Principalmente, porque no quiero hacerle daño a mi familia ni a mis amigos. En cierto modo encuentro un alivio en el estúpido altruismo que me digo a mí mismo que estoy manteniendo.
"Mirad, mirad como soporto las injurias y el látigo del tiempo (sí, se lo he robado a Shakespeare). Si no he acabado ya con todo, si no he tenido razones más que suficientes para morir, es sólo porque quiero demostrar que, aunque no pueda haceros felices, al menos no quiero haceros daño."
Sé que en realidad no es una postura tan noble ni tan heróica como me gusta plantearla, pero vivir en ese pequeño engaño me resulta tan cómodo que no me atrevo a pensar otra cosa.
En alguna parte leí que un 70% de las parejas que pierden un hijo se separan (no porque se culpen, sino porque no son capaces de vivir en un núcleo familiar que les recuerda lo que han perdido), seguramente las posibilidades son aún más altas en caso de suicidio. Yo veo a mis padres y sé que son felices el uno con el otro. Sé que yo nunca tendré nada como eso, pero prefiero sufrir mil veces todas las desdichas de esta vida fatigosa que romper algo tan bello.
No le tengo miedo al dolor. Estudio medicina así que sé de sobra cómo acabar con mi vida sin sentir casi dolor (o ninguno en absoluto) y sin que haya vuelta atrás. Que a nadie se le ocurra preguntarme porque no pienso dar esa información.
Y sin embargo, a pesar de toda la convicción y todas esas promesas, hay veces que miro un cajón lleno de medicinas y, sabiendo que tomar una simple combinación de medicamentos me llevaría a un dulce sueño, no puedo evitar sentir esa maliciosa tentación.
Y también hay otro punto que me alivia. El conocimiento es algo a lo que soy adicto. Y muchas veces pienso: Un mundo que ha dado a Richard Dawkins, a Bertrand Russell y el LHC quizás aún tenga algo escondido para mí en alguna parte.
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