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Antiguo 26-ago-2007  

Por si alguien se siente identificado:

INTERVALO DOLOROSO

Todo me cansa, hasta lo que no me cansa. Mi alegría es tan dolorosa como el dolor.

Quien me diera ser un niño poniendo barcos de papel en un estanque de la quinta, con un dosel rústico de redes de parral poniendo ajedreces de luz y sombra verde en los reflejos sombríos de la poco agua.

Entre yo y la vida hay un vidrio tenue. Por más nítidamente que yo vea y comprenda la vida, yo no la puedo tocar.

¿Razonar mi tristeza? ¿Para qué si el raciocinio es un esfuerzo, y quien está triste no puede esforzarse?

Ni siquiera abdico de aquellos gestos banales de la vida de los que yo tanto querría abdicar. Abdicar es un esfuerzo, y yo no poseo el alma con que esforzarme.

¡Cuántas veces me aflige no ser el accionador de aquel coche, el conductor de aquel tren! ¡Cualquier Otro banal supuesto cuya vida, por no ser mía, deliciosamente me penetra para que yo la quiera y se me finge ajena!

Yo no tendría el horror a la vida como a una Cosa. La noción de la vida como un todo no me aplastaría los hombros del pensamiento.

Mis sueños son un refugio estúpido, como un paraguas contra un rayo.

Soy tan inerte, tan pobrecito, tan falto de gestos y de actos.

Por más que por mí me interne, todos los atajos de mi sueño van a dar a claridades de angustia.

Incluso yo, el que sueña tanto, tengo intervalos en los que el sueño me huye. Entonces las cosas me parecen nítidas. Se desvanece la neblina en la que me cerco. Y todas las aristas visibles hieren la carne de mi alma. Todas las durezas miradas me duele saberlas durezas. Todos los pesos visibles de objetos me pesan por dentro del alma.

La (mi) vida es como si me golpeasen con ella.

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155

Todo es absurdo. Éste dedica la vida a ganar un dinero que guarda, y no tiene hijos a quien dejarlo ni la esperanza de que un cielo le reserve una trascendencia de ese dinero. Aquél dedica su esfuerzo a conseguir fama, para después de muerto, y no cree en esa supervivencia que le haría conocer su fama. Este otro se consume por conseguir cosas que en realidad no le gustan. Más adelante hay uno que (...).
Uno lee para saber, inútilmente. Otro se divierte para vivir, inútilmente.
Voy en un tranvía, y voy fijándome lentamente, de acuerdo con mi costumbre, en todos los detalles de las personas que van delante de mí. Para mí, los detalles son cosas, voces, frases. En este vestido de muchacha que va frente a mí, descompongo el vestido en la tela de que se compone, el trabajo con que lo han hecho -pues lo veo como vestido y no como tela- y el bordado leve que rodea a la parte que da la vuelta al cuello se me separa de un torzal de seda, con el que se lo bordó, y el trabajo que fue bordarlo. E inmediatamente, como en un libro elemental de economía política, se desdoblan ante mí las fábricas y los trabajos: la fábrica donde se hizo el tejido; la fábrica donde se hizo el tonal, de un tono más oscuro, con el que se orla de cositas retorcidas su sitio junto al cuello; y veo las secciones de las fábricas, las máquinas, los obreros, las modistas; mis ojos vueltos hacia dentro penetran en las oficinas, veo a los gerentes procurar estar sosegados, sigo, en los libros, la contabilidad de todo esto; pero no es sólo eso: veo, hacia allá, las vidas domésticas de los que viven su vida social en esas fábricas y en esas oficinas... Todo el mundo se despliega ante mis ojos sólo porque tengo ante mí, debajo de un cuello moreno, que al otro lado tiene no sé qué cara, un orlar irregular verde oscuro sobre el verde claro de un vestido.
Toda la vida social yace ante mis ojos.
Más allá de esto, presiento los amores, las intimidades, el alma, de todos cuantos trabajan para que esta mujer esté delante de mi en el tranvía, lleve, en torno a su cuello mortal, la trivialidad sinuosa de un torzal de seda verde oscura tejido verde menos oscuro.
Me aturdo. Los asientos del tranvía, de un entrelazado de paja fuerte y menuda, me llevan a regiones distantes, se me multiplican en industrias, obreros, casas de obreros, vidas, realidades, todo.
Salgo del tranvía agotado y sonámbulo. He vivido la vida entera.

¿1931?

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303

Tengo por una intuición que para las criaturas como yo ninguna circunstancia material puede ser propicia, ningún caso de la vida tener una solución favorable. Si ya por estas razones me aparto de la vida, ésta contribuye también a que yo me aparte. Esas sumas de hechos que, para los hombres vulgares, inevitabilizarían el éxito, tienen, cuando a mí se refieren, otro resultado cualquiera, inesperado y adverso.
Me nace, a veces, de esta constatación una impresión dolorosa de enemistad divina. Me parece que sólo por una disposición consciente de los hechos, de modo que me resulten maléficos, la /serie de desastres/ que define a mi vida podría haberme acontecido,
Resulta de todo esto que, para mi esfuerzo, yo no intento nada demasiadamente. La suerte, si quiere, que venga a estar conmigo. Sé de sobra que mi mayor esfuerzo no logra la consecución que en otros tendría. Por eso me abandono a la suerte, sin esperar mucho de ella. ¿Para qué? Mi estoicismo es una necesidad orgánica. Necesito acorazarme contra la vida. Como todo estoicismo no pasa de ser un epicureísmo severo, deseo, cuanto es posible, hacer que mi desgracia me divierta. No sé hasta qué punto lo consigo. No sé hasta qué punto consigo algo. No sé hasta qué punto se puede conseguir algo...
Donde otro vencería, no por su esfuerzo, sino por una inevitabilidad de las cosas, yo, ni por esa inevitabilidad, ni por ese esfuerzo, venzo o vencería.
Quizás he nacido espiritualmente un día corto de invierno. La noche ha llegado pronto a mi ser. Sólo en frustración y abandono puedo realizar mi vida.
En el fondo, nada de esto es estoico. Es tan sólo en las palabras donde está la nobleza de mi sufrimiento. Me quejo como un niño enfermo. Me amohíno como un ama de casa. Mi vida es enteramente fútil y enteramente triste.

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327

Es noble ser tímido, ilustre no saber hacer, grande no tener habilidad para vivir.
Sólo el Tedio, que es un alejamiento, y el Arte, que es un desdén, doran de una semejanza de contentamiento nuestra (...)
Los fuegos fatuos que nuestra podredumbre /genera/ son al menos luz en nuestras tinieblas.
Sólo la desventura elemental y el tedio puro de las desventuras continuas, es heráldica como lo son los descendientes de los héroes lejanos.
Soy un pozo de gestos que ni en mí se han esbozado todos, de palabras que no he pensado poniendo curvas en mis labios, de sueños que me he olvidado de soñar hasta el final.
Soy ruinas de edificios que nunca han sido más que esas ruinas, que alguien se hurtó, en medio del construirlas, de pensar en quién construyó.
No nos olvidemos de odiar a los que gozan porque gozan, de despreciar a los que son alegres, porque no supimos nosotros ser alegres como ellos... Ese sueño falso, ese odio flaco no es sino el pedestal tosco y sucio de la tierra en que se apoya, sobre el cual, altiva y única, la estatua de nuestro Tedio se yergue, oscuro bulto cuya faz una sonrisa impenetrable nimba vagamente de secreto.
Benditos los que no confían la vida a nadie.

Fernando Pessoa

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Debo decir que me sorprende que no se haya mencionado a Pessoa aquí antes, cuando en sus pensamientos y en la descripción que hace de sí mismo son evidentes algunos de los síntomas de la fobia social y/o el trastorno de personalidad por evitación. También debo decir que no estoy de acuerdo con lo que dice, con lo que nos impone que hagamos (o más bien, que no hagamos) , en fin, mi opinión personal importa poco, quisiera saber qué piensan ustedes de este personaje, que, me parece, nadie podría comprender mejor que los fóbicos sociales.
 
Antiguo 26-ago-2007  

Pido perdón a los que ya habían nombrado a Pessoa antes. Pero me parece que su caso merece una atención particular...
 
Antiguo 26-ago-2007  

Me gusta mucho Pessoa.... " el libro del desasosiego"..

......

Estoy en un dia en que me pesa, como un ingreso en la cárcel, la monotonía de todo. La monotonía de todo no es, sin embargo, sino la monotonía de mí. Cada rostro, aunque sea el de quien vimos ayer, es otro hoy, puesto que hoy no es ayer. Cada día es el día que es, y nunca ha habido otro igual en el mundo. Sólo en nuestra alma se encuentra la identidad -la identidad sentida, aunque falsa, consigo misma- mediante la cual todo se asemeja y se simplifica. El mundo es cosas destacadas y aristas diferentes; pero, si somos miopes, es una niebla insuficiente y continua.
Mi deseo es huir. Huir de lo que conozco, huir de lo que es mío, huir de lo que amo. Deseo partir -no para las indias imposibles, o para las grandes islas del sur de todo-, sino para el sitio cualquiera -aldea o yermo- que tenga en sí el no ser este sitio. Quiero no ver ya estos rostros, estas costumbres y estos días. Quiero reposar, ajeno, de mi fingimiento orgánico. Quiero sentir al sueño llegar como vida, y no como reposo. Una cabaña a la orilla del mar, una caverna, incluso, en la falda rugosa de una sierra, puede darme esto. Desgraciadamente, sólo mi voluntad no puede dármelo.
La esclavitud es la ley de la vida, y no hay otra ley, porque ésta tiene que cumplirse sin insurrección posible ni refugio que encontrar. Unos nacen esclavos, otros se vuelven esclavos, y a otros les es dada la esclavitud. El amor cobarde que todos tenemos a la libertad -que, si la tuviésemos, la extrañaríamos, por nueva, y la repudiaríamos- es la verdadera señal del peso de nuestra esclavitud. Yo mismo, que acabo de decir que desearía la cabaña o la caverna donde estuviese libre de la monotonía de todo, que es la de mí, ¿osaría yo partir para esa cabaña o caverna, sabiendo, por conocimiento, que, puesto que la monotonía es de mí, la habría de tener siempre conmigo? Yo mismo, que me ahogo donde estoy y porque estoy, ¿donde respiraría mejor, si la enfermedad es de mis pulmones y no de los aires que me rodean? Yo mismo, que anhelo alto el sol puro y los campos libres, el mar visible y el horizonte entero, ¿quien me asegura que no extrañaría la cama, o la comida, o no tener que bajar los ocho tramos de escalera hasta la calle, o no entrar en la tabaquería de la esquina, o no darle los buenos días al barbero ocioso?
Todo lo que nos rodea se vuelve parte de nosotros, se nos infiltra en la sensación de la carne y de la vida, y, baba de la gran araña, nos liga sutilmente a lo que nos rodea, enredándonos en un lecho suave de muerte lenta, donde oscilamos al viento. Todo es nosotros, y nosotros somos todo,, ¿pero de que sirve esto, si no es nada? Un rayo de sol, una nube cuya sombra súbita dice que pasa, una brisa que se levanta, el silencio que llega cuando cesa, un rostro u otro, algunas voces, la risa casual entre ellas, que hablan, y después la noche en que emergen sin sentido los jeroglíficos rotos de las estrellas.
...
 
Antiguo 26-ago-2007  

Yo, además de en este foro, entro también en uno dedicado a la personalidad esquizoide (http://es.groups.yahoo.com/group/hispaesquizoide/) y allí también se habló de Pessoa y "El libro del desasosiego" hace unos meses. Allí opinaban que Pessoa era esquizoide. Pienso que los límites entre esquizoidia, fobia social y tratorno por evitación son difusos.
 
Antiguo 26-ago-2007  

la verdad me da cosa leer a este tipo
 
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