Miento al decirme que me lo he quitado de encima, porque aun esta allí conservado. Se siente la espina adoleciendo; y lo suficiente como para incluso no dejarme dormir dándole vueltas. Bien, luego logro conciliar el sueño y por el día el reimpulso hace presencia y la animosidad me acompaña. Pero en el espacio vacío, en la introspección, no puedo evitar recaer en el pensamiento y su consecuente sentir.
Si hay algo que siempre me he recriminado es la harta obsesión con la que mi mente evalúa una idea, un simple bache, unas palabras. Recuerdo en mi temporada de voracidad intelectual llegar a no pegar el ojo varias noches buscando certeza y redefinir muchas de las ideas que tenía concebidas: plantearme el ateísmo, encontrarme con la psicología, cogerle perspectiva al arte... Estuve cerca de año y medio dedicándome a nada más que a leer y fue actividad que supuso el todo de mis días por ese tiempo. Cosa insólita porque antes de eso apenas y había completado una veintena de páginas de un libro. Y vino en forma de descubrimiento. Como darme cuenta que en mi cabeza podían ocupar más cosas de las que tenía asumidas y no me podía quedar con ello. Y además del culto adquirido significo también una etapa donde me pude conocer realmente, identificar mis capacidades y buscar trabajarlas para poder afianzarme en ellas.
Pero a pesar de que agradezco haber pasado por ese periodo que me proporciono claridad de juicio, es evidente que lo demás lo deje desatendido y confinado a una cueva. Llevando la teoría.... reprobado en la práctica.
Lo que gané en aquello, lo perdí en confianza. Salí dando tumbos y a traspiés me desenvuelvo socialmente. No era el mismo vivaracho (algo contenido) que aguardaba la hora de ir al colegio para poder joder con los demás, que no se tenía mucha pena y era capaz por ejemplo de involucrarse sin pensarlo en un partido de futbol que fueran a realizar. De acuerdo, los profesores apenas tuvieron reparo de mi presencia en las clases. Nunca intervine bajo mi voluntad en alguna. Siempre he sido tímido, y se traducía más que todo en pánico escénico. Pero nada más. En el trato personal podía ser abierto y todo de manera muy natural. Hasta mis amigos me aconsejaban considerar el derecho como carrera a estudiar. Incluso que incursionara en el humor (bastante que podría yo echar chistes frente a un público, seguro que sí).
Y no me termino de explicar cómo es que, viniendo de allá, he llegado al patetismo de cruzárseme por la cabeza ideas suicidas...
Pasé por un bache complicado recientemente y de alguna manera salí repotenciado. Lo estoy tomando como uno de esos capítulos importantes donde está comprendida una lección valiosa, que deseo perpetuar. Con ganas de salir adelante.
Pero de igual manera, no puedo evitar dejar de pensar. En lo que pudo haber sido. En lo que no debió ser. En lo que no debería ser. En lo que fue y en lo que será.
Siento imposible quitarme esta resaca cognitiva... y como me agobia.
Si tan solo ese ser de hace años me transfiriera algo de su relajo... seria todo más tolerable.