Auto-Obstáculo |
09-nov-2010 01:15 |
Respuesta: 70-30
Estoy de acuerdo con muchos de vosotros:
En la cuestión física, cuando decimos que un individuo monosexual, en este caso heterosexual, se vuelve bisexual, creo firmemente que no es sólo cuestión coital, sino sensual. Acariciar la piel o los labios de una persona del mismo sexo le puede resultar tan excitante como a mí hacer lo propio con una mujer. Por tanto descarto los momentos puntuales de “ganas de experimentar”, ya que eso no es bisexualidad realmente. Mis amigos, cuando hablan de ese porcentaje, no hablan de experimentos con su trasero, sino de algo más.
Está claro que el pene, en origen, está diseñado para introducirse en una vagina, pero yo creo que es como las amígdalas o el apéndice: con la evolución biológica y social (quizá vayan a la par) se ha convertido en un órgano que no determina las conductas del sujeto, sino que es éste quien le da el uso que quiere, según su conducta. No sabemos con qué finalidad desde el punto de vista evolutivo, pero lo evidente es que es así. Por eso no veo raro que una persona, al nacer, tenga sus preferencias situadas en cualquier zona del espectro sexual.
Por otro lado creo que el ser humano es capaz de violar algunas leyes que la naturaleza le impuso. Tiene libre albedrío suficiente para decidir por sí mismo sobre algunas cuestiones. Sobre otras no, por supuesto, porque somos subproducto de la evolución azarosa del universo. En el caso del sexo, yo creo que es como el gusto por los colores o las comidas. Naces con una preferencia por alguno de ellos, pero pueden ir cambiando con el tiempo. El principal órgano sexual es el cerebro, como todos sabemos, y no está exento de flexibilidad.
Por tanto mi opinión es que nacemos bisexuales (en % diferentes) y también nos podemos hacer bisexuales, es decir, nos vamos moviendo a lo largo de ese espectro. A veces, por presiones sociales nos arrimamos a uno de los extremos. O al revés, al cesar esa presión, volvemos a la zona intermedia del mismo. O nacemos en un extremo de ese espectro y nos quedamos ahí, porque nos gusta.
En la cuestión del “enamoramiento”, es decir, querencia por un espíritu (entiéndase por personalidad o “yo” del prójimo”), no tengo dudas: somos indistintos, nos podemos enamorar de cualquiera y es algo innato. Lógicamente habría que ver si el enamoramiento es una trampa de la sexualidad (creo que así es), en cuyo caso no habría discusión a ese respecto.
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