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"MÁS ALLÁ DE TODA OSCURIDAD HAY AMOR Y PAZ" ;-) - El Rey león
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si alguien te tira una piedra demuéstrale que tú no eres como él y tírale un ladrillo
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"No piensas que lo puedes hacer, sabes que lo puedes hacer." - Morfeo
"Existe una diferencia entre conocer el camino y andar el camino." - Morfeo "Somos lo que somos, porque podemos elegir." - El Arquitecto |
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" Nacimos podridos en el cuerpo y en el alma, somos congénitamente inadaptados; suprimid el opio, no suprimiréis la necesidad del crimen, los cánceres del cuerpo y del alma, la propensión a la desesperación, el cretinismo innato, la viruela hereditaria, la pulverización de los instintos, no impediréis que existan almas destinadas al veneno, sea cual fuere, veneno de la morfina, veneno de la lectura, veneno del aislamiento, veneno del onanismo, veneno de los coitos repetidos, veneno de la debilidad arraigada en el alma, veneno del alcohol, veneno del tabaco, veneno de la anti-sociabilidad.
Hay almas incurables y perdidas para el resto de la sociedad. Suprimidles un medio de locura, ellas inventarán diez mil otros. Ellas crearán medios más sutiles, más furiosos, medios absolutamente desesperados. La misma naturaleza es antisocial en el alma; es por una usurpación de poderes que el cuerpo social organizado reacciona contra la tendencia natural de la sociedad. Dejemos perderse a los perdidos, tenemos mejor cosa en que ocupar nuestro tiempo que tentar una regeneración imposible y además inútil, odiosa y dañina. En tanto no hayamos llegado a suprimir ninguna de las causas de la desesperación humana no tendremos el derecho de intentar suprimir los medios por los cuales el hombre trata de desencostrarse de la desesperación. Pues ante todo se tendría que llegar a suprimir ese impulso natural y escondido, esa pendiente especiosa del hombre que lo inclina a encontrar un medio, que le da la idea de buscar un medio de salir de sus males. Asimismo, los perdidos están por naturaleza perdidos, todas las ideas de regeneración moral nada harán en ellos, hay un determinismo innato, hay una incurabilidad indiscutible del suicidio, del crimen, de la idiotez, de la locura, hay una invencible cornudez del hombre, hay una pulverización del carácter, hay una castración del espíritu. La afasia existe, la meningitis sifilítica existe, el robo, la usurpación. El infierno es ya de este mundo y hay hombres que son desdichados evadidos del infierno, evadidos destinados a recomenzar eternamente su evasión. Y basta. El hombre es miserable, el alma débil, hay hombres que se perderán siempre. Poco importan los medios de la pérdida; eso a la sociedad no le importa. Suicidados, desesperados, y vosotros, torturados del cuerpo y del alma, perded toda esperanza. No hay más alivio para vosotros en este mundo. El mundo vive de vuestros osarios. Y vosotros, locos lúcidos, cancerosos, meningíticos crónicos, sois unos incomprendidos. Hay un punto en vosotros que ningún médico jamás comprenderá, y es ese punto para mí el que os salva y vuelve augustos, puros, maravillosos: estáis fuera de la vida, estáis por encima de la vida, tenéis males que el hombre común no conoce, sobrepasáis el nivel normal y es por eso que los hombres son rigurosos con vosotros, envenenáis su quietud, sois disolventes de su estabilidad. Tenéis dolores irreprimibles cuya esencia consiste en ser inadaptable a ningún estado conocido, inajustable en las palabras. Tenéis dolores repetidos y fugaces, dolores insolubles, dolores del pensamiento, dolores que no están ni en el cuerpo ni en el alma, pero que participan de los dos. Y yo, participo de vuestros males, y os pregunto: ¿quién se atrevería a medirnos el calmante? En nombre de qué claridad superior, alma de nosotros mismos, nosotros que estamos en la raíz misma del conocimiento y de la claridad. Y esto por nuestras instancias, por nuestra insistencia en sufrir. Nosotros a quienes el dolor ha hecho viajar en nuestra alma en busca de un lugar de calma donde asirse, en busca de la estabilidad en el mal como los otros en el bien. No estamos locos, somos maravillosos médicos, conocemos la dosificación del alma, de la sensibilidad, de la médula y del pensamiento. Es preciso dejarnos en paz, es preciso dejar la paz a los enfermos, nada pedimos a los hombres, no les pedimos sino el alivio de nuestros males. Hemos evaluado bien nuestra vida, sabemos lo que ello comporta de restricciones frente a los otros y sobre todo frente a nosotros mismos. Sabemos hasta qué deformación consentida, hasta qué renunciamiento de nosotros mismos, hasta qué parálisis de sutilezas nuestro mal nos obliga cada día. No nos suicidamos todavía. Entre tanto, que se nos deje en paz." Antonin Artaud, la liquidación del opio, 1925 |
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Dos días después de la celebración mundial en honor a las mujeres, no viene mal un poco de aire fresco y revitalizante :mrgreen::
(AVISO: Hace falta MUCHO sentido del humor para esto, sobretodo si se es mujer). __________________________________________________ _______________ El violador Ahora que todos los negros son buenos y todos los maricones unos seres muy simpáticos, a ver si la sociedad ésta se reúne y decide de una vez que no todos los violadores somos mala gente. A veces he tenido que oír que en guerras de ésas que pasan por la tele, del tercer mundo o del este de Europa –que cada vez se acercan más, esto ya empieza a acojonar un poco–, más atroces aún que las bajas civiles se quieren considerar las violaciones perpetradas a las mujeres. Y no, hombre, eso no. No hay derecho. Siempre será mejor violar a una mujer y dejarla viva, que no violarla y matarla. Yo no sería capaz de matar a una mujer, no tendría estómago para ello. Pero violarlas, les aseguro que no produce ningún remordimiento. Claro que entiendo que, hoy en día, con el miedo que da llevarle la contraria a la opinión pública femenina –o, mejor dicho, a las pocas mujeres que acceden a los medios de comunicación; en otras palabras: a las que no representan a nadie–, todos tenemos que agachar la cabeza y decir que sí, que una violación es peor y más aberrante que la misma muerte. Porque si lo negamos, siempre acaban arguyendo lo mismo: «Es que vosotros nunca podréis saber lo que se siente al ser violado». Hombre, eso es relativo, aunque ellas seguirán diciendo que una violación a un hombre no es lo mismo que una violación a una mujer. Así pueden seguir obteniendo el beneficio de la duda, y seguir aprovechándose de ese privilegio que les proporciona el supuesto horror absoluto que provoca la mera mención de una violación femenina. Hacen que el hombre se sienta culpable al saberse posibilitado para violarlas –aunque jamás se le haya pasado tal barbaridad por la cabeza; bueno, je, je, ¿a quién no se le ha pasado por la cabeza?–, y entonces uno les consiente todo, víctima de un chantaje emocional implícito, como si ya tuviéramos que disculparnos a priori por nuestra capacidad de follarlas, o incluso de sentir deseo sexual. De todas formas, hay que reconocer que, en el fondo, ahora que lo pienso, en eso de que una violación a un hombre no es lo mismo que a una mujer, tienen razón: yo he violado alguna vez a un hombre –cuando todavía no había decidido por qué género decantarme–, y les puedo jurar que no tiene nada que ver con violar a una mujer. Vamos, ni punto de comparación. De todas formas, reincidiendo –en el sentido legal de la palabra– en lo escrito anteriormente, ¿qué importa que un hombre no pueda saber lo que es ser violado? A esto se podría aducir que tampoco sabemos lo que es tener un hijo, y hasta ahora ninguna ha preferido matarse a tenerlos. En todo caso, prefiere matarlo a él, a la pobre criatura. Y tampoco es que tengan demasiados remordimientos para hacerlo. Pero claro, eso sí que no podemos castigarlo. Ellas se cargan al hijo y no pasa nada. Pobrecitas, qué pena me dan. Seguro que lo han hecho por una cuestión de necesidad. En cambio, nosotros sólo intentamos que nos den algo de cariño, y ya somos unos criminales aborrecibles. Y nuestras necesidades, ¿qué? Y ellas se aprovechan de eso, como siempre. Así que le hacen creer a todo el mundo que no hay cosa peor que una violación. A lo mejor no hay cosa peor, pero yo prefiero vivir, por muchas veces que me hubieran violado, a que me maten. Al menos después podré elegir si deseo seguir viviendo. Si al final quiero realmente morir, pues me suicido y ya está. Pero siempre será mejor dejar decidir a la persona, ¿no? ¿No lo creen ustedes así? Y, entre nosotros, yo que he violado a muchas mujeres, déjenme decirles algo: no es para tanto. Porque, recuperando el hilo lógico de mi razonamiento, a eso es a lo que iba. Yo no soy tan mala gente, si se paran a pensarlo. Sí, abuso sexualmente de una persona contra su voluntad. ¿Y? De otras abusan laboralmente, de otras afectivamente, y de otras económicamente. Y no pasa nada. Es más, la ley no suele penar ni una mínima proporción de todos esos casos: ¿quién mete en la cárcel al hijoputa que te ha robado el corazón? La realidad es que estamos acostumbrados a todo tipo de abusos. Entonces, ¿por qué no a las violaciones? ¿Por qué seguimos demonizando a los violadores, como si fueran monstruos, cuando son personas normales y corrientes, honrados padres de familia con una pequeña afición que da la casualidad de que ahora está considerada un delito y tipificada como tal? No digo yo que no haya que castigarlo, pero tampoco exageremos. Que una violación es sólo eso, una violación, y a veces ni siquiera sabes si lo es. En el fondo, ¿cómo va uno a estar seguro, si igualmente, desde el principio de los tiempos, ellas nunca te dicen si quieren follar o no? Ellas nunca te dicen nada. Porque, entre ustedes y yo, ¿con cuántas mujeres se han acostado a lo largo de su vida que hayan accedido verbalmente a hacer el amor, diciendo «sí» explícitamente? Permítanme dudar que sean demasiadas. Sin embargo, ¿con cuántas mujeres se han acostado que al principio dijeran claramente «no»? Con algunas, ¿verdad? –y si no lo han hecho, amigos míos, déjenme decirles que se han perdido ustedes muchos buenos polvos. Eso, en cierta forma, les convierte también a ustedes en violadores, ¿no? Siguieron adelante, sin un consentimiento previo, contra la voluntad de ellas, ¿verdad? ¿O contra la «aparente» voluntad de ellas? ¿Quizá es que estaban ustedes seguros de que cuando ellas decían «no» en realidad querían decir «sí»? ¿Se supone entonces que debemos estar siempre adivinando lo que en realidad piensan ellas? ¿Y cómo vamos a poder saberlo nunca con seguridad? ¿Lo saben acaso ellas alguna vez con seguridad? ¿Y cómo vamos a poder fiarnos de un género humano que ni siquiera es capaz de decir lo que piensa y desea? Yo se lo diré, amigos, no se preocupen, que para eso ya estoy al otro lado de la ley: sencillamente, uno no puede fiarse. Si un hombre respetara desde el principio lo que opina una mujer, el ser humano se habría extinguido hace eras. Así que todo el juego consiste sólo en eso: nunca retirarte antes de tiempo. Y yo me limito a saber aguantar hasta el final. ¿Cómo voy a estar seguro de si quieren follar o no, si nunca me lo van a decir? De hecho, antes de descubrir este maravilloso y revolucionario método que ha cambiado de golpe mi vida, en aquellos años en que, como cualquier otro tipo vulgar, aún seguía al pie de la letra el rito de apareamiento de la civilización occidental –léase citas–, siempre follaba más cuando aceptaba de buen grado la primera y rotunda negativa de mis acompañantes femeninas, haciéndoles creer que no me importaba acostarme o no con ellas: luego venían ellas a mí, más sumisas que un chihuahua, y acababan chupándome la *****, se lo juro a ustedes. Yo también pasaba, por supuesto, por todos los prolegómenos de rigor: la cena, los locales nocturnos, las bebidas para emborracharlas, los halagos... En el fondo, era lo mismo que violarlas, pero además engañándolas o, mejor dicho, permitiéndoles que se autoengañaran ellas solas, pues no creo que fueran tan tontas como para no saber lo que estaban haciendo, aunque su manera de acercarse oblicuamente a todas las cosas nunca les permita ser sinceras consigo mismas: créanme, llegué a conocerlas bien, y tan tontas no pueden ser ni, de hecho, lo son. Yo sabía exactamente lo que tenía que hacer y decir, cuánto dinero invertir en ellas, y el método a seguir para lograr que se abrieran de patas sin que me dijeran nada, porque sabía que nada me iban a decir, aparte de una ligera protesta inicial. Pero acabó siendo muy cansado, y me harté de repetir ese laborioso y rutinario proceso. Así que decidí saltármelo. Ahora, en vez del marisco, las copas, el champán y la conversación irrelevante, me limito a utilizar un destornillador para que se bajen las bragas –que, a fin de cuentas, es el objetivo último que todos buscamos–, y las follo directamente, sin esperar a que acaben de decidirse, sin engañarlas ni sentirme un estafador. Claro que siguen protestando, pero eso ya lo hacían antes. Ahora me siento realizado y sincero con ellas, no tengo que maquillar las cosas y consigo que, por fin, afronten y reconozcan abiertamente el hecho sexual, ese hecho que siempre evitan encarar, como si fuera un sentimiento exclusivo de los hombres para motivo de la vergüenza y escarnio de éstos. Ya no me siento mal pensando que les oculto mis verdaderas intenciones. Ya no les miento. Y les prometo que, manda cojones, por el brillo de sus ojos, a alguna parece que hasta le gusta, aunque por supuesto nunca sería capaz de reconocerlo ante ella misma –tampoco son capaces de reconocer ante ellas mismas casi ninguna otra cosa. Vale, no soy tan ciego como para pensar que les gusta a todas. Ser violada debe ser un mal rollo, lo confieso, y violar no está bien –niños, no hagáis esto en casa, ni fuera de ella: os lo dice un experto; ah, y si tenéis que hacerlo, utilizad al menos un condón, que vete a saber lo que podéis pillar con según quién. Pero de ahí a matarlas, hay un trecho. A algunas mujeres las he traumatizado, sí, pero para otras me he convertido en su mejor experiencia sexual. Eso debería ser una eximente, ¿no? Tampoco exijo que me cuelguen una medalla, pero moral, éticamente y desde cualquier otro punto de vista, yo, que siempre me he considerado una persona de izquierdas, me niego a que me juzguen como si fuese peor que un asesino. Al menos, que reconozcan eso. Por ello no es justo que se pidan penas tan altas para las personas como yo. Y menos la castración. Vamos, eso es una salvajada. A los Derechos Humanos me remito. Una cosa es que se diga que todos los violadores están enfermos, que no saben lo que hacen, y que eso les exime de cualquier responsabilidad –no sé los demás, pero yo no me considero enfermo para nada; soy responsable de mis actos, sé exactamente lo que hago, y me gusta–, y otra, que todos deberían estar capados. Hombre, no exageremos. Si violar es un crimen tan atroz, ¿es que castrar no lo es? Al parecer, según la sociedad «civilizada», no. Sería de desear una serie de campañas informativas y cívicas, bajo algún lema apropiado –desde mi modesta aportación, yo propondría por ejemplo «Violar también es amar», que siempre quedaría bonito y como sensible–, para que los ciudadanos puedan conocer mejor a ese ser marginado e incomprendido que es el violador, víctima y verdugo al mismo tiempo de una sociedad reprimida y represiva. Esas campañas yo las haría extensivas a las prisiones, lugares donde los violadores tienen especialmente mala prensa, para que los compañeros reclusos nos respeten un poquito más: créanme, no es nada reconfortante pensar que a una condena en la cárcel se sumará casi con seguridad el acoso por parte de innumerables malhechores e indeseables dispuestos a dejarte el culo como un abrevadero de patos. En la calle, la ley defiende a la víctima de una violación. Pero, en la cárcel, ¿quién defiende al violador violado? ¡Nadie! Por eso lanzo desde aquí mi reivindicación de que los violadores no somos gente tan monstruosa ni despreciable. Sólo tenemos mala fama. Somos como los demás, como usted o como aquel otro. Hay de todo, como en todo. Como en los taxistas. Eso sí, las mujeres son todas unas putas. Seguro que ustedes lo han pensado también alguna vez, ¿verdad? ¿Lo ven? Entonces estamos todos de acuerdo. Del libro "Todas putas", de Hernán Migoya __________________________________________________ _______________ No encuentro el libro gratis en PDF en ninguna parte :-(. Voy a tener que comprarlo, espero conseguirlo :risita: |
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"El que hace una bestia de sí mismo, se deshace del dolor de ser humano."
Samuel Johnson |
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No vemos la vida como es, sino como somos.
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"Más vale padecer la injusticia que cometerla, porque la primera actitud nos hace virtuosos, mientras que la segunda nos hace injustos."
Demócrito, supuestamente |
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Ventana sobre las dictaduras invisibles «La madre abnegada ejerce la dictadura de la servidumbre. El amigo solicito ejerce la dictadura del favor. La caridad ejerce la dictadura de la deuda. La libertad de mercado te permite aceptar los precios que te imponen. La libertad de opinión te permite escuchar a los que opinan en tu nombre. La libertad de elección te permite elegir la salsa con que serás comido.» * * * "Se enfadó consigo mismo, pero luego se le ocurrió que en realidad era bastante natural que no supiera qué quería: El hombre nunca puede saber qué debe querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. ¿Es mejor estar con Teresa o quedarse solo? No existe posibilidad alguna de comprobar cuál de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero ¿qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni siquiera boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro. «Einmal ist keinmal», repite Tomás para sí el proverbio alemán. Lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. Si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto." "Tomás se acordaba del comentario de Teresa sobre el amigo Z. y constataba que la historia del amor de su vida no iba acompañada del sonido de ningún «es muss sein!» [¡tiene que ser!], sino más bien por el de «es könnte auch annder sein»: también podía haber sido de otro modo. Hace siete años se produjo casualmente en el hospital de la ciudad de Teresa un complicado caso de enfermedad cerebral, a causa del cual llamaron con urgencia a consulta al director del hospital de Tomás. Pero el director tenía casualmente una ciática, no podía moverse y envió en su lugar a Tomás a aquel hospital local. En la ciudad había cinco hoteles, pero Tomás fue a parar casualmente justo a aquél donde trabajaba Teresa. Casualmente lo sobró un poco de tiempo para ir al restaurante antes de la salida del tren. Teresa casualmente estaba de servicio y casualmente atendió la mesa de Tomás. Hizo falta que se produjeran seis casualidades para empujar a Tomás hacia Teresa, como si él mismo no tuviera ganas. Regresó a Bohemia por su causa. Una decisión tan trascendental se basaba en un amor tan casual que no hubiera existido si su jefe no hubiera tenido la ciática hace siete años. Y aquella mujer, aquella personificación de la casualidad absoluta yace ahora a su lado y respira profundamente mientras duerme." "Pero cuando se entrevistó con la amable directora de la empresa praguense de limpieza de escaparates y ventanas, percibió de pronto el resultado de su decisión en toda su concresión e irreversibilidad y estuvo a punto de asustarse. Sin embargo, en cuanto superó (tardó aproximadamente una semana) la sorpresa producida por su inhabitual modo de vida, comprendió de repente que le habían tocado unas largas vacaciones. Las cosas que hacía no le importaban nada y estaba encantado. De pronto comprendió la felicidad de las gentes (hasta entonces siempre se había compadecido de ellas) que desempeñaban una función a la que no se sentían obligados por ningún «es muss sein!» interior y que podían olvidarla en cuanto dejaban su puesto de trabajo. Hasta entonces nunca había sentido aquella dulce indiferencia. Cuando algo no le salía bien en el quirófano, se desesperaba y no podía dormir. Con frecuencia perdía hasta el apetito sexual. El «es muss sein!» de su profesión era como un vampiro que le chupaba la sangre. Ahora andaba por Praga con la pértiga de limpiar escaparates y constataba con sorpresa que se sentía diez años más joven. Las vendedoras de las grandes tiendas le llamaban «doctor» (el tam-tam praguense funcionaba a la perfección) y le pedían consejos para sus costipados, para sus espaldas doloridas y sus menstruaciones irregulares. Le miraban casi con vergüenza mientras él echaba agua al cristal, colocaba el cepillo en la pértiga y empezaba a limpiar el escaparate. Si hubieran podido dejar solos a los clientes en la tienda, seguro que le hubieran quitado la pértiga y hubieran lavado el cristal en su lugar. Tomás tenía que atender sobre todo los grandes almacenes, pero la empresa lo enviaba con frecuencia también a casas de particulares. La gente aún vivía la persecusión masiva de los intelectuales checos con una especia de euforia solidaria. Cuando sus antiguos pacientes se enteraban de que Tomás limpiaba escaparates, llamaban a la empresa y solicitaban sus servicios. Lo recibían entonces con una botella de champán o de slivovice, apuntaban en la factura que había limpiado trece ventanas y se pasaban dos horas charlando y brindando con el. Las familias de los oficiales rusos iban a vivir a Bohemia, por la radio se oían los discursos amenazantes de los funcionarios del Ministerio del Interior que habían reemplazado a los redactores despedidos y él se tambaleaba borracho por Praga y tenía la sensación de que iba de fiesta en fiestal. Eran sus grandes vacaciones. Regresaba a su época de soltero. Y es que de pronto estaba sin Teresa. Sólo la veía de noche, cuando ella volvía del restaurante y él se despertaba ligeramente del primer sueño y luego otra vez por la mañana, cuando era ella la que estaba adormilada y él tenía prisa por llegar al trabajo. Tenía dieciséis horas para sí mismo y aquél era un ámbito de libertad inesperadamente conquistado." "En el mismo comienzo del Génesis está escrito que Dios creó al hombre para confiarle el dominio sobre los pájaros, los peces y los animales. Claro que el Génesis fue escrito por un hombre y no por un caballo. No hay seguridad alguna de que Dios haya confiado efectivamente al hombre el dominio de otros seres. Más bien parece que el hombre inventó a Dios para convertir en sagrado el dominio sobre la vaca y el caballo, que había usurpado. Sí, el derecho a matar un ciervo o una vaca es lo único en lo que la humanidad coincide fraternalmente, incluso en medio de las guerras más sangrientas. Ese derecho nos parece evidente porque somos nosotros los que nos encontramos en la cima de esa jerarquía. Pero bastaría con que entrara en el juego un tercero, por ejemplo un visitante de otro planeta al que Dios le hubiese dicho: “Dominarás a los seres de todas las demás estrellas”, y toda la evidencia del Génesis se volvería de pronto problemática. Es posible que el hombre uncido a un carro por un marciano, eventualmente asado a la parrilla por un ser de la Vía Láctea, recuerde entonces la chuleta de ternera que estaba acostumbrado a trocear en su plato y le pida disculpas (¡tarde!) a la vaca." Milan Kundera - La insoportable levedad del ser |
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el miedo es como el fuego ,si lo controlas te mantiene caliente y si no, te quemará
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No voy a despertarme porque salga el sol
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[...]nos molesta ser hombres, hombres de carne y hueso; nos da vergüenza, lo consideramos como un oprobio y soñamos con llegar a convertirnos en una especie de seres abstractos, universales.
(Memorias del Subsuelo - Dostoyevski) |
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“You need to learn how to select your thoughts just the same way you select your clothes every day. This is a power you can cultivate. If you want to control things in your life so bad, work on the mind. That’s the only thing you should be trying to control.”
—Elizabeth Gilbert |
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Típico topico... "Todo esta en tus manos". (A pesar de que pueda parecer lo contrario.)
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"I never dreamed of any enormity greater than I have committed. I never knew, and never shall know, a worse man than myself."
"[...] for a man is rich in proportion to the number of thing which he can afford to let alone." "Little is to be expected of that day, if it can be called a day, to which we are not awakened by our Genius, but by the mechanical nudgings of some servitor, are not awakened by our own newly-acquired force and aspirations from within, accompanied by the undulations of celestial music, instead of factory bells, and a fragrance filling the air—to a higher life than we fell asleep from; and thus the darkness bear its fruit, and prove itself to be good, no less than the light." Henry David Thoreau - Walden or Life in the Woods *** "INÉS.—(Mirándolo.) Por favor, la boca. GARCIN.—(Sacado de su ensimismamiento.) ¿Qué? INÉS.—¿No podría estarse quieto con la boca? Da vueltas como una peonza ahí, debajo de su nariz. GARCIN.—Le pido perdón; no me daba cuenta. INÉS.—Eso es lo malo. (Tic de GARCIN.) ¡Otra vez! Tiene usted la pretensión de ser una persona bien educada y no se cuida de sus gestos. Pero no está usted solo y no tiene derecho a imponerme el espectáculo de su miedo. (GARCIN se levanta y va hacia ella.) GARCIN.—¿Y usted no tiene miedo? INÉS.—¿Y para qué? El miedo estaba bien «antes», cuando aún teníamos esperanza. GARCIN.— (Suavemente.) Ya no hay esperanza, es cierto, pero seguimos estando «antes». Todavía no hemos empezado a sufrir, señorita. INÉS.—Ya lo sé. (Una pausa.) ¿Y entonces? ¿Qué va a venir ahora? GARCIN.—Yo no lo sé. Me limito a esperar. (Un silencio. GARCIN vuelve a sentarse. INÉS vuelve a su paseo. GARCIN tiene el tic de la boca. A una mirada de INÉS, oculta el rostro entre sus manos. Entran ESTELLE y el MOZO.)" "INÉS.—¡Estelle! ESTELLE.—¿Qué hay? INÉS.—¿Qué ha hecho usted? ¿Por qué la han traído aquí? ESTELLE.—(Vivamente.) Yo no sé nada, nada absolutamente... Hasta me pregunto si no habrá sido un error. (A INÉS.) No se sonría así. Piense en la cantidad de personas que..., que se ausentan cada día que pasa. Llegan aquí por millones y no se encuentran más que subalternos, empleados sin ninguna instrucción. ¿Cómo quieren que no haya errores? No, no se sonría así... (A GARCIN.) Diga usted alguna cosa,vamos. Si se han equivocado en mi caso, también pueden haberse equivocado en el suyo. (A INÉS.) Y en el suyo también. ¿No es mejor creer que estamos aquí por un error? INÉS.—¿Es todo lo que tiene que decirnos? ESTELLE.—¿Qué más quieren saber? No tengo nada que ocultar. Yo era huérfana y pobre... Cuidaba de mi hermano pequeño. Un viejo amigo de mi padre me pidió en matrimonio. Era un hombre rico y bueno... y acepté. ¿Qué hubiera hecho otra persona en mi lugar? Mi hermano estaba enfermo y su salud exigía los mayores cuidados. Viví seis años con mi marido sin una sombra... Hace dos años me encontré con una persona a la que quise verdaderamente. Nos reconocimos en seguida. Quería que me fuera con él, pero yo no quise. Después de eso, tuve la neumonía; y eso es todo. Claro que alguien podría reprocharme, en virtud de ciertos principios, que haya sacrificado mi juventud a un hombre viejo, no sé... (A GARCIN.) ¿Cree usted que eso sea una falta? GARCIN.—Desde luego que no. (Una pausa.) ¿Y a usted le parece que sea una falta el que uno viva según sus propios principios? ESTELLE.—¿Quién podría reprocharle una cosa así? GARCIN.—Yo dirigía un diario pacifista. Estalla la guerra. ¿Qué hacer? Todo el mundo tenía los ojos clavados en mí. «¿Se atreverá?» Pues bien: sí me atreví. Me crucé de brazos y me fusilaron. ¿Dónde está la falta? A ver, ¿dónde está la falta? ESTELLE.—(Le pone la mano en el brazo.) No hay ninguna falta. Usted es... INÉS.—(Termina, irónicamente.) Un héroe. ¿Y su mujer, Garcin? GARCIN.—¿Qué pasa con ella? La saqué del arroyo, como se dice. ESTELLE.—(A INÉS.) ¡Ya lo ve! ¡Ya lo ve! INÉS.—Sí, ya veo. (Una pausa.) ¿Para quién representan la comedia? Estamos en familia. ESTELLE.—(Con insolencia.) ¿En qué familia? INÉS.—En la de los asesinos, quiero decir. Estamos en el infierno, nenita, y nunca se producen errores; a la gente no se la condena por nada. ESTELLE.—Cállese. INÉS.—¡En el infierno! ¡Condenados! ¿Lo oyen? ¡Condenados! ESTELLE.—Cállese, por favor. ¿Quiere callarse de una vez? Le prohíbo que emplee palabras tan groseras. INÉS.—Está condenada la santita. Condenado el héroe irreprochable. Todos tuvimos nuestro momento de placer, ¿no es cierto? Hay gentes que han sufrido por nuestra causa hasta la muerte, y eso nos divertía mucho, ¿no? Pues ahora hay que pagarlo. GARCIN.—(Levanta la mano.) ¿Se va a callar o no? INÉS.—(Lo mira sin miedo, pero con inmensa sorpresa.) ¡Ah, ya sé! (Una pausa.) ¡Espere! Ya lo he comprendido. ¡Ya sé por qué nos han puesto juntos! ¡Ya lo sé! GARCIN.—Tenga cuidado con lo que va a decir. INÉS.—Van a ver cómo es una tontería, ¡una solemne tontería! No tenemos tortura física, ¿verdad? Y, sin embargo, estamos en el infierno. Y nadie tiene que venir. Nadie. Estaremos nosotros solos y juntos para siempre, ¿no? En resumen, aquí falta alguien: el verdugo. GARCIN.—(A media voz.) Ya lo sé, sí. INÉS.—Es fácil, han hecho economías en el personal; eso es todo. Los mismos clientes hacen el servicio, como en esos restaurantes cooperativos. ESTELLE.—¿Qué quiere decir? INÉS.—El verdugo es cada uno de nosotros para los demás. (Una pausa asimilando la noticia.) GARCIN.—(Al fin, con una voz suave.) Yo no seré nunca un verdugo. No les deseo ningún mal y no tengo nada que ver con ustedes. Nada. Es muy fácil lo que hay que hacer; que cada uno se quede en su rincón: usted allí, usted ahí y yo aquí. Y silencio. Ni una sola palabra. No es difícil, ¿verdad? Cada uno tiene ya bastante consigo mismo. Yo creo que podría quedarme diez mil años sin hablar. ESTELLE.—¿Qué tengo yo que hacer? ¿Callarme? GARCIN.—Sí; y nos..., nos habremos salvado. Callarse. Mirar dentro de sí, no levantar nunca la cabeza. ¿Estamos de acuerdo? INÉS.—Sí, de acuerdo. ESTELLE.—(Duda un momento.) Bueno, de acuerdo. GARCIN.—Entonces, adiós. (Va a su canapé y oculta el rostro entre las manos. Silencio. INÉS se pone a cantar para sí misma.)" "[...] Eso sí que no! Yo quiero elegir mi propio infierno; quiero mirarlos a plena luz y luchar a cara descubierta." "INÉS.—¡Ah!, esa es la cuestión, en efecto. ¿Fueron esas las verdaderas razones? Tú razonabas, no querías comprometerte a la ligera. Pero el miedo, el odio y todas las porquerías que uno se oculta, son «también» razones. Así que tú busca, interrógate." "GARCIN.—¿Y no será de noche nunca? INÉS.—Nunca. GARCIN.—¿Y tú me verás siempre? INÉS.—Siempre. (GARCIN abandona a ESTELLE y da algunos pasos por la habitación. Se acerca a la estatua.) GARCIN.—La estatua... (La acaricia.) ¡En fin! Este es el momento. La estatua está ahí; yo la contemplo y ahora comprendo perfectamente que estoy en el infierno. Ya os digo que todo, todo estaba previsto. Habían previsto que en un momento..., este..., yo me colocaría junto a la chimenea y que pondría mi mano sobre la estatua, con todas esas miradas sobre mí... Todas esas miradas que me devoran... (Se vuelve bruscamente.) ¡Cómo! ¿Solo sois dos? Os creía muchas más. (Ríe.) Entonces esto es el infierno. Nunca lo hubiera creído... Ya os acordaréis: el azufre, la hoguera, las parrillas... Qué tontería todo eso... ¿Para qué las parrillas? El infierno son los demás." A puerta cerrada "Me sentía a la vez cansado y sobrexcitado. No quería pensar más en lo que ocurriría al alba, en la muerte. Aquello no venía bien con nada, sólo encontraba algunas palabras y el vacío. Pero en cuanto trataba de pensar en otra cosa, veía asestados contra mí caños de fusiles. Quizás veinte veces seguidas viví mi ejecución; hasta una vez creí que era real: debí de adormecerme durante un minuto. Me llevaban hasta el muro y yo me debatía, les pedía perdón. Me desperté con sobresalto y miré al belga; temí haber gritado durante mi sueño. Pero se alisaba el bigote, nada había notado. Si hubiera querido creo que hubiera podido dormir un momento: hacía cuarenta y ocho horas que velaba; estaba agotado. Pero no deseaba perder dos horas de vida: vendrían a despertarme al alba, les seguiría atontado de sueño y reventaría sin hacer ni “uf”; no quería eso, no quería morir como una bestia, quería comprender. Temía además sufrir pesadillas. Me levanté, me puse a pasear de arriba abajo y para cambiar de idea me puse a pensar en mi vida pasada. Acudieron a mí, mezclados, una multitud de recuerdos. Había entre ellos buenos y malos —o al menos así los llamaba yo antes. Había rostros e historias. Volví a ver la cara de un pequeño novillero que se había dejado cornear en Valencia, la de uno de mis tíos, la de Ramón Gris. Recordaba algunas historias: cómo había estado desocupado durante tres meses en 1926, cómo casi había reventado de hambre. Me acordé de una noche que pasé en un banco de Granada: no había comido hacía tres días, estaba rabioso, no quería reventar. Eso me hizo sonreír. Con qué violencia corría tras de la felicidad, tras de las mujeres, tras de la libertad. ¿Para qué? Quise libertar a España, admiraba a Pi y Margall, me adherí al movimiento anarquista, hablé en reuniones públicas: tomaba todo en serio como si fuera inmortal. Tuve en ese momento la impresión de que tenía toda mi vida ante mí y pensé: “Es una maldita mentira”. Nada valía puesto que terminaba. Me pregunté cómo había podido pasar, divertirme con las muchachas: no hubiera movido ni el dedo meñique si hubiera podido imaginar que moriría así. Mi vida estaba ante mí terminada, cerrada como un saco y, sin embargo, todo lo que había en ella estaba inconcluso. Intenté durante un momento juzgarla. Hubiera querido decirme: es una bella vida. Pero no se podía emitir juicio sobre ella, era un esbozo; había gastado mi tiempo en trazar algunos rasgos para la eternidad, no había comprendido nada. Casi no lo lamentaba: había un montón de cosas que hubiera podido añorar, el gusto de la manzanilla o bien los baños que tomaba en verano en una pequeña caleta cerca de Cádiz; pero la muerte privaba a todo de su encanto." "En el estado en que me hallaba, si hubieran venido a anunciarme que podía volver tranquilamente a mi casa, que se me dejaba salvar la vida, eso me hubiera dejado frío. No tenía más a nadie, en cierto sentido estaba tranquilo. Pero era una calma horrible, a causa de mi cuerpo: mi cuerpo, yo veía con sus ojos, escuchaba con sus oídos, pero no era mío; sudaba y temblaba solo y yo no lo reconocía. Estaba obligado a tocarlo y a mirarlo para saber lo que hacía como si hubiera sido el cuerpo de otro. Por momentos todavía lo sentía, sentía algunos deslizamientos, especies de vuelcos, como cuando un avión entra en picada, o bien sentía latir mi corazón. Pero esto no me tranquilizaba: todo lo que venía de mi cuerpo tenía un aire suciamente sospechoso. La mayoría del tiempo se callaba, se mantenía quieto y no sentía nada más que una especie de pesadez, una presencia inmunda pegada a mí. Tenía la impresión de estar ligado a un gusano enorme. En un momento dado tanteé mi pantalón y sentí que estaba húmedo, no sabía si estaba mojado con sudor o con orina, pero por precaución fui a orinar sobre el montón de carbón." El muro Jean Paul Sartre *** "Pero esta reflexión, por el momento, sólo nos proporciona una noción, la de lo absurdo. A su vez, ésta no nos aporta sino una contradicción en lo que concierne al problema del asesinato. El sentimiento de lo absurdo, cuando se pretende ante todo extraer de él una regla de acción, hace al asesinato por lo menos indiferente y, por consiguiente, posible. Si no se cree en nada, si nada tiene sentido y no podemos afrmar valor alguno, todo es posible y nada tiene importancia. Nada de pro ni de contra, el asesino no tiene ni deja de tener razón. Se pueden atizar los crematorios como puede uno dedicarse al cuidado de los leprosos. Maldad y virtud son azar o capricho. Se decidirá entonces no obrar, lo que equivale por lo menos a aceptar el asesinato de otro, sin perjuicio de deplorar armoniosamente la imperfección de los hombres. Se imaginará también reemplazar la acción por el diletantismo trágico; y en ese caso, la vida humana se convierte en una apuesta. Por fin, uno puede proponerse emprender una acción que no sea gratuita. En este último caso, por falta de un valor superior que oriente la acción, uno se dirigirá en el sentido de la eficacia inmediata. No siendo nada verdadero ni falso, bueno ni malo, la regla consistirá en mostrarse el más eficaz, es decir, el más fuerte. Entonces el mundo no se dividirá ya en justos e injustos, sino en amos y esclavos. Así, hacia cualquier lado que uno se vuelva en el centro de la negación y del nihilismo, el asesinato ocupará su lugar privilegiado. Por lo tanto, si pretendemos instalarnos en la actitud absurda, debemos prepararnos para matar, dando así paso a la lógica por encima de los escrúpulos, que estimaremos ilusorios. Por supuesto, será necesarias algunas disposiciones, pero, en suma, menos de las que se cree, a juzgar por la experiencia. Por lo demás, siempre es posible, como se ve ordinariamente, mandar matar. Todo se arreglaría, pues, en nombre de la lógica, si verdaderamente la lógica encontrase en ella algún provecho. Pero la lógica no puede encontrar provecho en una actitud que le advierte alternativamente que el asesinato es posible e imposible. Pues después de haber hecho por lo menos indiferente el acto de matar, el análisis absurdo, en la más importante de sus consecuencias, termina condenándolo. La conclusión última del razonamiento absurdo es, en efecto, el rechazo del suicidio y el mantenimiento de esa confrontación desesperada entre la interrogación humana y el silencio del mundo. El suicidio significaría el fin de esta confrontación y el razonamiento absurdo considera que no podría aprobarlo sino negando sus propias premisas. Semejante conclusión, según el, sería huida o liberación. Pero es claro que, al mismo tiempo, ese razonamiento admite la vida como el único bien necesario, pues permite esa confrontación y sin ella la apuesta absurda no tendría apoyo. Para decir que la vida es absurda, la conciencia necesita estar viva. ¿Cómo, sin una notable concesión al gusto del bienestar, se puede conservar para sí mismo el beneficio exclusivo de semejante razonamiento? Desde el instante en que este bien se reconoce como tal, es el de todos los hombres. No se puede dar una coherencia al asesinato si se la niega al suicidio. Un espíritu imbuido en la idea del absurdo admite sin duda el asesinato por fatalidad, pero no podría aceptar el asesinato por razonamiento. Ante la confrontación, asesinato y suicidio son una misma cosa que hay que aceptar o rechazar juntamente. Así, el nihilismo absoluto, el que acepta la legitimación del suicidio, va a parar más fácilmente todavía al asesinato lógico. Si nuestro tiempo admite con facilidad que el asesinato tiene sus justificaciones, es a causa de esa indiferencia por la vida que caracteriza al nihilismo. Ha habido, sin duda, épocas en que la pasión de vivir era tan fuerte que también ella estallaba en excesos criminales. Pero esos excesos eran como la quemadura de un goce terrible. No eran ese orden monótono instaurado por una lógica indigente a los ojos de la cual todo se iguala. Esta lógica ha llevado los valores del suicidio de que nuestra época se ha nutrido hasta su consecuencia extrema, que es el asesinato legitimado. Al mismo tiempo, culmina en el suicidio colectivo. La demostración más evidente la proporcionó el apocalipsis hitleriano de 1945. Destruirse no era nada para los locos que se preparabanen sus madrigueras una muerte apoteótica. Lo esencial era no destruirse solo y arrastrar a todo un mundo consigo. De cierta manera, el hombre que se mata en la soledad preserva todavía un valor, porque, al parecer, no se reconoce derechos sobrela vida de los demás. Prueba de ello es que nunca utiliza para dominar a otro la terrible fuerza y la libertad que le da su decisión de morir; todo suicidio solitario, cuando no es por resentimiento, es, en cierto modo, generoso o despreciativo. Pero se desprecia en nombre de alguna cosa. Si el mundo es indiferente al suicida es porque éste tiene una idea de lo que no le es o podría no serle indiferente. Se cree destruir todo y llevarse todo consigo, pero de esa muerte misma renace un valor que quizá habría merecido que viviera. La negación absoluta no se agota, pues, con el suicidio. Sólo puede agotarla la destrucción absoluta, de sí mismo y de los demás. No se la puede vivir, por lo menos, sino tendiendo hacia ese límite deleitable. Suicidio y asesinato son aquí dos aspectos de un mismo orden, el de una inteligencia desdichada que prefiere al sufrimiento de una condición limitada la negra exaltación en la que tierra y cielo se aniquilan. De la misma manera, si se niegan sus razones al suicidio, no es posible dárselas al asesinato. No se es nihilista a medias. El razonamiento absurdo no puede a la vez preservar la vida del que habla y aceptar el sacrificio de los demás. Desde el momento en que se reconoce la imposibilidad de la negación absoluta, y es reconocerla el vivir de alguna manera, lo primero que no se puede negar es la vida de los demás. Así, la misma noción que nos dejaba creer que el asesinato era indiferente lo despoja en seguida de sus justificaciones; volvemos a la condición ilegítima de la cual habíamos tratado de salir. Prácticamente, semejante razonamiento nos asegura al mismo tiempo que se puede y que no se puede matar. Nos abandona a la contradicción, sin nada que pueda impedir el asesinato o legitimarlo, amenazadores y amenazados, arrastrados por toda una época febril de nihilismo, y, no obstante, en la soledad, con las armas en la mano y un nudo en la garganta." "Yo grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y tengo que creer por lo menos en mi protesta. La primera y la única evidencia que me es dada así, dentro de la experiencia absurda, es la rebelión. Privado de toda ciencia, obligado a matar o a consentir que se mate, no dispongo sino de esta evidencia, que se refuerza además con el desgarramiento en que se halla. La rebelión nace del espectáculo de la sinrazón ante una condición injusta e incomprensible. Pero su impulso ciego reivindica el orden en medio del caos y la unidad en elcorazón mismo de aquello que huye y desaparece. Grita, exige, quiere que elescándalo cese y que se fije por fin lo que hasta ahora se escribía sin tregua sobre el mar. Su preocupación consiste en transformar. Pero transformar es obrar, y obrar será mañana matar, cuando no sabe si el asesinato es legítimo. Engendra justamente las acciones cuya legitimación se le pide. Es necesario, pues, que la rebelión extraiga sus razones de sí misma, pues no puede extraerlas de ninguna otra parte. Es necesario que consientan en examinarse para aprender a conducirse." "La espatonsa tristeza de Epicuro produce ya un sonido nuevo. Nace, sin duda, de una angustia de la muerte que no es extraña al espíritu griego. Pero el acento patético que toma esta angustia es revelador. 'Se puede uno asegurar contra toda clase de cosas, pero en lo que concierne a la muerte seguimos siendo todos como los habitantes de una ciudad desmantelada.' Precisa Lucrecio: 'La sustencia de este vasto mundo está reservada a la muerte y a la rutina.' ¿Por qué, pues, dejar el goce para más tarde? 'De espera en espera -dice Epicuro- consumimos nuestra vida y nos morimos todos sobre el trabajo.' Por lo tanto, hay que gozar. ¡Pero qué goce extraño! Consiste en cegar los muros de la ciudadela, en asegurarse el pan y el agua en la sombra silenciosa. Puesto que la muerte nos amenaza, hay que demostrar que la muerte no es nada. Como Epicteto y Marco Aurelio, Epicuro destierra a la muerte del ser. 'La muerte no es nada para nosotros, pues lo que está disuelto es incapaz de sentir, y lo que no se siente no es nada para nosotros. ¿Es la nada? No, pues todo es materia en este mundo y morir significa solamente volver al elemento. El ser es la piedra. La voluptuosidad particular de la que habla Epicuro reside sobre todo en la ausencia de dolor, es la dicha de las piedras. Para eludir el destino, en un admirable movimiento que se volverá a encontrar en nuestros grandes clásicos, Epicuro mata la sensibilidad, que es la esperanza. Lo que el filósofo griego dice de los dioses no se entiende de otro modo. Toda la desdicha de los hombres procede de la esperanza que los arranca del silencio de la ciudadela, que los arroja sobre las murallas a la espera de la salvación. Estos movimientos irrazonables no tienen otro efecto que el de reabrir llagas, cuidadosamente vendadas. Por eso Epicuro no niega a los dioses; los aleja, pero tan vertiginosamente que el alma no tiene ya otro recurso que el de amurallarse de nuevo. 'El ser dichoso e inmortal nada tiene que hacer ni nada quehacer a nadie.' Y Lucrecio insiste: 'Es incontestable que los dioses, por su naturaleza misma, gozan de nuestros cuidados, de los que están eternamente desligados.' Olvidemos, pues, a los dioses, no pensemos nunca en ellos y 'ni la inmortalidad en medio de la paz más profunda, ajenos a vuestros pensamientos durante el día ni vuestros sueños por la noche os causarán preocupaciones." Citado de Dostoievski (Los Hermanos Karamazov): "Si Aliosha hubiese sacado en conclusión que no hay Dios ni inmortalidad, se habría hecho en seguida ateo y socialista. Pues el socialismo no es solamente cuestión obrera: es, sobre todo, la cuestión del ateísmo, de su encarnación contemporánea, la cuestión de la torre de Babel, que se construye sin Dios, no para alcanzar los cielos de la tierra, sino para bajar los cielos hasta la tierra." "El Gran Inquisidor está viejo y cansado, pues su ciencia es amarga. Sabe que los hombres son más peresozos que cobardes y que prefieren la paz y la muerte a la libertad para discernir el bien y el mal. Siente compasión, una compasión fría, por ese paso silencioso al que la historia desmiente sin cesar." Albert Camus - El Hombre Rebelde |
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... hay 2 categorías de sufridores, los buenos y los malos. Los malos son los torpes que no consiguen sacar ninguna lección, ningún provecho, de las desgracias. Reaccionan con ruinosos mecanismos de defensa: arrogancia, insensibilidad, autoengaño, rencor, ira… Los buenos sufridores son los que sacan chicha de la tristeza.
Según Proust la tristeza es un maná, no muy agradable para el cuerpo pero excelente como impulso para desarrollar toda la fuerza mental. Los buenos sufridores logran alimentarse de los pesares consiguiendo una profunda sabiduría interior, un conocimiento extenso del alma humana. La pena les siembra de creatividad a raudales, de cantidades ingentes de empatía. Como para consolar al Mundo... |
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Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol. Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós. Julio Cortázar |
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"Como empezamos siendo nada,podemos serlo todo!"
"No ser nadie más que tu mismo en un mundo que día y noche hace lo posible por convertirte en otra persona, significa pelear la batalla más ardua que cualquier ser humano puede pelear y nunca dejar de luchar" |
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El universo siempre conspira a favor de los soñadores :)
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"III Un hombrecito va por allí caminando fresco, cargando un libro de míster Edgar Allan Poe que pesa cinco kilos. De pronto un gordo lo ve pasar y se acerca y le pregunta: -Dígame, ¿no le molesta andar con ese libro tan pesado parriba y pabajo? El hombrecito, que es muy bondadoso y un poco ingenuo, no se da cuenta que el gordo se quiere burlar de él, y por eso piensa antes de contestar, para darle la respuesta exacta; y ella es: -Lo que pasa es que desde hace un tiempo para acá me di cuenta que yo vivo mi vida montado en un globo, y el libro de Edgar me sirve de lastre. Lastre para no elevarme tanto, para no ir a parar a una región desconocida, habitada por gente que a lo mejor no me gusta, que no conozco. Además la persona que más supo de globos en el mundo fue mi amigo Edgar. Y el gordo al oír eso se le ríe en la cara. Y el hombrecito comprende ahora y se pone muy triste. Y la tristeza le dura cinco días. Hasta que se encuentra en una película una actriz americana de la que se puede enamorar fácil, y la tristeza se le pasa." Destinos fatales ¡Aaggghhhh! Maldita sea, J., qué maldita sea: "(La odio a ella por no haber podido vencer a su conciencia y a sus falsas libertades. La odio porque me demostró demasiado rápido que me quería y me deseaba, pero después no supo responder a estas demostraciones. La odio porque no las supo demostrar, pero ese día se fue cargando con ellas para su cama. Yo la quiero, muchacha estúpida, ¿no se da cuenta? Pero apartándonos de eso, la odio porque me originó un problema el berraco y porque siempre se iba con mis palabras, mis gestos y mis caricias, con todo... otra vez para su cama. Pero, tal vez, para nosotros exista otra gloria al final de camino, si es que todavía nos queda un camino... quién sabe... Odio a todas la putas por andar vendiendo añoraciones falsas en todas sus casas y calles. Odio las misas mal oídas... odio todas las mías. Me odio, por no saber encontrar mi misión verdadera. Por eso me odio... y a ustedes ¿les importa? Sí, odio todo esto, todo eso, todo. Y lo odio porque lucho por conseguirlo, unas veces puedo vencer, otras no. Por eso lo odio, porque lucho por su compañía. Lo odio porque odiar es querer y aprender a amar. ¿Me entienden? Lo odio, porque no he aprendido a amar y necesito de eso. Por eso, odio a todo el mundo, no dejo de odiar a nadie, a nada… a nada a nadie ¡sin excepción!)" Infección, Andrés Caicedo *** Introducción de Eduardo Laorden (:sarcastico:) a "La Anarquía" de Errico Malatesta, Zero, Madrid, 1978. "La ciencia observa unos hechos determinados y a partir de ellos intenta encontrar unas leyes, lo más universales posibles, que cumplan esos hechos necesaria y repetidamente. Las leyes naturales nos ponen el límite para la libertad humana. Pero sucede que la ciencia se ve incapacitada para resolver todos estos problemas existentes en el universo. Para intentar resolver estos problemas que se escapan al análisis experimental surgen los sistemas filosóficos. Imaginan soluciones que carecen de prueba y, por ello, varían y se contradicen de un filósofo a otro. El anarquismo puede aprovecharse de los adelantos científicos y/o del pensamiento filosófico, pero no es ni lo uno ni lo otro. La Anarquía no tiene por qué cumplirse según una ley natural, como parece desprenderse de la ideología kropotkiana. Tampoco se basa en ninguna necesidad natural supuesta, que se podría estudiar a través de la filosofía. El anarquismo se realizará o no según quieran los hombres que se realice o no se lleve a cabo, entrando como factor primordial en este proceso la voluntad humana." Página 14. "Vemos cómo la diferencia entre Malatesta y Kropotkin era bastante grande, pese a que ambos pertenecían a la escuela anarco-comunista* (a cada uno según sus necesidades) frente a los colectivistas (a cada uno según su trabajo) y los individualistas (no a la organización), teniendo como denominador común la libertad humana. Los anarco-comunistas son comunistas porque creen que sólo a través del comunismo, de la libre cooperación, se llegará al máximo bienestar y la máxima libertad del hombre. Pero además de comunistas eran anarquistas, es decir, consideraban que el comunismo no se podía imponer, sino que se debía llevar a cabo entre todo el proletariado, bajo pactos libremente aceptados." Página 16. "Sin embargo, muchos burgueses y autoritarios dirán: y entonces, ¿cada uno hará lo que quiera? ¿Nadie administrará los beneficios? Sí, alguien administrará los beneficios, pero no hay que confunfir la administración que es delegación de trabajo, con el gobierno, que quiere decir delegación de poder. Y si hoy día están unidos no tien por qué ocurrir lo mismo mañana. Sin embargo, hay anarquistas individualistas que niegan todo tipo de organización y administración, porque consideran que toda organización coarta la libertad, y que, por tanto, no debe existir. Para Malatesta la sociedad no puede existir si el hombre no se organiza con sus compañeros: «el error fundamental de los anarquistas contrario a todo tipo de organización es creer que no puede existir organización sin autoridad» . Pero el hombre aislado no puede lograr ningún fin en la vida que no sea el embrutecerse. Todos necesitamos de todos y la única manera de que cada uno aporte lo que tenga y los demás sirvan a ello es organizarse." Páginas 21-22. La Anarquía, Errico Malatesta. "Ahora bien, si un día las masas oprimidas se negasen a trabajar para los demás, si despojasen a los propietarios de la tierra y de los instrumentos de trabajo a fin de servirse de ellos por su cuenta y en su beneficio, es decir, en provecho o beneficio de todos; si deseasen emanciparse de la dominación, del imperio de la fuerza bruta y del privilegio económico; si la fraternidad entre los pueblos, el sentimiento de solidaridad humana robustecido por la comunidad de intereses lograsen poner fin a las guerras y a las conquistas, ¿cuál sería, llegado este caso, la razón de ser de un gobierno? Una vez abolida la propiedad individual, el gobierno, que es su defensor, debería desaparecer, y si sobreviviese veríase obligado continuamente a reconstruir, bajo una forma cualquiera, una clase privilegiada y opresiva. La abolición del gobierno no significa ni puede significar destrucción de la cohesión social, sino que, por el contrario, la cooperación que actualmente resulta forzada, que actualmente existe tan sólo en provecho de unos cuantos, será libre, voluntaria y directa, existirá en beneficio de todos y resultaría para ellos intensa y eficaz en grado sumo. El instinto social, el sentimiento de solidaridad, se desarrollará en el más alto grado; cada hombre hará todo cuanto pueda en bien de sus semejantes, no sólo para dar satisfacción a sus sentimientos afectivos, sino por interés propio bien comprendido. Del libre concurso de todos, merced a la agrupación espontánea de los hombres, según sus necesidades y sus simpatías, de abajo arriba, de lo simple a los compuesto, partiendo de los intereses más inmediatos para llegar a los más generales, surgirá una organización social cuyo objeto sea el mayor bienestar y la mayor libertad de todos, que reunirán toda la humanidad en fraternal comunidad; que se modificará y se mejorará según las circunstancias y las enseñanzas de la experiencia. Esta sociedad de hombres libres, esta sociedad de personas solidarias y fraternas, esta sociedad de amigos, es lo que representa la anarquía." Páginas 55-56. "¡Qué oligarquía tan omnipotente, tan opresora, tan absorbente, no sería, pues la que tuviera a su cargo, es decir, a su disposición, todo el capital social, todos los servicios públicos, desde la alimentación hasta la fabricación de fósforos, desde las universidades hasta los teatros de opereta!" Página 60. *Ya lo he aclarado, aunque me parece más bien "formal" la distinción conceptual. No es redundancia. |
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A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.
Oscar Wilde |
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Rascarse la cabeza hace recordar
cosas olvidadas. Proverbio latino Conozco el irresistible placer de rascarse la cabeza. Nada como la exploración de mis dedos arrastrándose entre el césped de la mollera donde nunca pondré los ojos. Si los pusiera ahí, tal vez me daría asco. Porque no debe explicarse, porque es intransferible, el placer permanece lejos de la vista. Así, para alcanzar el deleite de rascarse la cabeza es necesario obedecer las tácticas suasorias del disfraz y el ocultamiento, confiando en la acumulación de indicios a los que despiertan el tacto y el oído. Se trata de una ceremonia por demás simple, cuya única dificultad radica en dejar que la uña divague por algunos minutos antes de encajarse en el lomo de una costra. Si la mano está bien acostumbrada, si es tu mano, no tardará en localizar los pliegues de dicha encubiertos por el jardín oscuro de la pelambre. El meñique sabrá arañar, el anular sabrá remover y el índice discernirá el fruto entre la madeja, guiado por una intuición infalible. Pero una vez que se ha encontrado el sitio definitivo, no se debe hacer esperar a la mano demasiado tiempo, porque esta postura puede resultarle poco confortable y hasta dolorosa, y el placer, sin llegar necesariamente a perderse, podría reducirse a un cosquilleo blando y sin fuerza. Sólo la cadencia es importante. Ya que es una piel menos expuesta a las ambiciones de terciopelo que anidan en la mejilla —reñida siempre con el poro y el grano—, el cuero cabelludo no acepta las emociones fáciles de la caricia. Donde todo es fibroso y amorfo, donde la epidermis velluda nos recuerda que alguna vez fuimos bestias, es necesario profanar. La incursión, entonces, debe ser afanosa, pendular, incisiva ; una danza de bisturí y limadura dispuesta a luchar suavemente contra la resistencia de la corteza capilar hasta convertirla en viruta. A eso lo han llamado algunos entendidos “descamar a la serpiente”. Pero en ningún caso se debe asistir a una mutilación. Todo lo contrario ; rascarse la cabeza es un acto de paciencia y persuasión, donde la arena se entregará a la mano sólo si ésta sabe entablar una conversación efusiva, hecha de gestos dactilares, frotaciones calculadas para doblegar sin violencia. Una uña titubeante no lo logra ; una brutal, tampoco. El descamador de serpientes sabe que sólo de la experiencia puede provenir el placer. Mientras el tacto se hunde entre los filamentos, sobreviene el éxtasis de la audición. Según Cocteau, durante su periodo de desintoxicación de opio le bas-taba poner la cabeza sobre el brazo para escuchar catástrofes, fábricas en llamas, inundaciones, todo un apocalipsis en la noche estrellada del cuerpo. Así, durante la embriaguez del rascador, son incontables las aventuras del oído que sabe entregarse al estruendo de la melena, al escarceo del cavador de fosas, al pájaro afilando su pico contra las ramas. De pronto, si se ha escuchado bien, se presiente el aleteo. Es el espasmo. A este breve temblor de dicha sigue el plácido letargo de la uña entre los escombros del occipucio. Se diría que rascarse la cabeza es un gesto anodino, o bien, de esterilidad mental, desesperación, ansiedad. Quienes la han padecido saben, sin embargo, que la comezón es todo lo contrario a la indiferencia. Yo agregaría —y a esta conclusión me ha llevado la propia experiencia—que no hay nada más hipócrita que el gesto fatigado de El pensador de Rodin : la verdadera, la única, pasión del hombre reflexivo es sobarse el cráneo. En esa costumbre, en ese vicio dirán algunos, no sólo he encontrado la ocasión privilegiada para ponerme a pensar en lo que se me antoja, sino que, como si tuviera el oído puesto en las yemas de los dedos, consigo escuchar la actividad secreta de mi cerebro. A veces es un rumor insoportable y creciente que tiende a la anarquía, a la incontinencia : una orgía mental que se aviva con la frotación rápida. Otras, la lenta batalla de células muertas se resuelve en una idea nítida y solitaria, aunque pocas veces ejemplar. En cualquier caso, se trata de la única intimidad física entre la mano y el pensamiento que he podido procurarme para escribir a gusto. Pero mentiría si dijera que siempre que me rasco la cabeza pienso. La ver-dad es que los mejores momentos son aquellos en los que simplemente me abandono, hasta ingresar en un aislamiento hipnótico donde no existe nada más que la uña y su persistencia. Sin apetitos, sin dudas, sin urgencias, en esos momentos sólo tengo una ocupación : rascarme. Si consigo que mi cerebro ya no maquine en su interior pensamiento alguno, es posible que el vaivén de mis dedos me lleve hasta una explanada desierta, gloriosamente inocua, donde toda titilación molesta del ser cesa de golpe. Ahí, entre la costra y el pellejo, he descubierto que el desdén hacia el mundo (eso que los místicos llaman desapego) no requiere de ninguna dieta vegetariana ni de enseñanzas basadas en una disciplina tan intransigente como cruel. A mí me basta volcar la mano sobre la mollera para no esperar ya nada, para que la vida ya no me concierna. Quien me viera en esos momentos pensaría que soy presa del aburrimiento o la desidia. En realidad, se trata de la única forma en que mi ánimo logra recrearse. Afortunadamente carezco de testigos : rascarse la cabeza es un placer que sólo puede disfrutarse a solas, y he llegado a pensar incluso que la tonsura eclesiástica no representa otra cosa que la sustitución de un onanismo por otro. http://retors.net/spip.php?article285 |
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"Cuando la gente se empieza a encariñar con la gente, es cuando alguien tiene la habilidad de dañar".
Jodidos, ¿cómo evitar encariñarse? :pensando::-(:risita: |
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CALÍGULA Calígula (Obra en cuatro actos)- Albert Camus |
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Es un arte saber ceder en lo trivial.
Doménico Cieri Estrada |
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Mar Adentro
Mar adentro,mar adentro. Y en la ingravidez del fondo donde se cumplen los sueños se juntan dos voluntades para cumplir un deseo. Un beso enciende la vida con un relámpago y un trueno y en una metamorfosis mi cuerpo no es ya mi cuerpo, es como penetrar al centro del universo. El abrazo más pueril y el más puro de los besos hasta vernos reducidos en un único deseo. Tu mirada y mi mirada como un eco repitiendo, sin palabras ‘más adentro’, ‘más adentro’ hasta el más allá del todo por la sangre y por los huesos. Pero me despierto siempre y siempre quiero estar muerto, para seguir con mi boca enredada en tus cabellos. Ramon Sampedro |
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Hoy vi morir el amor, cuando caminaba en el frío amanecer que el sol de junio opacaba.
Vi morir el amor, cuando paseaba por aquellas calles abrazados y le hacías falta a estos brazos, ahora vacíos. Vi morir el amor, cuando supe que estabas lejos y ausente. Vi morir el amor, cuando aquella canción de los dos, dejó de vibrar en mi pecho. Vi morir el amor, cuando sentado junto al teléfono ansiaba una llamada que nunca llegaría. Hoy vi morir el amor, cuando me di cuenta que mi brazo ya no te acompañaba. No pude hacer un pacto con el tiempo... y vi como las agujas del reloj, lentamente amenazaban un ocaso. Me pregunté mas de una vez si yo podría haberlo evitado; y no encontré el motivo ni el momento en que todo se perdió. Tampoco recuerdo su última mirada... ésa en la que solía perderme entero. Hubiese eternizado su último aliento, la última huella de su risa... si hubiese sentido que jamás regresaría... Hoy veo desde lejos la inquietud agitada de su espíritu y puedo oler el perfume de su distancia. Vuelvo a mirar mis manos... todavía siento su piel. Saboreo mis labios... y su boca tibia regresa... Sus pasos se siguen escuchando al lado de los míos... será tal vez, mis ganas de creer que aun sigo su camino. Una vez más vuelvo a preguntarme... y vuelvo a castigarme... En qué momento de esta historia de amor, llegué a perderlo todo... Cuándo fue que dejé de ser su cómplice. Cuál fue el día en que dejó de reír junto a mí. ¿Acaso era yo ese niño valiente que temeroso le confesó su amor? ¿Fui yo quien se enfrentó con el mundo sólo por estar a su lado? Dónde quedó mi fuerza... dónde quedó mi coraje para amarla tanto... Sé que no importa que me derrumben, sólo importa que vuelva a levantarme. Yo era a veces, único dueño de sus noches... Pude meterme en sus sueños... Acariciar su llanto y velar su cansancio. Yo tenía su brillo en mis manos... Hoy escucho su voz a lo lejos... y a veces me cuesta entender. Sé que ya está lejos de aquí... Sé que ya no piensa en mí... Volveré entonces a esa esquina, la que fue sólo mía por un día. Volveré a esperar que despierte... que vuelva a mirarme. El dolor me hace más fuerte... Y tal vez mañana... quizás... sonría al verme llegar. |
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Irte no es suficiente, debes marcharte. Entrena tu corazón como a un perro, cambia las cerraduras de tu casa, la que él nunca visitó. Eres afortunada, una chamaca afortunada. Tienes un departamento a tu tamaño, una bañera llena de té, un corazón del tamaño de toda Arizona, pero no está ni cerquita de estar seco. No eches pa’ tras tu desafortunado pasado, tus problemas son marionetas de papel maché que hiciste o compraste porque el vendedor del mercado estaba tan terco que tuviste que tenerla. Tuviste que tenerlo. Y lo tuviste. Y ahora derrumbas el puente de tu casa, haces llamadas antes de que él venga, tomas a un amante, a uno que te mire como si fueras mágica. Haces de la primera botella que consumes una reliquia. No pierdas demasiado peso. Las mujeres estúpidas siempre intentan desaparecer como venganza. Y tú no eres estúpida. Amaste a un hombre con más manos que un desfile de mendigos. Corazón como una cama con dosel. Corazón como un lienzo. Corazón que gotea algo tan fuerte que pueden olerlo desde la calle.
Frida Kahlo |
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Para Jane - Charles Bukowski. 225 días bajo la hierba y sabes más que yo. Hace mucho que te has quedado sin sangre, eres leña seca en una cesta. ¿Es así como son las cosas? En esta habitación las horas del amor aún hacen sombras. Cuando te fuiste te llevaste casi todo Me arrodillo por las noches ante tigres que no me dejan tranquilo. Lo que fuiste no se repetirá. Los tigres me han encontrado y no me importa. |
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es un video, pero lo quería compartir
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Despues de tanto caminar aprendi que hay una sola religion: el Amor!un solo lenguaje: el del corazon!una sola raza: la humanidad! un solo dios y esta en todas partes!.
Facundo cabral |
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TROVADORES Y JUGLARES
Cuando se derrumbaron las civilizaciones griega y romana, en Europa comenzó un largo período de retroceso cultural. Desaparecieron los grandes poetas, desaparecieron los grandes teatros en donde se escenificaba para un gran público. La cultura se encerró en algunos conventos y estaba al alcance de sólo unas minorias. Fue en la Provenza, en el siglo XII en donde aparecieron los primeros trovadores (trobador o halladores) de palabras felices, no escribían en latín, sino en la lengua de Oc. Se llamaban así para distinguirse de los intelectuales que escribían en latín. Los trovadores eran gente culta, alegre y satírica que se expresaba en el idioma del ciudadano común. Componían la letra y la música de sus canciones, y éste era su oficio. Sus obras eran interpretadas por los juglares, origen de los cantoautores de hoy, que además de saber cantar sabían también dominar diversos instrumentos musicales. A veces estos juglares componían también la letra y la música, como hacen los cantoautores. El éxito de los trovadores y juglares y su enorme influencia sobre las gentes, asustó muchas veces a los detentores del poder: el IV concilio de Letrán prohibió a clérigos y monjas tener trato con trovadores y juglares, a los que definió como gente disoluta y libertina. Pero también dentro del mismo poder eclesiástico hubo gente que no pensaba lo mismo: Francisco de Asís y sus discípulos rompieron esta prohibición al llamarse ellos mismos "juglares del Señor". Los trovadores, juglares y canto-autores de hoy día han mantenido y enriquecido este oficio, pero también, como antes han sido mal vistos en muchos países, han sido prohibidos, marginados y hasta encarcelados. Pero ahí están, trovadores y juglares de hoy como antiguos y gastados luchadores en favor de la alegría y de la libertad. "Però aquí són, trobadors i joglars d’avuicom antics i gastats lluitadors en favor de l’alegria i de la llibertat" José Agustín Goytisolo http://image.librodearena.com/b/7/13...amasmusica.jpg |
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Incertidumbre de cómo se debe portar el hombre
Carta LXXXI No es fácil saber cómo ha de portarse un hombre para hacerse un mediano lugar en el mundo. Si uno aparenta talento o instrucción, se adquiere el odio de las gentes, porque le tienen por soberbio, osado y capaz de cosas grandes. Si, al contrario, uno es humilde y comedido, le desprecian por inútil y necio. Si ven que uno es algo cauto, prudente y detenido, le tienen por vengativo y traidor. Si es uno sincero, humano y fácil de reconciliarse con el que le ha agraviado, le llaman cobarde y pusilánime; si procura elevarse, ambicioso; si se contenta con la medianía, desidioso; si sigue la corriente del mundo, adquiere nota de adulador; si se opone a los delirios de los hombres, sienta plaza de extravagante. Estas consideraciones, pesadas con madurez y confirmadas con tantos ejemplos como abundan, le dan al hombre gana de retirarse a lo más desierto de nuestra África, huir de sus semejantes y escoger la morada de los desiertos o montes entre fieras y brutos. Miseria del hombre en todas sus edades Carta LIII Ayer estábamos Nuño y yo al balcón de mi posada viendo a un niño jugar con una caña adornada de cintas y papel dorado. -¡Feliz edad -exclamé yo-, en que aún no conoce el corazón las penas verdaderas y falsos gustos de la vida! ¿Qué le importan a este niño los grandes negocios del mundo? ¿Qué daño le pueden ocasionar los malvados? ¿Qué impresión pueden hacer las mudanzas de la suerte próspera o adversa en su tierno corazón? Los caprichos de la fortuna le son indiferentes. ¡Dichoso el hombre si fuera siempre niño! -Te equivocas -me dijo Nuño-. Si se le rompe esa caña con que juega; si otro compañero se la quita; si su madre le regaña porque se divierte con ella, le verás tan afligido como un general con la pérdida de la batalla, o un ministro en su caída. Créeme, Gazel, la miseria humana se proporciona a la edad de los hombres; va mudando de especie conforme el cuerpo va pasando por edades, pero el hombre es mísero desde la cuna al sepulcro. Cartas Marruecas - José de Cadalso http://www.ecured.cu/images/c/c9/Josecadalso.jpg |
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1. A una edad temprana, comienzas a odiarte. A menudo es porque abusaron de ti, o porque creciste en un hogar con problemas, o fuiste rechazado socialmente, o quizás eras un poco gordo… lo que sea. No eres como los otros niños, a ellos no pareces gustarle, y usualmente puedes darte cuenta de ello a los 5 años de edad.
2. En algún momento, usualmente cuando eres muy joven, hiciste algo que hizo reír a los demás. Contaste un chiste o te caíste o dejaste escapar un gas, y te diste cuenta que por primera vez, podías obtener una reacción positiva. No amor o afecto real, obviamente, sólo una reacción –una que es un avance del odio y de los mil pasos que te alejan de ser invisible. Algo que puedes controlar. 3. Pronto aprendiste que ser gracioso construye una muralla perfecta e impenetrable a tu alrededor, que impide que alguien se acerque demasiado y se de cuenta de lo mucho que apestas. Mientras más te odias a ti mismo, más fuerte debe ser la barrera y más lejos debes empujar a las personas de ti. En otras palabras, debes ser un mejor comediante. 4. En tus años formativos, te creas un segundo yo (uno falso) – un payaso que puede representarte en tu barrera exterior. El payaso siempre está bromeando, siempre está motivado, siempre está llamando la atención para prevenir que alguien toque la muralla y vea a la persona real que está oculta detrás. El payaso es el alma de la fiesta, el payaso de la clase, el tipo sobre el escenario – muy diferente del “tú” verdadero, lo más posible. Nuevamente, la meta es crear distancia. Lo haces porque si las personas odian al payaso, a nadie le importa. Porque no es el tú verdadero. Eso te protege. David Wong |
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