A mí solamente me desagradaban los psicólogos en un principio; los consideraba charlatanes, y además los que me tocaron habían sido muy poco empáticos. Una vez (en 2006) uno que me cayó bien, pero con el que no pude seguir yendo porque era carísimo, al escuchar con atención mis quejas sobre mis psicólogos anteriores y las estupideces que me habían dicho, aceptó que no tenían por qué haberse entrometido en aspectos de mi vida que no tenían que tocar, que poco o nada tenían que ver con los problemas por los que iba a consultarlos, y me dijo que me ofrecía una disculpa a nombre de todos sus "colegas".
En cambio, veneraba a la psiquiatría, y maldecía a mi papá por no pagarme consultas con ellos y mucho menos los tratamientos. Sin embargo, eso cambió, y ahora los aborrezco como nunca había aborrecido a los psicólogos por el daño irreversible que una de sus píldoras mágicas me ocasionó.
(Sí, sí, bla, bla, cada organismo es diferente, lo cual es cierto, pero precisamente porque existe el riesgo de acabar como yo acabé es que estoy lejos de defender a las pastillas y a quienes las recetan.)