Tampoco se trata de perder los gustos de uno, simplemente es cuestión de no encerrarse en ellos. He conocido a aficionados al heavy que juzgaban a los otros por los grupos que conocían y como que sólo podían relacionarse con los otros si les gustaban grupos parecidos. Gente que prejuzgaba como imbéciles a aquellos a los que les gustaban músicas más comerciales. Gente que, al ver a una chica, se fijaba en como cuánto se parecía a la Bündchen y, si no superaba el listón, quedaba catalogada de fea, gorda o lo que fuera: no digna de su trato. Y así en muchos otros aspectos de la vida. Listones y más listones que sólo encierran en uno.
La cosa es que seguramente no sea productivo para uno mismo juzgar a la gente sobre un parámetro, porque estamos olvidando, como viene a decir un pasaje que me encanta del libro de Beck, que las personas son entes dinámicos, con muchas facetas distintas, etc., entes inabarcables. Llevado a cada uno de nosotros, que podemos tener grandísimas vivencias con esa gente aunque no tengan exactamente nuestros gustos, aunque no se ajusten perfectamente a nuestras idealizaciones de la belleza, etc.
Y todo eso no tiene que ver con convertirse en un zombi, con renunciar a nuestros gustos, etc. Puede seguir gustándonos el heavy, la clásica, el cine iraní o la generación del 27, sólo es cuestión de aceptar a los que tengan otro gusto, poder ver que aun así puede que tengan algo que aportarnos.
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