 2000), las altas finanzas y las multinacionales, así como de los medios de comunicación, todos ellos participados en mayor o menor medida por éstas. Pero mientras no logren esa mayoría, la obligación democrática de todo español es la de hacer cumplir las leyes emanadas del parlamento. Así pues, a los que nos acusen de “xenófobos” respondámosles calificándolos de dictadores.

No consintamos que nos dobleguen con el falso debate de que los inmigrantes también son personas, que sufren penalidades y que en su mayoría son buenas personas. Nadie lo pone en duda, y es por ello que el pueblo español destina a través de los presupuestos generales del Estado ayudas al desarrollo de sus países de procedencia. Es ahí donde cabe encontrar la solución y los españoles hace muchos años que contribuimos a ella. Pero al igual que si llegamos un día a nuestra casa y nos encontramos una habitación ocupada por un extraño, procederemos a llamar a la policía sin importarnos si el intruso es una buena persona que pasa un mal momento y sin preocuparnos de que nadie por ello se atreva a acusarnos de “excluyentes”, con la misma determinación hemos de proteger nuestra casa común que es España. Resulta triste que el individualismo de la sociedad de consumo sólo nos permita ver nuestra propiedad particular y nos haga insensibles ante la propiedad colectiva. Esos seres “bondadosos” que abren las fronteras del país a todos los necesitados pero que les cierran las de su casa recuerdan a los del viejo chiste de aquél que se autocalificaba de comunista-conservador: comunista de lo ajeno y conservador de lo propio.

Tengamos siempre presente que si hoy los españoles gozamos de prestaciones sociales no es por casualidad, sino por el esfuerzo de todos aquellos españoles que nos precedieron y que posibilitaron mediante su trabajo, y en ocasiones dando su vida por ello, que sus descendientes tuvieran una vida más llevadera. Defender el logro de nuestros antepasados es una necesidad y una obligación. Claudicar, callar, agachar la cabeza para que no nos acusen falsamente de insolidarios es una cobardía indigna de las esperanzas de nuestros padres y abuelos. Frente a la visión totalitaria de las bondades de la inmigración, hemos de alzar nuestra voz inconformista y proclamar nuestro derecho a la discrepancia.

Mineko 30-may-2007 00:46

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record 30-may-2007 01:44

Muy cierto, pero otro tema que no tiene nada que ver con la fs, como otros tantos del foro.

Mineko 30-may-2007 01:47

Cita:

Iniciado por record
Muy cierto, pero otro tema que no tiene nada que ver con la fs, como otros tantos del foro.

Yo creo k el saber no ocupa lugar y centrarse en otros temas va bien: para distraerse y reflexionar :wink:

GARAITEZIN 30-may-2007 08:09

Así nos presentamos los españoles en las fronteras de Francia hace 70 años solamente. Apelotonados en campos de refugiados en las playas, esperando el rancho. Sin "papeles". Francia, Argentina, el Méjico de Cárdenas... con una mano delante y otra detrás..

Aún hay gente viva que lo recuerda...

http://www.sbhac.net/Republica/Texto...raFrancesa.jpg

http://www.nodo50.org/despage/Nuestr...APA%20copy.jpg

http://www.nodo50.org/despage/Nuestr...en_Francia.jpg

http://www.nodo50.org/despage/Nuestr...dos%20copy.jpg

http://centros5.pntic.mec.es/ies.par...01/Image31.gif

Frango_com_Nata 30-may-2007 11:22

Cita:

Iniciado por GARAITEZIN
Aún hay gente viva que lo recuerda...

Pues sí, y aun así se atreven a manipularlo todo descaradamente. ¿Qué detendrá sus falsedades cuando no quede nadie vivo cuya memoria las desmienta?

Si hay algo que odio a nivel intelectual es la destrucción de la memoria colectiva.

ernestho55 30-may-2007 20:08

Comparar toda la inmigración que estamos padeciendo, con refugiados de una cruenta guerra civil, es demagogia.
Llamar inmigrantes a los españoles que se hacinaban en campos de concentración construidos por nuestros vecinos es DEMAGOGIA.
Lee otra vez los mitos y aplícalos a los españoles que se iban a trabajar al extranjero, (a Sudamérica, a Alemania y resto de Europa), y no confundas emigrantes con refugiados de una guerra civil.

GARAITEZIN 31-may-2007 09:28

Cita:

Iniciado por ernestho55
Comparar toda la inmigración que estamos padeciendo, con refugiados de una cruenta guerra civil, es demagogia.

Comparar la inmigración actual del Magreb y África subsahariana y sus causas, con la inmigración española de los cincuenta y sesenta, no solo es demagogia de copia y pega, sino mala intención. Leyendo ese artículo que copipasteas, dá la sensación de que se juegan la vida en el estrecho solo para burlarse de las leyes españolas, para pasárselo bien, vamos. El estrecho está lleno de cadáveres de gente que solo quiere hacer el gamberro.

Cita:

Los españoles que emigraban a Francia, Suiza o Alemania compartían con la población de dichos países unos mismos valores socioculturales procedentes de su historia común y de su identidad religiosa cristiana
Deja que me ría de los mismos valores socioculturales y de historia común e identidad cristiana que compartían los españoles de aquella época con los alemanes, frenceses o suizos. Seguro que nos veían como "hermanos" :lol: . Esa común herencia cristiana y de historia será como la que tú debes ver en los católicos ecuatorianos o bolivianos, con los que España tiene religión, idioma e historia en común. Pero seguro que eso no impide que tú y la gente como tú, sienta por ellos el mayor de los desprecios.

Michelin 31-may-2007 15:19

Cita:

Iniciado por GARAITEZIN
Pero seguro que eso no impide que tú y la gente como tú, sienta por ellos el mayor de los desprecios.

Efectivamente, la generalización es el origen del racismo y otros males, y de ella, como podemos apreciar, no estamos libre nadie.

Frango_com_Nata 31-may-2007 16:21

No todas las generalizaciones son igual de perniciosas o falaces. Cuando GARAITEZIN se refiere al desprecio del autor del texto que encabeza este hilo por los inmigrantes hispanoamericanos, no hace más que referirse a lo que el propio texto afirma, y es de cajón que la gente cuyos ideales se identifiquen con ese panfleto los despreciará por idéntico motivo.

No hay por donde agarrar el texto. Se podría señalar dónde está la verdadera demagogia, de la cual son buenos ejemplos:

--La incoherencia con que se refiere a las empresas. Por un lado afirma que la permisividad con la inmigración se debe a "la presión gubernamental y empresaria", y por otro, arguye que la inmigración perjudica a las empresas. El mercado no se sostendría en esa situación, de modo que las empresas no "presionarían" para que se acepten inmigrantes si eso de verdad las dañase, ni pagarían sueldos miserables ilegalmente si en verdad eso redundase en su propio perjuicio. Los empresarios no son tontos, y hacen lo que les conviene, principalmente porque el que no lo hace, se arruina.

--La falacia acerca del gasto social que generarán los inmigrantes cuando envejezcan. Ese incremento en el gasto al envejecer no sólo se debe a los inmigrantes, sino a todo hijo de vecino, de modo que, con arreglo a eso, tener hijos también sería "pan para hoy y hambre para mañana". Seguir conteniendo autoritariamente la presión de la muchedumbre tercermundista que aprecia su vida tanto como nosotros es hambre para hoy y para mañana más hambre, además de guerra por las últimas migajas. Es, de hecho, temerario propagar ideas a favor de escatimar la merecida jubilación a inocentes viejecitos o la atención sanitaria a afanosos trabajadores de otras etnias, porque un día quienes hoy las predican serán abuelitos a quienes cambie un inmigrante los pañales en el asilo y otro administre las pastillas, mientras la mayoría de la población española será de origen africano, asiático o latinoamericano, gentes que probablemente estén hasta los mismos cojones de los intolerantes que se encargaron de hacer aún más dura su lucha diaria por la vida. Para ser respetado hay que respetar.

--La intromisión sobre lo que hace el inmigrante con el dinero que se gana como buenamente puede, después de pagar sus impuestos. Cualquier individuo, sea o no de vieja estirpe carpetovetónica, es muy dueño de hacer con su dinero lo que le dé la gana, dejándolo en Madrid, en Sevilla o en el polo norte. Y si encima se somete a grandes privaciones para sacar adelante a su familia, sólo merece una reverencia. Criminalizarlo por ello es pura crueldad.

--El argumento de que generan muchos gastos destinados a la vigilancia de las fronteras. Buen argumento, sí, ¡pero a favor de abrir las puertas!, no en contra. Si dejamos de poner puertas al campo, ¡sorpresa!, ya no hace falta gastarse un dineral en mantenerlas.


Así se podría seguir horas y horas, pero no merece la pena. El texto es una declaración bárbara de odio que no atiende a razones. El ser humano necesita siempre una excusa para diferenciarse de aquél sobre quien decide verter sus frustraciones, y en este caso se trata del esencialismo nacionalista español. Cualquier excusa vale, siempre que marque un "ellos" y un "nosotros", y a "ellos" se les niega toda empatía, tratándolos como bestias. Las fronteras son trazos arbitrarios sobre el mapa. El que vea nuestro planeta desde la Luna, se dará cuenta de que no hay razón para que yo me identifique más con un almeriense que con un tangerino, un marsellés, un andorrano o un portuense, y puede perfectamente ocurrir que me lleve mejor con cualquiera de los restantes que con el primero.

capitanpescanova 31-may-2007 21:13

Re: Los mitos de la inmigración
 
Cita:

Iniciado por ernestho55
LOS MITOS DE LA INMIGRACIÓN

Los españoles también hemos sido emigrantes

Dicen que las mentiras más grandes son las verdades a medias, y eso ocurre con esta afirmación. Es verdad que los españoles han emigrado, principalmente a Latinoamérica y, tras la Segunda Guerra Mundial, a otros países de Europa. Pero hay diferencias substanciales con los actuales flujos inmigratorios con destino a España:

1º) Los españoles, en su mayoría, emigraban de acuerdo a la ley, tanto española como del país de destino. No cruzaban clandestinamente las fronteras, burlando a las autoridades. Los servicios consulares en colaboración con el ministerio de trabajo cooperaban, en la medida de sus posibilidades, con el país de acogida con vistas a regular el trabajo de los españoles, y éstos, también en su gran mayoría, no pasaban a engrosar las filas de la economía sumergida, sino que desempeñaban trabajos debidamente dados de alta en la seguridad social, cotizando y pagando los correspondientes impuestos. Sin embargo, la inmigración masiva que padece España está compuesta en buena parte por inmigrantes sin papeles, que burlan los controles fronterizos de las autoridades españolas, incrementan las filas de la economía sumergida, que no paga impuestos, al tiempo que los gobiernos de sus países de origen se desentienden de ellos y apenas cooperan con las autoridades españolas, ya sea para regular el trabajo de sus ciudadanos, para impedir la actuación en su territorio de las mal llamadas “mafias de la inmigración” que atentan contra los legítimos derechos de España, o para la repatriación de los indocumentados.

2º) Los países a los que se dirigían los españoles necesitaban mano de obra, ya fuera en América, continente con múltiples posibilidades, o en la Europa de la posguerra, que había visto reducida su población masculina e iniciaba las políticas de reconstrucción. Sin embargo, España es el país de la CEE con mayor índice de paro, y resulta absurdo pretender traer mano de obra extranjera mientras un 15% de la población activa se encuentra en situación de desempleo.

3º) Las diferencias culturales y sociológicas de los emigrantes españoles y de la población de acogida no tienen comparación con los de buena parte de la población inmigrante que llega a España, y por tanto los problemas de asimilación eran bastante menores. Los españoles que emigraban a Francia, Suiza o Alemania compartían con la población de dichos países unos mismos valores socioculturales procedentes de su historia común y de su identidad religiosa cristiana. Nada de esto sucede con la inmigración procedente de China, del magreb, del área subsahariana ...

Los inmigrantes desempeñan trabajos que los españoles no quieren realizar

Quien esto afirma viene a decir que los españoles somos muy finos y se nos caen los anillos trabajando como peones agrícolas o de la construcción, empleadas del hogar, personal de limpieza, ayudantes de bar y de cocina, y en general, trabajos de baja remuneración. Lo cierto es que todo trabajo, mientras sea honrado, es digno, lo cual se olvida fácilmente en una sociedad eminentemente capitalista que alienta lo material y lo superficial. En cualquier caso, la realidad es que los españoles quieren trabajar de acuerdo a las conquistas sociales de los últimos decenios, es decir, llevando a cabo una jornada laboral adecuada, en unas condiciones laborales adecuadas y por un salario adecuado. En el caso de una empleada del hogar, deseará la jornada laboral que marca el convenio, en las condiciones que marca el convenio y por el salario que marca el convenio. Pero siempre habrá una inmigrante que esté dispuesta a hacer más horas, por menos dinero y sin alta en seguridad social, de ahí que pocas españolas estarán dispuestas a renunciar a los derechos laborales que tanto tiempo y esfuerzo han costado al pueblo español y adaptarse a las pretensiones más humildes de la población inmigrante. En el campo no faltan españoles dispuestos a realizar las tareas agrícolas, pero siempre habrá inmigrantes que aceptarán jornadas de diez horas, seis días a la semana, por menos dinero, sin seguro agrario y en invernaderos insalubres y desprotegidos frente a los pesticidas. Y así podemos seguir con el resto de trabajos. Y aún cuando se cumpla a rajatabla la normativa laboral, siempre habrá inmigrantes de sobra para cubrir esos puestos, de forma que al sobrar la mano de obra los empresarios no necesitan incentivar a los trabajadores aumentando los salarios y por consiguiente elevando su poder adquisitivo. Los salarios bajos permiten que los de siempre tengan más beneficios que nunca. Los perjudicados son, una vez más, los españoles que componen la clase trabajadora, es decir, la mayoría de la población.

Los inmigrantes aportan riqueza al conjunto del Estado

Esta es una visión muy simplista que se basa únicamente en las cotizaciones a la seguridad social y el gasto sanitario y en pensiones que ocasionan los inmigrantes. Aún cuando es prematuro extraer resultados concluyentes, y dada la presión gubernamental y empresarial por incrementar el número de inmigrantes, es difícil dar credibilidad a estos datos, pues es sabido que primero se decide qué se quiere demostrar y a continuación se aportan los datos estadísticos que refuerzan esa tesis y se ocultan aquéllos que la debilitan, podemos aceptar en principio que es posible que hoy por hoy los inmigrantes aporten a la Seguridad Social más dinero que el gasto que producen en materia de sanidad y pensiones, pero resulta imperativo hacer las siguientes matizaciones:

1º) La población inmigrante es todavía eminentemente joven y por tanto razonablemente sana. Habrá que esperar dentro de unos años un fuerte incremento en sus necesidades sanitarias y en materia de pensiones. Podemos decir que sus cotizaciones representan para el pueblo español pan para hoy y hambre para mañana. Pero ya que hablamos del gasto sanitario, digamos toda la verdad, puesto que también es necesario mencionar la tristemente conocida alta tasa de portadores del virus VIH en África, así como el hecho de que una parte importante de mujeres inmigrantes se dedica a la prostitución, con el correspondiente riesgo para la salud pública.

2º) Los inmigrantes no sólo ocasionan gastos con cargo a la seguridad social, también hay que incrementar la dotación del ministerio de Trabajo y de Interior para atender a sus necesidades y regular su estancia (ya hay un secretario de Estado para la Inmigración, y no sería sorprendente que en un futuro cercano se cree un ministerio para tal fin). Dada la fuerte natalidad de los inmigrantes y ya que hay que proceder a la escolarización de sus hijos, es necesario resaltar que muchos de éstos precisan, ya sea por dificultades idiomáticas o de integración, de planes pedagógicos especiales que requieren de una parte no despreciable del presupuesto educativo. Muchos de los inmigrantes, documentados o no, tienen problemas de adaptación o viven en bolsas de marginalidad, por lo que consumen buena parte de los recursos del ministerio de Asuntos Sociales y de los departamentos asistenciales de comunidades y ayuntamientos, así como de ONGs de subvención estatal. Los extranjeros, con o sin papeles, protagonizan el 30% de los crímenes cometidos en España [El País, 6 de Agosto de 2000], y representan buena parte de la población reclusa española. Asimismo, y en lo que respecta a la lucha contra la inmigración ilegal, ésta supone un coste colosal (crecientes dotaciones policiales, costosísimas vallas fronterizas en Ceuta y Melilla, helicópteros, patrulleras, gastos de expulsión...).

3º) Buena parte del dinero que obtienen los inmigrantes es enviado a sus países de origen para el mantenimiento de sus familias. Nadie se ha molestado en evaluar el dinero que por este motivo sale de España. Muchas veces se nos informa de las precarias condiciones de vida de los inmigrantes, como el hecho de que muchos viven hacinados o en infraviviendas pese a contar con un trabajo digno, y se nos quiere vender como ejemplo del racismo de los españoles el que estas personas no encuentren a nadie que les quiera alquilar un piso. Esto es cierto sin duda en algunos casos, pero es igualmente cierto que en otros casos el motivo viene dado por el deseo del inmigrante de gastar lo mínimo para poder enviar la mayor cantidad posible de dinero a sus familias.

4º) Por último, no cabe hablar sólo de la riqueza que aportan, también es menester dar a conocer aquélla que impiden crear. Su masiva incorporación a la fuerza laboral posibilita el crecimiento cero de los salarios; al no crecer el poder adquisitivo de los trabajadores, tampoco crece el consumo interior, lo que perjudica a todas las empresas que no se dedican a la exportación (es decir, la mayoría de las empresas, en especial el pequeño comercio). Por desgracia, muchos de los inmigrantes, aún con papeles, engrosan las filas de la economía sumergida, que no pagan impuestos y por consiguiente su aportación a la riqueza del conjunto de los españoles es harto discutible. Mientras exista una alta tasa de paro en España, es evidente que la inmigración extranjera dificulta la resolución de este problema, por lo que el Estado deberá seguir destinando una fuerte dotación presupuestaria para satisfacer las prestaciones por desempleo, dotación que podría ser empleada en educación, sanidad, infraestructuras ...

Los inmigrantes son necesarios dada la baja natalidad española

Aquí se evidencia la mala fe de los apóstoles de la inmigración. Desde el inicio de la transición se ha venido ridiculizando la política de natalidad alentada por el régimen franquista, a la que se ha achacado como la causante de innumerables males, desde el aumento del paro al crecimiento de los índices de delincuencia y drogadicción de los ochenta. Ahora resulta que la carencia de una política de natalidad pone en peligro las pensiones del futuro. Lo que antes era malo ahora es bueno, y los mismos que antes vituperaban con sorna la política que fomentaba la existencia de familias numerosas, afirman hoy su necesidad de forma solemne y sin rubor alguno. Como quiera que a los españoles se nos ha inculcado en el último cuarto de siglo que ya no están los tiempos para tener muchos hijos (como si durante la época de nuestros padres y abuelos los panes venían llovidos del cielo), y que eso es síntoma de un atraso cultural alentado por la Iglesia para perpetuar a la mujer en su rol de madre y mantenerla aprisionada en el hogar, ahora resulta difícil dar un giro de 180 grados, por lo que afortunadamente y para salvación nuestra ahí tenemos a los inmigrantes, que carentes de complejos mantienen una alta tasa de natalidad. En definitiva, parece que de lo que se trata es de que nazcan pocos niños de españoles y muchos niños de inmigrantes, de forma que España pierda algún día su razón de ser y pueda fusionarse dócilmente a otras “ex_naciones”.

Si el problema es que nacen pocos niños, lo lógico es que el Estado fomente e incentive las familias numerosas, pero lo cierto es que esa política es prácticamente inexistente. Los partidos políticos en el poder, fieles a los intereses de las multinacionales, lejos de apostar por una política de natalidad preconizan una política inmigratoria, y para ello meten miedo a la población afirmando que hacen falta más cotizantes para poder garantizar el mantenimiento de las pensiones. Si hacen falta más cotizantes, podrían empezar por buscar empleo al 15% de la población activa en paro, pero en cualquier caso, si las cotizaciones no bastan para pagar las pensiones, no hay ninguna ley que prohiba destinar alguna partida presupuestaria para reforzar las prestaciones sociales de nuestros mayores. Parece que existe un principio universal por el cual es imprescindible que la seguridad social se sostenga por sí misma, pero lo cierto es que este principio no se aplica prácticamente a ninguna otra rama del Estado (no hay nadie que sufrague la pretensión de que la educación se autofinancie, o la seguridad ciudadana, o la política de defensa ..., sin embargo, por algún motivo esotérico incomprensible para el común de los mortales, resulta imprescindible que la seguridad social no sea deficitaria). Pero es que además se omite el hecho de que la alta tasa de nacimientos entre los inmigrantes sólo se produce durante la primera generación, tal como sucede en los países que nos “aventajan” en materia de experiencia inmigratoria (Francia, Reino Unido, Holanda ...), sus hijos, una vez adoptan nuestras “costumbres”, pasan a tener un bajo índice de natalidad, lo cual les va de maravilla a los políticos mundialistas, puesto que les permite mantener la política inmigratoria de forma indefinida.

El rechazo a la inmigración alienta el racismo y la xenofobia

Este es el último recurso de los grupos de presión que pretenden imponernos su política inmigratoria. Si alguien no queda convencido con los clichés habituales en materia de extranjería (los inmigrantes desempeñan los trabajos que nosotros no queremos, aportan riqueza, garantizan nuestras pensiones y nos recuerdan que nosotros también fuimos emigrantes), debe guardarse para sí su opinión puesto que cualquier duda sobre las bondades de la inmigración puede alentar sentimientos de rechazo, y eso está muy feo. En definitiva, si no estás de acuerdo, te callas. Este es un chantaje moral claramente inmoral (valga la redundancia) que no podemos aceptar, y que además, parte de una premisa falsa consistente en hacernos sentir culpables de un problema del que somos ajenos, y que nos impide identificar a los auténticos culpables: los inmigrantes ilegales (que no los refugiados políticos) que han despreciado las leyes de nuestro país para promocionarse económicamente; los políticos españoles que con su dejadez y aquiescencia han fomentado la actual situación; los gobiernos de los países de origen, que consienten políticas de exclusión social y corrupción, y que posibilitan la existencia de una minoría que sustenta el poder y acapara para sí los recursos de la nación al tiempo que crea una ingente bolsa de pobreza, y por último, un sistema económico mundial que prima la riqueza de las multinacionales en detrimento de la riqueza de las naciones.

Denunciar la demencial y tiránica política inmigratoria no alienta “el racismo y la xenofobia” (una prueba de la machacona propaganda financiada por los círculos del poder es la ridícula unión de “racismo” y “xenofobia”; prácticamente nadie sabría decir cuál es la diferencia entre las dos palabras, y obviamente, nadie conoce a nadie que se califique de racista, pero no de xenófobo, o viceversa), sino que es un derecho soberano del pueblo español. Tengamos presente que la inmigración en cualquier caso no supone un fin en sí mismo, sino un medio para lograr un determinado fin. El sistema democrático español nos permite discutir o discrepar las decisiones políticas, y al igual que podemos alabar o criticar las medidas fiscalizadoras o educativas, nada nos impide hacer lo mismo con las relativas a inmigración. No permitamos que se nos imponga una visión monolítica que por otra parte no responde a los legítimos intereses del pueblo español. Recordemos a quien haga falta que existe una tímida ley de extranjería –que ya sabemos que a pesar de su moderación apenas se cumple- aprobada por el parlamento, es decir, por la mayoría de la representación soberana del pueblo español. Defender las leyes, en especial las emanadas del parlamento, no puede convertirse en motivo de vergüenza. Exijamos por tanto que se cumpla la ley, en especial, que se destinen los fondos necesarios para la protección de nuestras fronteras y para financiar la expulsión de los extranjeros que pretenden burlar nuestra soberanía, que no es otra que la emanada de la voluntad mayoritaria del pueblo español expresada libremente en las urnas. La libertad que ampara a los defensores de abrir las fronteras es la misma que permite a los ciudadanos afirmar la necesidad de protegerlas. Aquéllos que desean regularizar a todos los ilegales tienen la posibilidad de lograrlo votando a los partidos que sustentan dicha petición, y no les debería resultar difícil puesto que cuentan con el apoyo de la banca (“El BBVA estima que la economía precisa 300.000 inmigrantes al año”, El País, 30 de Junio del 2000), las altas finanzas y las multinacionales, así como de los medios de comunicación, todos ellos participados en mayor o menor medida por éstas. Pero mientras no logren esa mayoría, la obligación democrática de todo español es la de hacer cumplir las leyes emanadas del parlamento. Así pues, a los que nos acusen de “xenófobos” respondámosles calificándolos de dictadores.

No consintamos que nos dobleguen con el falso debate de que los inmigrantes también son personas, que sufren penalidades y que en su mayoría son buenas personas. Nadie lo pone en duda, y es por ello que el pueblo español destina a través de los presupuestos generales del Estado ayudas al desarrollo de sus países de procedencia. Es ahí donde cabe encontrar la solución y los españoles hace muchos años que contribuimos a ella. Pero al igual que si llegamos un día a nuestra casa y nos encontramos una habitación ocupada por un extraño, procederemos a llamar a la policía sin importarnos si el intruso es una buena persona que pasa un mal momento y sin preocuparnos de que nadie por ello se atreva a acusarnos de “excluyentes”, con la misma determinación hemos de proteger nuestra casa común que es España. Resulta triste que el individualismo de la sociedad de consumo sólo nos permita ver nuestra propiedad particular y nos haga insensibles ante la propiedad colectiva. Esos seres “bondadosos” que abren las fronteras del país a todos los necesitados pero que les cierran las de su casa recuerdan a los del viejo chiste de aquél que se autocalificaba de comunista-conservador: comunista de lo ajeno y conservador de lo propio.

Tengamos siempre presente que si hoy los españoles gozamos de prestaciones sociales no es por casualidad, sino por el esfuerzo de todos aquellos españoles que nos precedieron y que posibilitaron mediante su trabajo, y en ocasiones dando su vida por ello, que sus descendientes tuvieran una vida más llevadera. Defender el logro de nuestros antepasados es una necesidad y una obligación. Claudicar, callar, agachar la cabeza para que no nos acusen falsamente de insolidarios es una cobardía indigna de las esperanzas de nuestros padres y abuelos. Frente a la visión totalitaria de las bondades de la inmigración, hemos de alzar nuestra voz inconformista y proclamar nuestro derecho a la discrepancia.

Jo pues me parece de lo más coherente, sobretodo la última parte, y no veo nada de racismo por ningun lado, es más, los derechos de la clase trabajadora ahora se los están cargando.

Michelin 31-may-2007 21:31

Bueno, el capital siempre ha buscado la manera de abaratar la mano de obra. Siguiendo un principio muy básico de economía de mercado para bajar el precio de algo se inunda de oferta.

El siglo pasado los empresarios "lograron" la liberación de la mujer, osea, ponerla a trabajar en sus fábricas, este siglo será el de la "globalización" y el fin de las fronteras. Algo, en sí mismo bueno, pero utilizado con fines perversos.

enma 31-may-2007 21:58

El debate sobre la inmigración
Por Lorenzo Bernaldo de Quirós
La Ilustración Liberal


La inmigración se ha convertido en uno de los temas centrales de la agenda política del nuevo siglo. Por un lado, un gran número de países industrializados necesita importar mano de obra, con el fin de cubrir puestos de trabajo para los cuales no hay oferta doméstica (cualificada o no cualificada), y de financiar sus costosos sistemas de protección social. Por otro lado, en las sociedades desarrolladas, para algunos sectores de la opinión pública, los inmigrantes aparecen como una amenaza para las oportunidades de empleo de sus trabajadores menos cualificados, e incluso para la pervivencia de su cultura, de su identidad. Entre esos dos extremos se mueve el debate sobre la inmigración en Estados Unidos y, sobre todo, en Europa.

En España, la discusión planteada alrededor de la Ley de Inmigración y Extranjería muestra la actualidad del tema. La cuestión central estriba en cómo es posible reconciliar la necesidad económica de importar capital humano, con las resistencias políticas y sociales planteadas a tal iniciativa. Por el momento, el ideal de una inmigración libre no es un objetivo alcanzable y debe ser atemperado por el realismo.

En este artículo se va a realizar una somera exposición de algunos de los tópicos más relevantes sobre la inmigración. En primer lugar, se apuntarán algunas de las causas que impulsan la demanda de fuerza laboral extranjera en las sociedades desarrolladas; en segundo lugar, se formularán las principales consecuencias económicas de la inmigración y, finalmente, se realizará una serie de consideraciones sobre las grandes líneas que podrían orientar una política sensata de inmigración.

Necesitamos inmigrantes

Desde un punto de vista teórico, la libre circulación de personas es una manifestación de la libertad individual, de los ideales tradicionales del liberalismo. Durante el siglo XIX, en el hemisferio occidental, la libertad de inmigración era prácticamente total. Un ciudadano europeo podía moverse con total libertad desde Gibraltar hasta las fronteras de la Rusia zarista. En el Diecinueve, América recibió sesenta millones de inmigrantes, casi todos procedentes de la Vieja Europa. Hasta poco antes de la Gran Guerra (1914-18), no se establecieron cuotas ni restricciones importantes a los flujos externos de personas. Desde entonces, las políticas de inmigración de la mayoría de las economías avanzadas se hicieron cada vez más duras. En Europa, se practicó una estrategia más flexible desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta los años setenta, fecha a partir de la cual la emigración económica comenzó a restringirse de nuevo. En los ochenta y en los noventa, los países europeos han recibido flujos migratorios en buena parte ilegales y en buena parte políticos (refugiados) . Las medidas de control de esos flujos no han surtido demasiado efecto. Sólo en Europa entran entre 400.000 y medio millón de inmigrantes ilegales al año.

La evolución demográfica de los estados de la Unión Europea es uno de los argumentos más poderosos a la hora de explicar la demanda de inmigrantes. En los inicios del siglo XXI, Europa es un área envejecida. Algunos datos ofrecidos por la División de Población de las Naciones Unidas ilustran este problema. Para mantener estable la población en edad de trabajar entre el 2000 y el 2050, dadas las actuales tasas de nacimientos y de muertes, Alemania deberá importar 487.000 inmigrantes/año, Francia 109.000 y la Unión Europea (UE) en su conjunto 1,6 millones. Las cifras resultan todavía más dramáticas si se tiene en cuenta la ratio trabajadores/pensionistas. Para estabilizar esta variable, Alemania ha de atraer 3,6 millones de inmigrantes/año, Francia 1,8 y la UE, 13,5. Esto significa que los estados de la Europa rica se verán obligados a incorporar a sus mercados laborales un creciente número de ciudadanos extracomunitarios. De lo contrario, pesará sobre las futuras generaciones de europeos una carga fiscal creciente, para cubrir los costes del Estado del Bienestar, que puede llegar a ser insoportable y puede frenar de modo drástico el crecimiento económico.

La selección natural de la inmigración

Por lo que se refiere a la oferta, una de las proposiciones clásicas en la literatura económica sobre la inmigración es que los ciudadanos que deciden emigrar son los "mejores" dentro de sus respectivos mercados laborales. Los estudios empíricos realizados muestran que los inmigrantes suelen ser más capaces, más agresivos, más emprendedores que los que deciden permanecer en su lugar de origen . Esta favorable autoselección de la oferta es más intensa cuanto mayores sean los costes de emigrar y los potenciales beneficios obtenidos de esa decisión, extremo que no se produce en el caso de los refugiados políticos y de la inmigración ilegal. El coste de emigrar incluye los derivados del transporte, de la búsqueda de empleo o de la instalación en una sociedad extraña, y también otros de índole no económica (adaptación a una nueva cultura).

Por otra parte, los inmigrantes tienden a poseer características muy deseables desde el punto de vista económico. Comparados con los habitantes del estado anfitrión de su mismo sexo y edad, su actitud ante la actividad económica tiende a ser mucho más dinámica. En un reciente estudio se extraen las siguientes conclusiones para EE.UU., Canadá, Israel, Gran Bretaña y Australia, países con una dilatada experiencia en la importación de capital humano: Primera, su tasa de participación en la fuerza laboral es mayor que la de la población de los estados a los cuales emigran. Segunda, ahorran más porque son más jóvenes (la teoría del ciclo vital muestra que la gente ahorra durante su vida activa y consume cuando se retira). Tercera, suelen trabajar más duro. Y cuarta, presentan una mayor propensión a iniciar actividades empresariales y al autoempleo.

Algunas mentiras sobre los inmigrantes

Al mismo tiempo, los diversos trabajos empíricos realizados en distintos países arrojan tres resultados de suma trascendencia: los inmigrantes no cometen más delitos que la población nativa, sus niveles de paro no superan a los del resto de la población activa y (para bien o para mal) su tasa de fertilidad no es más alta. Así pues, la hipótesis según la cual altas tasas de inmigración implican una elevada criminalidad, un abultado desempleo y una explosión demográfica que puede cambiar radicalmente la composición de la población en los países receptores, no está apoyada por los hechos; es, simplemente, falsa.

¿Por qué unos países son más atractivos que otros para la inmigración? La respuesta a esta pregunta es muy compleja. Las economías que ofrecen mayores oportunidades de prosperar, un marco de libertad y un Estado de Derecho han sido tradicionalmente los destinos favoritos de los inmigrantes. Los EE.UU., Argentina o Australia en el siglo XIX son buenas muestras de ello. Sin embargo, muchas personas eligen dónde emigrar porque ya conocen a gente que vive allí. En estos casos, el inmigrante valora junto a las ventajas materiales que puede obtener, otros elementos que le ayudan a adoptar una determinada decisión. En los últimos tiempos, la posibilidad de beneficiarse de los programas asistenciales del país anfitrión se ha convertido en uno de los motores que impulsan los movimientos migratorios, sobre todo hacia Europa. La localización de la inmigración en ciertos estados europeos, por ejemplo Francia y Alemania, obedece en gran medida a las generosas prestaciones sociales ofrecidas a los inmigrantes, tanto si tienen trabajo, como si no lo tienen. Esto se traduce en un hecho: los inmigrantes toman de la sociedad anfitriona más de lo que aportan, lo que genera un clima hostil hacia ellos.

El argumento político más poderoso contra los inmigrantes es que quitan puestos de trabajo a la población nativa y, por tanto, aumentan el desempleo. La lógica es simple: si el número de empleos es fijo y los extranjeros ocupan algunos trabajos, hay menos disponibles para los nativos. En teoría, el incremento de la oferta laboral producido por los flujos migratorios en algunos sectores, mercados o industrias puede tener "algún" impacto sobre los salarios y/o el empleo. Incluso es posible que en ellos se produzca una elevación temporal del paro hasta que la economía se ajuste. Sin embargo, los estudios realizados sobre esta cuestión muestran la inexistencia de más paro y salarios más bajos para los trabajadores domésticos, en los sitios en los cuales la participación de los inmigrantes en la fuerza laboral es mayor.

Por añadidura, la inmigración contribuye de una forma significativa al progreso económico del país receptor. Los inmigrantes trabajan y producen bienes y servicios. Reciben una parte de los beneficios de esa actividad productiva a través de sus salarios, que utilizan para pagar su inmediato consumo, y también ahorran para consumir más tarde. La aportación de la inmigración a la economía anfitriona no se agota ahí. Los nativos se benefician también de los impuestos pagados por los trabajadores foráneos y del capital humano de los inmigrantes.

El factor determinante del nivel de vida de un país es la productividad de las personas que producen bienes y servicios. Ésta viene determinada por la educación, por la cantidad de capital disponible, por la eficiencia con la cual se usa ese capital, por el progreso tecnológico y por la innovación. La presencia de esos dos últimos factores depende del conocimiento, del capital intelectual existente en una sociedad. A largo plazo, el impacto más importante de los inmigrantes sobre el progreso económico de un país es su contribución al "stock" de conocimientos disponible. La inmigración afecta a la productividad y a la tecnología al estimular a los trabajadores foráneos y a los domésticos a crear nuevas ideas que son una mezcla de las traídas por los inmigrantes y de las existentes en el país receptor. Al mismo tiempo, la afluencia de inmigrantes aumenta el tamaño del mercado, favorece la especialización productiva e impulsa al alza la productividad.

La inmigración ilegal

Hasta ahora, el análisis se ha centrado solamente en la inmigración legal. Ahora bien, la ilegal se ha convertido en una fuente de creciente preocupación. Aunque no existen datos precisos sobre esta realidad (aquí se han ofrecido algunos), los disponibles sugieren la presencia de un grave problema. Sin tener en cuenta sus implicaciones sociales, la inmigración ilegal erosiona el buen funcionamiento del sistema económico, que exige a quienes participan en él la aceptación de las mismas reglas del juego. Además, la tolerancia ante la inmigración ilegal induce a quienes aspiran a convertirse en inmigrantes legales a actuar de la misma forma. A pesar de todo, la lucha contra las entradas ilegales de mano de obra extranjera tiene elevados costes materiales e inmateriales y su eficiencia puede ser escasa. Como en el caso de la economía sumergida, la existencia de una elevada inmigración ilegal sugiere la presencia de un marco regulatorio inadecuado, que resulta incoherente con la necesidad de importar capital humano del exterior. En este sentido, lo más inteligente es reducir los costes de la legalidad, es decir, aumentar el abanico de opciones para ser un inmigrante legal. Esta medida no eliminaría las entradas ilegales pero sí las reduciría.

El número total de inmigrantes que se desea legalmente admitir es el elemento clave de la política de inmigración. Si ninguno de los candidatos a entrar en un país tiene posibilidades de hacerlo, la única opción que le resta es hacerlo de manera ilegal. Si todos los inmigrantes pueden acceder legalmente al país deseado, la discusión carece de sentido. En Europa y, en concreto, en España la alternativa es clara: es necesario un aumento sustancial del número de inmigrantes existente en el país. En este contexto, una estrategia de inmigración selectiva ofrece muchas variantes: seleccionar a los inmigrantes por su nivel educativo, discriminar en beneficio de unos países y en perjuicio de otros, conceder la residencia a los estudiantes extranjeros que cursan sus estudios en el país anfitrión etc. Todas estas medidas inspiran y están incorporadas a la mayoría de las legislaciones sobre el tema. Sin embargo no parecen capaces de afectar de forma sensible al volumen de la inmigración ilegal.

circulo_azul 01-jun-2007 04:37

Hola a todos

... La Inmigracion es un tema que me parece complejo sin embargo dare unas opiniones personales

Lo ideal seria que la inmigracion fuera legal... porque? porque seria la unica manera en que habria mutuo consentimiento y me imagino que al haber papeles se establece mas o menos que la persona que emigra se debe adecuar a las leyes de ese país.

Ahora la inmigracion ilegal con todo respeto es una invasion(aunque de una persona necesitada economicamente...) pero sigue sinedo invasion.

Este es un mundo competitivo y materialista y todos nos acoplamos a el o deberiamos, no es una hermandad juntada en una sola gran nacion (el mundo esta dividido geograficamente en paises) ... y ademas en ideologias, costumbres, mmmm definitivamente no es una hermandad.

Sin embargo al ser este un mundo competitivo y materialista los inmigrantes van en busca de una vida mejor, porque quieren obtener mas bienes materiales del que pueden en su país de origen... es decir quieren darle lo necesario a su familia. Esto es comprensible sin embargo a veces como en el caso de Mexico y EU que son vecinos territoriales, existe rechazo hacia la cultura de ambos, prejuicios etc ( en muchas personas, no todas y no siempre racismo)

:arrow: En este tipo de casos me pregunto si es lo mejor la inmigracion, pues poniendo el caso hipotetico de que a mi me desagrada la cultura de EU y soy mexicano ademas odio al gobierno acusandolo de ser el creador de la perdicion en el mundo (exagerando un poquito :lol: )

No creen que me veria hipocrita al inmigrar sin papeles engañando a la autoridad para servir al gobierno de ese país con mi trabajo.

P :cry: Por eso pienso que es un tema muy complejo, porque tambien podria ser el caso de que yo como mexicano realmente tenga una necesidad de sacar a mi familia de la miseria ( que obviamente hay muchos casos en mexico) y lo unico que me importa es eso, ni los prejuicios, ni la cultura, etc, solo quiero trabajar. En este caso si que pareceria lo mas justo que si mi pais no me puede dar lo suficiente, lo intente en otro pais.

Por eso no puedo rechazar la inmigracion (pricipalmente ilegal) puesto que depende de mi situacion economica.

Bye espero que me den su opinion

GARAITEZIN 01-jun-2007 07:33

Cita:

Iniciado por circulo_azul
Lo ideal seria que la inmigracion fuera legal...

Se me ocurre algo mas ideal todavía: que nadie pasara necesidad y que no tuviera que emigrar por motivos económicos o de supervivencia. También sería ideal que una pequeña parte de la humanidad no estuviera derrochando salvajemente los recursos del planeta. Sería ideal que nuestras multinacionales rapaces no pusieran los beneficios por encima de cualquier otra consideración.
¿No os parece muy fuerte que nosotros tengamos tiempo y recursos para estar discutiendo este tema a través de internet, con nuestros ordenadores, y que en este preciso instante haya gente que la está diñando de hambre o por falta de acceso a la sanidad? ¿Realmente vivimos con tanta estrechez como para afirmar que está amenazado nuestro modo de vida? ¿La culpa de que el trabajo esté cada vez peor es de los inmigrantes o de plutocracias ambiciosas y explotadoras, que nunca tienen suficientes beneficios, y que al hecho de no sacar el máximo ya lo llaman perder? ¿Realmente nos sentimos cómodos en un mundo donde un tipejo como Beckham le regala a su novia un consolador de dos millones de dólares, mientras otros no tienen donde caerse muertos? ¿Dónde estan entonces los que ven al culpable siempre en el mas débil, pero no tienen valor de señalar las aberraciones y abusos de los mas poderosos?
Vivo en mi casa con un matrimonio boliviano. Son "ilegales". Ellos están aquí trabajando para sacar adelante a su hijo y poder tener una casa. Estamos muy enfadados con ellos por ser ilegales y estar aquí mandando dinero a Bolivia. Pero ni siquiera se nos ocurre pensar si ese dinero puede compararse al que están sacando nuestras multinacionales del gas y del petróleo en su país, Bolivia. NOSOTROS TAMBIEN ESTAMOS EN SUS PAÍSES, tratando de sacar el mayor partido de sus recursos, SIN QUE REDUNDE EN EL MEJORAMIENTO DE SUS PROPIAS NACIONES.
¿Cuanto tiempo mas podremos seguir manteniendo nuestra isla-fortaleza, alimentada con los recursos de los demás (como el combustible de sangre-petróleo de Irak), y tratando de que los demás no nos invadan?
¿Es tan irreprochable nuestro modo de vida y nuestra sociedad, que podemos identificar inmediatamente al culpable en los desgraciados que vienen en patera?


Post Data:

Pequeña nota-ejemplo ilustrativo a pie de página:

Cita:

La Carta de los movimientos sociales de Bolivia pone el dedo en la llaga pues los principales involucrados en la crisis energética son actores transnacionales que buscan incrementar sus ganancias y no resolver los problemas energéticos de nuestros países. En Argentina, la española Repsol YPF controla el 50% de la producción del gas. En Bolivia, esta misma transnacional posee reservas de 12,9 trillones de pies cúbicos de gas, de los 54,9 trillones de pies cúbicos existentes en territorio boliviano, lo que equivale al 24,8% La petrolera francesa Total, Petrobras, Maxus, Móvil, Arco, BGBC, Chaco y Vintage poseen igualmente importantes porcentajes de las reservas gasíferas bolivianas. Petrobras también actúan en Argentina. La española ENDESA controla en Argentina el 20% de la capacidad eléctrica instalada y la distribución a 2,1 millones de clientes en Buenos Aires, a través de EDESUR. Esta misma transnacionales esta presente en Chile a través de ENDESA Chile.

GARAITEZIN 01-jun-2007 09:03

Cita:

Iniciado por circulo_azul
No creen que me veria hipocrita al inmigrar sin papeles engañando a la autoridad para servir al gobierno de ese país con mi trabajo.

Amigo:
Dices si no sería hipócrita emigrar ilegalmente a Estados Unidos engañando a su autoridad. Pero fíjate por ejemplo el modo en que U.S.A está arruinando a los agricultores de tu país con una inundación masiva de grano barato subvencionado, con el que tus compatriotas no pueden competir, y todo gracias al acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica (NAFTA). Están literalmente creando desiertos y pobreza donde antes había campos de cultivo. Es solo un ejemplo.
Y es que resulta muy visible la entrada de espaldas-mojadas y cayucos, pero no son tan llamativos los chanchullos y negociazos de algunos depredadores, tras bambalinas y en la intimidad de despachos, o via telemática, internet, video-conferencia. Eso ni se nota. O por lo menos algunos no lo quieren ver.

Saludos

santino26 01-jun-2007 09:17

Si queremos que alargar lo inevitable:
Yo creo que el tema se podría atajar desde varios frentes: en primer lugar castigando severamente al empresario que contrate ilegalmente a inmigrantes sin papeles ya que perjudica tanto al inmigrante como a las luchas obreras que consiguieron que un trabajador español ganara un salario y unas condiciones laborales dignas. Segundo, fichando como delincuente a todo inmigrante que acceda ilegalmente a nuestro país y cerrarle las puertas si quiere volver a entrar en unos años. Tercero, endurecer la política de inmigración ya que toda Europa se queja de cómo la administramos. Y cuarto, premiar la natalidad a los ciudadanos españoles.

Si no queremos alargar lo inevitable:
Dejar las fronteras abiertas y acabar todos en la miseria. En unas décadas o cientos de años "puede" que resurgiera otro mundo de las cenizas.

Frango_com_Nata 01-jun-2007 11:31

Nadie aquí ha demostrado que fuésemos a acabar todos en la miseria más rápido abriendo las puertas que manteniéndolas cerradas. Puede muy bien suceder lo contrario.

Lo ideal sería que no hubiera fronteras.

GARAITEZIN 01-jun-2007 12:35

Modo irónico on.
Si, las fronteras deben tener ciertas propiedades osmóticas. Deben permitir el paso de capitales pero no de personas. Y por supuesto en el sentido adecuado. Capitales desde los países esquilmados hacia los desarrollados, pero no de personas, excepto en el sentido también adecuado, de miserables de vuelta hacia sus países.
Modo irónico off.

Una observación curiosa: ¿Por qué se recordará tan a menudo la tasa de inmigrantes en las cárceles, pero no suele hacerse lo mismo con la tasa de esos mismos inmigrantes en los equipos de fútbol de primera división? ¿El orgullo patrio no se vé afectado cuando un deportista de piel oscura y un contexto sociocultural "inasimilable" marca un gol? ¿El gol es nuestro pero el que lo ha marcado no lo es? ¿Son Etoo, Ronaldinho, Ronaldo o Roberto Carlos de Madrid o Barcelona? Para lo bueno si...

Frango_com_Nata 01-jun-2007 12:47

Ya se ha hablado aquí varias veces de cuestiones similares. Cada uno lo quiere todo para sí, y a los demás que les zurzan. Uno defiende sus intereses por encima de todo, con cualquier recurso, mientras cuando los demás se resisten a ser más explotados o avasallados, se invoca el relativismo moral y se acusa de carcas a los que creen en la justicia o el respeto. Y así nos va: no aprenderemos hasta que todos los tercermundistas se harten de verdad, empuñen sus hoces y vengan aquí a cortarnos los cojones. Será difícil que nos defendamos: nos tocan tres atacantes a cada uno.

Michelin 01-jun-2007 13:37

Cita:

Iniciado por Frango_com_Nata
no aprenderemos hasta que todos los tercermundistas se harten de verdad, empuñen sus hoces y vengan aquí a cortarnos los cojones. Será difícil que nos defendamos: nos tocan tres atacantes a cada uno.

Nuestras armas son mejores. Recuerda la conquista española de américa, creo que la proporción era aún peor. Además, los gobiernos origen son untables y estan de nuestro lado.

Respecto a lo que dice Garaitezin de que nosotros estamos en Bolivia explotando a los pobres bolivianos, pues no he ido en mi **** vida allí y, a menos que seas un accionista de estas empresas que nombras, no creo que tengas culpa de nada de eso. Que, por cierto, tampoco veo la culpa, ya pagan sus impuestos allí y, ultimamente, muchos.

Y beckham no es un tipejo sino un gran profesional como ha demostrado este año.

santino26 01-jun-2007 13:45

Cita:

Iniciado por Frango_com_Nata
difícil que nos defendamos: nos tocan tres atacantes a cada uno.

Bueno, por suerte o por desgracia en este primer mundo también tenemos armas que matan a 2000 o más con apretar un botón. Pero sí, nos ganarán en el futuro porque el enemigo entra silencioso y cuando sea grande nos destruirá desde nuestra propia tierra.

capitanpescanova 01-jun-2007 17:20

Lo que copipastea enma parece escrito por uno de nuestros gobernantes o por un banquero o empresario forrado y que lógicamente justifican su particular gallina de los huevos de oro.
Pero siguen sin desmontar ninguno de estos poderosos argumentos, sabiamente expuestos aquí.

Cita:

Iniciado por ernestho55
LOS MITOS DE LA INMIGRACIÓN

Los españoles también hemos sido emigrantes

Dicen que las mentiras más grandes son las verdades a medias, y eso ocurre con esta afirmación. Es verdad que los españoles han emigrado, principalmente a Latinoamérica y, tras la Segunda Guerra Mundial, a otros países de Europa. Pero hay diferencias substanciales con los actuales flujos inmigratorios con destino a España:

1º) Los españoles, en su mayoría, emigraban de acuerdo a la ley, tanto española como del país de destino. No cruzaban clandestinamente las fronteras, burlando a las autoridades. Los servicios consulares en colaboración con el ministerio de trabajo cooperaban, en la medida de sus posibilidades, con el país de acogida con vistas a regular el trabajo de los españoles, y éstos, también en su gran mayoría, no pasaban a engrosar las filas de la economía sumergida, sino que desempeñaban trabajos debidamente dados de alta en la seguridad social, cotizando y pagando los correspondientes impuestos. Sin embargo, la inmigración masiva que padece España está compuesta en buena parte por inmigrantes sin papeles, que burlan los controles fronterizos de las autoridades españolas, incrementan las filas de la economía sumergida, que no paga impuestos, al tiempo que los gobiernos de sus países de origen se desentienden de ellos y apenas cooperan con las autoridades españolas, ya sea para regular el trabajo de sus ciudadanos, para impedir la actuación en su territorio de las mal llamadas “mafias de la inmigración” que atentan contra los legítimos derechos de España, o para la repatriación de los indocumentados.

2º) Los países a los que se dirigían los españoles necesitaban mano de obra, ya fuera en América, continente con múltiples posibilidades, o en la Europa de la posguerra, que había visto reducida su población masculina e iniciaba las políticas de reconstrucción. Sin embargo, España es el país de la CEE con mayor índice de paro, y resulta absurdo pretender traer mano de obra extranjera mientras un 15% de la población activa se encuentra en situación de desempleo.

3º) Las diferencias culturales y sociológicas de los emigrantes españoles y de la población de acogida no tienen comparación con los de buena parte de la población inmigrante que llega a España, y por tanto los problemas de asimilación eran bastante menores. Los españoles que emigraban a Francia, Suiza o Alemania compartían con la población de dichos países unos mismos valores socioculturales procedentes de su historia común y de su identidad religiosa cristiana. Nada de esto sucede con la inmigración procedente de China, del magreb, del área subsahariana ...

Los inmigrantes desempeñan trabajos que los españoles no quieren realizar

Quien esto afirma viene a decir que los españoles somos muy finos y se nos caen los anillos trabajando como peones agrícolas o de la construcción, empleadas del hogar, personal de limpieza, ayudantes de bar y de cocina, y en general, trabajos de baja remuneración. Lo cierto es que todo trabajo, mientras sea honrado, es digno, lo cual se olvida fácilmente en una sociedad eminentemente capitalista que alienta lo material y lo superficial. En cualquier caso, la realidad es que los españoles quieren trabajar de acuerdo a las conquistas sociales de los últimos decenios, es decir, llevando a cabo una jornada laboral adecuada, en unas condiciones laborales adecuadas y por un salario adecuado. En el caso de una empleada del hogar, deseará la jornada laboral que marca el convenio, en las condiciones que marca el convenio y por el salario que marca el convenio. Pero siempre habrá una inmigrante que esté dispuesta a hacer más horas, por menos dinero y sin alta en seguridad social, de ahí que pocas españolas estarán dispuestas a renunciar a los derechos laborales que tanto tiempo y esfuerzo han costado al pueblo español y adaptarse a las pretensiones más humildes de la población inmigrante. En el campo no faltan españoles dispuestos a realizar las tareas agrícolas, pero siempre habrá inmigrantes que aceptarán jornadas de diez horas, seis días a la semana, por menos dinero, sin seguro agrario y en invernaderos insalubres y desprotegidos frente a los pesticidas. Y así podemos seguir con el resto de trabajos. Y aún cuando se cumpla a rajatabla la normativa laboral, siempre habrá inmigrantes de sobra para cubrir esos puestos, de forma que al sobrar la mano de obra los empresarios no necesitan incentivar a los trabajadores aumentando los salarios y por consiguiente elevando su poder adquisitivo. Los salarios bajos permiten que los de siempre tengan más beneficios que nunca. Los perjudicados son, una vez más, los españoles que componen la clase trabajadora, es decir, la mayoría de la población.

Los inmigrantes aportan riqueza al conjunto del Estado

Esta es una visión muy simplista que se basa únicamente en las cotizaciones a la seguridad social y el gasto sanitario y en pensiones que ocasionan los inmigrantes. Aún cuando es prematuro extraer resultados concluyentes, y dada la presión gubernamental y empresarial por incrementar el número de inmigrantes, es difícil dar credibilidad a estos datos, pues es sabido que primero se decide qué se quiere demostrar y a continuación se aportan los datos estadísticos que refuerzan esa tesis y se ocultan aquéllos que la debilitan, podemos aceptar en principio que es posible que hoy por hoy los inmigrantes aporten a la Seguridad Social más dinero que el gasto que producen en materia de sanidad y pensiones, pero resulta imperativo hacer las siguientes matizaciones:

1º) La población inmigrante es todavía eminentemente joven y por tanto razonablemente sana. Habrá que esperar dentro de unos años un fuerte incremento en sus necesidades sanitarias y en materia de pensiones. Podemos decir que sus cotizaciones representan para el pueblo español pan para hoy y hambre para mañana. Pero ya que hablamos del gasto sanitario, digamos toda la verdad, puesto que también es necesario mencionar la tristemente conocida alta tasa de portadores del virus VIH en África, así como el hecho de que una parte importante de mujeres inmigrantes se dedica a la prostitución, con el correspondiente riesgo para la salud pública.

2º) Los inmigrantes no sólo ocasionan gastos con cargo a la seguridad social, también hay que incrementar la dotación del ministerio de Trabajo y de Interior para atender a sus necesidades y regular su estancia (ya hay un secretario de Estado para la Inmigración, y no sería sorprendente que en un futuro cercano se cree un ministerio para tal fin). Dada la fuerte natalidad de los inmigrantes y ya que hay que proceder a la escolarización de sus hijos, es necesario resaltar que muchos de éstos precisan, ya sea por dificultades idiomáticas o de integración, de planes pedagógicos especiales que requieren de una parte no despreciable del presupuesto educativo. Muchos de los inmigrantes, documentados o no, tienen problemas de adaptación o viven en bolsas de marginalidad, por lo que consumen buena parte de los recursos del ministerio de Asuntos Sociales y de los departamentos asistenciales de comunidades y ayuntamientos, así como de ONGs de subvención estatal. Los extranjeros, con o sin papeles, protagonizan el 30% de los crímenes cometidos en España [El País, 6 de Agosto de 2000], y representan buena parte de la población reclusa española. Asimismo, y en lo que respecta a la lucha contra la inmigración ilegal, ésta supone un coste colosal (crecientes dotaciones policiales, costosísimas vallas fronterizas en Ceuta y Melilla, helicópteros, patrulleras, gastos de expulsión...).

3º) Buena parte del dinero que obtienen los inmigrantes es enviado a sus países de origen para el mantenimiento de sus familias. Nadie se ha molestado en evaluar el dinero que por este motivo sale de España. Muchas veces se nos informa de las precarias condiciones de vida de los inmigrantes, como el hecho de que muchos viven hacinados o en infraviviendas pese a contar con un trabajo digno, y se nos quiere vender como ejemplo del racismo de los españoles el que estas personas no encuentren a nadie que les quiera alquilar un piso. Esto es cierto sin duda en algunos casos, pero es igualmente cierto que en otros casos el motivo viene dado por el deseo del inmigrante de gastar lo mínimo para poder enviar la mayor cantidad posible de dinero a sus familias.

4º) Por último, no cabe hablar sólo de la riqueza que aportan, también es menester dar a conocer aquélla que impiden crear. Su masiva incorporación a la fuerza laboral posibilita el crecimiento cero de los salarios; al no crecer el poder adquisitivo de los trabajadores, tampoco crece el consumo interior, lo que perjudica a todas las empresas que no se dedican a la exportación (es decir, la mayoría de las empresas, en especial el pequeño comercio). Por desgracia, muchos de los inmigrantes, aún con papeles, engrosan las filas de la economía sumergida, que no pagan impuestos y por consiguiente su aportación a la riqueza del conjunto de los españoles es harto discutible. Mientras exista una alta tasa de paro en España, es evidente que la inmigración extranjera dificulta la resolución de este problema, por lo que el Estado deberá seguir destinando una fuerte dotación presupuestaria para satisfacer las prestaciones por desempleo, dotación que podría ser empleada en educación, sanidad, infraestructuras ...

Los inmigrantes son necesarios dada la baja natalidad española

Aquí se evidencia la mala fe de los apóstoles de la inmigración. Desde el inicio de la transición se ha venido ridiculizando la política de natalidad alentada por el régimen franquista, a la que se ha achacado como la causante de innumerables males, desde el aumento del paro al crecimiento de los índices de delincuencia y drogadicción de los ochenta. Ahora resulta que la carencia de una política de natalidad pone en peligro las pensiones del futuro. Lo que antes era malo ahora es bueno, y los mismos que antes vituperaban con sorna la política que fomentaba la existencia de familias numerosas, afirman hoy su necesidad de forma solemne y sin rubor alguno. Como quiera que a los españoles se nos ha inculcado en el último cuarto de siglo que ya no están los tiempos para tener muchos hijos (como si durante la época de nuestros padres y abuelos los panes venían llovidos del cielo), y que eso es síntoma de un atraso cultural alentado por la Iglesia para perpetuar a la mujer en su rol de madre y mantenerla aprisionada en el hogar, ahora resulta difícil dar un giro de 180 grados, por lo que afortunadamente y para salvación nuestra ahí tenemos a los inmigrantes, que carentes de complejos mantienen una alta tasa de natalidad. En definitiva, parece que de lo que se trata es de que nazcan pocos niños de españoles y muchos niños de inmigrantes, de forma que España pierda algún día su razón de ser y pueda fusionarse dócilmente a otras “ex_naciones”.

Si el problema es que nacen pocos niños, lo lógico es que el Estado fomente e incentive las familias numerosas, pero lo cierto es que esa política es prácticamente inexistente. Los partidos políticos en el poder, fieles a los intereses de las multinacionales, lejos de apostar por una política de natalidad preconizan una política inmigratoria, y para ello meten miedo a la población afirmando que hacen falta más cotizantes para poder garantizar el mantenimiento de las pensiones. Si hacen falta más cotizantes, podrían empezar por buscar empleo al 15% de la población activa en paro, pero en cualquier caso, si las cotizaciones no bastan para pagar las pensiones, no hay ninguna ley que prohiba destinar alguna partida presupuestaria para reforzar las prestaciones sociales de nuestros mayores. Parece que existe un principio universal por el cual es imprescindible que la seguridad social se sostenga por sí misma, pero lo cierto es que este principio no se aplica prácticamente a ninguna otra rama del Estado (no hay nadie que sufrague la pretensión de que la educación se autofinancie, o la seguridad ciudadana, o la política de defensa ..., sin embargo, por algún motivo esotérico incomprensible para el común de los mortales, resulta imprescindible que la seguridad social no sea deficitaria). Pero es que además se omite el hecho de que la alta tasa de nacimientos entre los inmigrantes sólo se produce durante la primera generación, tal como sucede en los países que nos “aventajan” en materia de experiencia inmigratoria (Francia, Reino Unido, Holanda ...), sus hijos, una vez adoptan nuestras “costumbres”, pasan a tener un bajo índice de natalidad, lo cual les va de maravilla a los políticos mundialistas, puesto que les permite mantener la política inmigratoria de forma indefinida.

El rechazo a la inmigración alienta el racismo y la xenofobia

Este es el último recurso de los grupos de presión que pretenden imponernos su política inmigratoria. Si alguien no queda convencido con los clichés habituales en materia de extranjería (los inmigrantes desempeñan los trabajos que nosotros no queremos, aportan riqueza, garantizan nuestras pensiones y nos recuerdan que nosotros también fuimos emigrantes), debe guardarse para sí su opinión puesto que cualquier duda sobre las bondades de la inmigración puede alentar sentimientos de rechazo, y eso está muy feo. En definitiva, si no estás de acuerdo, te callas. Este es un chantaje moral claramente inmoral (valga la redundancia) que no podemos aceptar, y que además, parte de una premisa falsa consistente en hacernos sentir culpables de un problema del que somos ajenos, y que nos impide identificar a los auténticos culpables: los inmigrantes ilegales (que no los refugiados políticos) que han despreciado las leyes de nuestro país para promocionarse económicamente; los políticos españoles que con su dejadez y aquiescencia han fomentado la actual situación; los gobiernos de los países de origen, que consienten políticas de exclusión social y corrupción, y que posibilitan la existencia de una minoría que sustenta el poder y acapara para sí los recursos de la nación al tiempo que crea una ingente bolsa de pobreza, y por último, un sistema económico mundial que prima la riqueza de las multinacionales en detrimento de la riqueza de las naciones.

Denunciar la demencial y tiránica política inmigratoria no alienta “el racismo y la xenofobia” (una prueba de la machacona propaganda financiada por los círculos del poder es la ridícula unión de “racismo” y “xenofobia”; prácticamente nadie sabría decir cuál es la diferencia entre las dos palabras, y obviamente, nadie conoce a nadie que se califique de racista, pero no de xenófobo, o viceversa), sino que es un derecho soberano del pueblo español. Tengamos presente que la inmigración en cualquier caso no supone un fin en sí mismo, sino un medio para lograr un determinado fin. El sistema democrático español nos permite discutir o discrepar las decisiones políticas, y al igual que podemos alabar o criticar las medidas fiscalizadoras o educativas, nada nos impide hacer lo mismo con las relativas a inmigración. No permitamos que se nos imponga una visión monolítica que por otra parte no responde a los legítimos intereses del pueblo español. Recordemos a quien haga falta que existe una tímida ley de extranjería –que ya sabemos que a pesar de su moderación apenas se cumple- aprobada por el parlamento, es decir, por la mayoría de la representación soberana del pueblo español. Defender las leyes, en especial las emanadas del parlamento, no puede convertirse en motivo de vergüenza. Exijamos por tanto que se cumpla la ley, en especial, que se destinen los fondos necesarios para la protección de nuestras fronteras y para financiar la expulsión de los extranjeros que pretenden burlar nuestra soberanía, que no es otra que la emanada de la voluntad mayoritaria del pueblo español expresada libremente en las urnas. La libertad que ampara a los defensores de abrir las fronteras es la misma que permite a los ciudadanos afirmar la necesidad de protegerlas. Aquéllos que desean regularizar a todos los ilegales tienen la posibilidad de lograrlo votando a los partidos que sustentan dicha petición, y no les debería resultar difícil puesto que cuentan con el apoyo de la banca (“El BBVA estima que la economía precisa 300.000 inmigrantes al año”, El País, 30 de Junio del 2000), las altas finanzas y las multinacionales, así como de los medios de comunicación, todos ellos participados en mayor o menor medida por éstas. Pero mientras no logren esa mayoría, la obligación democrática de todo español es la de hacer cumplir las leyes emanadas del parlamento. Así pues, a los que nos acusen de “xenófobos” respondámosles calificándolos de dictadores.

No consintamos que nos dobleguen con el falso debate de que los inmigrantes también son personas, que sufren penalidades y que en su mayoría son buenas personas. Nadie lo pone en duda, y es por ello que el pueblo español destina a través de los presupuestos generales del Estado ayudas al desarrollo de sus países de procedencia. Es ahí donde cabe encontrar la solución y los españoles hace muchos años que contribuimos a ella. Pero al igual que si llegamos un día a nuestra casa y nos encontramos una habitación ocupada por un extraño, procederemos a llamar a la policía sin importarnos si el intruso es una buena persona que pasa un mal momento y sin preocuparnos de que nadie por ello se atreva a acusarnos de “excluyentes”, con la misma determinación hemos de proteger nuestra casa común que es España. Resulta triste que el individualismo de la sociedad de consumo sólo nos permita ver nuestra propiedad particular y nos haga insensibles ante la propiedad colectiva. Esos seres “bondadosos” que abren las fronteras del país a todos los necesitados pero que les cierran las de su casa recuerdan a los del viejo chiste de aquél que se autocalificaba de comunista-conservador: comunista de lo ajeno y conservador de lo propio.

Tengamos siempre presente que si hoy los españoles gozamos de prestaciones sociales no es por casualidad, sino por el esfuerzo de todos aquellos españoles que nos precedieron y que posibilitaron mediante su trabajo, y en ocasiones dando su vida por ello, que sus descendientes tuvieran una vida más llevadera. Defender el logro de nuestros antepasados es una necesidad y una obligación. Claudicar, callar, agachar la cabeza para que no nos acusen falsamente de insolidarios es una cobardía indigna de las esperanzas de nuestros padres y abuelos. Frente a la visión totalitaria de las bondades de la inmigración, hemos de alzar nuestra voz inconformista y proclamar nuestro derecho a la discrepancia.


circulo_azul 01-jun-2007 20:50

Cita:

Iniciado por GARAITEZIN
Cita:

Iniciado por circulo_azul
Lo ideal seria que la inmigracion fuera legal...


Se me ocurre algo mas ideal todavía: que nadie pasara necesidad y que no tuviera que emigrar por motivos económicos o de supervivencia.


Amigo:

A esto me refiero; que mientras haya prejuicios no puede haber armonia entre dos culturas. Obviamente que lo ideal seria lo anterior y ademas estoy de acuerdo en todo lo que escribiste. Pero habria que pensar si la inmigracion ilegal es mas beneficiosa que contraproducente por lo que acaba de decir.

Pero la verdad como dije no estoy de acuerdo ni encontra de la inmigracion ilegal, solo de la hipocresía.
Nota: hay inmigrantes que emigran por mejorar su status socioeconomico y social no emigran por real necesidad.

xmonster 01-jun-2007 21:38

Re: Los mitos de la inmigración
 
Cita:

Iniciado por ernestho55
LOS MITOS DE LA INMIGRACIÓN

Los españoles también hemos sido emigrantes

Dicen que las mentiras más grandes son las verdades a medias, y eso ocurre con esta afirmación. Es verdad que los españoles han emigrado, principalmente a Latinoamérica y, tras la Segunda Guerra Mundial, a otros países de Europa. Pero hay diferencias substanciales con los actuales flujos inmigratorios con destino a España:

1º) Los españoles, en su mayoría, emigraban de acuerdo a la ley, tanto española como del país de destino. No cruzaban clandestinamente las fronteras, burlando a las autoridades. Los servicios consulares en colaboración con el ministerio de trabajo cooperaban, en la medida de sus posibilidades, con el país de acogida con vistas a regular el trabajo de los españoles, y éstos, también en su gran mayoría, no pasaban a engrosar las filas de la economía sumergida, sino que desempeñaban trabajos debidamente dados de alta en la seguridad social, cotizando y pagando los correspondientes impuestos. Sin embargo, la inmigración masiva que padece España está compuesta en buena parte por inmigrantes sin papeles, que burlan los controles fronterizos de las autoridades españolas, incrementan las filas de la economía sumergida, que no paga impuestos, al tiempo que los gobiernos de sus países de origen se desentienden de ellos y apenas cooperan con las autoridades españolas, ya sea para regular el trabajo de sus ciudadanos, para impedir la actuación en su territorio de las mal llamadas “mafias de la inmigración” que atentan contra los legítimos derechos de España, o para la repatriación de los indocumentados.

2º) Los países a los que se dirigían los españoles necesitaban mano de obra, ya fuera en América, continente con múltiples posibilidades, o en la Europa de la posguerra, que había visto reducida su población masculina e iniciaba las políticas de reconstrucción. Sin embargo, España es el país de la CEE con mayor índice de paro, y resulta absurdo pretender traer mano de obra extranjera mientras un 15% de la población activa se encuentra en situación de desempleo.

3º) Las diferencias culturales y sociológicas de los emigrantes españoles y de la población de acogida no tienen comparación con los de buena parte de la población inmigrante que llega a España, y por tanto los problemas de asimilación eran bastante menores. Los españoles que emigraban a Francia, Suiza o Alemania compartían con la población de dichos países unos mismos valores socioculturales procedentes de su historia común y de su identidad religiosa cristiana. Nada de esto sucede con la inmigración procedente de China, del magreb, del área subsahariana ...

Los inmigrantes desempeñan trabajos que los españoles no quieren realizar

Quien esto afirma viene a decir que los españoles somos muy finos y se nos caen los anillos trabajando como peones agrícolas o de la construcción, empleadas del hogar, personal de limpieza, ayudantes de bar y de cocina, y en general, trabajos de baja remuneración. Lo cierto es que todo trabajo, mientras sea honrado, es digno, lo cual se olvida fácilmente en una sociedad eminentemente capitalista que alienta lo material y lo superficial. En cualquier caso, la realidad es que los españoles quieren trabajar de acuerdo a las conquistas sociales de los últimos decenios, es decir, llevando a cabo una jornada laboral adecuada, en unas condiciones laborales adecuadas y por un salario adecuado. En el caso de una empleada del hogar, deseará la jornada laboral que marca el convenio, en las condiciones que marca el convenio y por el salario que marca el convenio. Pero siempre habrá una inmigrante que esté dispuesta a hacer más horas, por menos dinero y sin alta en seguridad social, de ahí que pocas españolas estarán dispuestas a renunciar a los derechos laborales que tanto tiempo y esfuerzo han costado al pueblo español y adaptarse a las pretensiones más humildes de la población inmigrante. En el campo no faltan españoles dispuestos a realizar las tareas agrícolas, pero siempre habrá inmigrantes que aceptarán jornadas de diez horas, seis días a la semana, por menos dinero, sin seguro agrario y en invernaderos insalubres y desprotegidos frente a los pesticidas. Y así podemos seguir con el resto de trabajos. Y aún cuando se cumpla a rajatabla la normativa laboral, siempre habrá inmigrantes de sobra para cubrir esos puestos, de forma que al sobrar la mano de obra los empresarios no necesitan incentivar a los trabajadores aumentando los salarios y por consiguiente elevando su poder adquisitivo. Los salarios bajos permiten que los de siempre tengan más beneficios que nunca. Los perjudicados son, una vez más, los españoles que componen la clase trabajadora, es decir, la mayoría de la población.

Los inmigrantes aportan riqueza al conjunto del Estado

Esta es una visión muy simplista que se basa únicamente en las cotizaciones a la seguridad social y el gasto sanitario y en pensiones que ocasionan los inmigrantes. Aún cuando es prematuro extraer resultados concluyentes, y dada la presión gubernamental y empresarial por incrementar el número de inmigrantes, es difícil dar credibilidad a estos datos, pues es sabido que primero se decide qué se quiere demostrar y a continuación se aportan los datos estadísticos que refuerzan esa tesis y se ocultan aquéllos que la debilitan, podemos aceptar en principio que es posible que hoy por hoy los inmigrantes aporten a la Seguridad Social más dinero que el gasto que producen en materia de sanidad y pensiones, pero resulta imperativo hacer las siguientes matizaciones:

1º) La población inmigrante es todavía eminentemente joven y por tanto razonablemente sana. Habrá que esperar dentro de unos años un fuerte incremento en sus necesidades sanitarias y en materia de pensiones. Podemos decir que sus cotizaciones representan para el pueblo español pan para hoy y hambre para mañana. Pero ya que hablamos del gasto sanitario, digamos toda la verdad, puesto que también es necesario mencionar la tristemente conocida alta tasa de portadores del virus VIH en África, así como el hecho de que una parte importante de mujeres inmigrantes se dedica a la prostitución, con el correspondiente riesgo para la salud pública.

2º) Los inmigrantes no sólo ocasionan gastos con cargo a la seguridad social, también hay que incrementar la dotación del ministerio de Trabajo y de Interior para atender a sus necesidades y regular su estancia (ya hay un secretario de Estado para la Inmigración, y no sería sorprendente que en un futuro cercano se cree un ministerio para tal fin). Dada la fuerte natalidad de los inmigrantes y ya que hay que proceder a la escolarización de sus hijos, es necesario resaltar que muchos de éstos precisan, ya sea por dificultades idiomáticas o de integración, de planes pedagógicos especiales que requieren de una parte no despreciable del presupuesto educativo. Muchos de los inmigrantes, documentados o no, tienen problemas de adaptación o viven en bolsas de marginalidad, por lo que consumen buena parte de los recursos del ministerio de Asuntos Sociales y de los departamentos asistenciales de comunidades y ayuntamientos, así como de ONGs de subvención estatal. Los extranjeros, con o sin papeles, protagonizan el 30% de los crímenes cometidos en España [El País, 6 de Agosto de 2000], y representan buena parte de la población reclusa española. Asimismo, y en lo que respecta a la lucha contra la inmigración ilegal, ésta supone un coste colosal (crecientes dotaciones policiales, costosísimas vallas fronterizas en Ceuta y Melilla, helicópteros, patrulleras, gastos de expulsión...).

3º) Buena parte del dinero que obtienen los inmigrantes es enviado a sus países de origen para el mantenimiento de sus familias. Nadie se ha molestado en evaluar el dinero que por este motivo sale de España. Muchas veces se nos informa de las precarias condiciones de vida de los inmigrantes, como el hecho de que muchos viven hacinados o en infraviviendas pese a contar con un trabajo digno, y se nos quiere vender como ejemplo del racismo de los españoles el que estas personas no encuentren a nadie que les quiera alquilar un piso. Esto es cierto sin duda en algunos casos, pero es igualmente cierto que en otros casos el motivo viene dado por el deseo del inmigrante de gastar lo mínimo para poder enviar la mayor cantidad posible de dinero a sus familias.

4º) Por último, no cabe hablar sólo de la riqueza que aportan, también es menester dar a conocer aquélla que impiden crear. Su masiva incorporación a la fuerza laboral posibilita el crecimiento cero de los salarios; al no crecer el poder adquisitivo de los trabajadores, tampoco crece el consumo interior, lo que perjudica a todas las empresas que no se dedican a la exportación (es decir, la mayoría de las empresas, en especial el pequeño comercio). Por desgracia, muchos de los inmigrantes, aún con papeles, engrosan las filas de la economía sumergida, que no pagan impuestos y por consiguiente su aportación a la riqueza del conjunto de los españoles es harto discutible. Mientras exista una alta tasa de paro en España, es evidente que la inmigración extranjera dificulta la resolución de este problema, por lo que el Estado deberá seguir destinando una fuerte dotación presupuestaria para satisfacer las prestaciones por desempleo, dotación que podría ser empleada en educación, sanidad, infraestructuras ...

Los inmigrantes son necesarios dada la baja natalidad española

Aquí se evidencia la mala fe de los apóstoles de la inmigración. Desde el inicio de la transición se ha venido ridiculizando la política de natalidad alentada por el régimen franquista, a la que se ha achacado como la causante de innumerables males, desde el aumento del paro al crecimiento de los índices de delincuencia y drogadicción de los ochenta. Ahora resulta que la carencia de una política de natalidad pone en peligro las pensiones del futuro. Lo que antes era malo ahora es bueno, y los mismos que antes vituperaban con sorna la política que fomentaba la existencia de familias numerosas, afirman hoy su necesidad de forma solemne y sin rubor alguno. Como quiera que a los españoles se nos ha inculcado en el último cuarto de siglo que ya no están los tiempos para tener muchos hijos (como si durante la época de nuestros padres y abuelos los panes venían llovidos del cielo), y que eso es síntoma de un atraso cultural alentado por la Iglesia para perpetuar a la mujer en su rol de madre y mantenerla aprisionada en el hogar, ahora resulta difícil dar un giro de 180 grados, por lo que afortunadamente y para salvación nuestra ahí tenemos a los inmigrantes, que carentes de complejos mantienen una alta tasa de natalidad. En definitiva, parece que de lo que se trata es de que nazcan pocos niños de españoles y muchos niños de inmigrantes, de forma que España pierda algún día su razón de ser y pueda fusionarse dócilmente a otras “ex_naciones”.

Si el problema es que nacen pocos niños, lo lógico es que el Estado fomente e incentive las familias numerosas, pero lo cierto es que esa política es prácticamente inexistente. Los partidos políticos en el poder, fieles a los intereses de las multinacionales, lejos de apostar por una política de natalidad preconizan una política inmigratoria, y para ello meten miedo a la población afirmando que hacen falta más cotizantes para poder garantizar el mantenimiento de las pensiones. Si hacen falta más cotizantes, podrían empezar por buscar empleo al 15% de la población activa en paro, pero en cualquier caso, si las cotizaciones no bastan para pagar las pensiones, no hay ninguna ley que prohiba destinar alguna partida presupuestaria para reforzar las prestaciones sociales de nuestros mayores. Parece que existe un principio universal por el cual es imprescindible que la seguridad social se sostenga por sí misma, pero lo cierto es que este principio no se aplica prácticamente a ninguna otra rama del Estado (no hay nadie que sufrague la pretensión de que la educación se autofinancie, o la seguridad ciudadana, o la política de defensa ..., sin embargo, por algún motivo esotérico incomprensible para el común de los mortales, resulta imprescindible que la seguridad social no sea deficitaria). Pero es que además se omite el hecho de que la alta tasa de nacimientos entre los inmigrantes sólo se produce durante la primera generación, tal como sucede en los países que nos “aventajan” en materia de experiencia inmigratoria (Francia, Reino Unido, Holanda ...), sus hijos, una vez adoptan nuestras “costumbres”, pasan a tener un bajo índice de natalidad, lo cual les va de maravilla a los políticos mundialistas, puesto que les permite mantener la política inmigratoria de forma indefinida.

El rechazo a la inmigración alienta el racismo y la xenofobia

Este es el último recurso de los grupos de presión que pretenden imponernos su política inmigratoria. Si alguien no queda convencido con los clichés habituales en materia de extranjería (los inmigrantes desempeñan los trabajos que nosotros no queremos, aportan riqueza, garantizan nuestras pensiones y nos recuerdan que nosotros también fuimos emigrantes), debe guardarse para sí su opinión puesto que cualquier duda sobre las bondades de la inmigración puede alentar sentimientos de rechazo, y eso está muy feo. En definitiva, si no estás de acuerdo, te callas. Este es un chantaje moral claramente inmoral (valga la redundancia) que no podemos aceptar, y que además, parte de una premisa falsa consistente en hacernos sentir culpables de un problema del que somos ajenos, y que nos impide identificar a los auténticos culpables: los inmigrantes ilegales (que no los refugiados políticos) que han despreciado las leyes de nuestro país para promocionarse económicamente; los políticos españoles que con su dejadez y aquiescencia han fomentado la actual situación; los gobiernos de los países de origen, que consienten políticas de exclusión social y corrupción, y que posibilitan la existencia de una minoría que sustenta el poder y acapara para sí los recursos de la nación al tiempo que crea una ingente bolsa de pobreza, y por último, un sistema económico mundial que prima la riqueza de las multinacionales en detrimento de la riqueza de las naciones.

Denunciar la demencial y tiránica política inmigratoria no alienta “el racismo y la xenofobia” (una prueba de la machacona propaganda financiada por los círculos del poder es la ridícula unión de “racismo” y “xenofobia”; prácticamente nadie sabría decir cuál es la diferencia entre las dos palabras, y obviamente, nadie conoce a nadie que se califique de racista, pero no de xenófobo, o viceversa), sino que es un derecho soberano del pueblo español. Tengamos presente que la inmigración en cualquier caso no supone un fin en sí mismo, sino un medio para lograr un determinado fin. El sistema democrático español nos permite discutir o discrepar las decisiones políticas, y al igual que podemos alabar o criticar las medidas fiscalizadoras o educativas, nada nos impide hacer lo mismo con las relativas a inmigración. No permitamos que se nos imponga una visión monolítica que por otra parte no responde a los legítimos intereses del pueblo español. Recordemos a quien haga falta que existe una tímida ley de extranjería –que ya sabemos que a pesar de su moderación apenas se cumple- aprobada por el parlamento, es decir, por la mayoría de la representación soberana del pueblo español. Defender las leyes, en especial las emanadas del parlamento, no puede convertirse en motivo de vergüenza. Exijamos por tanto que se cumpla la ley, en especial, que se destinen los fondos necesarios para la protección de nuestras fronteras y para financiar la expulsión de los extranjeros que pretenden burlar nuestra soberanía, que no es otra que la emanada de la voluntad mayoritaria del pueblo español expresada libremente en las urnas. La libertad que ampara a los defensores de abrir las fronteras es la misma que permite a los ciudadanos afirmar la necesidad de protegerlas. Aquéllos que desean regularizar a todos los ilegales tienen la posibilidad de lograrlo votando a los partidos que sustentan dicha petición, y no les debería resultar difícil puesto que cuentan con el apoyo de la banca (“El BBVA estima que la economía precisa 300.000 inmigrantes al año”, El País, 30 de Junio del 2000), las altas finanzas y las multinacionales, así como de los medios de comunicación, todos ellos participados en mayor o menor medida por éstas. Pero mientras no logren esa mayoría, la obligación democrática de todo español es la de hacer cumplir las leyes emanadas del parlamento. Así pues, a los que nos acusen de “xenófobos” respondámosles calificándolos de dictadores.

No consintamos que nos dobleguen con el falso debate de que los inmigrantes también son personas, que sufren penalidades y que en su mayoría son buenas personas. Nadie lo pone en duda, y es por ello que el pueblo español destina a través de los presupuestos generales del Estado ayudas al desarrollo de sus países de procedencia. Es ahí donde cabe encontrar la solución y los españoles hace muchos años que contribuimos a ella. Pero al igual que si llegamos un día a nuestra casa y nos encontramos una habitación ocupada por un extraño, procederemos a llamar a la policía sin importarnos si el intruso es una buena persona que pasa un mal momento y sin preocuparnos de que nadie por ello se atreva a acusarnos de “excluyentes”, con la misma determinación hemos de proteger nuestra casa común que es España. Resulta triste que el individualismo de la sociedad de consumo sólo nos permita ver nuestra propiedad particular y nos haga insensibles ante la propiedad colectiva. Esos seres “bondadosos” que abren las fronteras del país a todos los necesitados pero que les cierran las de su casa recuerdan a los del viejo chiste de aquél que se autocalificaba de comunista-conservador: comunista de lo ajeno y conservador de lo propio.

Tengamos siempre presente que si hoy los españoles gozamos de prestaciones sociales no es por casualidad, sino por el esfuerzo de todos aquellos españoles que nos precedieron y que posibilitaron mediante su trabajo, y en ocasiones dando su vida por ello, que sus descendientes tuvieran una vida más llevadera. Defender el logro de nuestros antepasados es una necesidad y una obligación. Claudicar, callar, agachar la cabeza para que no nos acusen falsamente de insolidarios es una cobardía indigna de las esperanzas de nuestros padres y abuelos. Frente a la visión totalitaria de las bondades de la inmigración, hemos de alzar nuestra voz inconformista y proclamar nuestro derecho a la discrepancia.



a mig@:






esto lo imprime s






hases un canutill o

y lo met es x el culo..






alivia la tensio n xeno fobica




lo he probad@ y comprobad@

compruebal@ tu tambi en !! !!

ernestho55 01-jun-2007 22:46

Re: Los mitos de la inmigración
 
Cita:

Iniciado por xmonster
a mig@:

esto lo imprime s

hases un canutill o

y lo met es x el culo..

alivia la tensio n xeno fobica

lo he probad@ y comprobad@

compruebal@ tu tambi en !! !!

A gente que dice payasadas asi, es a la que se refiere el texto

Denunciar la demencial y tiránica política inmigratoria no alienta “el racismo y la xenofobia” (una prueba de la machacona propaganda financiada por los círculos del poder es la ridícula unión de “racismo” y “xenofobia”; prácticamente nadie sabría decir cuál es la diferencia entre las dos palabras, y obviamente, nadie conoce a nadie que se califique de racista, pero no de xenófobo, o viceversa), sino que es un derecho soberano del pueblo español.

santino26 01-jun-2007 23:34

Yo también tengo una idea: que haya paz en el mundo, que no haga falta trabajar, que fluyan arroyos por todas nuestras tierras y que haya comida en abundancia, que ningún animal sufra, que algunas lagos sean de chocolate pero que no se sufra nunca obesidad ni enfermedad alguna.... A ver que más... bueno jardines de caramelo y pajaritos habladores, duendecilos simpáticos, casas inmensas que se limpien con magia como en la peli de Mary Poppins, enanitos graciosos que3 te hagan todo el trabajo con alegría y se ocupen de cuidarte y servirte, pero que a su vez estos enanitos tengan hadas chiquititas que los ayuden y que reciban poderes milagrosos. Ah, y que no exista la muerte ni los ejércitos ni las armas, y q siempre seamos niños y q vivamos para siempre.

Michelin 02-jun-2007 00:01

Cita:

Iniciado por santino26
Yo también tengo una idea: que haya paz en el mundo, que no haga falta trabajar, que fluyan arroyos por todas nuestras tierras y que haya comida en abundancia, que ningún animal sufra, que algunas lagos sean de chocolate pero que no se sufra nunca obesidad ni enfermedad alguna.... A ver que más... bueno jardines de caramelo y pajaritos habladores, duendecilos simpáticos, casas inmensas que se limpien con magia como en la peli de Mary Poppins, enanitos graciosos que3 te hagan todo el trabajo con alegría y se ocupen de cuidarte y servirte, pero que a su vez estos enanitos tengan hadas chiquititas que los ayuden y que reciban poderes milagrosos. Ah, y que no exista la muerte ni los ejércitos ni las armas, y q siempre seamos niños y q vivamos para siempre.

¡¡¡PRUEBA LA MARIHUANA, TIO!!!!

enma 02-jun-2007 00:17

Supongo, aunque ni me acuerdo ya, que este tema lo ha sacado un clon del que abrió el hilo diciendo que iba a votar a un partido de extrema derecha borrado. Sea el mismo o no, las ideas son tan parecida que da igual.
Como ni siquiera ha puesto sus propias ideas sino que ha copiado y pegado ese panfleto de otro, no creo que nadie le parezca mal que se conteste de igual manera.

Si hay alguna diferencia, entre un copia y pega del otro es, que en las diferentes razones.
El de la xenofóbia solo se alega el miedo: El miedo a mezclarse, a que te despojen de privilegios imáginarios por pertenecer a una zona geográfica concreta.. ellos eso lo llaman nación y sus privilegios provienen del lugar donde nacen, son los niños de papa de la naturaleza, los hijos de una nación como dios manda, se merecen cosas y más que otros no se merecen.
Afortunadamente la gente que le tiene ese tipo de miedo a los inmigrantes son una minoría, como dice otro, ni los banqueros ni los empresários ni la mayor parte de los ciudadanos las comparte, una minoría paranoica y acomplejada, pero minoría.

circulo_azul 02-jun-2007 03:58

El de la xenofóbia solo se alega el miedo: El miedo a mezclarse, a que te despojen de privilegios imáginarios por pertenecer a una zona geográfica concreta.. ellos eso lo llaman nación y sus privilegios provienen del lugar donde nacen, son los niños de papa de la naturaleza, los hijos de una nación como dios manda, se merecen cosas y más que otros no se merecen.
Afortunadamente la gente que le tiene ese tipo de miedo a los inmigrantes son una minoría, como dice otro, ni los banqueros ni los empresários ni la mayor parte de los ciudadanos las comparte, una minoría paranoica y acomplejada, pero minoría.[/quote]

Hola un saludo, pues dejame decirte que yo si tengo miedo a las mezclas, mas no soy racista, vamos tengo conceptos sobre el comportamiento de ciertas personas (llamalo prejuicios si quieres) aunque creo que prejuicios es hacer una suposicion en falso y no creo quesea mi caso. De todas maneras si lees el libro de Daniel Goleman "Inteligencia emocional" menciona que la gran mayoria tenemos prejuicios, solo que lo importante radica en no manifestar esos prejuicios.

Michelin 02-jun-2007 08:16

Cita:

Iniciado por enma
ni los banqueros ni los empresários ni la mayor parte de los ciudadanos las comparte, una minoría paranoica y acomplejada, pero minoría.

Sí, suele ocurrir que lo que opinan los banqueros y los empresarios es compartido por la mayoría sana y sin complejos.

enma 02-jun-2007 09:22

Cita:

Iniciado por Michelin
Cita:

Iniciado por enma
ni los banqueros ni los empresários ni la mayor parte de los ciudadanos las comparte, una minoría paranoica y acomplejada, pero minoría.

Sí, suele ocurrir que lo que opinan los banqueros y los empresarios es compartido por la mayoría sana y sin complejos.


¿Sí, y quien a dicho eso? para terjiversar hay que ser un poco más sutil.

Los banqueros y los empresarios están dispuesto a compartir los puntos de vista que le dá beneficios y los inmigrantes dan beneficios a la sociedad en general.

Si los banqueros y los empresários son finalmente los únicos que consiguen esos beneficios , será porque la legalidad no les reconocen a los inmigrantes los derechos y obligaciones que tienen como ciudadanos.
Veremos a Licenciados universitarios inmigrante haciendo el trabajo de peones , un aumento de la inmigración ilegal y el abaratamiento de la mano de obra sin cualificar o ilegal, nada más.

Frango_com_Nata 02-jun-2007 14:54

Cita:

Iniciado por santino26
Yo también tengo una idea: que haya paz en el mundo, que no haga falta trabajar, que fluyan arroyos por todas nuestras tierras y que haya comida en abundancia, que ningún animal sufra, que algunas lagos sean de chocolate pero que no se sufra nunca obesidad ni enfermedad alguna.... A ver que más... bueno jardines de caramelo y pajaritos habladores, duendecilos simpáticos, casas inmensas que se limpien con magia como en la peli de Mary Poppins, enanitos graciosos que3 te hagan todo el trabajo con alegría y se ocupen de cuidarte y servirte, pero que a su vez estos enanitos tengan hadas chiquititas que los ayuden y que reciban poderes milagrosos. Ah, y que no exista la muerte ni los ejércitos ni las armas, y q siempre seamos niños y q vivamos para siempre.

Lo más triste es que casi todo eso podríamos hacerlo... ¡si quisiéramos!, que no es el caso. Preferimos rezongar y jodernos unos a otros.

capitanpescanova 02-jun-2007 15:42

Cita:

Iniciado por enma
miedo a mezclarse, a que te despojen de privilegios imáginarios por pertenecer a una zona geográfica concreta.. ellos eso lo llaman nación y sus privilegios provienen del lugar donde nacen

¿Pero como la hija del banquero puede decir privilegios imaginados?
Supongo que al nacer en una cuna de oro, y jugar a los hippies solidarios, has pensado que todo tiene que ser tan regalado como tu vida y que no hace falta trabajar duro para ganarse algo.
Como los derechos de los trabajadores de este país, han costado años ganárselos, y gracias a banqueros, políticos sin escrúpulos, y personas como emma, se están tirando años de esfuerzo y derechos alcanzados, para que ahora se forren unos cuantos.
Yo soy de izquierdas, y de lo que se habla en ese texto es de las mentiras que nos mete el sistema.
No hay nada de xenofobia ni racismo como quieres hacer creer, solo derechos de la clase trabajadora pisoteados.
En vez de apostar por la juventud de aquí, para tener hijos, piso, etc, se prefiere apostar por mano de obra barata foránea, (no veas lo que se ahorran nuestros gobernantes)

MITO: El rechazo a la inmigración alienta el racismo y la xenofobia

Este es el último recurso de los grupos de presión que pretenden imponernos su política inmigratoria. Si alguien no queda convencido con los clichés habituales en materia de extranjería (los inmigrantes desempeñan los trabajos que nosotros no queremos, aportan riqueza, garantizan nuestras pensiones y nos recuerdan que nosotros también fuimos emigrantes), debe guardarse para sí su opinión puesto que cualquier duda sobre las bondades de la inmigración puede alentar sentimientos de rechazo, y eso está muy feo. En definitiva, si no estás de acuerdo, te callas.


yo soy de esos, de los que no se callan.

Además con esta politica salvaje que sólo beneficia a patronal, banca y gobierno, aparte de perder nosotros derechos del trabajador, adquiridos gracias al esfuerzo, sudor, incluso sangre de muchos, los que pierden son los propios inmigrantes al ser tratados como esclavos, pagados con sueldos de miseria (que luego repercuten en el resto), y vivir hacinados de forma inhumana.

Frango_com_Nata 02-jun-2007 18:16

Claro, a los inmigrantes no se los puede dejar solos, porque si no, como no saben lo que hacen, vienen aquí a pesar de que eso los perjudica. Doctrina izquierdosa de toda la vida, oye.

Libertad es algo más que el nombre de una estatuilla.

justin 02-jun-2007 18:36

Fuera los inmigrantes.España da verguenza.

enma 02-jun-2007 19:13

Ojala fuera la hija de un banquero capitan no por mi sino por mi hija y no mereces más contestación porque ni has leido lo que escribí.

A los que siguen defendiendo ideas como esta, tal vez os parezca que habeis inventado otra vez la polvora, pero por desgracia en mi memoria vital aún tengo que recordarla a franco al sindicato vertical y el fuero de los españoles y me hace muy poca gracia que unos niñatos de Internet empiecen otra vez a calentar el huevo de la serpiente aunque reconozco que es esperpentico y más en este foro, pero en fin al menos que sepais que no inventais nada nuevo, todo lo que hablais ya lo dijeron antes otros. http://www.fuenterrebollo.com/Franco/menu.html (Principios Fundamentales Movimiento)

ernestho55 02-jun-2007 21:44

No, es mejor escudarse en la solidaridad y permitir que vengan los inmigrantes y trabajen como esclavos por una miseria, y de paso bajar el sueldo a la población indígena.
Y si estos protestan (porque algunos nos da por protestar), llamarnos intolerantes o racistas, ¿no estarás estudiando empresariales? que chica tan lista.

ernestho55 02-jun-2007 21:49

Cita:

Iniciado por justin
Fuera los inmigrantes.España da verguenza.

Eso es xenofobia y racismo
Yo no digo que se vayan, sino que vengan a trabajar por un sueldo digno, no ha contribuir a que nos lo bajen a los demás.
Ni a hundir la seguridad social, trabajando uno y trayéndose hasta sus abuelos a chupar del bote.
Para que luego se inventen cuentos de que los de aquí rechazamos trabajos porque somos unos señoritos, de eso nada, simplemente que no estamos dispuestos a trabajar por una basura, y esta gente estan dispuestos a todo, mientras que los empresarios, banca, y gobierno, tan contentos, y si no estás de acuerdo, eres racista.
Enma se lo ha tragado.

Frango_com_Nata 02-jun-2007 21:52

Eso no cuadra: los que se traen a los abuelos para chupar del bote compensan a los que se dejan las tripas deslomándose por una miseria.


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