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ketket 17-dic-2012 06:47

Respuesta: Citas y otros textos que queramos compartir
 
Cita:

Iniciado por Jassito (Mensaje 567392)



Les quiero compartir un poco de la conversación que tuve con mi papá
apenas ayer, no ha sido por nadie más que por él, yo sé que mi papá no es
filosofo ni gurú, pero me animó y me devolvió este amor tan grande que le
tengo con esta invitación...

Por qué te la pasas en tu cuarto? Creo que cuando estás en tu cuarto y
escuchas a alguien subir hasta te escondes abajo de la cama...

A veces el ser humano tiene miedo, y por miedo no se atreve a hacer ciertas
cosas, ciertos retos que implican la vida. El ser humano encuentra una
manera de como zafarse de estos miedos, y si, se calma todo por un tiempo.

Y el miedo se va recorriendo y haciendo más fuerte, el miedo es lo que crea
las situaciones dificiles, el alcoholismo, la drogadicción, la depresión y la
neurosis. Por eso los miedos hay que enfrentarlos, si, de una buena vez,
para que no nos destruyan, ya cuando los estás enfrentando te das cuenta
que no son nada.

Supongamos que te bañas, te pones ropa nueva, te peinas y te maquillas,
quedas muy bien, pero no sales de tu cuarto. Entonces todo valió para pura
madre!! ¿Porqué? Por que no sales a que te vea el mundo, a que te vea la
ropa, el cabello, la cara, ni siquiera que escuche tu voz!! Tienes que
mostrarte, si, tienes que mostrarte si quieres tener amigos, si quieres tener
trabajo, si quieres ir a la escuela, muéstrate para que los demás puedan
ver la persona que eres. Para que sepan que te gusta, que no te gusta, que
piensas si piensas bonito, si te gustan las cosas bonitas si tienes valores,
para que sepan que estás viva.

¿Por que tener miedo a que te vean, a que te escuchen, a que te hablen? si
eso es lo bonito de la vida, convivir, por eso tiene la palabra vivir en ella.


Y no te enfoques en el futuro, esperando que pase esto que llegue enero,
que llegue mañana, que llegué agosto, hazlo ya. ¿Que no ves que el futuro
no existe? El futuro se hace presente y lo tienes que hacer, también debes
disfrutarlo. Si, disfrútalo, por que lo estás haciendo, disfruta tu presente,
convive, habla, opina, que importa si los demás corresponden contigo, y si
no, no importa, no hay nada mejor que alguien que piense distinto a ti por
que te puede hacer ver la razón en un instante.

No tengas miedo, muéstrate, que en realidad el mundo te quiere conocer. Ya vive, hija, ya vive!!

me agrada tu papá :)

Massolaquelauna 21-dic-2012 13:04

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No Compres ese Perro - Pérez Reverte


No seas imbécil. Ni desaprensivo. No hagas posible que dentro de unos meses algunos te mentemos a la madre al cruzarnos con el resultado de tu indiferencia y tu estupidez. Piénsalo mucho antes de dar el paso irreversible; de complicarte una vida que luego pretenderás solucionar por el camino más fácil. Aún puedes evitarlo. Impedir que te despreciemos, e incluso despreciarte a ti mismo cuando te mires en el espejo. Ya sé, de todas formas, que el autodesprecio es relativo. Tarde o temprano, hasta con las mayores atrocidades en la mochila, siempre nos las apañamos para ingeniar coartadas, justificaciones. Conozco a pocos que, hagan lo que hagan -desde faenas elementales hasta cargarse al prójimo-, no acaben durmiendo a pierna suelta tras unos pocos ejercicios de terapia personal. Aun así, permite que te lo explique antes de que ocurra, primero, y después se te olvide. Resumiendo: intenta no convertirte, innecesariamente, en un hijo de la gran ****.

Sé que tus niños quieren un perro. Que les hace una ilusión enorme y te dan la matraca desde hace mucho. Que tu hija, por ejemplo, te hace babear cuando te abraza y pide una mascota. O que te acabas de separar de tu legítima, y crees que regalándole al crío un animal, y paseando con él los fines de semana, podrás recuperar el terreno perdido, o no perderlo en el futuro. Hay mil razones, supongo. Un montón de circunstancias por las que has pensado comprar un perro estos días, para tus hijos. O para tu mujer. Tal vez para ti mismo. Un perro en casa, por Navidad.

Déjame contarte, porque de eso sé algo. He tenido cinco perros, así que calcula. Y no hay nada en el mundo como ellos. No hay compañía más silenciosa y grata. No hay lealtad tan conmovedora como la de sus ojos atentos, sus lengüetazos y su trufa próxima y húmeda. Nada tan asombroso como la extrema perspicacia de un perro inteligente. No existe mejor alivio para la melancolía y la soledad que su compañía fiel, la seguridad de que moriría por ti, sacrificándose por una caricia o una palabra. He dicho muchas veces que ningún ser humano vale lo que un buen perro. Cuando uno de nosotros muere, no se pierde gran cosa. La vida me dio esa certeza. Pero cuando desaparece un perro noble y valiente, el mundo se torna más oscuro. Más triste y más sucio.

Es muy posible, naturalmente, que aciertes. Que, tras pensarlo bien, tomes la decisión y asumas las consecuencias con feliz resultado. Que comprar un perro para tus hijos, para tu mujer o para ti sea un acierto. Que su compañía cambie vuestra vida para bien. Que os haga más conscientes de ciertas cosas. A menudo, un perro acaba haciéndote mejor persona. Te hace sentir cosas que antes no sentías. Sin embargo, no siempre es así. Un perro en el lugar inadecuado puede volverse un drama. Una incomodidad para ti y los tuyos. Y una tragedia para él.

Permíteme imaginar lo que podría ocurrir. Que vayas a la tienda, elijas a un perrito delicioso, y eso te valga gritos de alegría y besos familiares. No hay nada tan simpático como un cachorrillo. Al principio todo serán incidentes graciosos y situaciones tiernas. Luego, si vives en piso pequeño o lugar inadecuado, las cosas pueden ser diferentes. Un perro exige cuidados, gastos, paseos, limpieza, comida. No aparece y desaparece cuando conviene. Es un miembro de la familia con derechos y necesidades, que exige pensar en él cuando se planean vacaciones, e incluso una simple salida al cine o a un restaurante. A eso añádele la educación. Un perro mal educado puede convertirse en una pesadilla familiar y social. Además, cada uno, como las personas, tiene su carácter. Punto de vista y maneras. Eso exige un respeto que no todos los humanos somos capaces de comprender.

A estas alturas, sabes dónde voy a parar. Si eres de esa materia miserable de la que estamos hechos buena parte de los seres humanos, acabarás abandonándolo. Un viaje en coche a un campo lejano, una gasolinera, una cuneta. Abrir la puerta para que baje y seguir tu camino, acelerando sin atender los ladridos del chucho que correrá tras el automóvil hasta quedar exhausto, desorientado, incapaz de comprender que su mundo acaba de romperse para siempre. El resto no hace falta que lo detalle, pues lo sabes de sobra: él nunca lo haría, y todo eso. Los niños preguntando dónde está el perrito, papi, y tú oyendo aún esos ladridos que dejabas atrás. Avergonzado de ti mismo, o tal vez no. Ya dije antes que un rasgo del perfecto hijo de **** es arreglárselas para que sus actos acaben por no avergonzarlo en absoluto. Así que voy a pedirte un favor. Por ti, por mí, por tus hijos. Antes de ir a la tienda de mascotas esta Navidad, mírate al espejo. Y si no te convence lo que ves, mejor les compras un peluche.

Ennui 21-dic-2012 22:32

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«Tú, haz aún más intensos los años de niñez recargándolos con la experiencia del adulto. Liga la corrupción a tu frescura de niño. Atraviesa verticalmente todas las posibilidades de precocidad. Ya pagarás el precio: a los 19 años no tendrás sino cansancio en la mirada agotada de capacidad de emoción y disminuida la fuerza de trabajo. Entonces bienvenida sea la dulce muerte fijada de antemano. Adelántate a la muerte, precísale una cita. Nadie quiere a los niños envejecidos. Sólo tú comprendes que enredaste los años para malgastar y los años de la reflexión en una sola torcida actividad intensa. Viviste al mismo tiempo el avance y la reversa.»

Que Viva la Música-Andrés Caicedo



«Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.

Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.»

Tabaquería- Fernando Pessoa



«Las 8 de la noche. Algo me rasca en la cabeza. Me acaricio. Puede ser una idea genial. La acaricio con ternura para que no se me escape. La tengo entre mis dedos. ¡Ya está! Dios mío, es un piojo. Lo volteo. Patalea en el centro de mi mano. Tiene 14 pares de patas inmensas. Le arrojo bocanadas de humo para emborracharlo. El piojo se pone a cantar el Himno Nacional de Colombia. Luego canta la Marsellesa en un impecable francés de la época de Rosseau. Y finalmente canta la Internacional. Grita como un líder obrero: “Viva Stalin, abajo Trotsky el traidor”. Como yo admiro a Trotsky, le ordeno al piojo que se suicide. El insecto me pide perdón, pero mi madre dice: —No lo perdones, es un inmundo bolchevique.

—Mamá, ¿qué dices, le perdonamos?

—Si abdica del comunismo.

El piojo grita: Viva el Nadaísmo. ¡Viva Gonzaloarango!

Mi madre dice: —Que se suicide, ese piojo no tiene salvación.

La media noche. Me bajo del tejado por una escalera. Hay una linda luna llena. Me visto. Salgo a la calle. En la primera esquina me asalta este pensamiento tranquilizador: Hoy no hice nada.»

Diario de un nadaísta-Gonzalo Arango

Ennui 26-dic-2012 04:50

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«Highway 34 tenía la mirada como la autopista 34. Uno lo miraba a los ojos y solamente veía líneas blancas, simulacros de miradas, señales confusas. Tal vez lo llamaban así porque en esa autopista, en la Highway 34, fue donde se volvió loco. Highway 34 iba un domingo en el auto, todas las cosas pasan en domingo, con su familia hacia la playa. De un momento a otro paró el carro, se bajó y le prendió fuego. Highway 34 esperó a que llegara la policía de caminos. Se fumó un cigarrillo y desde ese momento no dejó de reír,de llorar, de sentirse solo, roto, de sentirse autopista. »

►►

«Bar La Sucia Mañana de Lunes

El bar abre los domingos en la tarde. A las cinco. Densas nubes de humo azul cubren el ambiente. El humo se desliza por los hombros, por las manos, por las nalgas, por las tedas de aquellos hombres y mujeres que están sentados en la barra, en silencio,chupando su cigarrillo lentamente, sin afán trip trip trip. Nadie habla con nadie. Nadie le enciende un cigarrillo a nadie. Nadie se llama nadie. Nadie tiene a nadie. Nadie se fuma su cigarrillo. Nadie se toma su vodka con hielo. Nadie tiene el culo frío. Nadie ama a nadie. Nadie odia a nadie. Nadie es nadie. Nadie tiene la mirada yo no sé trip triptrip, qué vaina tan jodida. Nadie viene todas las noches y le dice a nadie oye nadie no te acerques a nadie, nadie no quiere nada nadie triptrip trip. Una noche nadie se levantó de su asiento en la barra y se dirigió al baño, al fondo a la derecha muñeco, entró y cerró la puerta. Luego nadie se miró al espejo, al sucio espejo que había reflejado muchos nadies en muchas tontas noches de domingo y entonces nadie se dijo no soy nadie, qué vaina tan jodida trip trip trip y se destapó loss esos con una pistola y tal vez nadie pensó en la canción de Lennon que dice que la felicidad es un revólver ardiente trip trip trip. Nadie escuchó el disparo que provenía del wc, al fondo a la derecha. Pero nadie no murió en el acto. Antes de morir escribió en el espejo del wc que odiaba la sucia mañana de los lunes, qué vaina tan jodida y de ahí salió el nombre del puto bar trip trip trip. Desde ese día la víspera de los lunes, los habituales se dirigen al wc y vomitan en honor a nadie que bautizó con su sangre, un poco de pólvora y vodka la sucia mañana de los lunes en el espejo del wc, qué cosa tan seria»

Opio en las Nubes-Rafael Chaparro Madiedo

sebasxtian 26-dic-2012 13:06

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Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre.

Sartre

El primer hombre que, después de haber cercado un terreno, tuvo la ocurrencia de decir: Esto es mío, y se encontró con gente tan simple como para creérselo, fue el verdadero fundador de la sociedad civil.* Cuántos crímenes, guerras, asesinatos, cuántas miserias y horrores habría ahorrado al género humano quien, arrancando las estacas o rellenando la zanja hubiese gritado a sus semejantes: "¡No escuchéis a este impostor, estáis perdido si olvidáis que los frutos son de todos, y que la tierra no es de nadie!"


*"Este perro es mio, decían aquellos pobres niños; aquél es mi lugar al sol; he ahí el principio y la imagen de la usurpación de toda la tierra". (Pascal, Pensamientos, 1ª parte, art. IX, 53.)

Rousseau

KRONOS 26-dic-2012 13:37

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"La gente son como niños; van del coño a la tumba sin que les roce el horror de la vida" - Charles Bukowsky

Sendra 28-dic-2012 13:45

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La doble moral es un criterio aplicado cuando a un individuo o institución se le acusa de ejercer una doble norma en el tratamiento dado a diferentes grupos de personas, es decir, que injustamente permiten más libertad de conducta a un sujeto que a otro. La doble moral es injusta porque viola el principio de justicia conocido como imparcialidad. La imparcialidad es el principio según el cual los mismos criterios se aplican a todas las personas sin parcialidad ni favoritismo. La doble moral viola este principio pues toma en cuenta a las personas según diferentes criterios.

Aunque la doble moral, por lo general, es una práctica que se condena, en la práctica es muy común su empleo. Los esfuerzos para defender una situación en la que se alegue la existencia de una doble moral terminan negando que esta se esté aplicando, o bien, se intenta acabar con la discusión dando una buena razón para el trato diferente.

Lunavioleta 29-dic-2012 22:22

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«Nos envejece más la cobardía que el tiempo, los años solo arrugan la piel pero el miedo arruga el alma» ~ Facundo Cabral

Faith87 30-dic-2012 16:13

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-Por que le preocupaban las habladurias? no era necesario despedirme.

-Su vestido esta humedo, tengo que conseguirle ropa seca.

-No se preocupe no le cobrare nada, se lo merece. Pero no entiendo porque esta siendo tan amable.

-Estaba preocupado, no lo sabia, si hubiese venido a hablar conmigo nada de eso... necesita descansar.

-No quiere un beso?

-Quiero que descanse. Y no se preocupe le traere a su hija.

-Ira a casa de los Thenardier?

-No, no puedo, enviare el dinero para que traigan a Cosette aqui.

-No puede vivir conmigo.

-Claro que puede y lo hara, asistira a la escuela y ya no tendra de que preocuparse. Cuando este mejor le encontrare un trabajo.

-Pero no lo entiende, soy una pu.ta y Cosette no tiene padre.

-Tiene al Señor, el es su padre y usted su creacion. A sus ojos no ha sido mas que una inocente y hermosa mujer.

:reverencia: I love it

Diskant 30-dic-2012 20:21

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Cuando leí esto hace ya algo de mes y medio, me sentí conmovido. ¡La virtud que más valoro (y anhelo) en mí mismo y en los demás!: la capacidad de responder de sí mismo, de permanecer en el propio camino aún ante los caprichos del destino, la capacidad de hacer promesas, la responsabilidad de sí... Y el poder que con todo eso se adquiere sobre la propia vida.

1
Criar un animal al que le sea lícito hacer promesas, ¿no es precisamente esta misma paradójica tarea la
que la naturaleza se ha propuesto con respecto al hombre? ¿No es éste el auténtico problema del hombre?.
El hecho de que tal problema se halle resuelto en gran parte tiene que parecer tanto más sorprendente a
quien sepa apreciar del todo la fuerza que actúa en contra suya, la fuerza de la capacidad de olvido. Esta no
es una mera vis inertiae [fuerza inercial], como creen los superficiales, sino, más bien, una activa, positiva
en el sentido más riguroso del término, facultad de inhibición, a la cual hay que atribuir el que lo únicamente
vivido, experimentado por nosotros, lo asumido en nosotros, penetre en nuestra conciencia, en el estado
de digestión (se lo podría llamar «asimilación anímica»), tan poco como penetra en ella todo el multiforme
proceso con el que se desarrolla nuestra nutrición del cuerpo, la denominada «asimilación corporal». Cerrar
de vez en cuando las puertas y ventanas de la conciencia; no ser molestados por el ruido y la lucha con que
nuestro mundo subterráneo de órganos serviciales desarrolla su colaboración y oposición; un poco de silencio,
un poco de tabula rasa [tabla rasa] de la conciencia, a fin de que de nuevo haya sitio para lo nuevo, y
sobre todo para las funciones y funcionarios más nobles, para el gobernar, el prever, el predeterminar (pues
nuestro organismo está estructurado de manera oligárquica), éste es el beneficio de la activa, como hemos
dicho, capacidad de olvido, una guardiana de la puerta, por así decirlo, una mantenedora del orden anímico,
de la tranquilidad, de la etiqueta: con lo cual resulta visible en seguida que sin capacidad de olvido no puede
haber ninguna felicidad, ninguna jovialidad, ninguna esperanza, ningún orgullo, ningún presente. El
hombre en el que ese aparato de inhibición se halla deteriorado y deja de funcionar es comparable a un
dispéptico (y no sólo comparable), ese hombre no «digiere» íntegramente nada... Precisamente este
animal olvidadizo por necesidad, en el que el olvidar representa una fuerza, una forma de la salud vigorosa,
ha criado en sí una facultad opuesta a aquélla, una memoria con cuya ayuda la capacidad de olvido queda
en suspenso en algunos casos, a saber, en los casos en que hay que hacer promesas; por tanto, no es, en
modo alguno, tan sólo un pasivo no–poder–volver–a–liberarse de la impresión grabada una vez, no es
tan sólo la indigestión de una palabra empeñada una vez, de la que uno no se desembaraza, sino que es un
activo no–querer-volver–a–liberarse, un seguir y seguir queriendo lo querido una vez, una auténtica
memoria de la voluntad, de tal modo que entre el originario «yo quiero», «yo haré» y la auténtica descarga
de la voluntad, su acto, resulta lícito interponer tranquilamente un mundo de cosas, circunstancias e incluso
actos de voluntad nuevos y extraños, sin que esa larga cadena de la voluntad salte. Mas ¡cuántas cosas
presupone todo esto! Para disponer así anticipadamente del futuro, ¡cuánto debe haber aprendido antes el
hombre a separar el acontecimiento necesario del casual, a pensar causalmente, a ver y a anticipar lo lejano
como presente, a saber establecer con seguridad lo que es fin y lo que es medio para el fin, a saber en general
contar, calcular; cuánto debe el hombre mismo, para lograr esto, haberse vuelto antes calculable, regular,
necesario, poder responderse a sí mismo de su propia representación, para finalmente poder responder
de sí como futuro a la manera como lo hace quien promete!


2
Esta es cabalmente la larga historia de la procedencia de la responsabilidad. Aquella tarea de criar un animal
al que le sea lícito hacer promesas incluye en sí como condición y preparación, según lo hemos comprendido
ya, la tarea más concreta de hacer antes al hombre, hasta cierto grado, necesario, uniforme, igual
entre iguales, ajustado a regla, y, en consecuencia, calculable. El ingente trabajo de lo que yo he llamado
«eticidad de la costumbre», el auténtico trabajo del hombre sobre sí mismo
en el más largo período del género humano, todo su trabajo prehistórico, tiene aquí su sentido, su gran
justificación, aunque en él residan también tanta dureza, tiranía, estupidez e idiotismo: con ayuda de la
eticidad de la costumbre y de la camisa de fuerza social el hombre fue hecho realmente calculable. Situé-
monos, en cambio, al final del ingente proceso, allí donde el árbol hace madurar por fin sus frutos, allí
donde la sociedad y la eticidad de la costumbre sacan a luz por fin aquello para lo cual ellas eran tan sólo
el medio: encontraremos como el fruto más maduro de su árbol, al individuo soberano, al individuo igual
tan sólo a sí mismo, al individuó que ha vuelto a liberarse de la eticidad de la costumbre, al individuo autó-
nomo, situado por encima de la eticidad (pues «autónomo» y «ético» se excluyen) en una palabra, encontraremos
al hombre de la duradera voluntad propia, independiente, al que le "es lícito hacer promesas" y,
en él, una conciencia orgullosa, palpitante en todos sus músculos, de lo que aquí se ha logrado por fin y
se ha encarnado en él, una auténtica conciencia de poder y libertad, un sentimiento de plenitud del hombre
en cuanto tal. Este hombre liberado, al que realmente le "es lícilo hacer promesas", este señor de la voluntad
libre, este soberano, ¿cómo no iba a conocer la superioridad que con esto tiene sobre todo aquello a lo
que no le es lícito hacer promesas ni responder de sí, cómo no iba a saber cuánta confianza, cuánto temor,
cuánto respeto inspira –él merece las tres cosas–, y cómo, en este dominio de sí mismo, le está dado
también necesariamente el dominio de las circunstancias, de la naturaleza y de todas las criaturas menos
fiables, más cortas de voluntad? El hombre «libre», el poseedor de una voluntad duradera e inquebrantable,
tiene también, en esta posesión suya, su medida del valor: mirando a los otros desde sí mismo, honra o
desprecia; y con la misma necesidad con que honra a los iguales a él, a los fuertes y fiables (aquellos a
quienes les "es lícito hacer promesas"), es decir, a todo el que hace promesas como un soberano; con dificultad,
raramente, con lentitud, a todo el que es avaro de conceder su confianza, que honra cuándo confía,
que da su palabra como algo de lo que uno puede fiarse, porque él se sabe lo bastante fuerte para mantenerla
incluso frente a las adversidades, incluso «frente al destino». Con igual necesidad tendrá preparado
su puntapié para los flacos galgos que hacen promesas sin que les sea lícito, y su estaca para el mentiroso
que quebranta su palabra ya en el mismo momento en que aún la tiene en la boca. El orgulloso conocimiento
del privilegio extraordinario de la responsabilidad, la conciencia de esta extraña libertad, de este poder
sobre sí y sobre el destino, se ha grabado en él hasta su más honda profundidad y se ha convertido en instinto,
en instinto dominante. ¿Cómo llamará a este instinto dominante, suponiendo que necesite una
palabra para él? No hay ninguna duda: este hombre soberano lo llama su «conciencia»...

Friedrich Nietzsche; "La Genealogía de la Moral"; Tratado segundo.

Sendra 03-ene-2013 21:42

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Dice Vauvenargues que en los jardines públicos hay paseos frecuentados principalmente por la ambición venida a menos, por los inventores desgraciados, por las glorias abortadas, por los corazones rotos, por todas esas almas temblorosas y cerradas en que rugen todavía los últimos suspiros de una tempestad, que se alejan de la insolente mirada de los satisfechos y de los ociosos. En estos refugios umbríos se dan cita los lisiados por la vida.



Una mirada experta nunca se engaña. En esas facciones rígidas o abatidas, en esos ojos hundidos y empañados o brillantes con los últimos fulgores de la lucha, en esas arrugas hondas y múltiples, en ese andar tan lento o tan brusco, al instante descifra las innumerables leyendas del amor engañado, de la abnegación incomprendida, de los esfuerzos sin recompensa, del hambre y del frío soportados humilde y silenciosamente.


Charles Baudelaire

Sendra 20-ene-2013 01:44

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Cualquier forma de amor que encuentres, vívelo. Libre o no libre, casado o soltero, heterosexual u homosexual, son aspectos que varían de cada persona. Hay quienes son más expansivos, capaces de varios amores. No creo que exista una única respuesta para todo el mundo.

Anaïs Nin

Sigilo 20-ene-2013 02:26

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Podemos perdonar a un hombre el haber hecho una cosa útil, en tanto que no la admire. La única disculpa de haber hecho una cosa inútil es admirarla intensamente. " Oscar Wilde.

Prefacio de el retrato de Dorian Gray

Evoleth 24-ene-2013 18:02

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Sí, soy pesimista, pero yo no tengo la culpa de que la realidad sea la que es. -José Saramago

Ansteroth 30-ene-2013 18:06

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"Son todos unos concha de su madre" Segundo Ampuero, dirigente social chileno :)

Sigilo 30-ene-2013 18:54

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Como horribles batracios a la atmósfera,
suben visajes lúgubres al labio.
Por el Sahara azul de la Sustancia
camina un verso gris, un dromedario.

Fosforece un mohín de sueños crueles.
Y el ciego que murió lleno de voces
de nieve. Y madrugar, poeta, nómada,
al crudísimo día de ser hombre.

Las Horas van febriles, y en los ángulos
abortan rubios siglos de ventura.
¡Quién tira tanto el hilo: quién descuelga
sin piedad nuestros nervios,
cordeles ya gastados, a la tumba!

¡Amor! Y tú también. Pedradas negras
se engendran en tu máscara y la rompen.
¡La tumba es todavía
un sexo de mujer que atrae al hombre!

Desnudo en barro - Poema de César Vallejo

Sendra 31-ene-2013 14:45

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Esta noche, buscando tu boca en otra boca,
casi creyéndolo, porque así de ciego es este río
que me tira en mujer y me sumerge entre sus párpados,
qué tristeza nadar al fin hacia la orilla del sopor
sabiendo que el placer es ese esclavo innoble
que acepta las monedas falsas, las circula sonriendo.

Olvidada pureza, cómo quisiera rescatar
ese dolor de Buenos Aires, esa espera sin pausas
ni esperanza.
Solo en mi casa abierta sobre el puerto
otra vez empezar a quererte,
otra vez encontrarte en el café de la mañana
sin que tanta cosa irrenunciable
hubiera sucedido.
Y no tener que acordarme de este olvido que sube
para nada, para borrar del pizarrón tus muñequitos
y no dejarme más que una ventana sin estrellas.




Julio Cortázar

Palleiro 31-ene-2013 14:55

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But I don't want to go among mad people.
Oh, you can't help that. We're all mad here. I'm mad. You're mad.
How do you know I'm mad?
You must be. Or you wouldn't have come here.
And how do you know that you're mad?
To begin with, a dog's not mad. You grant that?
I suppose so
Well, then, you see, a dog growls when it's angry, and wags its tail when it's pleased. Now I growl when I'm pleased, and wag my tail when I'm angry. Therefore I'm mad.

http://ns223506.ovh.net/rozne/267b53...er-2611912.png

Livishine 03-feb-2013 03:38

Respuesta: Citas y otros textos que queramos compartir
 
Más y más de lo mismo, pero ....

https://fbcdn-sphotos-g-a.akamaihd.n...02515436_n.jpg

Ennui 06-feb-2013 12:03

Respuesta: Citas y otros textos que queramos compartir
 
Albert Camus - Caligula (Fragmento)


Helicón: (de un extremo a otro del escenario) Buenos días, Cayo.
Calígula: (con naturalidad) Buenos días, Helicón.
(Silencio.)
Helicón: Pareces cansado.
Calígula: He caminado mucho.
Helicón: Sí, tu ausencia se ha prolongado mucho.
(Silencio.)
Calígula: Era difícil de encontrar.
Helicón: ¿El qué?
Calígula: Lo que yo quería.
Helicón: ¿Y qué es lo que querías?
Calígula: (sigue con naturalidad) La luna.
Helicón: ¿Qué?
Calígula: Sí, quería la luna.
Helicón: ¡Ah! (Silencio. Helicón se acerca.) ¿Para qué?
Calígula: Bueno… Es una de las cosas que no tengo.
Helicón: Claro. ¿Y ya está todo resuelto?
Calígula: No, no he podido conseguirla.
Helicón: ¡Qué lástima!
Calígula: Sí, por eso estoy cansado. (Pausa.) ¡Helicón!
Helicón: Sí, Cayo.
Calígula: Piensas que estoy loco.
Helicón: De sobra sabes que nunca pienso. Soy demasiado inteligente para eso.
Calígula: Sí. ¡En fin! Pero no estoy loco y aún más: nunca he sido tan razonable. Simplemente, sentí en mí, de pronto, la necesidad de lo imposible. (Pausa.) Las cosas, tal como son, no me parecen satisfactorias.
Helicón: Es una opinión bastante difundida.
Calígula: Es cierto. Pero antes no lo sabía. Ahora lo sé. (Continúa con naturalidad.) El mundo, tal como está hecho, no es soportable. Por eso necesito la luna o la felicidad, o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo.
Helicón: Es un razonamiento que se tiene de pie. Pero en general no es posible sostenerlo hasta el fin.
Calígula: (levantándose, pero con la misma sencillez) Tú de eso no sabes nada. Si las cosas no se consiguen es porque nunca se las persigue hasta el fin. Pero quizá baste con permanecer lógico hasta el fin. (Mira a Helicón.) También sé lo que estás pensando. ¡Cuántas complicaciones por la muerte de una mujer! Pero no es eso. Creo recordar, es cierto, que hace unos días murió una mujer a quien yo amaba. Pero ¿Qué es el amor? Poca cosa. Esa muerte no significa nada, te lo juro; sólo es la señal de una verdad que me hace necesaria la luna. Es una verdad muy simple y muy clara, un poco tonta, pero difícil de descubrir y pesada de llevar.
Helicón: ¿Y cuál es esa verdad, Cayo?
Calígula: (apartado, en tono neutro) Los hombres mueren y no son felices.
Helicón: (después de una pausa) Vamos Cayo, es una verdad a la que nos acomodamos muy bien. Mira a tu alrededor. Eso no les impide almorzar.
Calígula: (con súbito estallido) Entonces. Todo a mi alrededor es mentira, y yo quiero que vivamos en la verdad. Y justamente Tengo los medios para hacerles vivir en la verdad. Porque sé lo que les falta Helicón. Están privados de conocimiento y les falta un profesor que sepa lo que dice.
Helicón: No te ofendas, Cayo, por lo que voy a decirte. Pero deberías descansar primero.
Calígula: (sentándose y con dulzura) No es posible Helicón, ya nunca será posible.
Helicón: ¿Y por qué no?
Calígula: Si duermo ¿Quién me dará la luna?
Helicón: (después de un silencio) Eso es verdad.
Calígula: (se levanta con visible esfuerzo) Escucha Helicón. Oigo pasos y rumor de voces. Guardad silencio y olvida que acabas de verme.
Helicón: He comprendido
Calígula: (se dirige hacia la salida. Se vuelve.) Y te lo ruego: en adelante ayúdame.
Helicón: No tengo razones para no hacerlo, Cayo. Pero yo sé muchas cosas y hay pocas que me interesen. ¿En qué puedo ayudarte?
Calígula: En lo imposible.
Helicón: Haré lo que pueda.

Neville 06-feb-2013 17:26

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El mío era un caso desesperado, porque tal y como yo lo veía tenía dos opciones: una, rendirme y palmarla; dos, ponerme las orejeras y sacarle algún tipo de partido a mi pasión. Al optar por intentar salir adelante con mi música me metí una presión inmensa, porque no me parecía que tuviese otro asidero. Literalmente, era eso o morirme.

...

A lo largo de mi vida ha quedado demostrado que, si estoy en una habitación y en esa habitación hay una persona capaz de convertir mi vida en un infierno, la encontraré enseguida, desearé que se ponga a hablar conmigo, me sentiré como si hubiese encontrado la pieza que le faltaba a mi puzzle, empezaré a fantasear y a ver imágenes de los dos despertándonos juntos, de nuestros hijos, de nuestras tumbas contiguas dentro de cincuenta años, y encima creeré que eso es lo que quiero. Por algún motivo que desconozco, Dios ha hecho que las mujeres que me atraen estén todas locas.

Ambas citas en Cosas que los nietos deberían saber, de Mark Oliver Everett.

Danimotero 06-feb-2013 19:42

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I learned to live.. half alive

running around living scars

sebasxtian 13-feb-2013 03:52

El Discurso del Método... del Estado
 
"Este gran jurista [Vittorio Emanuele Orlando] escribió que para expresar la quintaesencia de la soberanía del Estado, habría que reformular la célebre frase de Descartes: el Estado soberano debe decir 'jubeo ergo sum', 'mando, luego existo'"

Antonio Cassese

Alquimerico 13-feb-2013 05:32

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"Nuestra civilización entera es el bello bis de una sinfonía que ha caído en oídos sordos, pero no en corazones insensibles. Mientras sintamos la música (encarnando la misma curiosidad y ambición de nuestros ancestros) todo lo que sea importante permanecerá en el recuerdo, pues lo tendremos guardado bajo llave en nuestro propio pulso." De un fanfic llamado Background Pony pongo el link para leerlo (en ingles) http://www.fimfiction.net/story/19198/Background-Pony

cris7 13-feb-2013 19:51

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Si crees, se crea. Cree...
El mundo amarillo de Albert Espinosa

Groucho 13-feb-2013 19:57

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Los vampiros no existen , son seres imaginarios como los duendes,los fantasmas o los esquimales.

De mi filósofo favorito. Homer Simpson.

Sigilo 13-feb-2013 20:20

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Por las azoteas
[Cuento. Texto completo]

Julio Ramón Ribeyro

A los diez años yo era el monarca de las azoteas y gobernaba pacíficamente mi reino de objetos destruidos.

Las azoteas eran los recintos aéreos donde las personas mayores enviaban las cosas que no servían para nada: se encontraban allí sillas cojas, colchones despanzurrados, maceteros rajados, cocinas de carbón, muchos otros objetos que llevaban una vida purgativa, a medio camino entre el uso póstumo y el olvido. Entre todos estos trastos yo erraba omnipotente, ejerciendo la potestad que me fue negada en los bajos. Podía ahora pintar bigotes en el retrato del abuelo, calzar las viejas botas paternales o blandir como una jabalina la escoba que perdió su paja. Nada me estaba vedado: podía construir y destruir y con la misma libertad con que insuflaba vida a las pelotas de jebe reventadas, presidía la ejecución capital de los maniquíes.

Mi reino, al principio, se limitaba al techo de mi casa, pero poco a poco, gracias a valerosas conquistas, fui extendiendo sus fronteras por las azoteas vecinas. De estas largas campañas, que no iban sin peligros -pues había que salvar vallas o saltar corredores abismales- regresaba siempre enriquecido con algún objeto que se añadía a mi tesoro o con algún rasguño que acrecentaba mi heroísmo. La presencia esporádica de alguna sirvienta que tendía ropa o de algún obrero que reparaba una chimenea, no me causaba ninguna inquietud pues yo estaba afincado soberanamente en una tierra en la cual ellos eran solo nómades o poblaciones trashumantes.

En los linderos de mi gobierno, sin embargo, había una zona inexplorada que siempre despertó mi codicia. Varias veces había llegado hasta sus inmediaciones pero una alta empalizada de tablas puntiagudas me impedía seguir adelante. Yo no podía resignarme a que este accidente natural pusiera un límite a mis planes de expansión.

A comienzos del verano decidí lanzarme al asalto de la tierra desconocida. Arrastrando de techo en techo un velador desquiciado y un perchero vetusto, llegué al borde de la empalizada y construí una alta torre. Encaramándome en ella, logre pasar la cabeza. Al principio sólo distinguí una azotea cuadrangular, partida al medio por una larga farola. Pero cuando me disponía a saltar en esa tierra nueva, divisé a un hombre sentado en una perezosa. El hombre parecía dormir. Su cabeza caía sobre su hombro y sus ojos, sombreados por un amplio sombrero de paja, estaban cerrados. Su rostro mostraba una barba descuidada, crecida casi por distracción, como la barba de los náufragos.

Probablemente hice algún ruido pues el hombre enderezó la cabeza y quedo mirándome perplejo. El gesto que hizo con la mano lo interpreté como un signo de desalojo, y dando un salto me alejé a la carrera.

Durante los días siguientes pasé el tiempo en mi azotea fortificando sus defensas, poniendo a buen recaudo mis tesoros, preparándome para lo que yo imaginaba que sería una guerra sangrienta. Me veía ya invadido por el hombre barbudo; saqueado, expulsado al atroz mundo de los bajos, donde todo era obediencia, manteles blancos, tías escrutadoras y despiadadas cortinas. Pero en los techos reinaba la calma más grande y en vano pasé horas atrincherado, vigilando la lenta ronda de los gatos o, de vez en cuando, el derrumbe de alguna cometa de papel.

En vista de ello decidí efectuar una salida para cerciorarme con qué clase de enemigo tenía que vérmelas, si se trataba realmente de un usurpador o de algún fugitivo que pedía tan solo derecho de asilo. Armado hasta los dientes, me aventuré fuera de mi fortín y poco a poco fui avanzando hacia la empalizada. En lugar de escalar la torre, contorneé la valla de maderas, buscando un agujero. Por entre la juntura de dos tablas apliqué el ojo y observé: el hombre seguía en la perezosa, contemplando sus largas manos trasparentes o lanzando de cuando en cuando una mirada hacia el cielo, para seguir el paso de las nubes viajeras.

Yo hubiera pasado toda la mañana allí, entregado con delicia al espionaje, si es que el hombre, después de girar la cabeza no quedara mirando fijamente el agujero.

-Pasa -dijo haciéndome una seña con la mano-. Ya sé que estás allí. Vamos a conversar.

Esta invitación, si no equivalía a una rendición incondicional, revelaba al menos el deseo de parlamentar. Asegurando bien mis armamentos, trepé por el perchero y salté al otro lado de la empalizada. El hombre me miraba sonriente. Sacando un pañuelo blanco del bolsillo -¿era un signo de paz?- se enjugó la frente.

-Hace rato que estas allí -dijo-. Tengo un oído muy fino. Nada se me escapa... ¡Este calor!

-¿Quién eres tú? -le pregunté.

-Yo soy el rey de la azotea -me respondió.

-¡No puede ser! -protesté- El rey de la azotea soy yo. Todos los techos son míos. Desde que empezaron las vacaciones paso todo el tiempo en ellos. Si no vine antes por aquí fue porque estaba muy ocupado por otro sitio.

-No importa -dijo-. Tú serás el rey durante el día y yo durante la noche.

-No -respondí-. Yo también reinaré durante la noche. Tengo una linterna. Cuando todos estén dormidos, caminaré por los techos.

-Está bien -me dijo-. ¡Reinarás también por la noche! Te regalo las azoteas pero déjame al menos ser el rey de los gatos.

Su propuesta me pareció aceptable. Mentalmente lo convertía ya en una especie de pastor o domador de mis rebaños salvajes.

-Bueno, te dejo los gatos. Y las gallinas de la casa de al lado, si quieres. Pero todo lo demás es mío.

-Acordado -me dijo-. Acércate ahora. Te voy a contar un cuento. Tú tienes cara de persona que le gustan los cuentos. ¿No es verdad? Escucha, pues: «Había una vez un hombre que sabía algo. Por esta razón lo colocaron en un púlpito. Después lo metieron en una cárcel. Después lo internaron en un manicomio. Después lo encerraron en un hospital. Después lo pusieron en un altar. Después quisieron colgarlo de una horca. Cansado, el hombre dijo que no sabía nada. Y sólo entonces lo dejaron en paz».

Al decir esto, se echó a reír con una risa tan fuerte que terminó por ahogarse. Al ver que yo lo miraba sin inmutarme, se puso serio.

-No te ha gustado mi cuento -dijo-. Te voy a contar otro, otro mucho más fácil: «Había una vez un famoso imitador de circo que se llamaba Max. Con unas alas falsas y un pico de cartón, salía al ruedo y comenzaba a dar de saltos y a piar. ¡El avestruz! decía la gente, señalándolo, y se moría de risa. Su imitación del avestruz lo hizo famoso en todo el mundo. Durante años repitió su número, haciendo gozar a los niños y a los ancianos. Pero a medida que pasaba el tiempo, Max se iba volviendo más triste y en el momento de morir llamó a sus amigos a su cabecera y les dijo: ‘Voy a revelarles un secreto. Nunca he querido imitar al avestruz, siempre he querido imitar al canario’».

Esta vez el hombre no rió sino que quedó pensativo, mirándome con sus ojos indagadores.

-¿Quién eres tú? -le volví a preguntar- ¿No me habrás engañado? ¿Por qué estás todo el día sentado aquí? ¿Por qué llevas barba? ¿Tú no trabajas? ¿Eres un vago?

-¡Demasiadas preguntas! -me respondió, alargando un brazo, con la palma vuelta hacia mí- Otro día te responderé. Ahora vete, vete por favor. ¿Por qué no regresas mañana? Mira el sol, es como un ojo… ¿lo ves? Como un ojo irritado. El ojo del infierno.

Yo miré hacia lo alto y vi solo un disco furioso que me encegueció. Caminé, vacilando, hasta la empalizada y cuando la salvaba, distinguí al hombre que se inclinaba sobre sus rodillas y se cubría la cara con su sombrero de paja.

Al día siguiente regresé.

-Te estaba esperando -me dijo el hombre-. Me aburro, he leído ya todos mis libros y no tengo nada qué hacer.

En lugar de acercarme a él, que extendía una mano amigable, lancé una mirada codiciosa hacia un amontonamiento de objetos que se distinguía al otro lado de la farola. Vi una cama desarmada, una pila de botellas vacías.

-Ah, ya sé -dijo el hombre-. Tú vienes solamente por los trastos. Puedes llevarte lo que quieras. Lo que hay en la azotea -añadió con amargura- no sirve para nada.

-No vengo por los trastos -le respondí-. Tengo bastantes, tengo más que todo el mundo.

-Entonces escucha lo que te voy a decir: el verano es un dios que no me quiere. A mí me gustan las ciudades frías, las que tienen allá arriba una compuerta y dejan caer sus aguas. Pero en Lima nunca llueve o cae tan pequeño rocío que apenas mata el polvo. ¿Por qué no inventamos algo para protegernos del sol?

-Una sombrilla -le dije-, una sombrilla enorme que tape toda la ciudad.

-Eso es, una sombrilla que tenga un gran mástil, como el de la carpa de un circo y que pueda desplegarse desde el suelo, con una soga, como se iza una bandera. Así estaríamos todos para siempre en la sombra. Y no sufriríamos.

Cuando dijo esto me di cuenta que estaba todo mojado, que la transpiración corría por sus barbas y humedecía sus manos.

-¿Sabes por qué estaban tan contentos los portapliegos de la oficina? -me pregunto de pronto-. Porque les habían dado un uniforme nuevo, con galones. Ellos creían haber cambiado de destino, cuando sólo se habían mudado de traje.

-¿La construiremos de tela o de papel? -le pregunté.

El hombre quedo mirándome sin entenderme.

-¡Ah, la sombrilla! -exclamó- La haremos mejor de piel, ¿qué te parece? De piel humana. Cada cual dará una oreja o un dedo. Y al que no quiera dárnoslo, se lo arrancaremos con una tenaza.

Yo me eche a reír. El hombre me imitó. Yo me reía de su risa y no tanto de lo que había imaginado -que le arrancaba a mi profesora la oreja con un alicate- cuando el hombre se contuvo.

-Es bueno reír -dijo-, pero siempre sin olvidar algunas cosas: por ejemplo, que hasta las bocas de los niños se llenarían de larvas y que la casa del maestro será convertida en cabaret por sus discípulos.

A partir de entonces iba a visitar todas las mañanas al hombre de la perezosa. Abandonando mi reserva, comencé a abrumarlo con toda clase de mentiras e invenciones. Él me escuchaba con atención, me interrumpía sólo para darme crédito y alentaba con pasión todas mis fantasías. La sombrilla había dejado de preocuparnos y ahora ideábamos unos zapatos para andar sobre el mar, unos patines para aligerar la fatiga de las tortugas.

A pesar de nuestras largas conversaciones, sin embargo, yo sabía poco o nada de él. Cada vez que lo interrogaba sobre su persona, me daba respuestas disparatadas u oscuras:

-Ya te lo he dicho: yo soy el rey de los gatos. ¿Nunca has subido de noche? Si vienes alguna vez verás cómo me crece un rabo, cómo se afilan mis uñas, cómo se encienden mis ojos y cómo todos los gatos de los alrededores vienen en procesión para hacerme reverencias.

O decía:

-Yo soy eso, sencillamente, eso y nada más, nunca lo olvides: un trasto.

Otro día me dijo:

-Yo soy como ese hombre que después de diez años de muerto resucitó y regresó a su casa envuelto en su mortaja. Al principio, sus familiares se asustaron y huyeron de él. Luego se hicieron los que no lo reconocían. Luego lo admitieron pero haciéndole ver que ya no tenía sitio en la mesa ni lecho donde dormir. Luego lo expulsaron al jardín, después al camino, después al otro lado de la ciudad. Pero como el hombre siempre tendía a regresar, todos se pusieron de acuerdo y lo asesinaron.

A mediados del verano, el calor se hizo insoportable. El sol derretía el asfalto de las pistas, donde los saltamontes quedaban atrapados. Por todo sitio se respiraba brutalidad y pereza. Yo iba por las mañanas a la playa en los tranvías atestados, llegaba a casa arenoso y famélico y después de almorzar subía a la azotea para visitar al hombre de la perezosa.

Este había instalado un parasol al lado de su sillona y se abanicaba con una hoja de periódico. Sus mejillas se habían ahuecado y, sin su locuacidad de antes, permanecía silencioso, agrio, lanzando miradas coléricas al cielo.

-¡El sol, el sol! -repetía-. Pasará él o pasaré yo. ¡Si pudiéramos derribarlo con una escopeta de corcho!

Una de esas tardes me recibió muy inquieto. A un lado de su sillona tenía una caja de cartón. Apenas me vio, extrajo de ella una bolsa con fruta y una botella de limonada.

-Hoy es mi santo -dijo-. Vamos a festejarlo. ¿Sabes lo que es tener treinta y tres años? Conocer de las cosas el nombre, de los países el mapa. Y todo por algo infinitamente pequeño, tan pequeño -que la uña de mi dedo meñique sería un mundo a su lado. Pero ¿no decía un escritor famoso que las cosas más pequeñas son las que más nos atormentan, como, por ejemplo, los botones de la camisa?

Ese día me estuvo hablando hasta tarde, hasta que el sol de brujas encendió los cristales de las farolas y crecieron largas sombras detrás de cada ventana teatina.

Cuando me retiraba, el hombre me dijo:

-Pronto terminarán las vacaciones. Entonces, ya no vendrás a verme. Pero no importa, porque ya habrán llegado las primeras lloviznas.

En efecto, las vacaciones terminaban. Los muchachos vivíamos ávidamente esos últimos días calurosos, sintiendo ya en lontananza un olor a tinta, a maestro, a cuadernos nuevos. Yo andaba oprimido por las azoteas, inspeccionando tanto espacio conquistado en vano, sabiendo que se iba a pique mi verano, mi nave de oro cargada de riquezas.

El hombre de la perezosa parecía consumirse. Bajo su parasol, lo veía cobrizo, mudo, observando con ansiedad el último asalto del calor, que hacía arder la torta de los techos.

-¡Todavía dura! -decía señalando el cielo- ¿No te parece una maldad? Ah, las ciudades frías, las ventosas. Canícula, palabra fea, palabra que recuerda a un arma, a un cuchillo.

Al día siguiente me entregó un libro:

-Lo leerás cuando no puedas subir. Así te acordarás de tu amigo..., de este largo verano.

Era un libro con grabados azules, donde había un personaje que se llamaba Rogelio. Mi madre lo descubrió en el velador. Yo le dije que me lo había regalado «el hombre de la perezosa». Ella indagó, averiguó y cogiendo el libro con un papel, fue corriendo a arrojarlo a la basura.

-¿Por qué no me habías dicho que hablabas con ese hombre? ¡Ya verás esta noche cuando venga tu papá! Nunca más subirás a la azotea.

Esa noche mi papá me dijo:

-Ese hombre está marcado. Te prohíbo que vuelvas a verlo. Nunca más subirás a la azotea.

Mi mamá comenzó a vigilar la escalera que llevaba a los techos. Yo andaba asustado por los corredores de mi casa, por las atroces alcobas, me dejaba caer en las sillas, miraba hasta la extenuación el empapelado del comedor -una manzana, un plátano, repetidos hasta el infinito- u hojeaba los álbumes llenos de parientes muertos. Pero mi oído sólo estaba atento a los rumores del techo, donde los últimos días dorados me aguardaban. Y mi amigo en ellos, solitario entre los trastos.

Se abrieron las clases en días aun ardientes. Las ocupaciones del colegio me distrajeron. Pasaba mañanas interminables en mi pupitre, aprendiendo los nombres de los catorce incas y dibujando el mapa del Perú con mis lápices de cera. Me parecían lejanas las vacaciones, ajenas a mí, como leídas en un almanaque viejo.

Una tarde, el patio de recreo se ensombreció, una brisa fría barrió el aire caldeado y pronto la garúa comenzó a resonar sobre las palmeras. Era la primera lluvia de otoño. De inmediato me acordé de mi amigo, lo vi, lo vi jubiloso recibiendo con las manos abiertas esa agua caída del cielo que lavaría su piel, su corazón.

Al llegar a casa estaba resuelto a hacerle una visita. Burlando la vigilancia materna, subí a los techos. A esa hora, bajo ese tiempo gris, todo parecía distinto. En los cordeles, la ropa olvidada se mecía y respiraba en la penumbra, y contra las farolas los maniquís parecían cuerpos mutilados. Yo atravesé, angustiado, mis dominios y a través de barandas y tragaluces llegué a la empalizada. Encaramándome en el perchero, me asomé al otro lado.

Sólo vi un cuadrilátero de tierra humedecida. La sillona, desarmada, reposaba contra el somier oxidado de un catre. Caminé un rato por ese reducto frío, tratando de encontrar una pista, un indicio de su antigua palpitación. Cerca de la sillona había una escupidera de loza. Por la larga farola, en cambio, subía la luz, el rumor de la vida. Asomándome a sus cristales vi el interior de la casa de mi amigo, un corredor de losetas por donde hombres vestidos de luto circulaban pensativos.

Entonces comprendí que la lluvia había llegado demasiado tarde.

FIN

veud 13-feb-2013 21:02

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"Las verdades como el semen, en la cara" Sacado del facebook oficial de una prostituta mexicana. Oh God why...

Palleiro 15-feb-2013 00:55

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Y pensar es dudar y nada más que dudar. Se cree, se sabe, se imagina sin dudar; ni la fe, ni el conocimiento, ni la imaginación suponen duda y hasta la duda las destruye, pero no se piensa sin dudar. Y es la duda lo que de la fe y del conocimiento, que son algo estático, quieto, muerto, hace pensamiento, que es dinámico, inquieto, vivo.


Los más de los suicidas son homicidas frustrados; se matan a sí mismos por falta de valor para matar a otros...


Niebla, Miguel de Unamuno

Neville 22-feb-2013 00:37

Respuesta: Citas y otros textos que queramos compartir
 
La ternera me inspira muy poca simpatía.
Según la página web NoVeal.org [NoTernera.org]: «Los jóvenes terneros son arrancados de sus madres y encadenados por el cuello en jaulas que miden sólo dos palmos de ancho. No pueden darse la vuelta, estirar las patas ni echarse cómodamente». Igual que en una
yeshiva, una madraza o una escuela católica. Excepto por lo de que son «arrancados de sus madres», esos afortunados ternerillos; mi madre me metió en la caja y me dejó muy claro que tendría su amor siempre y cuando permaneciera en la caja. Y para mejorar las cosas, no hay nadie fuera de la jaula del ternero que le diga que existe una especie de Vaca Todopoderosa en el cielo, y que esa Vaca Todopoderosa le ordena al ternero que permanezca en la caja, y que, además, esa opresora caja en la que se encuentra es un regalo: un regalo de la Vaca Todopoderosa porque los terneros son el ganado elegido de la vaca, y si al ternero se le pasa por la cabeza abandonar la caja, o poner en entredicho la caja, o incluso quejarse de la caja, bueno, que la Vaca le ayude.

En Lamentaciones de un prepucio, de Shalom Auslander; ya citado aquí en otra ocasión.

sebasxtian 25-feb-2013 03:45

Respuesta: Citas y otros textos que queramos compartir
 
"Al resultar la duda incompatible con la vida, el escéptico consecuente, obstinado, auténtico muerto en vida, acaba su carrera con una derrota sin par en ninguna otra aventura intelectual. Furioso por haber perseguido la singularidad y haberse complacido con ella, aspirará al eclipsamiento, al anonimato, y ello –paradoja de lo más desconcertante- en el preciso momento en que ya no se siente afinidad alguna con nada ni con nadie. Amoldarse a lo vulgar: eso es lo único que desea en ese punto de su hundimiento, en el que se reduce la sabiduría al conformismo y la salvación a la ilusión consciente, a la ilusión postulada o, dicho en otros términos, a la aceptación de las apariencias en cuanto tales. Pero olvida que las apariencias son un recurso sólo si estamos lo bastante obnubilados como para asimilarlas a realidad, si gozamos de la ilusión ingenua, de la ilusión que no es consciente de serlo, de aquella precisamente que es privativa de los demás y de cuyo secreto sólo él carece. En lugar de resignarse a ella, se pondrá a hacer trampa –él, el enemigo de la impostura en filosofía- en la vida, convencido de que, a fuerza de disimulos y fraude, logrará no distinguirse del resto de los mortales, dado que todo acto le exige un combate para no ejecutarlo. El menor de sus gestos está concertado, será el resultado de una tensión y una estrategia, como si hubiera de tomar por asalto cada instante, por no poder sumirse en él naturalmente. Se crispa y forcejea con la vana esperanza de enderezar el ser, que ha dislocado. Su conciencia, semejante a la de Macbeth, está devastada; también él ha destruido el sueño, en el que descansaban las certidumbres. Estas despiertan y vienen a asediarlo y trastornarlo y, en efecto, lo trastornan, pero, como no se rebaja hasta el remordimiento, contempla el desfile de sus víctimas con un malestar aliviado por la ironía. ¿Qué le importan ahora esas recriminaciones de fantasmas? Tras separarse de sus empresas y sus fechorías, ha llegado a la liberación, pero es una liberación sin salvación, preludio de la experiencia íntegra de la vacuidad, a la que se aproxima totalmente, cuando, tras haber dudado de sus dudas, acaba dudando de sí mismo, despreciándose y odiándose, no creyendo ya en su misión de destructor. Una vez roto el último vínculo, el que lo unía a sí mismo y sin el cual ni siquiera la autodestrucción es posible, buscará refugio en el vacío primordial, en lo más profundo de los orígenes, antes de esa desavenencia entre la materia y el germen que se prolonga a través de la serie de los seres, desde el insecto hasta el más acosado de los mamíferos. Como ni la vida ni la muerte excitan ya su entendimiento, es menos real que esas sombras cuyos reproches acaba de soportar. Ya no hay ningún asunto que le intrigue o que desee elevar a la dignidad de problema, de azote. Su falta de curiosidad alcanza tal amplitud, que raya en el despojo total, en una nada más descarnada que aquellas de la que los místicos se enorgullecen o se lamentan después de sus peregrinaciones por el medio del <<desierto>> de la divinidad. En medio de su completo embotamiento, un solo pensamiento le inquieta aún, una sola interrogación, estúpida, grotesca, obsesiva: <<¿Qué hacía Dios cuando no hacía nada? ¿A qué dedicaba sus terribles ocios antes de la Creación?>>. Si le habla de igual a igual, es porque uno y otro se encuentran en el mismo grado de estancamiento e inutilidad. Cuando sus sentidos se debilitan, por falta de objetos que los exciten, y su razón cesa de ejercerse por horror a formular juicios, llega a un punto en que ya sólo puede dirigirse al no creador, al cual se parece, con el cual se confunde y cuyo Todo, indistinguible de la Nada, es el espacio en que, estéril y postrado, se realiza, descansa."

Spadam 02-mar-2013 04:38

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«Los buenos autores, por lo general, son seres amorales. Una novela con moraleja es una novela deficiente»

Danimotero 02-mar-2013 11:36

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"no dejes que tus recuerdos te maten"

roquentin666 02-mar-2013 11:59

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De repente, el universo estalla en llamas ante tus ojos. Sus resplandores

arrojan luceros del alba. La hoguera del alma ha hecho bajar al cielo.

¿Qué prodigio ha sucedido para que el yo se abrase en el frescor del

espacio? ¿Y cómo gravita tanta alma sobre un tiempo como cualquier otro?

Has elevado tus limites hasta el todo y los signos del todo te engalanan

con su peso. Ya no tienes dónde asirte en un mundo que no tiene extremos.

Solo estuviste y solo estarás. A perpetuidad. Por tus sentidos repta el

sinsentido y no circula la alegría de la materia ni discurren las suaves riveras de

la salud. Tu amor se escribió con letras negras en las tablillas del destino: no

olvidarás lo infinito con ninguna mortal.

Goza en la adversidad y en la maldición; sé implacable con el tiempo

putrefacto. Ninguna llave te abrirá las puertas del paraíso. La infelicidad es la

vestal que vigila el fuego inextinguible de tu desgracia. Entiérrate vivo en él,

cava tu fosa en su llama más profunda porque ninguna ilusión bajo el cielo te

volverá igual a tu destino. El amor te hundirá más en él, el amor, desastre

supremo de la predestinación.

No es fácil sobresalir por encima de uno mismo. Menos aún por encima

del mundo. ¡Cómo me gustaría ser puerto para las navegaciones del yo! ¡Pero

soy más que el mundo y el mundo no es nada! --Cioran

cris7 02-mar-2013 14:32

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Cita:

Iniciado por Neville (Mensaje 603741)
La ternera me inspira muy poca simpatía.
Según la página web NoVeal.org [NoTernera.org]: «Los jóvenes terneros son arrancados de sus madres y encadenados por el cuello en jaulas que miden sólo dos palmos de ancho. No pueden darse la vuelta, estirar las patas ni echarse cómodamente». Igual que en una
yeshiva, una madraza o una escuela católica. Excepto por lo de que son «arrancados de sus madres», esos afortunados ternerillos; mi madre me metió en la caja y me dejó muy claro que tendría su amor siempre y cuando permaneciera en la caja. Y para mejorar las cosas, no hay nadie fuera de la jaula del ternero que le diga que existe una especie de Vaca Todopoderosa en el cielo, y que esa Vaca Todopoderosa le ordena al ternero que permanezca en la caja, y que, además, esa opresora caja en la que se encuentra es un regalo: un regalo de la Vaca Todopoderosa porque los terneros son el ganado elegido de la vaca, y si al ternero se le pasa por la cabeza abandonar la caja, o poner en entredicho la caja, o incluso quejarse de la caja, bueno, que la Vaca le ayude.
En Lamentaciones de un prepucio, de Shalom Auslander; ya citado aquí en otra ocasión.

Me lo he acabado de leer hace poco y tengo que decir que es bastante bueno el libro :bien:

hieidraa 02-mar-2013 16:06

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Dulce despedida, pues amarga es la salida. Absurdo rencor que se encoge día a día.
Dolor, tristeza que sobre ti pesa tanto que ni siquiera recuerdas lo que es dolor.
¿Qué pasó?, Que secó tu corazón.
¿Qué fue lo que te izo odiar, lo que de la noche a la mañana dejaste incluso de llorar?.
¿Qué o quién marcó la indiferencia en ti?
Si algo tiene respuesta a todo esto o ni siquiera intentas hallarla.

Livishine 07-mar-2013 04:11

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«Al principio la Fé movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios. Pero cuando la Fé comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.

La buena gente prefirió entonces abandonar la Fé y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio. Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de Fé»

Augusto Monterroso

Sabine 10-mar-2013 02:57

Respuesta: Citas y otros textos que queramos compartir
 
''El hastío es la sensación enfermizamente clara del tiempo que te espera, en el que tienes que vivir y con el que no sabes qué hacer.
Tratas en vano de engañarte, pero el sol lo dilata, la noche lo espesa y lo acrecienta y va alargándose como si fuera una gran mancha de aceite que arañara el resplandor de tu pavor.
¿Por qué pesan tanto los instantes? ¿Cómo es que no duermen a la vera de nuestra fatiga? ¿Cuándo le arrebatará Dios el tiempo al hombre?''

sebasxtian 11-mar-2013 04:26

"Por seguros que estemos de no ser libres, hay certidumbres a las que nos resignamos con dificultad. ¿Cómo actuar sabiéndose determinado? ¿Cómo querer siendo autómata? En nuestros actos existe, por fortuna, un margen de indeterminación, sólo en nuestros actos: puedo aplazar tal o cual acción; en cambio, me resulta imposible ser otro distinto del que soy. Si bien tengo cierta libertad de maniobra en la superficie, en las profundidades todo está detenido por siempre jamás."

"Si bien la falta de voluntad es una enfermedad, la voluntad misma es otra, peor aún; de ella, de sus excesos, más que de sus debilidades, derivan todos los infortunios del hombre."

:vaya:

Sigilo 11-mar-2013 04:37

Respuesta: Citas y otros textos que queramos compartir
 
MEFISTOFELES: no me arredra un encargo tal. Esos tesoros que dices, yo te los puedo ofrecer.Mas, amigo querido, tambien se acerca el tiempo en que podamos regaladamente comer en paz alguna cosa buena.


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