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Iniciado por Ennui (Mensaje 783120)

Martes 25 de noviembre

Los hospitales no me son ajenos sino todo lo contrario tal vez producto de ser un bebe de ocho meses. Sin embargo he notado un cambio; ya no me parece un lugar interesante o con muchas historias, ahora en sus pasillos sólo se cuenta una: la del 'ser para la muerte'. Como dijo el habitante de la calle, Fernando Molano(1) y también algún poeta(2) y uno que otro filósofo(3), nacemos con la pena de muerte, somos carne de gusano.

La veo en todas partes, en absolutamente todos los rincones, la siento en el crepitar de mi rodilla cuando la doctora la examina, debajo de mis dedos que tocan las paredes frías (frío… pienso en mi perro aquella horrible tarde de agosto) hasta el cuarto donde otra persona me aplica frío alcohol para meter la fría aguja que sacara mi por ahora caliente sangre. Duele, la sangre es vida, la vida me deja, gota a gota o segundo a segundo, da lo mismo, frunzo el ceño, la enfermera ríe.
En este otro cuarto atraviesan la piel con tecnología, al final te dan unos acetatos donde puedes oír como tu esqueleto grita ‘vivo dentro de ti’ (chistoso el dibujo ¿no?).

¡Tengo que salir! aquí todo es blanco y huele a podredumbre disfrazada de antiséptico, a obstinación frente a lo inexorable. Pero no puedo salir, tampoco correr, debo esperar a mi madre que ha desaparecido detrás de una de las puertas grises. Respiro, tengo que aprender a deshacerme de los pensamientos intrusos, apreto mis sienes escucho piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, los recuerdos se agolpan piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii , se va a explotar, piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii…

-Listo [dice mamá extendiéndome un milo caliente (¿a qué hora lo compró?)] Fuaaa que mañana tan pesada ¿cierto?, jejeje pero ya terminamos, la doctora me dijo que blablablablablablabla y que no tengo el azúcar alto tampoco blablablablabla de todos modos no puedo comer ni banano por si las moscas blablablabla…

Suspiro y me pega en el brazo porque no le estoy prestando suficiente atención

-Tsk, está más dormida que despierta, como sea, entonces vamos a la casa y duerme un rato, recuerde que por la tarde hay que salir a comprar lo de su hermana.
-Sí, dormir suena genial en este momento

*risas*

Me duermo, me duermo
Me duermo
Me duermo y sueño que papá se muere. La consciencia es tortura.

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1.«—Usted está enfermo, Felipe. —Sí; me estoy muriendo… —uno siempre se está muriendo, ¿no?»
2.«Y, sin embargo, tú serás igual que esta basura,
que esta horrible infección,
¡estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,
tú, mi ángel y mi pasión!»
3. «¿Cómo mirar a un vivo sin imaginarlo cadáver, cómo contemplar a un cadáver sin ponerse en su lugar? Ser supera al entendimiento, ser da miedo»

Miercoles 26 de noviembre

Encontré a Toby otra vez con un pájaro en su boca, sólo que esta vez estoy segura que no fue él porque recién subía conmigo; además había un sospechoso gato observando todo el asunto, da igual quien haya sido ¿no? está muerto, ahhh jamás podré acostumbrarme a ese frío (¿por qué tengo que experimentarlo tan seguido?), es único y cuando tengo contacto con él se me agolpan todos los seres de los que lo he sentido, la mayoría que yacen como éste pájaro en mi cementerio personal...Un poco más de tierra y ya está. Sí, la naturaleza es muda y «el hombre es una cosa vana, variable y ondeante»...

Esto me hizo pensar en aquello que descubrí de mí hace un tiempo: la percepción o sensación de que la muerte es un error, pero no sólo la muerte y no principalmente "la muerte" como concepto abstracto, que sí también, pero no es del concepto de donde sale esta sensación, sino de la fragilidad de los cuerpos, o dicho de otro modo, la corruptibilidad de los tejidos vivos.
Muy en el fondo, una parte de mí no termina de aceptar que un ser vivo pueda ser dañado físicamente, más allá de si eso le lleva a la muerte o no. Es como si el shock que se enfrenta en la niñez, cuando se aprende que los animales se comen unos a otros y que comemos animales, sobre el peligro de los accidentes, de la sangre, de la gente que enferma... es como si no hubiera podido digerirlo del todo. Y para qué hablar del hecho de que un ser vivo constituya un alimento, ese pasaje "ser vivo"-->"carne". Recuerdo que me tomó un tiempo asimilar eso, que la "carne" son literalmente pedazos de cuerpo, ya sea animal o humano. De ahí que la palabra "carne" usada para referirse vulgarmente al cuerpo humano nunca dejó de parecerme algo grotesco.

Quiero decir, por supuesto que uno se "acostumbra", y con el paso del tiempo pierde progresivamente la capacidad de impresionarse y al final parece que lo que es, es lo "natural". Y sin duda lo es (lo observamos en la naturaleza todos los días), pero el sentimiento interno -pese a que hay que ser cada vez mejor espeleólogo para hallarlo- sigue estando ahí: Las enfermedades, las heridas, la posibilidad de matar o de ser muerto... es algo que simplemente no debería existir.

Avanzando en ese camino (o retrocediendo a su origen), encuentro esa otra propuesta que no creo ser capaz de conciliar: El cerebro como la estructura física que contiene y explica absolutamente a la "mente", al ser consciente. Me molesta hablar de "espíritus" o "almas", pero mi rechazo hacia el materialismo es mucho más potente y visceral.

Y, por supuesto, estos planteos llevan a preguntarse: ¿Es realmente la muerte física la única y definitiva muerte? Lo que permite y obliga a desafiar su importancia: ¿Es verdaderamente tan temible?

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Iniciado por Auto-Obstáculo (Mensaje 783398)

Hace dos meses, durante una discusión con mi jefe en la cual me reprochaba ciertas cosas, emití un comentario desafortunado, producto de la agitación del momento y del cual me arrepentí segundos después. Le insinué que, si tuviera un compañero (trabajo solo desde hace casi diez años), eso que me estaba echando en cara jamás habría ocurrido. Es posible que me haga falta ayuda (porque no doy abasto), pero es evidente que con la cabeza fría nunca se lo habría confesado, porque sé que puede ser peor el remedio que la enfermedad.

El caso es que ayer, para mi desgracia y sin consulta previa, mi jefe se presentó en mi dependencia acompañado de un señor (procedente de otra sección y desconocido para mí) que, presumiblemente, va a ser mi compañero. Inmediatamente se me rompieron los esquemas.

Aunque ese lugar no es de mi propiedad, esas cuatro paredes lo saben todo sobre mí; incluso han llorado conmigo y me han consolado con paciencia maternal, durante dos lustros. Ya no me siento "especial" en ese habitáculo, ya no tengo un lugar donde ordenar mis ideas en el frescor de la soledad, donde relativizar los problemas de mi vida cotidiana. Siento que han invadido mi santuario de introversión. Adiós a mi burbuja de irrealidad.

Sé que hay cosas muchísimo peores (a tenor de cómo está el mundo laboral), pero presiento que es el final de la poca calidad de vida que tengo, y de mi identidad. Espero encontrarle pronto el lado positivo, pero la realidad es que no me apetece enfrentarme a ciertas cosas a estas alturas; no tengo fuerzas. Esto lo veo como una involución en toda regla, ya que, lo único que hace atractivo a mi trabajo es precisamente el aislamiento.

Pensaba que me había hecho fuerte en soledad, pero supongo que la verdadera prueba de fuego no es ésa, sino enfrentarse a los demás. En ese sentido quizá llevo años de retraso y no tengo defensas. Ahora tengo al enemigo en casa, sin necesidad alguna (por idiota), y tengo miedo.

Ya veis cómo, unas cuantas palabras dichas sin pensar, pueden alterar lo que creías inmutable, cavando tu propia tumba.

Puede que no todo esté perdido. Si pasaste diez años trabajando solo, es de suponer que tu desempeño habrá sido óptimo, más allá de estos últimos reproches de tu jefe. Teniendo en cuenta eso, y que la decisión que tomó de asignarte un compañero es de hecho bastante precipitada, podrías actuar con algo de astucia para recuperar tu soledad.

Si, por ejemplo, sabotearas el desempeño de tu oficina de manera tal que puedas atribuírselo de forma convincente a tu compañero (no aludiendo a su incompetencia, sino a que "me pasé diez años trabajando solo, estoy acostumbrado a desenvolverme a mi manera y francamente la ayuda no hace más que entorpecerme. No caben dudas de que no pensaba con claridad cuando hice aquél reclamo" o similar ;-))...

No sé cómo sea tu jefe, pero la decisión que tomó es objetivamente precipitada (a menos que le hayas reclamado en otras oportunidades lo mismo, que al parecer no es el caso), por lo que no debería oponer mucha resistencia a reconsiderarlo y volver a dejarte solo en tu puesto. Además, la principal preocupación de todo buen jefe es la eficiencia del trabajo, así que si te respaldas en un tangible decaimiento de la misma seguramente no vacile en retractarse.

No está exento de riesgos, pero al parecer contás con muchas variables a tu favor. De cualquier manera, suerte.