Es una palabra cuyo significado refleja lo más maravilloso y excelso que podemos alcanzar. Vayamos a la primera acepción del diccionario de la
RAE (ominosa institución de parásitos y
besaculos del Poder, pero es otra historia...):
1. f.
Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.
¿Bonito, eh?
Pero tiene trampa como todo aquel constructo creado por el ser humano. Reproduzcamos otras acepciones:
4. f.
Falta de sujeción y subordinación.
8. f.
Contravención desenfrenada de las leyes y buenas costumbres.
¿No habíamos quedado en que la libertad consistía en obrar (o no) como su conciencia le dicte, sin someterse a nada ni a nadie, asumiendo el individuo su responsabilidad?, ¿a qué viene hablar de falta de subordinación o de respeto a las leyes y las buenas (
) costumbres?
No nos quedemos en esto, sigamos:
2. f.
Estado o condición de quien no es esclavo.
3. f.
Estado de quien no está preso.
6. f.
Prerrogativa, privilegio, licencia.
7. f.
Condición de las personas no obligadas por su estado al cumplimiento de ciertos deberes.
10. f.
Exención de etiquetas.
El matiz es importante porque en estas acepciones la libertad no parece mostrar algo inherente al individuo, sino más bien una sinecura de algo o de alguien para lograr ese estatus.
Y después de este esquemático, didáctico y pedante exordio, reflexión fóbica
. La libertad, obviamente, no existe. En todo caso siempre está limitada por múltiples factores (concesiones de quien ejerce el poder, capacidad económica, inteligencia, influencia, habilidades, etc.) siendo el más importante la sociedad donde uno está inserto. Para una persona cohibida y temerosa de esa sociedad la libertad es un espejismo. Nunca puede ni siquiera rozarla porque basta con tener que soportar una hilera de gente en un cajero del supermercado para verse atropellado en su supuesta capacidad para actuar como desea.
Acaso la libertad para nosotros/as se encuentra en ese rincón que creemos nos pertenece exclusivamente, de acceso vedado para los demás. Tampoco. Porque nos oprimimos pensando en que deberíamos haber hecho esto, obrado de aquella manera, no desperdiciar esa oportunidad histórica, bla, bla, bla.
Con el control de la sociedad (quien nos provoca la fobia) sólo podemos paladear cachitos de libertad, por cierto, como el resto de la gente, aunque en nuestro caso son todavía más reducidos y escasos. No obstante, desperdiciarlos es martirizarnos estúpidamente. Puestos a ejercer violencia sobre uno mismo, el suicidio es la máxima expresión de libertad, ser dueños del fin de nuestra propia vida*.
* Conste en acta que no es ninguna inducción, ni incitación, es la constatación de un hecho irrebatible.