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El extraño caso del señor H
El siguiente texto lo tomé del American Journal of Psychiatry - Edición Española, noviembre-diciembre 2008.
El «señor H» es un hombre de raza blanca, de 33 años de edad, soltero, que refiere preocupaciones centradas en su «pérdida» de cabello, «acné» facial y sus dedos «cortos». Empezó a preocuparse excesivamente por su apariencia a los 15 años, centrándose en ese momento en su piel «pálida» y sus pómulos «asimétricos». El señor H describe las preocupaciones sobre su apariencia como «muy desagradables», pero estaba avergonzado de contárselo a su familia o amigos. Aunque resultaba normal para los demás, el señor H estaba «100 % convencido» de que esas zonas de su cuerpo tenían un aspecto «anormal y deforme», si bien a veces en el pasado había tenido pensamientos de que «quizá no estoy tan mal». Creía que las personas lo comentaban entre ellas y que «se ríen de mí a mis espaldas porque soy muy feo». El señor H pasaba de 5 a 6 horas al día pensando en los defectos de su apariencia. También tenía comportamientos compulsivos durante 4 a 5 horas al día, que incluían comprobaciones exageradas ante el espejo, comparando su apariencia con la de otras personas; llevaba con frecuencia una gorra de béisbol ajustada para cubrir su cabello, se tocaba la piel para eliminar pequeños granitos y buscaba en Internet tratamientos para su acné y su pérdida de pelo. Las preocupaciones del señor H sobre su apariencia y las conductas compulsivas dificultaban la concentración en su trabajo como dependiente y a menudo le hacían llegar tarde. En las semanas previas había faltado al trabajo muchas veces al pensar que tenía la piel especialmente mal durante estos días. Debido a su aspecto, por vergüenza, el señor H evitaba muchos actos sociales con la familia y amigos, así como la intimidad sexual con su novia. Refería un estado de ánimo depresivo, anhedonía, sentimientos de inutilidad e ideación suicida no activa, con un intento de suicidio 5 años antes. Atribuía sus síntomas depresivos y pensamientos suicidas a su apariencia, explicando que «si yo no fuese como un monstruo, no me sentiría tan desesperado y deprimido». El señor H recibió tratamiento dermatológico para su acné, pero ello no disminuyó sus preocupaciones. Nunca había recibido tratamiento psiquiátrico y dudaba acerca de la conveniencia de intentarlo porque, como él mismo señalaba, «los problemas sobre mi apariencia son reales». |
Respuesta: El extraño caso del señor H
Yo esperaba que este hilo tuviera más visitas y respuestas...
En fin, el señor H padece dismorfofobia o trastorno dismórfico corporal. Por eso lo ubiqué en "otros trastornos". Pero los especialistas dicen que l@s fóbic@s sociales tienen más riesgo que l@s no fóbic@s de caer en la dismorfofobia. Lo esperanzador es que el caso del señor H tiene un final feliz. Aquí va el resto de la historia. El tratamiento empezó con psicoeducación sobre el trastorno dismórfico corporal y su tratamiento en sesiones con el señor H, al que se le recomendaron lecturas sobre la enfermedad. Las personas con trastorno dismórfico corporal se ven a sí mismas como diferentes, pero no nos centramos en la apariencia del señor H ni en hablarle sobre cómo se veía, sino en su intenso sufrimiento, preocupaciones, dificultades de funcionamiento y el potencial que tenía el tratamiento para mejorar su vida. El señor H estuvo de acuerdo en que hablar de su enfermedad con su novia podría ayudarlo a reducir sus sentimientos de soledad. En nuestra primera consulta, analizamos las opciones de la TCC y la medicación. No existen estudios que hayan comparado di- rectamente la eficacia de estos tratamientos ni que hayan examinado si la combinación de TCC y farmacoterapia es superior a cada uno de los tratamientos por separado. El señor H prefirió empezar el tratamiento con medicación, al pensar que esta opción requeriría menor esfuerzo y menos consultas que la TCC. No está claro el porqué algunos ISRS son más eficaces que otros, ni cómo se han realizado los estudios de comparación fármaco a fármaco. El señor H prefirió una medicación con eficacia demostrada en un estudio comparativo, por lo que optamos por fluoxetina. Empezamos el tratamiento con el ISRS en monoterapia, aun pensando que las creencias sobre su apariencia eran delirantes. Inicialmente prescribimos 20 mg/día del fármaco. La estrategia de dosis mejor tolerada, según nuestra experiencia, es empezar con una dosis baja y gradualmente ajustarla de manera ascendente, monitorizando los efectos secundarios. A las 2 semanas, aumentamos la dosis a 40 mg/día, y 2 semanas más tarde, a 60 mg/día de fluoxetina, ya que el señor H no había mostrado signos de mejoría y toleraba bien la medicación. Utilizamos esta dosificación porque muchos pacientes necesitan al menos 60 mg/día de fluoxetina y deseábamos evitar una búsqueda de dosis prolongada. No existen estudios de búsqueda de dosis, pero la experiencia clínica sugiere que se necesitan a menudo dosis más altas para tratar el trastorno dismórfico corporal que las usadas en la depresión mayor. Nuestra experiencia habitual es llegar a la dosis máxima de ISRS recomendada por el fabricante, a las 5 y 9 semanas de empezar el tratamiento, a menos que no sea tolerada o una dosis menor ya sea efectiva. Los pacientes con dificultades para tolerar los efectos secundarios o con respuesta clara y temprana pueden beneficiarse de dosis más bajas estables durante mucho tiempo en lugar de aventurarse a un eventual aumento de dicha dosis. A las 6 semanas de tratamiento, el señor H empezó a experimentar cierta mejoría; menos obsesionado, sus pensamientos intrusivos habían disminuido, sus conductas compulsivas empezaban a ser menos frecuentes y más fáciles de resistir y su conciencia de enfermedad, pensamientos referenciales, síntomas depresivos, funcionamiento e ideación suicida comenzaban a mejorar. Tras 8 semanas de tratamiento, con 60 mg/día, sus síntomas habían mejorado un 30 % en la Escala de Obsesiones y Compulsiones de Yale- Brown Modificada para el Trastorno Dismórfico Corporal. En este momento, aumentamos la dosis de fluoxetina a 80 mg/día, tolerando bien la medicación, aunque persistían algunos síntomas. En nuestra experiencia clínica, se pueden usar si es necesario dosis diarias superiores a 80 mg/día de fluoxetina o su equivalente (excepto en el caso de la clomipramina), habida cuenta del alto índice terapéutico de estos fármacos. El señor H tuvo una respuesta clínica significativa a las 8 semanas, aunque algunos pacientes necesitan tratamiento con ISRS durante 14 semanas, con ajustes de dosis relativamente altos, antes de que sus síntomas mejoren significativamente. El tiempo medio de respuesta a los ISRS en los estudios publicados, con ajustes rápidos de dosis, oscila entre 4 y 9 semanas (30, 33-35). Después de tomar fluoxetina durante 14 semanas (6 semanas a 80 mg/día), la puntuación del señor H en la escala de Yale- Brown modificada había disminuido un 35% con respecto a la evaluación inicial. Presentaba una mejoría sustancial, pero aún estaba molesto sobre su apariencia física y experimentaba algunas interferencias en su funcionamiento. Planteamos las siguientes opciones: aumentar la dosis de fluoxetina, potenciar la fluoxetina con otra medicación o TCC. El señor H prefirió la TCC (entonces estaba motivado y ansioso por aprender herramientas para reducir los síntomas restantes). En los pacientes que no están suficientemente motivados para la TCC, las técnicas de entrevista motivacional pueden ser útiles. Los que están demasiado enfermos o deprimidos para participar en TCC, un ISRS puede mejorar sus síntomas hasta el punto que permita la TCC. Continuamos con 80 mg/día de fluoxetina e iniciamos el tratamiento con TCC. Esta pauta seguía un tratamiento protocolizado (26) y consistía en 22 sesiones semanales de 60 minutos. Juntos, el terapeuta y el señor H desarrollaron la conceptualización inicial del porqué se habían desarrollado los síntomas y qué pensamientos y comportamientos los mantenían. Descubrieron, por ejemplo, que el señor H a menudo asumía que los demás reaccionaban negativamente debido a sus defectos en la apariencia física. Esta situación le provocaba mucha ansiedad y depresión. Para evitar estos sentimientos desagradables, el señor H iniciaba diversos rituales, evitaba situaciones sociales y algunas veces también el trabajo. La terapia se basó en estos conceptos. El terapeuta le pro- porcionó educación acerca del trastorno dismórfico corporal desde la perspectiva de la TCC, destacando cómo los rituales y las conductas de evitación refuerzan y mantienen las preocupaciones dismórficas y los pensamientos desadaptativos. El señor H y su terapeuta identificaron objetivos para el tratamiento, que incluían cambiar el rechazo hacia sí mismo y la forma en que el señor H se veía a sí mismo, disminuyendo las conductas desadaptativas (los rituales y la evitación en el trabajo y las situaciones sociales) e incrementando las conductas adaptativas (la socialización, desarrollar aficiones y acudir al trabajo). El señor H aprendió a identificar y modificar los pensamientos de rechazo hacia sí mismo. Por ejemplo, mientras estaba en el trabajo, el señor H tenía determinados pensamientos: «esta señora parece estar muy molesta. Está notando lo desagradable que es mi piel». Su terapeuta lo animó a evaluar los datos a favor y en contra de este pensamiento en particular. El señor H aprendió a escribir sus pensamientos en una hoja de registro y a responder con una respuesta racional, como «es más probable que la mujer esté molesta porque no encuentra algo que busca, no porque le incomode mi piel». Tras cierto tiempo, consiguió modificar los pensamientos de rechazo hacia sí mismo, disminuyendo así su ansiedad, depresión y vergüenza. En el curso del tratamiento, el señor H empezó a comprender que sus asunciones negativas ante las respuestas de los demás obedecían, en realidad, a creencias distorsionadas (es decir, ideas globales, generalizadas, de sí mismo y del mundo). Para el señor H, las creencias significativas como «no merezco que me quieran» y «soy desagradable » parecían mantener sus pensamientos y conductas dismórficas corporales. Más adelante, la reestructuración cognitiva y otras estrategias se centraron en estas creencias irracionales profundas. A medida que el señor H iba avanzando en la evaluación y modificación de sus pensamientos negativos, su terapeuta introdujo técnicas de exposición y prevención de respuesta (rituales). La exposición y la prevención de respuesta fueron combinadas y, con el tiempo, el señor H (guiado por su terapeuta) avanzó en la mejoría de situaciones problemáticas. Por ejemplo, empezó a visitar las casas de sus parientes sin llevar puesto un sombrero (exposición), sin ir al baño para comprobar el aspecto de su cabello y de su piel ante el espejo durante la visita (prevención de respuesta). Como siguiente paso, no se colocó un sombrero y se abstuvo de realizar comprobaciones ante el espejo cuando salía a caminar con su novia. Más adelante generalizó este ejercicio en situaciones sociales abarrotadas de gente (restaurantes, trabajo y un centro comercial). El señor H redujo gradualmente y a veces eliminó sus conductas compulsivas, aprendiendo a interrumpir su gesto habitual de acariciarse la piel. El señor H aprendió a diseñar y realizar experimentos conductuales para comprobar sus creencias dismórficas corporales (p. ej., que la gente se reía de él) y discernir si estaba o no en lo cierto. Los experimentos conductuales se combinaron con exposición y reestructuración cognitiva. Un ejercicio de reestructuración perceptiva ayudó al señor H a mirarse al espejo y realizar una descripción completa de su cuerpo, en lugar de centrarse de manera selectiva en las áreas que no le gustaban. Aprendió a no criticarse a sí mismo mientras se miraba al espejo y a utilizar descripciones más objetivas sobre su apariencia (p. ej., diciendo «mis ojos son marrones» en lugar de «mi cabello es desagradable y debería ser más fino»). También se animó al señor H a no realizar ningún ritual, ni comprobar compulsivamente su apariencia, ni tocarse la piel, mientras realizaba esta técnica. Además de trabajar estas estrategias en sus sesiones de tratamiento, el señor H ocupaba unos 40-60 minutos diarios repitiendo dicha técnica fuera de las sesiones. Las dos últimas sesiones de tratamiento se centraron en la prevención de recaídas y prepararon al señor H para el período posterior a la finalización del tratamiento. Se analizaron, por ejemplo, las expectativas no realistas, como «no tendré ningún síntoma del trastorno dismórfico corporal nunca más». Se trazó un plan con su terapeuta para afrontar el trastorno si reaparecían los síntomas (como reiniciar los registros de pensamiento y realizar exposición y prevención de respuesta y técnicas conductuales). En conjunto, el señor H se benefició mucho del tratamiento. Tras 22 sesiones y con 80 mg/día de fluoxetina, su puntuación en la escala de Yale-Brown modificada se redujo a 6. Dedicaba unos 20 minutos al día a pensar en su apariencia y a realizar conductas compulsivas. Los pensamientos sobre su apariencia física eran más adecuados y le causaban sólo un ligero malestar. El señor H no evitaba situaciones concre- tas ni tenía interferencias en su funcionamiento. Iba a trabajar regularmente, realizaba bien su trabajo, atendía las reuniones familiares y con frecuencia acudía a los actos sociales. Su estado de ánimo, conciencia de enfermedad y delirios de referencia mejoraron y no experimentó nuevos pensamientos suicidas. |
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Tal y como está estructurado el texto, es muy dificil leérselo. Las lineas muy cortas, los parrafos no se diferencia..
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organizalo mejor para que den ganas de leerlo. sino, se hace aburridor
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A mí me parece que se lee perfecto, lo que pasa que no hay mucho que opinar. A mí me llama la atención que alguien con dismorfofobia tenga pareja, parece algo contradictorio. |
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A mi el artículo me aclaró muchas dudas. Sobretodo como el señor H deja de pensar en el suicidio. Yo soy de los que he pensado en eso más de una vez. El instinto me tiene vivo... Si a algun@ le interesa el artículo completo, el link es: http://web.ebscohost.com/ehost/pdf?v...40sessionmgr10 |
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