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Iniciado por suerte28
- Ellas se desarrollan antes, a los 13 años son prácticamente mujeres hechas y derechas. Y son alabadas por su belleza por los hombres, empezando por sus propio padre. A esa edad los chicos son unos críos amorfos que se matan a pajas pensando en las de su clase sufriendo el desprecio de todo el mundo. Los chicos están acostumbrados a ir acomplejados.
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Supongo que lo que quieres decir es que tú a esa edad eras un pajero. Yo no.
Se desarrollan antes sexualmente y empiezan a fofear antes.
En lo que sí que estoy de acuerdo es en lo del fenómeno alfa, la competitividad empieza muy pronto, hay chicos que se desarrollan antes, son más fuertes y sociables y son los que acomplejan a los que tardan más en madurar.
Como ya han dicho, en la naturaleza las hembras deben elegir muy bien al macho pues después del coito deberán esperar unos meses antes de la siguiente oportunidad, con el consiguiente desgaste físico. Deben elegir bien, pues tienen pocas oportunidades de criar.
El macho en cambio tiene hipotéticamente infinitas posibilidades, luego su estrategia es plantar el mayor número de semillas, no importa donde. Si ha escogido una hembra con malos genes, esas crías no prosperarán, pero no será grave si además de a esa ha fecundado a otras más. Por probabilidad exhaustiva, alguna habrá que tenga los mejores genes y de ellos saldrán sus mejores herederos.
Las normas de convivencia gregaria han limitado ese comportamiento, reglamentando el número de parejas que se puede tener y entre cuáles se puede elegir. Clandestinamente la gente puede saltarse las normas y seguir los instintos. En torno a un macho alfa pueden revolotear varias hembras en situación de poligamia consentida. Al revés es más difícil pues la mujer sólo tiene sitio en su vientre para la descendencia de un hombre cada 9 meses, es más probable que cause discordia entre los hombres por quién ocupa ese ese hueco con sus genes.
Tenga la gente intenciones de tener niños o no, el deseo sexual viene de ahí, y sigue las reglas.
La mujer es vista más atractiva a raíz de esto, no son relamente bellas, en verdad somos mucho más bellos los hombres, pero las vemos así pues cualquier mujer es potencialmente un lugar donde plantar la semilla y conseguir nuestra mejor descendencia dejando que la propia naturaleza se encargue de frustrar las malas elecciones. Fríamente es más óptima esta táctica: si te sobran las semillas, no te lo pienses, lánzalas a los cuatro vientos y alguna caerá en el terreno óptimo para que crezca el mejor árbol.
Desde el punto de vista de la mujer, considerar a todos los hombres atractivos sería un desastre, pues sufrirían mucho desgaste gestando niños con genes poco óptimos. Si las primeras elecciones hubieran sido erróneas quedarían en unos años fuera de juego y con una prole limitada destinada a extinguirse en un mundo realmente competitivo, sin ventajismo artificial para los menos óptimos. La táctica óptima de la mujer, disponiendo de un único terreno donde plantar, es elegir bien antes las semillas y al jardinero si es preciso.
El hombre, aunque se haya equivocado en su elección, sin leyes humanas que le obliguen a responsabilizarse de una mujer, puede intentarlo muchísimas veces, sin el menor desgaste. Tiene infinitas semillas y es cuestión de que le permitan plantarlas en el mayor número posible de terrenos. No pierde nada.
Pero la realidad es bien distinta, las leyes, aunque sean tribales, obligan al hombre en prácticamente todas las culturas a responsabilizarse de sus "meteduras" (de pata), lo que puede esclavizarle de por vida a responsabilizarse de una rama de descendencia (o incluso sin descendencia, la propia mujer convertida en rentista) no deseada.
Pero el instinto no entiende de leyes sociales.
Y repito, aunque el coito no se realice con fines reproductivos, el placer del coito es un "premio" instintivo para alentarnos a reproducirnos. Al igual que, llegado el caso, las formas redondeadas y fofas de un bebe nos son reveladas como tiernas para alentarnos a cuidarlo y protegerlo. El instinto nos dicta lo que debemos ver y sentir de cara a que hagamos aquello para lo que estamos programados: crecer como especie.