Hola.
Tengo 29 años y soy de Valencia (España). Aterrizo en el foro como primer paso de este nuevo intento a través del que espero mejorar en mi problema. Sin embargo, por tratarse de un foro y conocer bien su dinámica gracias a que participo activamente en otro (de distinta temática), espero no sólo ser ayudado sino también ayudar los demás.
Intentaré abreviar mi experiencia, aunque francamente no creo que a pesar de ello logre ser muy breve: no quisiera obviar nada: he leído cientos de veces que escribir es una buena terapia, pero francamente es la primera vez que lo hago y ojalá me resulte mínimamente terapéutico.
Allá voy:
En relación a mi problema, creo que el primer recuerdo "útil" que tengo para poder explicarlo es mi "estómago delicado" durante la infancia. Básicamente mi madre me etiquetó (sin maldad) literalmente así: de mis tres hermanos (yo soy el mediano y nos llevamos dos años de diferencia cada uno) yo era el del «estómago delicado».
Creo que de alguna manera la definición era justa, o cierta: recuerdo que en varias ocasiones, de pequeño, la comida me sentó mal y la vomité. No recuerdo sin embargo haber desarrollado ningún miedo de pequeño. Sólo que efectivamente, a veces, me sentaba mal la comida. Sí recuerdo digamos "aprender" a que debía tener cuidado con qué comía, por si me sentaba mal.
Una vez (y este creo que fue el nacimiento de mi actual problema), cuando aún era yo pequeño, fuimos a comer a cenar a casa de mi abuela por Navidad. La familia allí era múltiple: no sólo la mía sino la de tíos, etc. Esa noche la cena me sentó mal. Vomité, y recuerdo que para mí fue muy humillante y embarazoso ser la nota discordante. El recuerdo de aquél episodio es de algunas miradas sobre mí, extrañadas y discriminatorias hacia el hecho de que hubiera aguado la fiesta a los demás. Pensándolo bien, es muy probable que en realidad nadie me mirase así, que todo eso sea un infundio, pero sí es verdad que ahí comenzó todo y que esa mala experiencia quedó perfectamente grabada en mi memoria. A partir de ahí sin duda sí comencé a tener miedo:
En los años sucesivos y hasta como mínimo mi adolescencia, recuerdo que frente a situaciones parecidas, antes de salir de casa, le preguntaba a mi madre: «¿Y si pongo malo?». Ella respondía: «No, hombre. ¿Por qué te vas a poner malo?». Y creo que con eso bastaba, porque nunca llegué a somatizar aquellas preocupaciones.
Paralelamente, también comencé a ser sensible a los viajes en coche: me mareaba, aunque en este caso no sé si una sola vez (desarrollada naturalmente) generó el miedo a las siguientes. La cuestión es que los viajes en automóvil me anteponían un miedo a marearme, y tal vez los casos en que verdaderamente después surgió un mareo, fueran las primeras somatizaciones de mis temores.
Durante el viaje de fin de curso, a los 12-13 años, de hecho, me mareé en el autobús en una de las excursiones y vomité, pero no recuerdo francamente que yo viera por lo demás condicionado mi disfrute durante las mencionadas excursiones en base a ningún miedo escénico. Como mucho, y esto sí puede ser, pude temer nuevos desplazamientos con motivo de las excursiones que restaran tras esa mala experiencia, pero al no recordarlo, no creo tampoco que para mí fuese importante.
Hay otra cuestión que he recordado mientras escribía, súbitamente, y que no había previsto señalar: justo hasta antes del mencionado Viaje de Fin de Curso, me orinaba en la cama por las noches. Para mí fue algo verdaderamente traumático sufrir algo así hasta tan mayor, y de hecho fui al médico con mi madre meses antes del viaje de fin de curso, porque si el problema no desaparecía, habíamos decidido que yo no haría ese viaje. La finalidad era evitar las burlas de los otros niños, y supongo que esto podría claramente señalarse como una fobia social a la reacción de los demás ante mi problema de incontinencia urinaria.
El problema, sin embargo, se curó casi "sobre la bocina", y fui al Viaje de Fin de Curso cuando ya estaba curado.
Durante los años siguientes anduve con malas compañías. Una vez, tuve que correr porque la policía nos persiguió tras una "travesura" de una de las personas con quienes me juntaba, y recuerdo que vomité cuando dejé de correr. «Me ha subido la adrenalina», confesé, y eso fue motivo de burlas permanentes hacia mí en aquél grupo donde digamos que yo estaba en los niveles más bajo de la escala jerárquica. El recuerdo del episodio del vómito tras el incidente con la policía, y todo ese último período de burlas y de baja consideración hacia mi persona y hacia mis potencialidades (mucho más intelectuales que delictivas) estoy seguro de que minaron mucho mi autoestima. Entretanto, encontré una novia y abandoné aquél grupo. Estamos ubicados a estas alturas en el año 1998, y yo sumaba 16 años. Llegamos al punto en el que creo que todos los precedentes que acabo de destacar se terminan aunando para formar un problema:
Con mi novia comenzaron a hacerse visibles e identificables los síntomas físicos que mis miedos ya sí comenzaron a generar en mi cuerpo. Creo que fue un punto de la vida (también de la mía) que requiere buena salud mental. Un punto donde justamente puede aparecer una virtual primera pareja "seria", existe el desarrollo de la adolescencia en el Instituto, hay una actitud rebelde hacia los padres, etc.
Pero yo no gozaba de la mencionada salud mental, sino que opino que mi auto-estima había sido construída bajo el azote de todos los reveses descritos.
Cada vez que eran propuestas salidas en grupo, o pernoctaciones fuera de casa de mis padres (que era donde yo hallaba la seguridad de «No, hombre. ¿Por qué te vas a poner malo?») me atenazaba el miedo. El miedo a hacer el ridículo en público, a efectivamente mostrarme débil, derrumbarme, señalar que era menos fuerte que el resto, y más concretamente, a manifestar uno de los temores que me acompañaban desde hacía tantos años: el miedo a vomitar.
La relación por lo demás con aquella chica fue traumática: me fue muy, muy infiel, y dado que iba a mi mismo instituto muchísima gente lo sabía, cosa que castigó aún más mi autoestima y me hizo temer aún más la mirada despreciativa o discriminatoria del resto.
Finalicé el noviazgo más o menos al año y medio de empezarlo, pero los episodios de miedo desarrollaron definitivamente la fobia, le dieron forma y complejidad, y la asentaron en mi cabeza. Una fobia a vomitar en público, sin duda agudizada por el hecho de que cuando vomito, lo hago muy ruidosamente, lo que provoca que yo no sólo esté preocupado de si me verán sino también de si me escucharán. Digamos en definitiva que a mí, particularmente, no me basta con esconderme en el baño, sino que requiero un escondite donde no se me vaya a ver ni tampoco a escuchar. Esos son los síntomas de mi trastorno de ansiedad particular.
Lo que sigue a partir de ahí no creo que sea tan importante detallarlo, porque básicamente es más de lo mismo, y es en resumen más de lo que mucha gente ya conoce:
Generalizando, este problema me ha limitado muchísimo en la vida, ha condicionado y condiciona decisiones y situaciones de tipo académico, personal, sentimental y profesional a niveles extraordinariamente profundos, bien a través de su sufrimiento o bien a través de la evitación o de la huída de las mencionadas situaciones. (Lo que también es un sufrimiento, porque huir del problema hace que nos sintamos decepcionados con nosotros mismos).
He tenido mejores temporadas y peores, aunque nunca me he sentido ni mucho menos curado. La mejoría o empeoramiento las mido (supongo que como todos) en función de cuántas cosas me atrevo a hacer según la temporada en la que me encuentre, y de cuál era la teórica dificultad de esas cosas antes de decidir hacerlas.
He sido tratado por una psicóloga demasiado espesa como para que yo fuera sensible a su ayuda, por un psiquiatra que me visitaba a horas demasiado avanzadas del mediodía, y después de demasiados pacientes como para que le fuese posible ayudarme; y por un psiconalista que la verdad, no me aportó más de lo que podría aportarme cualquier persona normal.
He sabido que la terapia conductual-cognitiva bien sea en sí misma o bien combinada con medicación es muy útil. Nunca la he seguido y para mí saber esto ha abierto una puerta a la esperanza.
Eso, y este foro.
Gracias por vuestra atención a quienes hayáis llegado hasta el final de este largo y probablemente tedioso texto. Y gracias también a quienes no hayan llegado. Gracias a todos por leerme y compartir mi problema. Nos vemos por aquí. Espero ayudar también. Me siento mejor que al principio, por lo que ya podemos concluir algo: escribir sobre lo que nos pasa sí ayuda.
Buena suerte.