La persona con ansiedad social percibe las situaciones sociales como peligrosas, ya que siempre se encuentra corriendo el riesgo de ser rechazada, de perder estatus o de no alcanzar la valoración y el estatus que desea y necesita. Esta persona quiere ser aceptada y muy valorada, pero duda de ser capaz de lograrlo. Se percibe como inferior a los otros y teme no sólo la valoración negativa (con el consiguiente daño que eso pudiera acarrear) sino también que no sea tan positiva como ella necesita y constantemente intenta por todos los medios impedirlo.
Cuando una persona con ansiedad social anticipa o se enfrenta a una situación social temida, se activan muchas señales de alarma en su cerebro y se enfrenta a ellas de un modo defensivo. Sus recursos se focalizan en la amenaza. Por un lado, busca amenazas provenientes de fuentes internas, es decir, se vuelve muy consciente de si misma, se observa y utiliza esa información para juzgar la impresión que está causando en otros ("me tiemblan las manos, luego pensarán que soy débil e idiota"). Pero por otro lado también centra su atención en amenazas que pudieran llegar del exterior (por ejemplo, gestos de rechazo o aburrimiento que puedan suponer valoración negativa).
Cuando estas personas se encuentran en situaciones sociales hacen comparaciones entre la impresión que desean dar (lo que creen que se espera de ella) y el modo en que creen estar actuando (el cual utilizan para sacar conclusiones acerca de cómo creen que los demás los perciben). Por ejemplo: "debería hablar con fluidez, ser ingenioso y ameno, pero estoy ansioso, me tiembla la voz y lo estoy haciendo fatal, de modo que los demás creerán que soy incompetente o tonto".
Si puede evitará la situación social y si esto es imposible, utilizará las "conductas de seguridad". Así, la persona queda atrapada en un círculo vicioso donde obtiene evidencias de sus supuestos previos y no se da oportunidad de comprobar que dichos temores son infundados.