Respetable público, damas y caballeros, queridos hermanitos en desgracia: se terminó. Es hora de reclamar lo que nos corresponde. En octubre o noviembre (o quizás antes, si el interés fuera grande) tomamos el toro por los cuernos: anunciamos que en fecha y lugar a confirmar tendrá lugar la primera reunión de sociofóbicos de la Ciudad de Buenos Aires y alrededores.
El motivo por el que la organizamos para una fecha tan adelantada es que queremos dar tiempo a que se difunda la noticia y pueda tomar nota de la misma la mayor cantidad posible de eventuales interesados; sin embargo, en principio se haría un sábado a la tarde. En cuanto al lugar, no podemos especificarlo hasta no saber quiénes vendrán y de qué localidad del Gran Buenos Aires o barrio porteño; la idea es elegir un lugar estratégico, que no quede muy a trasmano para nadie. Sí podemos adelantar que se trataría de un espacio abierto, una plaza por ejemplo, preferentemente en un lugar donde no haya demasiado tráfico, a fin de no tener que hablar a los gritos para entendernos. También sería interesante que cerca hubiera baños públicos. Con gran optimismo, podemos suponer que algún usuario dispondría de un lugar en su domicilio, pero no podemos supeditar la reunión a que alguien tenga esa gentileza hacia nosotros.
¿Qué se requiere para asistir? Fundamentalmente, una cierta actitud. Esta reunión no solucionará mágicamente los problemas de nadie, pero puede ser un puntapié inicial para muchos cambios positivos, y en eso debemos cifrar nuestras esperanzas. Pero el primer intento puede ser un fracaso. No diré un estrepitoso fracaso, porque estoy seguro de que al menos a algunos asistentes les será de ayuda, pero a nivel general puede terminar en fracaso. Ahora bien, a quien todo le vaya viento en popa, pues... le sugeriremos que no venga, porque seguramente dispondrá de mejores programas para un sábado a la tarde. Como todavía no conocí en este sitio a nadie a quien todo le vaya de maravillas, suponemos que a lo sumo, y en el peor de los casos, ese fracaso implicaría la pérdida de un poco de tiempo, el dinero del viático y no mucho más. Pero puede que, a pesar del deplorable organizador que nos tocó en suerte, el encuentro sea un éxito, y sería tonto no venir dispuesto a intentarlo. Trato de decir, en suma, que quienes asistimos, no nos sentiremos
perdedores aunque tampoco podamos sentirnos
ganadores. Iremos como
luchadores; pues eso somos, aun en aquellos casos en que se haya ido de derrota en derrota. Una batalla perdida no es la guerra perdida, y nosotros iremos a librar una batalla más, y como toda batalla que aún está por librarse, puede terminar en victoria para nosotros. Y también, como en toda batalla, nos preocuparemos por nuestros compañeros tanto como por nosotros mismos. Seremos solidarios entre nosotros. Ese espíritu queremos en los asistentes. Por lo demás, y como veremos enseguida, pondremos todo de nuestra parte para que, aun cuando el resultado no sea una rotunda victoria, tampoco debamos huir del campo de batalla.
Será una reunión informal, y por lo tanto, que nadie se acompleje por tener que ir, en razón de estrecheces económicas, con tal o cual atuendo. No es un desfile de modas; quien sólo tenga harapos, que vaya en harapos. Ninguno de los asistentes estará en condiciones de burlarse de nadie, y de todos modos, si alguien tuviera tan nefasta idea, lo cagamos a palos entre todos los demás. Casi seguramente tomaremos mate o cosa por el estilo; la consigna entonces será traer algo para acompañar el mate, pero si alguien no estuviera en posición de hacer ni ese mínimo gasto, que no deje de venir por tener que hacerlo con las manos vacías. Que nadie falte por boludeces y que todos nos sintamos lo más cómodos posible, es el sano propósito. Por esta razón no hacemos la reunión en un tenedor libre o cosa por el estilo.
¿Cuáles serían los exactos objetivos de la reunión? Sabemos que a todos nos aterra la sola idea de sociabilizar, sabemos el espanto sin nombre que invade a un sociofóbico cuando intenta relacionarse con sus semejantes. En relación a ese problema, esta reunión, y las que le sigan, intentarán cumplir una función análoga a la de un simulador de vuelo. Como todos sabemos, un simulador de vuelo permite a un piloto en ciernes experimentar el despegue, el aterrizaje, etc., en condiciones de riesgo controlado; es decir que todos los errores que cometa no redundarán en daño real para él, los accidentes se darán en el marco de la realidad virtual. Los asistentes a esta reunión no seremos la sociedad verdadera, no seremos la gente corriente que solemos encontrar y seguiremos encontrando a diario. Pero seremos algo muy parecido. Y como el cadete de aviación que se sienta ante un simulador y no ante los verdaderos comandos de un avión, estaremos más relajados, por estar en un ambiente controlado. Si alguno se pusiera nervioso y ta-ta-tartamudeara (en realidad, cuando yo era adolescente, al hablar parecía que tuviera una papa en la boca) no padecerá la humillación adicional de las burlas y las imitaciones grotescas. Muy por el contrario: la consigna general será solidarizarse con él. Invitarlo, con una sonrisa, a que primero se relaje y luego hable; brindarle silencioso apoyo con una palmada en la espalda o una mano en el hombro. Seremos solidarios para que todos sean solidarios con nosotros; ¿de acuerdo? Y todo el mundo hablará por turnos. Al orador del momento lo ayudaremos en la medida de lo posible, si se le hiciera difícil seguir. Le haremos saber, de un modo u otro que lo entendemos, lo queremos y lo apoyamos. Suponemos que sintiéndonos comodos entre los más semejantes de nuestros semejantes (los sociofóbicos) empezaremos a prepararnos para convivir entre la sociedad, la inmensa mayoría de la cual no es sociofóbica. Ella no cambiará, seguirá igual; pero nosotros sí cambiaremos. No importa cuánto tiempo nos insuma, lo lograremos. Como dijimos, esta reunión será apenas el primer paso.
¿Qué se hará en la reunión? Como dijimos, la idea es tomar mate, porque sentimos que el mate une a la gente; si bien, quien no guste del mate puede traer la bebida que quiera. Pero por supuesto, esto es apenas música de fondo. Reconozco que habrá un momento que puede representar un verdadero suplicio para todos nosotros: los momentos previos al inicio oficial de la reunión. Debemos ser sinceros y valientes con nosotros mismos: no nos conocemos, la conversación difícilmente aflore con espontaneidad. Quizás al llegar ni siquiera sepamos cómo saludar al resto. Como dijimos, la intención es que todos nos sintamos lo más cómodos posible; por lo que, a medida que vaya llegando cada asistente, podrá simplemente decir "Hola, soy Fulano/a" y dejar las cosas ahí. No obstante, si su deseo fuera ir más allá con un abrazo, un beso o un apretón de manos, que lo haga; pero muchos de nosotros no somos tan demostrativos, efusivos o como queramos llamar al intercambio de caricias, y por consiguiente, no obligaremos a nadie. Entonces, por dar un ejemplo, si Fulano, al presentarse, quisiera saludar con un beso al resto de los presentes, puede amagar acercarse a cada uno de ellos y hacer el intento. Habrá algunos que acepten y otros que antepongan cortésmente una mano, atajando un beso no deseado. Pues bien: que Fulano bese a quien quiera ser besado y respete, sin ofenderse, la negativa de los demás. Nadie está en contra de nadie, nadie rechaza a nadie, que eso quede claro; sí puede que nos provoquen rechazo cosas a las que no estamos acostumbrados, pero no por la persona de quien viene.
Si el momento del saludo puede ser todo un tema, lo mismo podría decirse de lo que viene después, mientras se espera al resto de la asistencia. No se puede empezar a hablar del tema que nos convocó, precisamente porque todavía falta gente. Estaremos allí, todos juntos, en ominoso, tétrico silencio, cada uno con idéntico deseo de huir del resto, por no saber de qué hablar, quizás cada uno persuadido de que los demás lo toman por imbécil. Tranquilos, chicos: todos sentimos el mismo terror, todos tenemos el mismo problema, y nadie estará obligado, durante ese tiempo, a pronunciar siquiera media palabra si no le sale. Que nadie fuerce la conversación. Seguramente será un lindo día: relajémonos paseando la mirada en el entorno, recordemos algún momento hermoso de nuestra vida. Incluso podemos ir a pasear, alejarnos del resto. Sin embargo, aunque no lo impediremos, tampoco podemos recomendarlo. Tenemos que aprender a estar con nuestros congéneres, a controlar la incomodidad que sentiremos en algunas ocasiones; y el mejor momento y lugar será ése. No huyamos. Insistimos en lo del simulador: ese aterrizaje podrá parecer real, pero no lo es, no temamos la catástrofe que, creemos, estamos a punto de provocar por mover la palanca o el botón equivocado.
Como dijimos, esos momentos pueden ser feos, pero los superaremos. Ahora bien, en determinado momento, sin importar que hayan venido todos o no -supondremos que quienes falten en ese momento, ya no asistirán- interpretaremos que el
quórum amerita que empecemos con la reunión. Empezaremos entonces por pasar lista para ver, de quienes dijeron que asistirían, quiénes vinieron y quiénes faltaron; de paso, nos vamos conociendo las truchas. Acto seguido, empezaremos a hablar por turnos. Diremos lo que tengamos ganas de decir, pero intentaremos concentrarnos en el problema que nos congregó allí, la sociofobia. Como no creo que haya demasiados voluntarios para iniciar la oratoria, un servidor recaba el honor de ser el primero. Quizás sea lógico, por otra parte, porque, si bien sigo teniendo sociofobia, hace mucho tiempo dejó de ser un problema que me atormente; sí sigue siendo inconveniente en muchos casos, pero eso es todo. Por consiguiente, para quienes no hayan alcanzado esa fase relativamente tranquila, quizás sirva de mucho la experiencia de alguien que sí llegó a ella. Pero ni se les ocurra que seguiré perorando hasta el Día del Juicio Final, o que se salvarán de decir siquiera media palabra. Todos tendremos que hablar; si bien, como dije, calcularemos las cosas de manera que para nadie sea un Calvario tomar la palabra. Ese día, no seremos amigos, quizás; pero sí algo muy parecido. Un padecimiento en común hermana más de lo que imaginamos.
La reunión durará lo que tenga que durar, es así de simple. Tal vez, una vez que hayamos empezado, no deseemos parar de hablar; o quizás suspiremos de alivio cuando llegue el momento de la despedida. De cualquier forma, antes de retirarnos tomaremos algunas decisiones.
Es muy factible, sobre todo si alguno de los habitués de este sitio fuera menor de edad, que los padres sientan algún lógico temor acerca de la naturaleza de la reunión, sospechando, por ejemplo, que podría ser una estrategia proselitisma de un grupo sectario, etc. En cuyo caso aclaramos: pueden asistir parientes, siempre y cuando sepan ubicarse. En otras palabras, son bienvenidos padres, hermanos, etc., pero NO si estas personas vienen a burlarse; aunque, francamente, descartaría este tipo de intenciones en una familia si uno de sus integrantes pasa por la misma sufrida situación.
Bien, gente: se aceptan sugerencias, y veremos qué respuesta despierta esta convocatoria. No subestimemos las posibilidades de esta reunión. Ni a nivel individual, ni a nivel grupal. Puede ser el comienzo de algo muy grande, quién sabe. En todo caso, seguramente todos ustedes están cansados de nadar contra la corriente; llegó el momento de dejarse llevar por ella.
ATENCIÓN, GENTE: salvo cambio de planes, se harán al menos dos reuniones, y LA PRIMERA YA TIENE FECHA Y LUGAR: PARQUE CENTENARIO, SÁBADO 25 DE AGOSTO A LAS 15:30. EL PUNTO DE REUNIÓN SERÁ LA CALESITA.