En principio iba a postear una duda sobre una estrella especialmente brillante que es visible por mi ventana allá por las seis de la mañana. Pero según iba planteando razonamientos que afianzaran la lógica de mi duda, acudían recuerdos llamados por la curiosidad. Tira de un hilo y acabarás sacando toda la maraña de tu memoria. O al menos así funciona para mí.
Volvían recuerdos de una infancia bastante triste. Por eso supongo que todo esto me sabe romántico y de importancia suficiente como para escribirlo para otros.
Siempre he estado enamorada del cielo nocturno.
Viviendo en la situación en que estaba, puedo imaginar porqué acabé apegándome a la tranquilidad de la noche.
Porque para mí la oscuridad casi total del patio de mi casa era más un refugio que un lugar de espanto. Las sombras naturales no ocultaban monstruos para mí. Sin embargo la habitación bañada en luz eléctrica bien podía ser una cárcel de gritos y posibilidades que era mejor no ser capaz de ver, y en aquel cuarto, cuando sobrevenía la hora de dormir, cuando debía apagar la luz, en aquel sitio las sombras sí se convertían en algo que temer, estáticas, sin ser los matojos mecidos por el viento que pudieran parecer vivos, sin ululares del viento paseando por algún canal estrecho ni los ruidos de posibles insectos u animales nocturnos... aquellas siluetas silenciosas e inmóviles en la 'seguridad' de mi cuarto me hacían cambiar de habitación a cada pocos meses.
Mis recuerdos más tempranos no contemplan farolas en la calle, vivía en un lugar con pocos vestigios de civilización, haciendo que la noche fuera bastante oscura y las estrellas más tímidas fueran completamente visibles, en claro contraste con el firmamento siempre de un negro incansable que no se dejaba avasallar por la luz de la ciudad, bastante lejana. Un sitio de mierda para vivir, sin casi vecinos, a una hora a pie de cualquier tienda, sin autobuses (Salvo el escolar)
Un lugar que yo echo de menos, el único sitio donde pude disfrutar de algo parecido a la libertad, aunque viniese de la mano con el peor de los calvarios.
Así pues, recuerdo que no tendría ni 4 años cuando me apropié, así, egoístamente, de la estrella más brillante del firmamento. Siendo como era por aquél entonces un ser mecánico casi sin consciencia de mi propia existencia, en algún momento de angustia me asaltó un sentimiento mínimamente espiritual que me guió a adueñarme de una estrella, designada como mi protectora personal hasta hoy.
Ya que por años tuve la suerte de tener la cúpula nocturna expuesta ante mí, tendida en el suelo, con pocas molestias en mi campo de visión. Con estrellas estáticas o tintineantes, la luna y, de vez en cuando, una lluvia de estrellas inesperada en las épocas propicias; Todo desplegado en su máximo esplendor, transformando la noche tranquila en una experiencia mágica.
Acompañada por mi enorme imaginación, supongo que desarrollada para combatir la soledad (Por supuesto, de los pocos vecinos que había, nadie tenía mi edad, y la primera vez que tuve contacto con alguien de mi generación fue cuando entré al colegio.) la noche era mi compañera perfecta de juegos improvisados.
Es algo que me gustaría volver a experimentar algún día.
Las noches de la ciudad son frías. Bueno, como todo lo artificial.
El cielo normalmente anaranjado por pura suerte me deja encontrar mi estrella, por ser la más brillante, reposando cerca de la luna..
Aquella magia flotando en el silencio, que intento rememorar desde la ventana de mi cuarto, cuello estirado hacia arriba olvidando todas las preocupaciones. Dejo de existir, y sólo están las estrellas y la luna.
No importa qué futuro me sobrevenga, sólo está la luna y su haz. Y en ese momento mi máxima preocupación es enfocar bien la vista para trazar las sombras de los cráteres, o enfocar para ver mejor toda su forma global y maldigo que mis ojos no estén preparados para hacer frente al contraste entre el cielo negro y la luz pura, negándome una visión más nítida.