Cuando asistía a la secundaría participaba bastante seguido en clases, y pese a que sabía que aquella actitud no era muy bien tenida en cuenta entre mis compañeros de estudio, eso nunca me detuvo. Siempre fui muy mio, y lo que hicieran los otros no me importaba demasiado. Después de todo, jamás tuve entre mis coetáneos un verdadero modelo a emular.
No fue sino en los dos últimos años de secundaría -periodo en que inauguro oficialmente mi fobia social- cuando mi participación en clases empezó a mermar cada vez más hasta el punto de convertirme en una presencia física en la sala que apenas emitía palabras cuando se me hablaba.
En la universidad nada fue distinto. Pocas, por no decir nula, participación en clases. Mi objetivo ha sido, desde que terminé la secundaria hasta ahora, pasar lo más desapercibido posible y concentrarme solo en lo importante: aprobar las materias con buenas notas.
Es probable que este año me anime a participar más, después de todo, he estado haciendo algunos remodelados en mi vida. Me he estado preparando tozudamente a la idea de que yo tengo el mismo derecho a procurarme un espacio en esta sociedad que los demás. Mi meta es dejar de intentar pasar desapercibido como si mi existencia fuera una molestia a la que hay que disculpar.
Ya veré si logro participar más este año.