Soy un chico de 35 años, de Málaga. Me faltan varias asignaturas para terminar historia.
Nací en 1977, en plena Transición, una época de gran efervescencia política. Mis años ochenta fueron los de un niño, estudiante de la EGB (correspondiente a la Primaria y en parte, a la ESO actuales). Fui un alumno modelo, todo sobresalientes, y la verdad es que me imitaban los compañeros. Aún recuerdo la infancia como la época más feliz de mi vida, con una familia bien integrada y sin problemas. Mi padre trabajaba fuera.
Fue la época de los grandes seriales como V, El Equipo A, El coche fantástico, Autopista hacia el cielo. Y también del final de la Guerra Fría. Aún recuerdo la caída del muro, en 1989, que yo entendía bastante bien a pesar de mis trece años aún no cumplidos.
Después de eso vino el inicio de la adolescencia y el instituto. Una fase clave, de transición. Recuerdo como a mis dieciséis años, quería irme con los amigos, como los demás. No me fui casi nunca. La familia seguía estando bien integrada, pero había una fase de mi desarrollo que debía tener lugar, debía salir, formar mi grupo de amigos, empezar tal vez la vida sentimental y las relaciones sexuales.
Antes de cumplir los dieciséis, ya me había enamorado perdidamente de una chica de instituto, que vivía no lejos de mi casa. La recuerdo como el gran amor de mi vida. Por supuesto la chica no me correspondía y mi empeño la alejó aún más. Su interés no trascendía la admiración, que sí existía en ella, por mis resultados académicos. De familia desestructurada, tuvo que empezar a trabajar muy joven.
El amor por ella llegó a alejarme algo de mi afición a los estudios, de manera que en el COU –equivalente al 2º de Bachillerato- suspendí las matemáticas, algo inaudito en mí. Tuve que presentarme en septiembre, como otros tantos, pero en el fondo no acepté aquello. Aprobé sin embargo, e ingresé en la universidad.
Lo mío, mi vocación, era ser el empollón de la clase. Así que eso traté de ser en la universidad. Aquel primer año me matriculé en Económicas, y como a tantos otros les pasa, el primero no fue su mejor año en la universidad.
Poco después descubrí el porno, primero el del videoclub, luego el televisivo: quedé enganchado. ¿Qué es peor, engancharse al porno o a las drogas? Yo me enganché al porno durante cerca de diez años (ya no lo veo). Los efectos del porno no son buenos: la satisfacción, en cualquier momento, sin esfuerzo, infantiliza.
Cuando tienes veinte años, te da una sensación de omnipotencia, de que puedes tenerlo todo, todas las chicas del mundo, “para ti solo” y sin esfuerzo alguno. Esa sensación, una vez que arraiga, es difícil de extirpar. Enlaza con el inconsciente, y puede asentarse durante años.
A la chica del instituto la encontré hace pocos años: se había convertido en una mujer y vivía con su pareja. Aún así mantuve contacto con ella durante un par de años, vía teléfono e internet, hasta que las cosas se enfriaron. Ha sido el modelo por el que medía a todas las demás.
Nunca he mantenido relaciones sexuales. De ningún tipo. Podría haber pagado a una **** en varias ocasiones pero no.
Medía a todas las chicas por comparación con un “modelo". Era algo que me empezó a pasar factura. Para mí todo debía ser perfecto, o no era nada en absoluto. Yo tenía veintiocho años cuando, por última vez, me interese de verdad en una chica real.
Pero, para los que leen esto, quizás sea más importante mencionar que ya antes, entre 2004 y 2006, me había empezado a encerrar en mi casa: asistía durante algunas temporadas a clase, trabajaba algo a través de los años, me relacionaba vía internet y por teléfono con gente que conocía en la red. Pero esas cosas empezaron a desaparecer con los años. Me había encerrado y...