Otro día de sinsabores. Otra noche cerrada y yo en la cama sin poder dormir. ¡Tengo que hacer algo!
Repaso mentalmente los problemas a los que me enfrento día a día. Mañana tendré que seguir oyendo de primera mano los problemas de las personas que me corresponde atender, con sus confesiones desde el campo de batalla de la vida, que no tienen trabajo, que la vida aprieta cada vez más, que tienen la cuenta en números rojos. Y veo que su tesón es enorme, que muchos de ellos sacrificarían su propia vida, dejarían de comer por sus niños.
Y miro en mi casa y veo que yo también tengo problemas. Mi soledad perentoria, los problemas que comparto con muchos de vosotros en mayor o menor medida, la incomunicación, la incomprensión por parte de los que nos rodean, la tortura e incertidumbre de no saber cuándo tendré otro ataque de ansiedad, los sudores indiscriminados, los nervios a flor de piel.
¿Por quién estoy luchando? ¿Qué pilar me sustentará en estos momentos? ¿Qué estímulo me tocará mi fibra sensible y me incitará a seguir de pie y activo?
He encendido la luz de mi dormitorio. No podía dormir. Y he mirado a mi alrededor buscando una señal, un apoyo, un hálito... y lo he encontrado. La niña de mi primo, en la última visita que hice a su casa, me regaló unas pinturas, realizadas con lapiz rosa en unas cuartillas... Su hogar, sus papás, animalitos, paisajes de inocencia, luz y color. Joder, esto es lo que necesito... ¡Yo también tengo alguien por quién luchar!
Esos niños, especialmente mi ahijado, ¿qué ejemplo quiero darles de vida? La rectitud, el comportamiento moral, el trabajo duro, el sacrificio sin rechistar, la diversión pero sin hacer daño a nadie, la entereza y la confianza en la familia o las amistades. Eso quiero enseñarles... no como un profesor que apunta a la pizarra y hace repetir como papagayos a los alumnos, sino como un ejemplo de vida a imitar, una persona modelo. Yo nunca he sido nada de eso pero me voy a esforzar...
Voy a ser un referente para ellos, voy a atravesar los baldíos de mi desilusión, el desierto de mi desesperanza, la estepa de mi desamor, para darles un abanico de posibilidades, de esperanza, demostrarles que la lucha se cobra sus resultados, de que un mundo mejor, más colorido y brillante es posible y que, con ansiedad o timidez, con temores o inhibiciones, voy a ser capaz de actuar sin limitaciones, de creer más en las personas, pensar que existe un futuro abierto al progreso tanto personal como profesional o social.
No he dicho todavía la última palabra. Y lo haré por ellos... por los que me quieren, que piensan en mí, me aprecian sin condiciones ni fecha de caducidad. Al final, la familia es lo único importante.
¡Por mis niños! Que son tanto míos como de mis primos puesto que en ellos he puesto mis esperanzas, que he compartido tantas horas de diversión y de sueños, por los niños que son la inocencia de este mundo mezquino y cerrado.
Hoy ha sido el cumpleaños de mi tio. Está orgulloso de la familia que ha nacido en poco tiempo, de la ilusión que desprenden, de los valores recibidos, del compromiso creado, de unos niños que dan alegría, vitalidad y esperanza y que son el culmen de lo que es sentirse hombre o mujer, la generosidad de dar lo mejor de uno mismo para los demás, para esas criaturas que están creciendo y están deseando que les guíes por el buen camino. Yo también estoy de acuerdo: es como para estar orgulloso, es de admiración.
Espero irme a dormir con algo más de paz mental, de la confianza en que mañana podrá ser un día mejor, no porque haya menos problemas, que la vida nos ponga menos zancadillas o la antipatía de nuestros convecinos no nos amargue la existencia. No, lo será si yo, como persona consciente y libre para decidir lo que me conviene y lo que no, decido quedarme con la bondad de las personas, con la sonrisa de un niño o con la belleza de las cosas. Lo será si admito, tolero esas deficiencias, esos palos en la rueda, ese malestar, esos malos modos y reacciono con la mejor de las sonrisas, con la candidez de un niño que sólo quiere pasar un día estupendo y que va a estar dedicado en cuerpo y alma a conseguirlo.