Rezo a Dios por un mundo nuevo. Uno en el que no haya que demostrar continuamente lo que valemos, donde no se nos exija humillar al otro para progresar, donde los que tenemos handicaps y limitaciones podamos tener también un nicho en el que habitar, donde la sociedad no sea igual que un documental de pulpos de la 2. En definitiva, un mundo más humano y más apto para marginados sociales como nosotros.
En este sentido, el cristianismo, el de verdad, es profundamente igualitario y vela por los más desfavorecidos.
Bienaventuranzas: el Dios o el Jesús que se muestra en las Iglesias no se preocupa un ápice de nosotros, salimos los primeros de la misa, los sacerdotes pasan de nosotros porque no hablamos, nos convertimos en el mismísimo Satanás porque no queremos tragarnos toda la doctrina de la Iglesia, porque no va con nosotros. Sin embargo, en las Bienaventuranzas se habla de nosotros (mansos, pacíficos, sedientos de justicia) y, básicamente, en todo el Evangelio.
Aunque, claro, viéndome en los tiempos de Jesucristo, seguro que ni Jesucristo se enteraría de mi presencia porque estaría en última fila. Me imagino el evento a modo de concierto de rock o firma de autógrafos en los cuales los primeros serían los únicos en beneficiarse de sus milagros. Interesante planteamiento...