Como diría mi madre "soy la abogada de los pobres", y eso incluye a todos los que se hacen pasar por y son timadores... aún así me siguen dando pena unos cuántos.
Medio escarmenté un día que vino una mujer (española, blanca, incluso, diría que hasta era de las de ir a misa) a pedir a mi casa. Según ella, tenía un millón de problemas económicos y una hija de 10 años a la que no le podía ni comprar un corsé para arreglar sus problemas de espalda. Rogué y re-rogué a mi madre que le diese algo.
Al cabo de unas semanas, nos la encontramos en una parada del autobús, contándole a una amiga que las lluvias le habían destrozado el jardín de su chalé y que tenía la piscina embarrada
Intenté convencer a mi madre de que lo mismo le había tocado la lotería, pero en verdad, tuve que reconocer que fui una imbécil por creer ciegamente en la honradez (que no digo que no exista, pero prefiero que se me demuestre primero).
Por otra parte, desde que recuerdo, un hombre siempre iba a pedir a casa de mi abuela, y esta, en vez de darle dinero, le daba comida. Recuerdo que incluso cuando ella cocinaba, echaba un poco más en la olla, por si venía a pedir este hombre, darle algo. Cuando el hombre murió, encontraron unos 60 mil euros escondidos en el colchón y una nota diciendo que se usara para construir un asilo de ancianos (que no había en el pueblo entonces). Y así se hizo.
Supongo que ni todo el monte es orégano, ni todo lo que crece son malas hierbas. Solo hay que andar con cuidado.