Publico sólo por pensar que hago algo.
Lo malo de dedicar mucho tiempo a pensar es que terminas llegando a la conclusión de que pensar no sirve para nada. Son demasiadas las frustraciones como para no comprender que de los errores no se saca ninguna enseñanza; los errores se repiten, una y otra vez, provocando siempre la misma desolación, llevándonos siempre a la misma conclusión: la experiencia sólo sirve para intensificar el sufrimiento.
No tener ganas de vivir es una sensación horrible, pero cuando forma parte de tu personalidad no puedes olvidarla, es parte de tu identidad, fuiste criado es esa idea como valor absoluto: nada hay en el mundo por lo que valga la pena luchar, la frustación se producirá en el momento menos pensado, pero sin duda se producirá, y te llevará a la misma situación de origen. Es mejor no luchar, pues la acumulación de experiencias negativas nos lleva a la misma rendición. Es mejor morir que vivir, es más natural morir que vivir: es menos doloroso.
Pero no obstante, ¡es tan propio de vanidosos desear la muerte! No soy capaz de situarme como referente moral, carezco de virtudes, incluso me gusta presumir de mi desprecio por los demás, ¡pero es tan doloroso no ser bueno! Es el más intenso y negativo de los sentimientos, la culpabilidad, saberse malvado, ser consciente de que es uno mismo el que se ha hecho daño, y no obstante, desear de la forma más irracional no haber pecado contra sí mismo. Pero el mal ya está hecho, no hay perdón, porque el único capaz de concederme la absolución soy yo mismo, y sé que no la merezco.
Me odio, porque me quiero demasiado, y no he sido capaz de mostrar al mundo mi presunta superioridad. Me siento mejor que los demás, en todos los aspectos, y por eso me obsesionan los errores, las imperfecciones… No soy capaz de hallar un término medio racional: necesito que los demás me admiren, pero si lo hacen, los considero despreciables por admirar a un imbécil como yo. Necesito a los demás, pero para que estén a mi servicio; no quiero hacer favores, o prestar ayuda: sólo quiero ser protagonista, sin dar nada a cambio. Me gustaría sentirme satisfecho asumiendo con naturalidad mis errores, pero no puedo: mis errores me alejan de la perfección, única meta digna de alguien como yo. Si no soy perfecto, no vale la pena haber existido. Así de idiota soy. Me odio por imperfecto, por no ser capaz de asumir la imperfección y por perder el tiempo en algo tan destructivo como odiarse a sí mismo.
