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Merovingio 18-mar-2007 14:57

Soledad
 
Hay tanta gente en este mundo que cualquiera diria que es absolutamente imposible sentirse solo. Mas de seismil millones de humanos pueblan este planeta; siempre tendria que haber una multitud de personas capaces de echarte una mano cuando necesitas ayuda, deseosas de escucharte cuando tienes que expresarte, o simplemente permanecer a tu lado en los momentos dificiles. Literalmente, hablariamos de centenares de humanos apoyandose mutuamente en un bucolico paisaje de paz, amor y felicidad.

¿Como es posible entonces que cuantas mas personas hay, mas soledad existe?

Dejo esta reflexion en el aire porque no encuentro conclusion alguna 8O

phobos5 18-mar-2007 15:09

tu no has estado en el metro en hora punta...
no, (en serio), en la supuesta era de la informacion, y en este perro mundo cada uno va a su habío, es muy triste pero es así, no hay valores, lo unico q importa es el dinero y asi nos va
ojala cambiase el mundo en general
siempre hay excepciones y hay gente q merece la pena, asi que no pierdas la esperanza, hay q tener un poco de suerte y dar con las personas adecuadas

Srta_Lechuza 18-mar-2007 19:38

Es cierto, en el fondo todos estamos solos, aunque tengamos un mayor o menor número de conexiones con otros individuos, que pueden llegar a conocer y comprender alguna de nuestras múltiples caras, eso tan sólo es el fruto de nuestras elecciones. Nos sentimos solos porque no sabemos apreciar nuestra propia compañía, y comprender que somos todo un mundo por nosotros mismos. Creo que sólo cuando te sientes totalmente completo puedes confiar lo suficiente en otras personas como para que el sentimiento de soledad simplemente no tenga cabidaen tu cabeza. No es cuestión de estar solo o no estarlo, sino de la forma de entender esa supuesta soledad.

Ristomejide 18-mar-2007 19:54

Re: Soledad
 
Cita:

Iniciado por Merovingio
Hay tanta gente en este mundo que cualquiera diria que es absolutamente imposible sentirse solo. Mas de seismil millones de humanos pueblan este planeta; siempre tendria que haber una multitud de personas capaces de echarte una mano cuando necesitas ayuda, deseosas de escucharte cuando tienes que expresarte, o simplemente permanecer a tu lado en los momentos dificiles. Literalmente, hablariamos de centenares de humanos apoyandose mutuamente en un bucolico paisaje de paz, amor y felicidad.

¿Como es posible entonces que cuantas mas personas hay, mas soledad existe?

Dejo esta reflexion en el aire porque no encuentro conclusion alguna 8O

´
Éste no es un mundo de rosas. Cda uno va a lo que va, a llenarse el bolsillo y buscarse una parejita para no estar solo , echar un polvo de vez en cuando y poco más. El resto importa un pimiento. No es más, si te pueden pisar te pisan.

Cuando tienes la desgracia de tener un problema o una enfermedad te quedas más solo aun. Recibes muy buenas palabras, pero estás solo. Y como estás solo, aunque sea por puro amor propio, hay que luchar y no esperar cosas de los demás. Cuanto menos esperes, menos te desengañas.

Kris_bcn 18-mar-2007 21:09

Goethe lo explica muy bien:

"Sí, estoy convencido, querido amigo, convencido y cada vez lo estoy más, de que la existencia de una criatura importa poco, muy poco. (...) Eres para tus amigos muchas veces motivo de alegría y parece como si tu corazón no pudiese latir sin ellos; y sin embargo, si te alejaras, si salieras de este círculo, ¿lo notarían?; ¿durante cuánto tiempo notarían el vacío que tu pérdida abriría en su destino? ¿Cuánto tiempo? ¡Ah! El hombre es tan pasajero que incluso allí mismo donde cree estar seguro de su existencia, allí donde deja la única y verdadera huella de su presencia en el recuerdo, en el alma de los seres queridos, allí también se borra, tiene que desaparecer y... ¡tan pronto!

Muchas veces me desgarraría el pecho y me rompería la cabeza al ver lo poco que podemos hacer los unos por los otros. El amor, la alegría, el calor y el goce que no aporte yo, no me lo proporcionará otro, y ni con un corazón rebosante de felicidad podré hacer dichoso a quien está ante mí, frío y desvalido."

Las desventuras del joven Werther. Johannn Wolfgang von Goethe

:(

Ronan 18-mar-2007 22:18

Dos cosas... creo que Goethe murió suicidándose, así que no hay que tomarse muy al pie de la letra lo que diga o deje de decir. Que alguien sea considerado un genio de la literatura, no le hace más inteligente ni más nada...

La otra cosa... no estoy de acuerdo, creo que las personas podemos dejar huellas muy difíciles de borrar en los demás. Esto es bueno y malo a la vez, en realidad...

Pero básicamente estoy de acuerdo en que a veces el mundo parece un lugar frío, helado, polar. Toda la gente que hay y lo completamente solos que nos podemos llegar a sentir... Hoy leía una entrevista con un actor que explicaba lo bien que se sentía estando solo y cómo no necesitaba estar con nadie. Admiro a la gente así, yo creo que cada día soy más dependiente de la gente. Pero una cosa de buena tiene la sociedad de la información... uno puede entrar en foros como este cuando está de bajón y saber que no sólo él se siente así a veces. Y, con suerte, como ha dicho alguien ya, entre tanta gente, es solo cuestión de suerte y persistencia que vayamos dando con gente con quien de verdad conectemos. Es una cuestión de estadísitica, no? 8)

Merovingio 18-mar-2007 23:11

Yo creo que es una cuestion de necesidad. Todos, sin excepcion, necesitamos del contacto de alguien cercano para no sentirnos solos. A veces esa necesidad es tan grande, que nos volvemos egoistas.

El mundo seria un lugar mejor si sacrificaramos nuestras necesidades en beneficio de los demas, ¿pero a quien conoceis que a la hora de la verdad sea capaz de hacerlo? Nuestras penas y desventuras siempre parecen superiores a las del resto de los mortales, parece que nos sintieramos con derecho a despreciar el sufrimiento ajeno y reclamar mas atencion para nosotros.

Sobre lo que decis de encontrar a alguien compatible, que conecte contigo... a eso me referia con el escrito introductorio del post.... hay miles de millones de humanos, o sea que por variedad no sera, o quizas si, que haya tanta que no sepamos donde elegir... o que hayamos conocido a tantas y tan ingratas personas que nos hagamos una idea del resto y desistamos de conocer mas.

Si; ese debe ser mi caso; fijo que si :roll:

matumatias 19-mar-2007 06:37

Cita:

Iniciado por Kris_bcn
Goethe lo explica muy bien:

"Sí, estoy convencido, querido amigo, convencido y cada vez lo estoy más, de que la existencia de una criatura importa poco, muy poco. (...) Eres para tus amigos muchas veces motivo de alegría y parece como si tu corazón no pudiese latir sin ellos; y sin embargo, si te alejaras, si salieras de este círculo, ¿lo notarían?; ¿durante cuánto tiempo notarían el vacío que tu pérdida abriría en su destino? ¿Cuánto tiempo? ¡Ah! El hombre es tan pasajero que incluso allí mismo donde cree estar seguro de su existencia, allí donde deja la única y verdadera huella de su presencia en el recuerdo, en el alma de los seres queridos, allí también se borra, tiene que desaparecer y... ¡tan pronto!

Muchas veces me desgarraría el pecho y me rompería la cabeza al ver lo poco que podemos hacer los unos por los otros. El amor, la alegría, el calor y el goce que no aporte yo, no me lo proporcionará otro, y ni con un corazón rebosante de felicidad podré hacer dichoso a quien está ante mí, frío y desvalido."

Las desventuras del joven Werther. Johannn Wolfgang von Goethe

:(

Era demasiado crío cuando leí "el Werther" lo leí con deleite, pero cuando lo terminé caí en una de las primeras depresiones de mi vida. Ningún otro libro me produjo eso, ni siquiera los más deprimentes de Dosto.

matumatias 19-mar-2007 07:36

Cita:

Iniciado por Ronan
Dos cosas... creo que Goethe murió suicidándose, así que no hay que tomarse muy al pie de la letra lo que diga o deje de decir. Que alguien sea considerado un genio de la literatura, no le hace más inteligente ni más nada...

La otra cosa... no estoy de acuerdo, creo que las personas podemos dejar huellas muy difíciles de borrar en los demás. Esto es bueno y malo a la vez, en realidad...

Pero básicamente estoy de acuerdo en que a veces el mundo parece un lugar frío, helado, polar. Toda la gente que hay y lo completamente solos que nos podemos llegar a sentir... Hoy leía una entrevista con un actor que explicaba lo bien que se sentía estando solo y cómo no necesitaba estar con nadie. Admiro a la gente así, yo creo que cada día soy más dependiente de la gente. Pero una cosa de buena tiene la sociedad de la información... uno puede entrar en foros como este cuando está de bajón y saber que no sólo él se siente así a veces. Y, con suerte, como ha dicho alguien ya, entre tanta gente, es solo cuestión de suerte y persistencia que vayamos dando con gente con quien de verdad conectemos. Es una cuestión de estadísitica, no? 8)


Sobre el supuesto s-uicidio de Goethe, creo que somos muchos los que leemos esto por primera vez. Tal vez lo estés confundiendo con algún personaje creado por él; investigando, muy pronto lo descubrirás.

Ser un buen novelista, no ya un genio universal de la literatura... requiere al menos, ser un avezado filósofo práctico, un agudo psicólogo ¿Como crearía sino personajes creíbles y conmovedores? Un más que aceptable poeta y una sólida cultura.
¿Es posible ser todas estas cosas sino se tiene una poderosa inteligencia...?

Por otra parta el Coloso de Weimar estudió derecho, escribió un libro sobre teoría de los colores, sobre geología, química, física, fue un gran anatomista (el hueso intermaxilar es un descubrimiento suyo) teórico sociopolítico, diplomático (tuvo a su cargo una entrevista con Napoleón cuando este ya se encontraba dentro del territorio Prusiano) y algunas cosas que seguramente olvido.

En sus años de vejez fue reverenciado y miles de jóvenes artistas o intelectuales acudían desde diferentes puntos de Europa para tener aunque fuera una breve entrevista en persona. Como años más tarde ocurrió con Tolstoi.

Ronan 19-mar-2007 11:42

Buenooo, ahora sí que que he quedado como un inculto por completo :?

En fin, déjame intentar arreglarlo... efectivamente he buscado un poco y parece que no se suicidó... Ocurría que recordaba haber leído un texto sobre su muerte "wertheriana", pero seguramente estaba referido a algún artista del Romanticismo, no a él. Lo siento! (Pero a la vez me alegro, porque esto me demuestra que pese a todo, él no siguió los pasos de su personaje y eligió vivir).

Por otra parte, efectivamente era un genio y extremadamente inteligente... Esto me pasa por vago y por no comprobar las cosas que digo. En todo caso, lo que quise decir, lo que ocurre es que no lo expliqué bien, es que el que alguien sea un genio de la literatura, las matemáticas, la física o lo que sea, no le hace una mayor autoridad moral en temas como el sentido de la vida. Se trata de algo tan indefinible y tan abstracto que no creo que esté en mejor posición de opinar sobre estas cosas un genio que mi vecino del quinto. Cada uno ve estas cosas a su manera, y creo que influye mucho más el aspecto emocional que la pura inteligencia matemática, musical, física, etc. El que este genio concreto sea escritor le puede hacer un mejor observador de las personas y su psicología, pero sigue sin convertir sus palabras en dogmas de fe. Y sobre dejar huellas en las personas...

La dejamos y nos la dejan. Esto es una verdad universal, y aquí me da lo mismo si lo rebaten Goethe, Nietzsche, Sócrates, Leonardo da Vinci o Stephen Hawking. Nuestra vida de hecho es un constante intercambio de huellas; algunas se borran al instante, como el que pasa por la calle y te pregunta la hora y ya nunca más recordarás su cara, y las que permanecen para siempre, como la de aquellas personas que has llegado a querer... o a odiar, si me apuras. Es precisamente porque dejamos una huella que hay crímenes pasionales, svicidios, celos, felicidad... Las personas inteligentes no son inmunes a la tristeza y a la depresión, y es un hecho bien comprobado en psicología que cuando uno está en un momento de depresión no piensa con claridad. Tampoco en un momento de euforia.

Yo no estoy a favor de la literatura falsamente optimista y pseudofilosófica (no voy a poner ejemplos por si alguien aquí es fan del autor que me viene a la mente), pero tampoco me parece buena idea cuando uno está en un momento bajo sumergirse en historias tan deprimentes y absorber esa filosofía de la vida y hundirse más...

Merovingio 19-mar-2007 13:00

A mi me han comparado alguna vez con Nietzsche, no tengo ni idea del porque, no lo he leido. Ni a el ni a ninguno*, aborrezco la lectura; asi que os dejo con ese interesante debate de filosofos, no tengo mucho que aportar.

* Lo unico que he leido es a Dan Brown y a Anne Rice, pero no tienen mucho que ver con esto.

Ronan 20-mar-2007 19:21

Lo siento por haber convertido tu debate en una discusión filosófica, Merovingio. De todas formas, precisamente yo quería decir que todos estamos igual de preparados para opinar de estos temas y que la opinión de ningún filósofo vale más que la de cualquier otra persona. Si noi entre ellos están de acuerdo...

GARAITEZIN 21-mar-2007 21:27

La tristeza, un cuento cortísimo de Chéjov que quería compartir:

Cita:


La tristeza



La capital está envuelta en las penumbras vespertinas. La nieve cae lentamente en gruesos copos, gira alrededor de los faroles encendidos, se extiende, en fina, blanda capa, sobre los tejados, sobre los lomos de los caballos, sobre los hombros humanos, sobre los sombreros.
El cochero Yona está todo blanco, como un aparecido. Sentado en el pescante de su trineo, encorvado el cuerpo cuanto puede estarlo un cuerpo humano, permanece inmóvil. Diríase que ni un alud de nieve que le cayese encima le sacaría de su quietud.
Su caballo está también blanco e inmóvil. Por su inmovilidad, por las líneas rígidas de su cuerpo, por la tiesura de palos de sus patas, parece, aun mirado de cerca, un caballo de dulce de los que se les compran a los chiquillos por un copec. Hállase sumido en sus reflexiones: un hombre o un caballo, arrancados del trabajo campestre y lanzados al infierno de una gran ciudad, como Yona y su caballo, están siempre entregados a tristes pensamientos. Es demasiado grande la diferencia entre la apacible vida rústica y la vida agitada, toda ruido y angustia, de las ciudades relumbrantes de luces.
Hace mucho tiempo que Yona y su caballo permanecen inmóviles. Han salido a la calle antes de almorzar; pero Yona no ha ganado nada.
Las sombras se van adensando. La luz de los faroles se va haciendo más intensa, más brillante. El ruido aumenta.
—¡Cochero! —oye de pronto Yona—. ¡Llévame a Viborgskaya!
Yona se estremece. Al través de las pestañas cubiertas de nieve ve a un militar con impermeable.
—¿Oyes? ¡A Viborgskaya! ¿Estás dormido?
Yona le da un latigazo al caballo, que se sacude la nieve del lomo. El militar toma asiento en el trineo. El cochero arrea al caballo, estira el cuello como un cisne y agita el látigo. El caballo también estira el cuello, levanta las patas, y, sin apresurarse, se pone en marcha.
—¡Ten cuidado! —grita otro cochero invisible, con cólera—. ¡Nos vas a atropellar, imbécil! ¡A la derecha!
—¡Vaya un cochero! —dice el militar—. ¡A la derecha!
Siguen oyéndose los juramenitos del cochero invisible. Un transeunte que tropieza con el caballo de Yona gruñe amenazador. Yona, confuso, avergonzado, descarga algunos latigazos sobre el lomo del caballo. Parece aturdido, atontado, y mira alrededor como si acabase de despertarse de un sueño profundo.
—¡Se diría que todo el mundo ha organizado una conspiración contra ti! —dice con tono irónico el militar—. Todos procuran fastidiarte, meterse entre las patas de tu caballo. ¡Una verdadera conspiración!
Yona vuelve la cabeza y abre la boca. Se ve que quiere decir algo; pero sus labios están como paralizados, y no puede pronunciar una palabra.
El cliente advierte sus esfuerzos y pregunta:
—¿Qué hay?
Yona hace un nuevo esfuerzo y contesta con voz ahogada:
—Ya ve usted, señor... He perdido a mi hijo... Murió la semana pasada...
—¿De veras?... ¿Y de qué murió?
Yona, alentado por esta pregunta, se vuelve aún más hacia el cliente y dice:
—No lo sé... De una de tantas enfermedades... Ha estado tres meses en el hospital y a la postre... Dios que lo ha querido.
—¡A la derecha! —óyese de nuevo gritar furiosamente—. ¡Parece que estás ciego, imbécil!
—¡A ver! —dice el militar—. Ve un poco más aprisa. A este paso no llegaremos nunca. ¡Dale algún latigazo al caballo!
Yona estira de nuevo el cuello como un cisne, se levanta un poco, y de un modo torpe, pesado, agita el látigo.
Se vuelve repetidas veces hacia su cliente, deseoso de seguir la conversación; pero el otro ha cerrado los ojos y no parece dispuesto a escuchale.
Por fin, llegan a Viborgskaya. El cochero se detiene ante la casa indicada; el cliente se apea. Yona vuelve a quedarse solo con su caballo. Se estaciona ante una taberna y espera, sentado en el pescante, encorvado, inmóvil. De nuevo la nieve cubre su cuerpo y envuelve en un blanco cendal caballo y trineo.
Una hora, dos... ¡Nadie! ¡Ni un cliente!
Mas he aquí que Yona torna a estremecerse: ve detenerse ante él a tres jóvenes. Dos son altos, delgados; el tercero, bajo y chepudo.
—¡Cochero, llévanos al puesto de policía! ¡Veinte copecs por los tres!
Yona coge las riendas, se endereza. Veinte copecs es demasiado poco; pero, no obstante, acepta; lo que a él le importa es tener clientes.
Los tres jóvenes, tropezando y jurando, se acercan al trineo. Como sólo hay dos asientos, discuten largamente cuál de los tres ha de ir de pie. Por fin se decide que vaya de pie el jorobado.
—¡Bueno; en marcha! —le grita el jorobado a Yona, colocándose a su espalda—. ¡Qué gorro llevas, muchacho! Me apuesto cualquier cosa a que en toda la capital no se puede encontrar un gorro más feo...
—¡El señor está de buen humor! —dice Yona con risa forzada—. Mi gorro...
—¡Bueno, bueno! Arrea un poco a tu caballo. A este paso no llegaremos nunca. Si no andas más aprisa te administraré unos cuantos sopapos.
—Me duele la cabeza —dice uno de los jóvenes—.
Ayer, yo y Vaska nos bebimos en casa de Dukmasov cuatro botellas de caña.
—¡Eso no es verdad! —responde el otro— Eres un embustero, amigo, y sabes que nadie te cree.
—¡Palabra de honor!
—¡Oh, tu honor! No daría yo por él ni un céntimo.
Yona, deseoso de entablar conversación, vuelve la cabeza, y, enseñando los dientes, ríe atipladamente.
—¡Ji, ji, ji!... ¡Qué buen humor!
—¡Vamos, vejestorio! —grita enojado el chepudo—. ¿Quieres ir más aprisa o no? Dale de firme al gandul de tu caballo. ¡Qué diablo!
Yona agita su látigo, agita las manos, agita todo el cuerpo. A pesar de todo, está contento; no está solo. Le riñen, le insultan; pero, al menos, oye voces humanas. Los jóvenes gritan, juran, hablan de mujeres. En un momento que se le antoja oportuno, Yona se vuelve de nuevo hacia los clientes y dice:
—Y yo, señores, acabo de perder a mi hijo. Murió la semana pasada...
—¡Todos nos hemos de morir!—contesta el chepudo—. ¿Pero quieres ir más aprisa? ¡Esto es insoportable! Prefiero ir a pie.
—Si quieres que vaya más aprisa dale un sopapo —le aconseja uno de sus camaradas.
—¿Oyes, viejo estafermo?—grita el chepudo—. Te la vas a ganar si esto continúa.
Y, hablando así, le da un puñetazo en la espalda.
—¡Ji, ji, ji! —ríe, sin ganas, Yona—. ¡Dios les conserve el buen humor, señores!
—Cochero, ¿eres casado? —pregunta uno de los clientes.
—¿Yo? !Ji, ji, ji! ¡Qué señores más alegres! No, no tengo a nadie... Sólo me espera la sepultura... Mi hijo ha muerto; pero a mí la muerte no me quiere. Se ha equivocado, y en lugar de cargar conmigo ha cargado con mi hijo.
Y vuelve de nuevo la cabeza para contar cómo ha muerto su hijo; pero en este momento el chepudo, lanzando un suspiro de satisfacción, exclama:
—¡Por fin, hemos llegado!
Yona recibe los veinte copecs convenidos y los clientes se apean. Les sigue con los ojos hasta que desaparecen en un portal.
Torna a quedarse solo con su caballo. La tristeza invade de nuevo, más dura, más cruel, su fatigado corazón. Observa a la multitud que pasa por la calle, como buscando entre los miles de transeúntes alguien que quiera escucharle. Pero la gente parece tener prisa y pasa sin fijarse en él.
Su tristeza a cada momento es más intensa. Enorme, infinita, si pudiera salir de su pecho inundaría el mundo entero.
Yona ve a un portero que se asoma a la puerta con un paquete y trata de entablar con él conversación.
—¿Qué hora es? —le pregunta, melifluo.
—Van a dar las diez —contesta el otro—. Aléjese un poco: no debe usted permanecer delante de la puerta.
Yona avanza un poco, se encorva de nuevo y se sume en sus tristes pensamientos. Se ha convencido de que es inútil dirigirse a la gente.
Pasa otra hora. Se siente muy mal y decide retirarse. Se yergue, agita el látigo.
—No puedo más —murmura—. Hay que irse a acostar.
El caballo, como si hubiera entendido las palabras de su viejo amo, emprende un presuroso trote.
Una hora después Yona está en su casa, es decir, en una vasta y sucia habitación, donde, acostados en el suelo o en bancos, duermen docenas de cocheros. La atmósfera es pesada, irrespirable. Suenan ronquidos.
Yona se arrepiente de haber vuelto, tan pronto. Además, no ha ganado casi nada. Quizá por eso —piensa— se siente tan desgraciado.
En un rincón, un joven cochero se incorpora. Se rasca el seno y la cabeza y busca algo con la mirada.
—¿Quieres beber? —le pregunta Yona.
—Sí.
—Aquí tienes agua... He perdido a mi hijo... ¿Lo sabías?... La semana pasada, en el hospital... ¡Qué desgracia!
Pero sus palabras no han producido efecto alguno. El cochero no le ha hecho, caso, se ha vuelto a acostar, se ha tapado la cabeza con la colcha y momentos después se le oye roncar.
Yona exhala un suspiro. Experimenta una necesidad imperiosa, irresistible, de hablar de su desgracia. Casi ha transcurrido una semana desde la muerte de su hijo; pero no ha tenido aún ocasión de hablar de ella con una persona de corazón. Quisiera hablar de ella largamente, contarla con todos sus detalles. Necesita referir cómo enfermó su hijo, lo que ha sufrido, las palabras que ha pronunciado al morir. Quisiera también referir cómo ha sido el entierro... Su difunto hijo ha dejado en la aldea una niña de la que también quisiera hablar. ¡Tiene tantas cosas que contar! ¡Qué no daría él por encontrar alguien que se prestase a escucharle, sacudiendo compasivamente la cabeza, suspirando, compadeciéndole! Lo mejor sería contárselo todo a cualquier mujer de su aldea; a las mujeres, aunque sean tontas, les gusta eso, y basta decirles dos palabras para que viertan torrentes de lágrimas.
Yona decide ir a ver a su caballo.
Se viste y sale a la cuadra.
El caballo, inmóvil, come heno.
—¿Comes? —le dice Yona, dándole palmaditas en el lomo—. ¿Qué se le va a hacer, muchacho? Como no hemos ganado para comprar avena hay que contentarse con heno... Soy ya demasiado viejo para ganar mucho... A decir verdad, yo no debía ya trabajar; mi hijo me hubiera reemplazado. Era un verdadero, un soberbio cochero; conocía su oficio como pocos. Desgraciadamente, ha muerto...
Tras una corta pausa, Yona continúa:
—Sí, amigo..., ha muerto... ¿Comprendes? Es como si tú tuvieras un hijo y se muriera... Naturalmente, sufrirías, ¿verdad?...
El caballo sigue comiendo heno, escucha a su viejo amo y exhala un aliento húmedo y cálido.
Yona, escuchado al cabo por un ser viviente, desahoga su corazón contándoselo todo.



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