El otro día, mientras navegaba por Internet, vi algo en un foro de mensajes que me encabronó más que tener una piraña metida en el culo intentando fornicar con un puñado hemorroides: un cretino de diecisiete años que relataba su oportunidad de tener sexo con esta mujercita de la misma edad, quien tenía pleno interés de acostarse con él, pero que al final decidió declinar la oferta de ella por sentirse "demasiado joven" y porque "necesitaba pensarlo más".
Me provocó meterle las manos dentro de la boca y abrírsela hasta romperle la cabeza.
Después de los tiempos de la inquisición, de la Derecha y la Izquierda de centenares de gobiernos autoritarios, y de todo lo que nos ha costado alcanzar el destape y la libertad sexual de la que gozamos hoy día, en la que si uno quiere acostarse con alguien es imposible no hacerlo gracias al Internet y la cantidad de webs que ofrecen servicios de encuentros especialmente destinados a cada país, viene este amanerado sorbesemen que a mala honra lleva el pene que tiene entre las piernas a echarse para atrás porque "necesita más tiempo para pensarlo".
Si yo fuera el padre de ese niño, le habría destripado la cara con mis pulgares.
Es increíble que un chico pueda ser tan increíblemente tutifrutty para salir con semejante estupidez y encima estar hablando en serio. En mis tiempos, tener sexo era un lujo, era impensable que un chico dijera que no. En una era en que no había Internet estábamos tan necesitados que éramos capaces de quedarnos hasta las cuatro de la madrugada viendo televisión un día en que había que levantarse temprano para ir a clases bajo la esperanza de que iban a echar alguna película de censura, y si tan siquiera llegábamos a ver algo tan nimio como una teta destapada o incluso un pezón asomándose, ya era suficiente para considerarnos afortunados.
Nos teníamos que llevar al cuarto aquellos libros de medicina donde salieran dibujos o fotografías de anatomía sexual femenina para observarla con detenimiento por horas.
Tener revistas pornográficas era un tesoro. Recuerdo que tenía un amigo que poseía una colección enorme y cada modelo de cada página tenía un manchón enorme entre las tetas. Así de mucho queríamos coger.
Hoy día, con el Internet, los niños de esta generación lo tienen todo fácil: ¿quieren ver una vagina? Con google y cinco segundos de diferencia, pueden hacerlo.
¿Tetas de todos los tamaños, colores y estilos? No hay problema.
¿Videos pornográficos eminentes? Sólo tienen que esperar diez minutos mientras se baja y se hacen las palomitas de maíz en el micro.
Y la generación que viene será todavía peor: con la promesa del casco virtual, cualquier niño de 13 años será capaz de perder simbólicamente la virginidad con una compañera que esté en otro lado del mundo en cualquier día de la semana. A través del Internet la diferencia de edad se convertirá en un asunto de si a uno le apetece mentir o no y en un tecnicismo soslayado, el término "pedofilia" está condenado a desaparecer del mundo cibernético.
Es más: existe tanta abundancia y tanta facilidad que hay incluso chicos que ya ni siquiera se ponen a admirar tetas sino que se ponen a ver fotografías de penes. No tienen quince años y ya andan explorando conscientemente la bisexualidad, por el jodido amor de Cristo.
Ah no, pero este niño es diferente: él ha llegado a un grado Yuppi-Bossa-Nova tal que se permite descartar una oportunidad de oro por lo increíblemente marica y DIUHCOIENC009DSCXNSXKLRRG que es.
Ojalá alguien que estudie con él vea lo que escribió, corra la voz, y decidan lincharlo en el recreo. Él representa todos aquellos siglos de represión sexual que hemos sufrido, representa todos los tabúes que hemos tenido que vencer, representa la era en que los hombres creían que reprimir el sexo era decente y bueno... ese niño no es otra cosa que la encarnación misma de Lucifer, y no puedo hacer más que esperar que muera de forma tal que cuando vuelva a nacer en cien años lo haga traumatizado.
Estamos en tiempos en que las mujeres cada vez se divorcian más del síndrome de "mamita estúpida" y admiten con mayor libertad y frecuencia lo obvio: que les gusta el sexo tanto como a los hombres. Y cuando por fin pensaba que estábamos entrando en una Era en donde a la hora de la verdad, la búsqueda de la plenitud sexual de uno no es asunto de nadie y puede ser expresada de libre manera, resulta que ahora alguien se inventó un recoveco, una segunda vía de responder y evolucionar ante el gran logro: haciendo del hombre lo que era antes la mujer.
Me cago en su alma. Él podrá pensar que es parte de una élite de chicos backstreeboy con mucha capacidad reflexiva y conciencia, pero lo cierto es que es un imbécil que exhuda lepra y pus con cada pensamiento.
Estoy tan enojado que sería capaz de pegarle un mordisco al borde de la mesa y comérmela como si fuera una galleta.
Lo único bueno es que si más chicos deciden seguir su ejemplo, podrá pasar algo que el hombre jamás pudo hacer con la mujer: ellas estarán en la libertad absoluta y literal de patearles el culo.
El mundo se ha vuelto un lugar tan marica que hay hombres que tienen el derecho de demandar a una mujer por acoso sexual... en mi época, el que una mujer quisiera violarlo a uno no sólo era un golpe de suerte equivalente a sacarse la lotería, sino además un honor, y un deber de corresponder plenamente al gesto de la fémina.